Una casa para tres

El sonido del teléfono era irritante.

Era peor que el despertador, el cual siempre podía apagar estirando un brazo; o que el ruidoso «¡Buenos días!», que no ameritaba estar cargado de tanto entusiasmo, acompañado por un repentino rayo de sol cuando las cortinas eran corridas, el cual podía responder tapando su cabeza con el cobertor o lanzando un almohada hacia la voz.

Pero el problema en este momento era el teléfono, que solo se detenía por unos segundos antes de repetir su sonido con insistencia.

¿Y dónde estaba Tooyama? ¿Qué le costaba contestar el teléfono?

Ryoma permaneció inmóvil en su cama por unos segundos más, queriendo dejarse caer en el sopor que todavía no lo había abandonado, mas el incesable timbre se lo impidió, al igual que Karupin, quien también parecía haber sido despertado por el ruido y se estaba moviendo inquieto sobre él.

Resignado, Ryoma estiró un brazo para acariciar a Karupin antes de apartar las cobijas y abandonar su cama y caminó a paso lento hacia el corredor donde habían colocado el único teléfono de la casa.

Sin poder contener un bostezo, contestó, indiferente de si su "Hi?" sonaba más como algo inteligible.

—¿Echizen? —dijo la persona al otro lado de la línea y continuó hablando rápidamente en japonés—: No me digas que estabas dormido.

—¿Ryuuzaki-sensei? —pronunció Ryoma al reconocer la voz, frunciendo un poco el ceño—. Son las... —Ver el reloj más cercano lo silenció. Eran más de las diez, por lo que no podía usar eso como defensa y después de pronunciar esas palabras no podía decir ninguna excusa creíble.

No que tuviese que hacerlo, claro. Ryuuzaki Sumire ya no era su profesora y su entrenadora, pero ese hecho no cambiaba que ella era temible y conocía a toda su familia, por lo que no podría escapar de ella.

—¿Crees que no sé que horas son allá? —bufó la profesora con reprobación—. Pensé que ya habrías perdido esa maña.

Ryoma se encogió de hombros. Era cierto que en su tiempo en Seigaku había llegado tarde un par de veces a un entrenamiento o a un partido porque no se había despertado a tiempo, pero hoy...

—Es mi día libre.

Y no el de Tooyama, recordó tardíamente. Con razón no había ido a interrumpir su sueño, ni mucho menos le había hecho el gran favor de contestar el teléfono.

—Oh, entonces no tendrás problemas en ir directo al aeropuerto.

Ryoma bostezó una vez más y solo tras unos segundos procesó lo que acababa de escuchar.

—¿Qué?

—¿No sabes dónde queda el Sarasota-Bradenton? —rebatió la profesora con impaciencia.

Confundido, Ryoma usó la mano que no estaba sosteniendo el teléfono para restregar sus ojos, esperando que eso bastase para espabilarlo y para que lo que Ryuuzaki Sumire estaba diciendo cobrase sentido, mas no lo fue.

—¿Sensei, qué es lo que quieres?

—Escúchame bien, Echizen —dijo ella con un tono totalmente serio—, vas a ir al aeropuerto y recoger a Sakuno. —Y tras unos segundos de silencio que quizás se debían al inevitable retrazo en las llamadas a larga distancia -porque la profesora no podía estar en Estados Unidos, ¿no?- preguntó—: ¿Sigues en esa casa de Nanjirou, no?

¿Sakuno?

Ryoma parpadeó un par de veces. Asociar el nombre con la torpe chica de largas trenzas que nunca doblaba las rodillas lo suficiente, que a veces llevaba ricas meriendas y que lo animaba con una sonrisa dulce era fácil, mas eso seguía sin explicar de qué se trataba esta llamada y todo eso de ir al aeropuerto.

—Sí, pero...

—Sakuno necesita donde quedarse por unos días —aclaró Sumire como si hubiese notado su confusión— y no quiero que esté yendo de un lado a otro sin saber a dónde o que termine en quién sabe qué hueco.

