Notas de la autora: Hola de nuevo! Aquí empiezo con mi segundo fic de Hetalia. Es Universo Alterno, de parejas Yaoi y Hetero (más Yaoi que Hetero). Los personajes no son míos, son del gran Hidekaz Himaruya.

El cielo permanecía despejado, y el sol iluminaba a toda la ciudad. En ella, justamente en un parque lleno de columpios y demás, dos personas hablaban.

-¡Está bien!- gritaba un chico de cabellos albinos y ojos rojos.-¿Cuál es tu nombre?

-Arthur Kirkland- respondió, aburrido.

-¿Qué vienes a hacer aquí?

-¿Para qué demonios me preguntas eso?

Recibió un golpe directo en la nuca.

-¡Contesta!

-¡Ostia, eso duele!- el chico rubio de ojos verdes le miró, molesto.-Vengo a recuperar mis recuerdos y mis alas.

-¿Y cómo piensas hacerlo?

-Tengo que ayudar a la gente para conseguirlo.

-Bien, parece que lo has entendido- dijo.-Pero dime una cosa Arthur…

-¿Sí?

-¿!Qué cojones estamos haciendo dentro una casa de plástico!- gritó Gilbert, exasperado.

-No te entiendo Gilbert, dijiste que las personas no podían verte.

-Cosa que es una pena porque mi presencia es digna de observar- Arthur suspiró ante la frase, Gilbert siempre decía cosas como esa.

-Pues por eso mismo te he traído aquí, no me hace gracia que me vean hablando solo.

-¡!Pues te jodes!

-Shit- musitó el rubio.-Contigo no se puede hablar.

-Vaya, ahora resulta que los ángeles hablan idiomas.

-Sabes que hablo así inconscientemente.

Gilbert pudo ver en los ojos claros de este un halo de tristeza que intentaba disimular. Suspiró, se había metido en un buen lío. ¿Quién le mandaría a él romper las reglas y encargarse como castigo, de un ángel caído que ni siquiera tenía alas ni recuerdos?

Pero, claramente, Gilbert Beilschmidt siempre rompería las reglas, y lo haría otra vez. Entonces una sonrisa pícara se cruzó por sus labios y repentinamente de sus manos salieron unas llamaradas de fuego, las cuales lanzó a Arthur. Este salió corriendo lo más rápido que pudo, y por suerte logró esquivarlo.

-¿!Tú eres idiota!- gritaba, señalándole.-¡No, qué preguntas me hago, pues claro que lo eres!

-Kesesese, es un regalo de bienvenida- Gilbert se levantó, ignorando los gritos de Arthur.-Será mejor que empecemos a ayudar a gente a diestro y siniestro.

Arthur seguía insultándole en su idioma.

-Me gusta que me digan lo awesome que soy, pero ya puedes parar.

-¡No te estoy halagando!

Pero ya Gilbert estaba pasando de él y salía del parque. Rehusándose a seguirle insultándole sin que él se lo tomase en serio, fue tras él. Le escuchó tararear una canción:

-¡Da muchas vueltas y soy guapo….!

-¿Qué tipo de canción es esa?- murmuró, con una gota en su sien.

Sin preverlo, Gilbert se hizo a un lado. Frente a él venía un chico en una bicicleta, cargado de periódicos.

-¡Cuidado!

Un gran estruendo se escuchó, y sintió como caía atrás. Se tocó la cabeza, adolorido, y podía escuchar la voz de Gilbert, riéndose.

''Primero le torturaré, luego le arrancaré cada pelo de su cabeza, después le mataré y así le resucitaré para matarle de nuevo….'' Pensaba Arthur.

-¡Ten cuidado por donde vas!- se quejó Arthur, levantándose.

El chico de la bicicleta no dijo nada ya que estaba ocupado recogiendo los periódicos. Arthur por un momento creyó sentirse culpable, y empezó a ayudarle. Fue a coger el último que quedaba y notó que la mano del desconocido se posó sobre la suya por accidente. Arthur apartó la mano, sorprendido ante el tacto, y levantó la cabeza, encontrándose con el rostro del joven. Sus cabellos eran similares a los suyos, rubios, solo que este tenía unos ojos azules que le parecieron preciosos. Se sonrojó por tal pensamiento y frunció el ceño.

-Anda, toma.

Le ofreció los periódicos y volvió a levantarse. Iba a irse cuando escuchó su voz:

-¡Oye, muchas gracias!

