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¿Cuáles son mis sentimientos?

Luego, ella lo miró, y él pudo apreciar muy bien sus ojos azules semejando lagunas, y sus labios finos y apetecibles, como si fueran lo mas dulce del mundo. Estaba mas ruborizado que nunca, y por fin desde el fondo de su corazón venía la verdad sobre el sentimiento que llevaba consumiéndolo mucho tiempo.

-Tú… me… me... gustas…

Ella se ruborizó al instante, y por un momento pensó que todo aquello parecía un sueño y todo lo que la había ilusionado se hacía de repente realidad. Casi por inercia ambos acercaban sus rostros al mismo tiempo, y el podía contar las pequeñas pecas que poseía en su cutis. Cuando estaban a punto de unir sus labios, la campana de emergencias de la nave estropeó el mágico momento que estaban viviendo.

La sirena sonaba alrededor de la nave molestando los oídos de todas las personas a bordo, incluida la capitana.

Magno Vivant llamó a Meia para organizar bien las posibilidades de un ataque organizado y de la defensa de la Nirvana. Una vez que hablaron, Meia salió corriendo de la habitación de mando.

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La mayoría de dreads ya habían salido a batalla, con el vandread Dita liderándolos. Éste brillaba más que nunca e infundía la seguridad de una nueva victoria sobre la Tierra, Sin embargo, esta vez la Tierra había enviado uno de sus mejores ejércitos a la batalla con la Nirvana, y entre éstas naves había una gigantesca, que rápidamente empezó a cambiar de forma llegando a formar un inmenso y monstruoso robot, como una aberración del Súper-Vandread.

Este inmenso robot había empezado a atacar a la Nirvana destruyendo gran parte de los dreads que lo perseguían con una gigantesca espada que cargaba en uno de sus deformes brazos.

El Paxis rojo brillaba cada vez más en el interior de la monstruosa máquina preparada para atacar al que más le molestaba, el Vandread-Dita.

Al parecer el cariño que sentían cada uno por el otro había incrementado los poderes del Vandread, pues este parecía ya moverse más con su pensamiento: "el de proteger a los amigos".

Sin embargo, aquella poderosa nave sentía por primera vez el miedo y el rayo rojo del Pragma Paxis alcanzó al Vandread y lo forzó a separarse.

-¡Dita!

-¡Alien-san!

Ambos intentaban mantenerse juntos lo mas que podía tomados de las manos tan fuerte que se hacían daño, pero cada uno sabía que si soltaba la mano del otro, algo malo iba a ocurrir.

El temblor cesó y Hibiki se encontró dentro del vanguard, imposibilitado de moverse y con la mano sangrando en demasía.

Dita se encontraba a unos metros de él, y en ese momento el hombro le dolió como si una lanza ardiente le hubiese sido clavada ahí. Ahora con el hombro sangrante se encontraba en peor situación que antes, pero esto era nada comparado con la angustia que sentía por Dita, que debía estar en la misma situación que él, en medio de muchos enemigos.

-¡Maldita cosa muévete!

El Vanguard no respondía a los comandos, y de pronto se vio cubierto por la sombra de aquella monstruosa máquina. El Terra-Master se estaba preparando para eliminarlo.

Dita estaba asustada y angustiada, pues el Terra-Master se acercaba más y más al Vanguard totalmente indefenso. El Terra Master levantó la espada.

-¡NO!

En ese momento Dita recuperó el control del dread y voló como nunca lo había hecho, pero se interpuso en el camino de la hoja que partió limpiamente en dos al dread azul.

Hibiki abrió la boca con horror al ver cortado en dos a su hermoso dread azul, con escalofríos pensó en Dita, y por primera vez nació en él, el deseo de matar de vengar, y con la ira que tenía supo al instante lo que tenía que hacer. Espabiló al Vanguard y persiguiendo a Meia la forzó a unirse con él.

Meia estaba totalmente sorprendida por encontrarse en la cabina del Vandread tan de pronto por lo que no se dio cuenta de lo rápido que Hibiki había alcanzado al Terra-Master.

Era el momento. La máxima arma del Vandread-Meia se hacía presente en la batalla. Pero lo más sorprendente fue el color de la energía que liberaba, no un verde como aquel inicial que había dado la esperanza de ganar la batalla, sino un rojo, un rojo del color de la sangre como si aquel que lo pilotara estuviera totalmente consumido por el odio, que atravesó y destruyó por completo al Terra-Master.