Eso esclarecía qué era lo que la entrenadora le estaba pidiendo, pero no qué era lo que Ryuuzaki Sakuno estaba haciendo en Estados Unidos o cuándo había llegado o por qué Sumire le estaba diciendo todo esto ahora.

—Sensei...

—No creas que esto es un permiso para nada —lo interrumpió Sumire con un tono amenazante—. Sakuno es mi nieta y si no la cuidas, te arrepentirás. Ve por ella y dile que me llame cuando lleguen a tu casa.

Tras esa orden, Sumire finalizó la llamada, dejando a Ryoma con la boca abierta, incapaz de objetar o siquiera preguntar algún detalle.

¿Qué podía hacer ahora? Obedecer, claro.

Ryoma maldijo por lo bajo y corrió de regreso a su habitación. Allí, cambió su pijama por los primeros shorts y la primera camisa que encontró; pasó una mano por su cabello antes de ponerse su gorra y luego bajó las escaleras a trote, con cuidado de no pisar a Karupin, quien lo siguió de cerca.

No sabía qué tanto tiempo tenía, si acaso Ryuuzaki estaba por llegar al aeropuerto o ya se encontraba allí, pero no podía salir ignorando a Karupin, por lo que en lugar de dirigirse a la puerta, fue a la cocina.

Al acercarse a la esquina donde se encontraban los platos de Karupin y abrir la cómoda donde guardaba la comida de gatos descubrió que Tooyama había recordado darle de comer antes de irse; a pesar de eso, Ryoma le sirvió una porción más de comida y agua, no queriendo que pasara hambre si él se llegaba a demorar.

Aprovechando que estaba allí, también se tomó un momento para abrir la nevera y sacar una botella de agua y luego una despensa en busca de una barra de cereal, tras lo cual fue por sus llaves y finalmente, tras despedirse de Karupin, salió de la casa.


Aunque en un comienzo le había parecido que tener un auto era innecesario, en momentos como este, que necesitaba hacer más que ir a la academia de tenis, aceptaba que era verdaderamente útil, aun cuando no tenía intenciones de decir tal cosa frente a Ryoga, el culpable tras su licencia de conducir, o de Nanjirou, quien no había dejado de sonreír al regalarle el llamativo deportivo como si se tratase de su propio juguete nuevo.

Aun así, conducir distaba de ser una actividad que disfrutara y Ryoma agradeció internamente el que el tráfico a esa hora no era demasiado, por lo que el recorrido hasta el aeropuerto fue rápido y sin contratiempos.

El único problema fue obvio una vez aparcó.

¿Cómo encontraría a Ryuuzaki?

La profesora no había especificado nada salvo el nombre del aeropuerto, por lo que no tenía ninguna idea de dónde se encontraba Ryuuzaki esperando... si es que estaba haciendo eso, en lugar de buscar su camino por sí misma solo para terminar perdida.

Quizás, consideró Ryoma, lo mejor sería ir a información y pedir que la llamaran...

Él no necesitó hacer eso, pues aun antes de entrar a la gran edificación, la vio sentada en una de las bancas exteriores, usualmente utilizadas por las personas aguardando un taxi, con una gran maleta azul oscura a sus pies.

Ryoma caminó directamente hacia ella, sin dudar por un segundo.

Ella no había cambiado mucho, al fin de cuentas; todavía tenía su cabello demasiado largo y continuaba peinándolo en dos trenzas, lo cual bastaba para reconocerla sin dificultad incluso a cierta distancia.

Ya de cerca, Ryoma pudo ver que el tiempo no había cambiado su constitución delgada o sus ataques de nerviosismo, y eso último era obvio por la forma en que estaba apretando en sus manos lo que parecía ser su celular y una tarjeta mientras mantenía su mirada en el suelo y mordía su labio inferior.

—Ryuuzaki.