Se giró y vio que ya se iba. Exhaló un suspiro, y volvió a retomar su camino. Los ojos rojos de Gilbert se clavaron en él.

-¿Tienes algo?

-¿Eh?

-¡!Tus recuerdos, rubito de bote!

Arthur le propinó una patada en la canilla.

-¡!Un poco de respeto!

-Sí soy mayor que tú, enano- recalcó la última palabra que molestó mucho más a Arthur, mientras se encogía tocándose la zona adolorida.

-Sí, he ayudado a ese chico pero no se me ha ofrecido ningún recuerdo.

-Entonces es tu culpa.

-¿!Mi culpa!

-¡!Has ayudado a alguien que no lo necesitaba con urgencia!- le golpeó en la nuca, nuevamente.-¡!Y esta por agredirme, yo soy demasiado importante!

Y sin más preámbulos caminaron por la ciudad, en busca de alguien que necesitase ayuda.

Pero….

A las 4:30 PM:

-Tengo hambre, dame de comer- ordenó Gilbert.

-¡Y una mierda, yo no estoy a cargo de ti!- entonces Arthur cayó en una cosa.-Espera ¿cómo puedes tener hambre si no estás vivo?

Gilbert sonrió, a punto de responderle, pero se quedó pensando.

-Es una buena pregunta.

Arthur quiso que se le tragara la tierra.

-¡Se supone que eso deberías saberlo!

Un ruido resonó en el estómago del rubio y se colocó las manos en él.

-Etto…

-Será mejor que consigas comida.

Caminaron durante unos minutos más, y Arthur podía ver que el sol estaba empezando a marcharse, aunque aún seguía ahí. Entonces unas risas le llamaron la atención. Siguió avanzando y frente a él había un pequeño edificio con un extenso patio donde muchos niños jugaban. Y…

-¡Pelotaaaaa!

La pelota impactó contra su cabeza.

-Esos niños me caen bien- sonrió Gilbert.

-Muérete.

-Kesese, gracias por el cumplido.

Arthur gruñó e intentó aparentar serenidad. Se acercó a los niños puesto que la verja estaba abierta, y se la dio.

-¿Señor, está usted bien?- preguntó un niño de ojos azules y cabellos claros.

-Sí, pero tened cuidado, puede hacerle daño a alguien- respondió Arthur, con una sonrisa.

-¡Raivis, aléjate de él!

Otro niño se le acercó, con mirada desafiante.

-Pero Peter, me ha devuelto la pelota.

-¿Has visto sus cejas?- señaló la frente de Arthur.-Son sospechosas…!quizás sea un ovni disfrazado, como nos dice Alfred!

''¿Dónde diablos quedó la generación que idolatraba a los viejos para ayudarles a cruzar la acera?'' eso fue lo que pensó Arthur, con un tic nervioso en el ojo.

-Peter, e-eso es de mala edu…

-¡Niños!

Una mujer se acercó a ellos. Tenía una cabellera larga, castaña y ondulada, y ojos iguales a los de Arthur. No vio el rostro de Gilbert porque estaba situado tras él, el cual permanecía serio.

-Disculpe si les han estado molestando, solo son unos niños y…

-No se preocupe, solo estaban jugando- dijo Arthur, aunque no dejó escapar un detalle.-¿Ha hablado en plural?

La chica se extrañó por la pregunta.

-Claro, sois dos personas.

La expresión de Gilbert que era ahora seria cambió a una de sorpresa. Su boca se había abierto descaradamente, y poco le importó.

-¿Me estás diciendo que puedes verme?- preguntó Gilbert.

-Pues claro…¿me está insinuando que no veo bien, o qué?- dijo, ofendida.

-¡Mierda, mierda, mierda, y más mierda!

Gilbert empezó a dar vueltas, pasando sus manos por su cabello, desesperado. Se detuvo, y….

-¡Tú, el de allá arriba, me las vas a pagar!- gritaba, mirando al cielo y haciendo movimientos raros con las manos.

Arthur se pasó la mano por el rostro, avergonzado, y los niños se reían por la actitud de Gilbert.

-¡Está llamando a sus amigos ovnis para conquistar la tierra!- decía el niño llamado Peter.-¡Tenía razón!

-Peter cariño, los ovnis no existen- corrigió la mujer.

-¡Pero Alfred no miente Eli-sensei!

-¡He vuelto!

Arthur giró y no podía creer lo que veía. El chico de los periódicos estaba ahí, aparcando su bici y entrando tan campante a aquel lugar, siendo recibido por todos los niños.

