¡Eres un…!

¿Un qué? ¿Eh? ¿Ya se te acabaron los insultos? – una chica pelirroja y un hombre alto y de cabello verde discutían a grito pelado en una pequeña taberna de la zona. Sus acompañantes ya estaban acostumbrados a esas pequeñas peleas, pero los demás espectadores les miraban sin cortarse, gracias a la molestia que estaban causando sin darse cuenta. Era un lugar pequeño, por lo que el mínimo ruido excesivamente alto podía escucharse dentro y fuera del local.

¡Eres una bestia parda al que solo le interesa hibernar! – él se cruzó de brazos, impasible ante la respuesta de la chica.

¡Y tu eres un gnomo que no hace más que dar órdenes como si fuéramos tus esclavos! – La mujer expiró sorprendida y ofendida al mismo tiempo, mirándole fijamente.

¿¡Gnomo yo?! – Nami se acercó al rostro de Zoro de manera muy amenazante, con el puño en alto – Al menos no tengo problemas de espacio, Torre Humana.

Zoro frunció el ceño a la atenta y enmudecida mirada del resto de sus nakamas, que se iban alejando poco a poco. Ninguno quería ser objetivo de algún arranque de ira de la pelirroja o de alguna acometida sobre algún objeto inanimado del otro. Nadie quería salir mal parado.

¡Lo que no entiendo es porque siempre tienes que empezar estas tontas discusiones, con lo a gusto que estaba yo tomándome mi maldita botella de sake, y vienes tu, a molestar! – Zoro agitaba la botella que estaba encima de la barra, mientras el mesero se escondía atemorizado, cubriéndose la cara con la bandeja de servir.

¡Oh vaya, ahora todo va a ser por mi culpa! – Nami alzaba las manos en el aire con un tono muy irónico en su voz que hizo enfurecer mas al espadachín – Pues mira, ¡Esto también es por mi culpa, que mala soy! – la joven no se lo pensó dos veces, agarró dos botellas que había encima de la barra y las lanzó violentamente contra el hombre de pelo verde, que las esquivaba, echándose hacia atrás.

Zoro miraba las botellas rotas en el suelo y a la gente mirando la escenita - ¡Le vas a dar a alguien, inconsciente!

¡Tu si que eres un inconsciente! – Nami seguía al mismo grito de guerra, esta vez agarrando cualquier cosa que pillaba a su paso, consiguiendo que el espadachín esquivara los objetos voladores y fuera acercándose a la puerta del local.

Al final consiguió que los dos salieran a la calle, al mismo ritmo que llevaban dentro. Nami se había quedado sin objetos que arrojar a su nakama y se quedó enmudecida, con los puños cerrados y una mirada fulminante. Zoro cruzó los brazos por delante de su pecho y bufó cansado.

El espadachín no llevaba sus katanas encima. Con la discusión se las había dejado dentro, al amparo de alguno de sus camaradas. Se dio cuenta cuando Nami se acercó con claras intenciones de atizarle como muchas veces lo había hecho antes. Zoro le agarró de una de las muñecas, mientras esquivaba su otra mano.

No vas a conseguir darme – se burlaba él.

¡Y qué más da! – golpeaba Nami con rabia al aire.

Después de un rato de forcejear, los dos pararon en seco, uno delante del otro. En un descuido de Zoro, la navegante se echó hacia el de forma cómica, abatida de tanto esfuerzo inútil. El se quedó quieto, pensando que sería otro ataque sorpresa, no movió ni un musculo, hasta que no oyó a Nami bufar de cansancio. Sonrió para sí mismo.

¿Has terminado ya de echarme la bronca? – La pelirroja sonrió contra su pecho y le rodeó con los brazos.

Baka.

De acuerdo… Esto ha salido, porque he pensado en todas las fangirls que soñamos con un Zoro igual de bestia, pero que tenga un lado así… más blandito, ¿No? :3 Que no sea solo pura máquina de matar.

Si os ha gustado este fic, ya me entendéis *suspira*