Aunque él no había intentado ser sigiloso, estaba claro que la chica no había escuchado sus pasos acercándose, pues alzó su cabeza tan velozmente que su sobresalto quedó en evidencia aun antes de que abriera los ojos de par en par al reconocerlo.

—Ryo-Ryoma-kun... —balbuceó Ryuuzaki al tiempo que se levantó e hizo una corta inclinación—. Lo siento, no sabía qué hacer y llamé a mi abuela y ella me dijo que te esperara y no me quedaba más saldo para hablar con ella...

—No importa —la interrumpió Ryoma, encogiéndose de hombros con aparente indiferencia y en un impulso, se agachó para agarrar la manija de la maleta de Ryuuzaki—. Vamos.

Ryoma dio media vuelta, queriendo volver al auto -y por consiguiente, a casa- cuanto antes, mas al ver que Ryuuzaki no fue tras él de inmediato, se detuvo y la miró de reojo.

Por alguna razón, Ryuuzaki lucía sorprendida y al enfrentar su mirada sus mejillas se llenaron de color. Pese a eso, Ryuuzaki asintió con su cabeza y una vez guardó lo que tenía en sus manos en su cartera, la cual llevaba en su hombro izquierdo, caminó a paso rápido tras él.

—Realmente lo siento —insistió ella una vez estuvo a su lado y comenzaron a andar sin prisa hacia la zona de parqueo—. Imagino que estabas ocupado entrenando.

—No, hoy no.

—Oh —pronunció Ryuuzaki y tras unos segundos su expresión se iluminó con una pequeña sonrisa—. Gracias.

A pesar de que saber que no lo había interrumpido pareció tranquilizarla, Ryuuzaki no dijo nada durante el recorrido hasta el auto e incluso una vez se instalaron en el deportivo se limitó a disculparse y agradecerle por llevar su maleta por ella.

—¿Y qué fue lo que pasó? —preguntó Ryoma, mirándola de reojo por el retrovisor al tiempo que encendió el motor, impaciente.

Ryuuzaki se sonrojó, quizás avergonzada por no haberle dicho ningún verdadero detalle en un comienzo; aun así, tras un momento comenzó a explicarle mientras él conducía a casa.

Contrario a lo que había hecho minutos atrás, esta vez Ryuuzaki decidió contarle con calma lo ocurrido en el último año, lo cual estaba unido a su razón para estar allí: tras graduarse de Seigaku, Ryuuzaki había decidido seguir los pasos de se abuela y dedicarse a la enseñanza.

Sus primeros pasos en sus estudios habían ido bien, mas Sumire le había advertido que ninguna clase la prepararía por completo para convertirse en profesora, pero otro tipo de experiencias, que involucrasen diferentes tipos de personas, podría ayudarla.

Eso, de alguna manera, la había llevado a considerar tomar un curso de inmersión de inglés y adquirir algunos créditos en una universidad local mientras lo hacía, cosa que había sido posible gracias a algunos contactos de Ryuuzaki Sumire.

Organizar todo para el viaje había sido aun más simple e incluso había logrado conseguir una potencial compañera de apartamento, pero contrario a lo que había parecido, eso último de convirtió en su primer obstáculo y lo había descubierto el mismo día en que había llegado a Estados Unidos y se había dirigido al que, había creído, sería su hogar allí.

—Me dijo... —Ryuuzaki hizo una pausa, como si estuviese esforzándose por recordar todo con exactitud—. Me dijo que una amiga necesitaba donde quedarse, así que ya no está buscando a nadie.

—¿Ya habías pagado un depósito?

—¿Eh? —Estaba claro que Ryuuzaki no había esperado su pregunta, quizás porque él había permanecido en silencio mientras la escuchaba; aun así, se repuso pronto y negó con su cabeza—. No. Solo habíamos hablado.

—Hmm. —Al menos no habían estafado a Ryuuzaki.

Ella continuó su relato tras eso, mencionándole que había pensado en tomar un bus que la llevara a un lugar cercano a un hotel, mas había terminado en una ruta que la llevó directamente al aeropuerto local y allí se había rendido y llamado a su abuela en busca de auxilio.

