Nota: Digimon no me pertenece, esta historia la escribo por mero entretenimiento.


Pink Princess

By: Mikapunzel


Capítulo Uno: ¿Comienzo?

Debían ser aproximadamente las diez de la noche del día treinta y uno de Diciembre. Delicados copos de nieve caían con gracia sobre la ciudad de Tokio; los adornos navideños se observaban por doquier, al igual que las lucecitas de colores que se enroscaban en cualquier superficie que se los permitiera.

Un gran grupo de gente hacía fila para entrar al conocido "Tokio Theater", un lugar conocido por los amantes del mundo clásico: Ballet, Óperas, Conciertos de Cámara; pero ese día en especial, se estaba llenando con personas a las que, en general, poco les importa aquel tipo de arte: La Juventud. Una enorme hilera de adolescentes se movía como cuncuna a medida que iban entrando en el recinto. ¿La razón? El evento de fin de año más popular de los últimos años.

Dentro del lugar se escuchaba el eco de las cientos de voces. Todo estaba oscuro, excepto por algunos focos de colores que giraban locos alumbrando distintos lugares (logrando así mayores exclamaciones cuando la luz se posaba en un grupo de personas).

Una blanca luz iluminó justo el centro del escenario, en dónde se podía apreciar a un hombre vestido de negro smoking, el cual no tardó en hablar.

―¡Buenas Noches! ―dio unos pasos, acercándose al borde del escenario, la multitud, poco a poco, se fue quedando muda―. Pronto daremos comienzo al décimo quinto recital de año nuevo. Ésta noche estarán con nosotros Bon Bon Dolls, Blood Spirit, The Diamons y lo que ustedes más esperan: ¡Pink Princess y Teenage Wolves!

Un gran bullicio se armó en cuanto el locutor terminó de hablar y se volvieron a corear los nombres de los artistas más populares del momento.

―Los organizadores del evento les damos las gracias por asistir; con el dinero recaudado por la venta de las entradas podremos becar a muchos niños de escasos recursos, quienes tendrán la oportunidad de asistir a las mejores escuelas del país, tanto de arte como de ciencias ―calurosos aplausos no tardaron en oírse en el lugar, apoyando la causa―. ¡Ahora con ustedes, Bon Bon Dolls! ―enseguida el hombre desapareció el escenario (el que se iluminó por completo) y aparecieron cinco chicas, todas provistas con un micrófono. La fiesta estaba comenzando.


―¿Se ve bien mi cabello? ―preguntó una chica pelirrosa, de unos grandes ojos almendrados color chocolate. Se encontraba sentada frente al espejo, la mesa delante de ella estaba llena de maquillaje y algunos accesorios; una joven de gafas redondas y largo cabello violeta no tardó en acercarse a la chica y analizarla por unos instantes.

―¡Por supuesto que sí, Mimi-chan! Estás hermosa, sólo deja que te coloque estas estrellitas en el cabello ―exclamó emocionada la joven de morados cabellos, al momento que tomaba un frasco lleno de pinches dorados con forma de pequeñas estrellas.

―¡Miyako! No digas mi nombre, alguien te puede oír ―regañó Mimi a su amiga.

―Lo siento, es que se me olvida todo ese juego de la cantante misteriosa que tienes ¡Pero es emocionante! ―meticulosamente, Miyako adornaba las finas hebras rosas de su amiga con las trabas de estrella―. Por cierto, me tomé la libertad de arreglar tu antifaz, el anterior que tenías era demasiado simple y tú mereces llevar algo que te resalte.

―Miyako-chan, eres la mejor ―Tachikawa se volteó y levantándose de su sitio abrazó a su amiga.

―No es nada, es lo mínimo que puedo hacer ―Luego de separarse, Inoue buscó dentro de su bolso hasta sacar una alargada caja de cartón, de ella extrajo un antifaz rosa adornado con brillantes lentejuelas y escarchas―. Lo hice a juego con tu ropa de hoy

―Es hermoso ―susurró la pelirrosa―. Luego de esto ya no sé cómo agradecerte.

―Simple, Pinky-chan, cuando termine el recital nos iremos a bailar y beberemos hasta emborracharnos porque nunca lo hemos hecho y no podemos morir sin tener la marca de una borrachera en el cuerpo.

La aludida soltó una pequeña risita ―Está bien, acepto ―se acercó al colgador y sacó un vestido de color rosa –tableado- y una camisa blanca. Miyako le sostenía los zapatos (también rosas) y unos calcetines que llegaban arriba de la rodilla de color a juego con la camisa.

No tardó en cambiarse, y al mirarse en el espejo de cuerpo entero quedó satisfecha. A sus casi veinte años no tenía nada que envidiarle a nadie. Poseía la cantidad justa de todo; medía un metro y cincuenta y siete centímetros y si bien no era un esqueleto ni tener la estatura de una modelo de elite, podía jactarse de ser delgada y no precisamente un duende; cosa que en el mundo en el que se desarrollaba profesionalmente importaba de sobre manera.

