Era una noche terriblemente fría. Bueno, yo de por si ya estaba acostumbrada a ese tipo de noches, pero ese día había sido tan cálido que la noche se me había quedado helada, o talvez es que ya me acostumbraba a los rayos del sol. Como sea, ya hace tres meses que, gracias a esas criaturas de las que se supone que debo alimentarme, había conseguido una vida más digna. Llevaba toda mi vida viviendo en un solo y oscuro callejón del que solo salía de noche, por lo que era más pálida que nadie al llegar. ¡Ahora me di cuenta que soy casi color canela! Aun no entiendo porqué los ghouls debemos alimentarnos de humanos, para mi han sido muy buenos. Me han dado un hogar y un trabajo, trabajo en Fallen Roses Café, un café estilo gótico al que acuden muchos otros ghouls. Bueno, el jefe es ghoul, todos mis compañeros son ghouls, el jefe me contrató mientras vivía en el refugio y los humanos me dieron un pequeño departamento a solo 10 minutos en moto de Fallen Roses. Bueno, así es como inició mi nueva vida. Todos mis compañeros me han dicho que trate de no usar mi kaguna, y no solo por la CCG, que aunque ahora es más débil que nunca, siguen rastreandonos en el Distrito 20, sino por esa organización ghoul, Aogiri no Ki, de quién dicen que planean secuestrarme por mi kagune binario. Bueno, ¿y qué con mi kagune? Que es muy especial, pero ¿y qué? ¿Para que querrían un kagune binario que solo me ha traído problemas toda mi vida?. Es que, mi kagune es una mezcla entre el de mi padre, un ukaku y mi madre, una bikaku, de modo que parezco tener el aspecto de ser una especie de animal alado con cola larga. Pero, bueno, solo tiene buen aspecto. Me cuesta extremadamente demasiado manejar dos kagunes al mismo tiempo. Bueno, eso sería todo a como va mi vida. Sigo alimentandome de suicidas y cadáveres descuidados.