Ryoma conocía el resto de lo ocurrido, pero no la interrumpió cuando Ryuuzaki le habló de lo que la entrenadora le había dicho.

—Intentaré encontrar donde vivir pronto —finalizó ella poco después, cerrando sus manos alrededor del cinturón de seguridad por unos segundos—, lo prometo.

—Está bien —aseguró Ryoma. Había una habitación libre y estaba seguro de que Ryuuzaki sería una compañía más tranquila que Tooyama, por lo que no le molestaba la idea pese a lo repentino que había sido. Tampoco creía que a Tooyama le molestara por una muy simple razón—. Usualmente no estamos en casa.

—¿Estamos? —preguntó al tiempo que alzó su rostro y se giró un poco hacia él, como si la sorpresa la hubiese hecho olvidar su usual timidez que la llevaba a ser menos directa y disculparse más de lo necesario—. Pensé que tu familia se había quedado en Japón...

—Tooyama. —¿Y Ryuuzaki siquiera lo recordaba? Esa repentina duda lo hizo añadir—: Shitenhouji.

—¿¡Tooyama-kun!? —exclamó Ryuuzaki, cubriendo su boca con sus manos con unos segundos— No sabía que él también estaba aquí.

La familiaridad con la que Ryuuzaki hizo ese comentario casi la hacía sonar como si lo conociese bien, mas Ryuuzaki no añadió nada más. Aun así, su curiosidad era evidente, por lo que Ryoma se sintió obligado a decirle más.

—Estamos en la misma academia.

Pero la razón por la que Tooyama había terminado en su casa no tenía nada que ver con eso.

Si Ryoma quisiese señalar al culpable y los motivos tras la estadía de Tooyama, mencionaría a Fuji y su amistad con Shiraishi, pues es era la razón por la que Tooyama había golpeado en su puerta minutos después de que Fuji lo había llamado para "pedirle un favor".

No que tener a Tooyama cerca fuese malo.

Era un buen oponente, para comenzar, y a Karupin no le molestaba su presencia.

Ryoma no dijo nada de eso y en el auto se instaló un silencio que persistió hasta que llegaron a la casa vacacional de los Echizen, la cual se había convertido en su hogar temporal.

Allí, Ryuuzaki le agradeció nuevamente y añadió una disculpa más cuando él se encargó de llevar su equipaje hasta la casa.

¿Y ahora?

Sin duda tendría que revisar la habitación disponible y confirmar que Ryoga —o peor, Nanjirou— no hubiese dejado allí algo que sería mejor que Ryuuzaki no encontrara y quizás cambiar las sábanas.

Con eso en mente, Ryoma dejó la maleta en el corredor de entrada y le indicó a Sakuno que lo siguiera, queriendo pedirle que lo esperara sentada mientras él se encargaba de eso.

—Uhm... —Ryuuzaki no llegó a pronunciar lo que fuese que tenía en mente, pues el ruido de una llave al ser girada sin mucho cuidado y la puerta al ser abierta la interrumpió.

—¿¡Koshimae, tenemos visita!? —gritó Tooyama al tiempo que empujó la puerta para cerrarla tras él, sin duda notando la gran maleta en el pasillo.

Ryoma contuvo un suspiro y abrió la boca para responderle, mas no tuvo tiempo de hacerlo.

—Ha pasado mucho tiempo, Tooyama-kun —dijo Ryuuzaki con una sonrisa, girando en sus talones para recibir a Tooyama.

Tooyama se detuvo en el corredor, como si el verla lo hubiese paralizado, pero eso solo duró un par de segundos, tras los cuales corrió hacia ella con los ojos brillantes.

—¡Sakuno-chan! —exclamó, deteniéndose tan cerca como si estuviese a punto de abrazarla, mas no lo hizo y sí movió su cabeza hacia él—. ¿Sabes que ella prepara los mejores kushikatsu del mundo, Koshimae?