―Pareces una muñeca de porcelana, Pinky-chan ―dijo emocionada su amiga, mientras colgaba en la cadera de ella una cadenita con varias estrellas colgantes.

―Gracias ―sonrió al tiempo que se colocaba el antifaz―. Ahora debo ir a ver los últimos detalles de la canción final, vuelvo en unos minutos.

―¿Vas a ver a Yamato? ¿Sabías que muchas revistas juveniles los apuntan como la pareja más top del momento?

―Sí, lo he leído ¡Y no me nombres a ese proyecto de vampiro mal logrado!

―Pero si está bastante lindo, y no es vampiro, Pinky, es un Rock Star, que es muy distinto

―Sí, sí, lo que sea, se viste de negro y con eso parece un muerto

―Tú te vistes de rosa, seguramente muchos piensen que tienes complejo de Barbie

―Miya-chan, yo…

Alguien interrumpió la conversación al tocar la puerta y luego, sin consentimiento previo, abrirla y asomar la cabeza: una rubia melena perteneciente a Yamato Ishida, el popular vocalista de Teenage Wolves, que con veintiún años recién cumplidos era reconocido y admirado por muchos. Era un joven bastante alto, bordeando el metro noventa de altura; de un brillante cabello rubio que llevaba crecido (sin llegarle a los hombros) y desordenado; poseedor de unas azules orbes que dejaban sin habla a cualquier chica.

―¿A ti nadie te enseñó que se aunque se golpea la puerta debes esperar a que te autoricen a entrar? ―preguntó Mimi, notoriamente irritada.

―Vamos, chica algodón de azúcar, no tengo toda la noche para coordinar la canción final, quiero estar con mis muchachos si no te importa.

La ojichocolate rodó los ojos y se dispuso a salir de su camarín, sin siquiera darle una mirada a Miyako. Sabía a la perfección que la joven reía ante la escena y prefería ahorrarse la humillación, le bastaba con el hecho de tener que codearse con Ishida.

―Y por favor, camina a unos cuantos pasos de mí, no quiero que me confundan con la versión masculina de muñeca Barbie.

―¿Eh? ―la joven de rosas cabellos abrió enormemente los ojos. Comenzaba a molestarse y eso no iba a ser una experiencia agradable para nadie―. El que debería alejarse eres tú, que con esa ropa que llevas pareces un cadáver ¿No te han dicho que los que visten de negro son los más depresivos y con el autoestima baja, I-shi-da?

Él no se dio por aludido ―Yo sabía que vestir rosa era sinónimo de tener aserrín en vez de cerebro; pero lo que me sorprende es que puedas hilar una frase ―agregó mordaz, al momento que le daba un ligero golpecito en la cabeza―. No se escucha tan hueca, pero debe ser gracias al aserrín…

Ante tal provocación el rubio se ganó un puñetazo en el estómago, el que, entre nos, no le hizo ni cosquillas; Mimi podía saber golpear, pero Yamato tenía una musculatura decente como para que un golpe proveniente de la delgada y débil muñeca de la joven no le llegara a hacer daño.

―Cuidado chica rosa, te puedes quebrar y acá no hay fábrica de brazos de muñecas.

Ella respiró hondo y optó por ignorar al joven el resto de camino que les quedaba; definitivamente convivir con Yamato Ishida no era tarea fácil… y eso que la noche recién comenzaba.

Cinco minutos después estaban sentados frente a un hombre calvo y de anteojos oscuros, quién les dijo ―En estos momentos está terminando la presentación de The Diamons, en cinco minutos más entrará Blood Spirit y luego va tu grupo, Yamato, con dos canciones.

―Kami ¿Me haces ir a buscar a Miss Pink para decirme algo que ya sé? ―espetó el ojiazul.

―Momento, Ishida, ¿Recuerdas la canción de cierre? ―agregó el hombre, Yamato asintió con la cabeza―. Bien hubo cambio de planes. No la cantarán todos los grupos en partes, la harás a dúo con Pinky-chan, sus sello discográficos lo han propuestos y…

―¡Qué-Qué! ¡Yo no pienso cantar una canción como esa junto a él! ―Mimi dejó de lado el perfil tranquilo que mantenía para levantarse en un segundo y apoyar las manos en el escritorio del organizador del evento―. Yo no firmé para cantar a dúo con Ishida-san.

―Momento, momento ―intervino el aludido―. No te hagas la víctima, porque yo también me veo perjudicado con ello.

―¿Perjudicados? No me hagas reír, Yamato ―habló el calvo, forzando una risa.

―¡Mi grupo toca Rock! ¿Te has puesto a pensar qué dirán nuestros fans al vernos con una pop girl? Nuestra popularidad se irá al tarro de la basura.

―¡Fuchida-sama! No puede hacerme esto ―rogó la pelirrosa―. ¿Se da cuenta de que me va a oscurecer? Sólo mírelo, todo vestido de… negro ¡Y su polera tiene calaveras!