-¡Alfreeed!

Peter fue corriendo hacia él, mientras que el otro le recibía con los brazos abiertos.

-¿Me has echado de menos?

-¡Sí, y no te lo vas a creer, hemos encontrado a dos ovnis!

El niño señaló a Arthur y luego a Gilbert. Alfred no se fijó en el albino, pero sí se quedó mirando igual de sorprendido, a Arthur.

-¿Tú no eres el chico de esta mañana?

El de ojos verdes asintió, sin ser capaz de hablar.

-¿Le conoces?

Alfred hizo el mismo gesto, respondiendo a la mujer.

-Sí, nos chocamos accidentalmente, iba un poco apresurado en el trabajo- contestó, caminando hacia ellos.-Pero solo fue un encuentro, ni siquiera sabemos nuestros…

-Mi nombre es Arthur- dijo enseguida, interrumpiéndole.

-Entonces Arthur, será mejor que paséis adentro- opinó Alfred, sonriendo.-Habrá más tranquilidad, además, tu amigo ha parecido gustarle a los niños.

Gilbert seguía lanzando maldiciones sin darse cuenta de que estaba siendo rodeado por los niños, que le miraban con mucho interés.

-Bueno, en realidad nosotros deberíamos irnos...

-¿Tienes prisa?

-Pues estoy buscando…

-Está buscando trabajo.

Gilbert se había dejado de lanzar maldiciones a quién sabe dónde, y se había unido a la conversación.

-¿Trabajo?- repitió la castaña. Alfred la miró, y parecieron concordar en algo que pensaban.

Arthur le lanzó una mirada furiosa a Gilbert, pero este como siempre, le ignoraba.

-Nosotros estamos escasos de personal- dijo Alfred.-Podrías trabajar en este parbulario.

-Solo que…no podemos pagarte- murmuró la chica, apenada.

-Eso da igual, este chico tiene el don de ayudar a la gente.

-¡No hables por mí!- le gritó Arthur.

-Disculpen un momento, es que el chico no se ha tomado aún la pastilla de los nervios.

Gilbert le cogió del brazo y lo alejó un poco de ellos.

-Tienes que aceptar ese trabajo.

-¿Y de qué me sirve?

-Estarás ayudando a personas que lo necesitan- explicó Gilbert.-Y si eso ocurre….Ayuda + Personas = Recuerdos y alas.

-Más te vale que funcione.

-El magnífico yo siempre tiene razón, no lo olvides.

-Por cierto…-comenzó a decir Arthur.

-¿Qué?

-¿La conoces?

Gilbert sabía que se refería a la chica.

-Pues vaya, resulta que en esa cabellera se encuentra un poco de astucia- se burló.-No es de tu incumbencia que la conozca o no.

-Como quieras- dijo Arthur, no quería insistir.

Volvieron hasta ellos y Arthur aceptó su propuesta.

-Por cierto mi nombre es Elizaveta- se presentó la castaña.-A Alfred ya le conoces y Roderich está con los niños de 4 años.

Gilbert sonrió, y Arthur no perdió de vista el gesto. Aquellas personas, excepto Alfred, estaban relacionadas con él de alguna manera u otra. Entraron al parbulario pero Elizaveta al ver que Gilbert no entraba, le preguntó:

-¿No pasas?

-No, estaré por aquí- contestó, despreocupado.-Así me familiarizo con el lugar.

Cuando estuvo solo, empezó a escuchar una melodía, y la sonrisa anterior no se le borró. Aquella pieza la conocía muy bien, casi de forma dolorosa, pensó. Se fijó que provenía de unas ventanas que permanecían abiertas, y cautelosamente, fue acercándose.

-Veo que aún sigues tocándola...- susurró para sí mismo.-A pesar de que te borrasen millones de veces tu memoria.

Al llegar, le vio. Muchos niños, más pequeños que los que estaban en el patio, hacían un círculo mientras movían sus manos en una especie de baile infantil, y en una esquina, estaba un hombre tocando un piano, no muy grande. Seguía igual que siempre. Su cabello castaño oscuro tenía el mismo tamaño que la última vez, y sus ojos violetas brillaban como aquel día…

''¿Cuánto tiempo ha pasado?'' se preguntó en su mente.

La melodía paró. Roderich sintió que alguien le observaba, y de forma instintiva miró hacia la ventana. Parpadeó, confuso.

No había nadie.