—N-no es para tanto —rebatió Ryuuzaki de inmediato, sonrojándose.

—¡Claro que sí!

—¿Kushikatsu?

Ryoma conocía aquellas brochetas y solo notó tras pronunciar esa palabra que era fácil malinterpretarlo y asumir que quería saber sobre éstas, pero Ryuuzaki pareció comprender que lo que él quería saber eran las circunstancias que la habían llevado a cocinar para Tooyama.

—Hace dos años, Seigaku y Shitenhouji tuvieron un entrenamiento conjunto —explicó, jugando con sus manos como si estuviese nerviosa— y Tomo-chan quería llevarle algo a Horio-kun y de alguna forma...

Aunque Ryuuzaki no terminó esa frase, Ryoma estaba seguro de que podía resumir lo sucedido en que había sido Ryuuzaki y no Osakada la que había terminado ayudando y preparando comida para todos.

No haber estado en Seigaku para presenciar eso y el hecho de que era algo que seguramente había ocurrido hace mucho tiempo, no impidió que Ryoma sintiese simpatía por Ryuuzaki y eso fue lo que lo impulsó a ir hasta la nevera y sacar un par de Fantas.

Al regresar a la sala pocos segundos después, descubrió que Tooyama y Ryuuzaki continuaban de pie en el mismo lugar y que Tooyama estaba hablando mientras ella lo escuchaba con atención.

Indiferente a la conversación, le ofreció una de las bebidas a Ryuuzaki, quien la recibió con sus dos manos y un ligero rubor en su rostro.

—Gracias.

—¡Yo también quiero! —reclamó Tooyama con un puchero, como si le molestase más eso que el ser interrumpido.

Ryoma se encogió de hombros y abrió su bebida, de la cual bebió un largo trago antes de responder.

—Hay en la nevera.

—¿Ves, Sakuno-chan? —Tooyama suspiró de manera exagerada y lo señaló con un dedo—. Por eso sigue siendo Koshimae.

Ryoma lo observó con incredulidad, pero Tooyama lo ignoró y continuó sin ninguna vergüenza:

—Y tengo hambre.

Eso, en particular, era algo que Ryoma podía secundar y un vistazo al reloj, que reveló que eran más de la dos, y el recuerdo de que no había desayunado, a no ser que contase la barra de cereal que había comido mientras manejaba al aeropuerto como un frugal desayuno, explicaban la razón.

—Si quieren —dijo Ryuuzaki, alzando un poco su mano derecha mientras sostenía la Fanta todavía sin abrir en la izquierda— puedo preparar algo...

La reacción de Tooyama fue inmediata: el pelirrojo dio un pequeño salto con sus ojos brillantes ante la expectativa.

—¿¡En serio!?

—O pedimos un domicilio —intervino Ryoma.

A pesar de que con su falda perfectamente lisa, sus trenzas bien cuidadas y su expresión amable no era obvio, Ryuuzaki había pasado varias horas en un avión, luego en un taxi, después en un bus y tras eso había tenido una crisis en un país extranjero, cosa que habría llenado de un pánico abrumador a muchos otros. Era justo dejarla descansar y reponerse de todo lo ocurrido en las últimas horas.

Además, ellos solían pedir un domicilio la mayoría del tiempo; pedir una porción adicional para la chica, quien seguramente no había comida nada desde que se había bajado de su avión, no era ningún problema.

—Es lo menos que puedo hacer —aseguró Ryuuzaki con una pequeña sonrisa que demostraba una confianza que él no recordaba haber visto en ella—. Y me gusta cocinar.

—¿Puedo pedirte algo? —preguntó Tooyama con sus ojos brillantes.

—Claro. —Ryuuzaki reiteró su respuesta asintiendo con su cabeza, lo que logró que Tooyama celebrara ruidosamente, y solo un segundo después dirigió su mirada hacia Ryoma, luciendo esperanzada—. ¿Ryoma-kun?