Casi simultáneamente, el Vandread se separó, y Hibiki salió como un endemoniado hacia la Nirvana, pues necesitaba ver y tocar de nuevo a Dita para asegurarse de que nada había sido en vano.

De un solo salto consiguió salir del vanguard, desesperado por saber que había sido de su compañera. Sin embargo, antes de llegar a la enfermería ya se había detenido. ¿Qué pensarían los demás si iba a ver a Dita de esa manera tan desesperada? Eso no le había importado en un principio, pero ahora no conseguía fuerzas como para seguir adelante. Decir lo que había dicho hacía solo un rato le había costado mucho, pero ¿por qué ahora no podía mandar todo al diablo y confesarle a Dita que no sólo le gustaba sino que la amaba con toda la fuerza de su corazón? Sí, eso era lo que le gustaría. Pero, tampoco quería que el 99 por ciento de la población del nirvana hiciera un alboroto por eso. Además, esto del amor era muy nuevo para él. Era posible llegar a querer a alguien de esa manera y lo había descubierto, tarde pero lo había hecho.

Hibiki tomó la decisión de esperar un rato antes de ir a visitar a Dita, después de todo, aún Duero debía estar trabajando. Fue muy horrible lo que pasó, al menos para él. Aunque también fue muy raro lo que pasó con el Vandread-Meia al llegar él con ese poderoso deseo de venganza. El sólo sabía que quería hacerle todo el daño posible a quien casi mata a Dita, pero lo que más le sorprendió, fue que sintió miedo. Sí, había sentido miedo, miedo de perder a la chica tan querida, pero ese mismo miedo lo había experimentado el monstruo al verlo. Si no, ¿por qué otra razón había huido de esa manera? Si estaba tan segurote poder vencerlos, por que se retiraba tan pronto. Eran muchas preguntas, pero no podía contestar ninguna de ellas. Si al menos Gascogne estuviera, ella si sabía muy bien lo que eran los sentimientos.

Pero bueno, la almohada con el bordado de Alien se había ya calentado, y era incómodo con el calor reinante en el Nirvana. Se sorprendió mucho al ver que ya había pasado casi una hora desde el ataque del Terra-Master. Ya era hora de ir a ver a Dita. Pyoro había estado observándolo gran parte del tiempo, pero lo había ignorado, pues el quejoso robot, la mayoría de veces no decía nada útil.

Enrumbó hacia la enfermería, donde la mayoría de las chicas estaban preguntando por Dita, entre ellas Jura y Barnette, estaban con la mirada fija en la puerta de la habitación, y no se mostraron sorprendidas de ver a Hibiki ahí. Él las ignoró, y se apoyó en la pared esperando a que Duero saliera y les informara del estado de Dita.

Pasó media hora antes de que el doctor saliera, y las chicas se aproximaron a preguntar.

-No hay nada de qué preocuparse, Dita sólo tuvo unos golpes, algunos fuertes, pero no es nada grave. Un suspiro de alivio general salió del grupo de chicas. Sin embargo, Duero se dirigió hacia Hibiki.

Señaló la puerta.

-Entra-dijo-Dita quiere verte.

-¿A mí?-Se había ruborizado en extremo, pero no le quedó otra opción que entrar por la puerta que Duero había dejado abierta.

Hibiki entró receloso al pasillo donde una luz al final indicaba el lugar dónde estaba Dita. Con el corazón latiéndole fue muy fuerte se guió hacia la luz, y al llegar apartó una cortina donde vio a Dita con muchos vendajes alrededor del cuerpo, que lo miraba con dulzura. Hibiki perdió el control y se aproximó a ella, y la abrazó. Ella soltó un gemido. El joven se asustó, y ella, mirándolo se acercó a él, y le dio un lindo, corto, y tierno beso. Pero éste beso fue especial. No era como aquel que le dio Misty, sino, que en este beso el tuvo el deseo de corresponderle. Sin embargo, se vio frustrado cuando Dita se separó.

-Dita… yo…

-No digas nada-respondió ella- Dita ya sabe todo lo que quería saber.

Hibiki se aproximó a ella, le dio un beso en la frente y salió de la enfermería, pero en su pecho llevaba el gozo del primer beso verdadero. Su primer beso con amor.