Efectivamente, Yamato Ishida vestía una polera negra con el nombre de su banda, el logo eran unas calaveras bastante macabras en opinión de Mimi; además, sus pantalones (igual de negros) eran sujetados por un cinturón de puntas, y en cada brazo llevaba una muñequera.

El hombre se recargó contra el respaldo de su sillón ―Ahí está el punto, al público le encanta el contraste de algo sumamente puro e inocente como Pinky… y algo tan rudo y oscuro como Yamato.

―Lo siento, Fushida-sama, pero no puedo aceptarlo, si insiste en que cante con él, no me cuente en el espectáculo ―acto seguido, Mimi caminó en dirección a la puerta.

―Es en lo único que puedo estar de acuerdo con el proyecto de Barbie, no voy a cantar con ella ―coincidió Ishida.

Mimi estaba por girar el pomo de la puerta y largarse del lugar cuando Kenji Fuchida sacó su última carta, sonrió satisfecho y dijo ―Como quieras, pero debes saber que si te niegas, Pinky-chan, tu gira nacional quedará automáticamente cancelada y… en cuanto a Yamato-kun, tu nuevo disco no saldrá a la venta.

Golpe bajo.

―¡Qué! ―exclamaron ambos jóvenes al unísono.


Yamato entró al camarín que compartía con sus compañeros de grupo dando un gran portazo, sus cuatro compañeros lo observaron intrigados.

―¿Qué demonios te ocurre, Yamato? ―preguntó un joven de piel morena y cabello castaño al igual que sus ojos: Taichi Yagami.

―Todo ―respondió de inmediato―. Todo me ocurre, no me molesten, necesito cinco minutos para mentalizarme.

―¿Mentalizarte en qué, hermano? ―cuestionó por su parte Takeru Takaishi, hermano menor de Yamato, que al igual que él, tenía el cabello rubio y ojos color zafiro.

―¿Tan mal te fue en la reunión con Pinky? Já, a cualquiera de nosotros nos habría gustado estar en tu lugar, Yamato, no te quejes ―agregó restándole importancia una cuarta persona: Daisuke Motomiya, casi un clon de Taichi, de la misma edad de Takeru y cabello castaño-rojizo.

―Chicos, chicos, déjenlo en paz. Yamato está así por alguna razón en especial, no lo hostiguen ―habló finalmente el último integrante del grupo, Koushiro Uzumi. El cerebrito entre tantos hombres. Un joven más bien reservado y de cabello pelirrojo.

Yamato observó a sus amigos con semblante preocupado ―No es tan simple chicos, voy a tener que cantar a dúo con la niña rosada ¿Saben lo que eso significa para la reputación de nuestro grupo?

―¿Ca…cantar? ―tartamudeó Taichi, quien se daba discretas miradas con Izumi, casi con temor―. Bueno, supongo que no es mucho tampoco, serán cinco minutos como máximo, luego de eso te bañas con cloro y listo.

―Supongo que si estás así es porque no pudiste negarte ―adivinó Takeru, su hermano sólo asintió con la cabeza―. Vamos, no puede ser tan terrible.

―Sí, de todas formas has cantado en ocasiones anteriores con ella y… ―Taichi, como siempre, hablaba demás. Koushiro alcanzó a ponerle una mano sobre la boca para callarlo; y si no lo hubiera hecho el rostro descompuesto del mayor de los rubios sí lo hubiese hecho.

El pelirrojo rió nervioso ―Ya saben como es Taichi, cuando está muy nervioso dice cosas sin sentido.

―Sí, sí, no me hagan caso yo… ―Taichi no pudo ni disculparse cuando Yamato ya estaba cerrando la puerta del camarín y desapareciendo del lugar.

―Metí la pata…

―Sí, lo hiciste ―coincidió Koushiro.

Takeru y Daisuke salieron tras el líder de la banda, dejando solos al otro par en total soledad.

―Yo no sabía que eso aún no era tema superado ―murmuró Taichi.

―Yo creo que simplemente no quiere superarlo. Por favor Taichi, no vuelvas a decir nada con respecto a eso delante de Takeru o Daisuke; mucho menos se lo digas a Yamato si no quieres pasar un mal momento.


No era de extrañar que cuando quería un poco de soledad antes de un concierto, Yamato se escondiera en las escaleras de iluminación, a esas alturas, en donde el recital ya estaba a la mitad, nadie transitaba por ese lugar.

―Sabía que te encontraría acá, Ishida ―el aludido rodó los ojos al escuchar esa tan conocida voz.

―¿Qué quieres, Pinky?

―Sólo vengo por una tregua ―respondió ella con simpleza―. Sé que no quieres perder la oportunidad de lanzar tu disco, tal como yo no quiero perder la mía. Cantaremos esa canción con el semblante más feliz que podamos y luego nos olvidaremos de eso ¿Trato?

Él la observó serio ―¿Cómo sé puedo confiar en ti?

―Por favor, no vas a empezar con eso ahora.

―Claro que puedo empezar ¿O quieres que te recuerde…?

Ella lo interrumpió ―No voy a discutir ese tema contigo, responde ¿Hay trato o no?


...Mikapunzel...