Aunque la tentación de aceptar esa oportunidad para mencionar algunos platos japoneses que no había comido desde su llegada a Estados Unidos, Ryoma decidió no hacerlo. Dudaba tener los ingredientes necesarios y si Ryuuzaki no había cambiado, el no poder preparar lo pedido la haría sentirse mal y disculparse innecesariamente.

—Si quieres —cedió Ryoma, mas antes de que Ryuuzaki pudiese dirigirse a la cocina al escuchar esa afirmativa, Ryoma recordó algo que lo llevó a señalar con un dedo las escaleras que llevaban al nivel superior de la casa—. Él teléfono está allá.

No eran necesarias más instrucciones, pues el aparato estaba sobre una pequeña mesa justo a la izquierda de las escaleras, antes de que comenzaran las puertas que llevaban a las habitaciones.

—¿Eh?

Que Ryuuzaki no entendiese de inmediato era un pequeño alivio para Ryoma, pues demostraba que él no había sido el único que había olvidado a la vieja profesora que lo había despertado con sus llamadas para ordenarle que auxiliase a su nieta.

—Ryuuzaki-sensei.

—Oh. —Ryuuzaki abrió los ojos en sorpresa y comenzó a caminar a paso rápido hacia las escaleras—. G-gracias, Ryoma-kun, no me tardaré.

Ryoma no aguardó a que la chica llegara al segundo piso para tomar un nuevo sorbo de Fanta mientras se dirigió a la sala, donde se encontraba Karupin, quien estaba cómodamente acostado en el medio del sofá, pero tenía sus ojos abiertos, como si no hubiese estado dormido antes de que llegaran y sintiese simple curiosidad ante el cambio de la que era la rutina usual en casa.

—Podrías haberme dicho, Koshimae —le reclamó Tooyama en voz inusualmente acallada, siguiéndolo de cerca con el ceño fruncido—. Yo también quería recibirla.

—¿No deberías estar entrenando? —rebatió Ryoma, sentándose en el sofá junto a Karupin.

—Ya terminé por hoy. —Tooyama colocó su maleta de tenis en el suelo y se dejó caer en el otro extremo del sofá—. ¿Y bien?

Desde allí, Ryoma alcanzaba a escuchar un leve murmullo que indicaba que Ryuuzaki ya estaba hablando con su abuela y tras unos segundos, en los que acarició a Karupin y terminó su bebida, se decidió por decir lo principal del asunto.

—Va a quedarse por unos días. —Y si Tooyama quería saber más, él mismo podía preguntarle a Ryuuzaki.

Contrario a lo que Ryoma esperaba, Tooyama no pareció molesto por la nula explicación sobre por qué no se había enterado antes de la llegada de Ryuuzaki, mas sí desconsolado por la noticia.

—¿Solo unos días?

La mueca de decepción que acompañó ese quejido desapareció del rostro de Tooyama en cuanto el sonido de pasos indicó que Ryuuzaki estaba de vuelta y fue remplazado por una sonrisa brillante, con la que Tooyama corrió a recibir a Ryuuzaki, anunciándole su inesperadamente sencillo pedido: omelets.

Desde el sofá, Ryoma los observó desaparecer en la cocina y permaneció allí, relajado escuchando las voces de ambos hasta que el agradable aroma de la comida hecha en casa lo animó a unírseles.

Solo serían unos días y parecía que no serían nada malos.


Notas: ¡Hola! Finalmente estoy de regreso con un nuevo fic~

En realidad, la idea tras este fic es una que he considerado por mucho tiempo, pero solo a comienzos de este año me animé a organizarla hasta que finalmente tuve claro cómo será.

Tendrá diez capítulos y creo que no está de más avisar que con RyoSakuKin no me refiero a un triángulo amoroso, así que si eso no es de su agrado esto cuenta como advertencia.

Y... bueno, eso es todo por ahora.

Nos vemos en el próximo capítulo y recuerden que, como siempre, todo tipo de opiniones son bienvenidas.
-Nakuru Tsukishiro.