Mejor imposible. Esa era la expresión que mejor definía cómo había sido mi día. El hecho de amanecer nublado no era una novedad en Forks y, desde luego, no hubiese cambiado ese día ni por el sol más radiante de Phoenix. Edward y yo habíamos pasado todo el día en Port Angeles. Después de dar un paseo por el parque fuimos a comer. Bueno, para ser sincera, yo comía y él me miraba con sus preciosos ojos dorados. Cuando terminé, nos dirigimos al cine. Al parecer, Edward tenía ganas de ver una película que habían estrenado la semana pasada. ¿Que sobre qué iba? Sobre vampiros, por supuesto. Definitivamente esa no fue una gran idea, ya que al salir, era yo la que parecía una vampiro: completamente pálida. Ver sangre no era lo mío. Él había disfrutado como un niño pequeño.

- Es increíble. ¡Y que la gente se trague esa historia de verdad! – comentó divertido a la salida.

Montamos en el coche y pusimos rumbo a la casa de los Cullen. Aún era pronto, por lo que podría pasar un rato con ellos antes de tener que volver a casa. Cuando llegamos, solo estaban Emmet y Alice. Rosalie había ido de compras, y Jasper había ido con Esme a Seattle. Eso me inquietó porque sabía, aunque no me lo hubiesen dicho, que seguían el rastro de Victoria. Las últimas noticias que habían recibido de ella la situaban claramente en esa ciudad. Edward lo notó, por lo que me dio un pequeño apretón en la mano.

- No te preocupes, saben cuidarse – susurró en mi oído.

Emmet empezó a hablar animadamente sobre un nuevo jeep que había salido al mercado.

- ¡Es fabuloso! – dijo emocionado – Elevalunas eléctricos, cierre centralizado, dirección asistida,…¡lo tiene todo!

- ¿Qué velocidad alcanza? – preguntó Edward.

- Supera los 200 Km/h – respondió Emmet con una enorme sonrisa.

La conversación se prolongó más de lo que había pensado, por lo que tuvo que ser Edward quien me recordase que Charlie llegaría dentro de poco a casa.

Había sido un día estupendo, casi irreal. Un día entero para Edward y para mí….solos. Era feliz, feliz de verdad…….

No era consciente de que, según me aproximaba a mi casa, avanzaba hacia un destino que truncaría mi felicidad para siempre.

Cuando llegamos, el coche de policía de Charlie ya estaba en su sitio. Edward aparcó detrás de mi monovolumen. Nos encaminamos hacia el iluminado porche y abrí la puerta.

- ¿Bella¿Eres tú? – preguntó Charlie desde el salón antes de que pudiera cerrar la puerta.

- Sí. – contesté.

- ¿Vienes sola?

- No, papá. Edward viene conmigo.

- Buenas noches, jefe Swan – saludó éste educadamente.

Silencio. A pesar de que tras varias semanas de estar castigada, Charlie había decidido levantarme el castigo, no había perdonado a Edward. Era tal la antipatía que sentía por él, que evitaba hablarle directamente. En ese momento, Edward emitió una débil risita. Le miré con expresión interrogante, pero él negó con la cabeza. Charlie rompió el silencio.

- Bella, he encargado una pizza para cenar. Yo ya he comido, pero te he dejado tu parte en la cocina.

- Está bien papá. Gracias.

Fui hacia la cocina, con Edward pegado a mi espalda. Mientras me sentaba y cogía un trozo de pizza, él se instaló en la silla de enfrente y clavó su mirada en mí. Cuando me disponía a coger otro trozo, sonó el teléfono. Me levanté de un salto y descolgué.

- ¿Diga?

Silencio.

- ¿Diga? – volví a preguntar. Ya me disponía a colgar cuando una voz procedente del auricular me dejó momentáneamente paralizada.

- Hola, Bella.

¿Era cierto que estaba oyendo su voz¿O estaba siendo víctima, otra vez, de los deseos de mi subconsciente? Mi precipitado viaje a Volterra había sido, sin duda, el desencadenante de esa situación. Pero el que Charlie se enterase de lo de las motos había empeorado las cosas. Por no mencionar el echo de que Edward no me dejaba pasar al otro lado de la frontera por miedo a que me pasase algo. Su voz me sacó de mis pensamientos.

- Bella¿estás ahí?

- ¿De verdad eres tú? – pregunté en un susurro. No acababa de creérmelo.

- Sí, soy yo – dijo con un suspiro. Me pareció notar resignación en su tono de voz – Quería hablar contigo.

No respondí. Recordaba todos y cada uno de mis intentos por hablar con él después de lo de las motos: todas las llamadas telefónicas que no respondía; todas las cartas que le había mandado y él me había devuelto con contestaciones que sólo me dañaban y me hacían sentir peor.

- ¿Sigues ahí? – preguntó con impaciencia.

- Sí, perdona. ¿Qué me querías decir?

- Lo cierto es que ha sido Sam quien me ha mandado que te llamase.

Y lo volvía a hacer. ¿Cómo era posible que hubiese cambiado tanto nuestra relación¿Le había hecho tanto daño como para merecerme ese trato de su parte? Sabía que la nuestra era una situación complicada, pero yo me esforzaba por salvar las dificultades. ¿Por qué él no intentaba hacer lo mismo en lugar de poner más obstáculos?

- ¿Y qué te ha pedido Sam que me digas? – le pregunté con frialdad.

- Verás, hemos recibido una visita inesperada. Anoche localizamos en las cercanías a un grupo de hombres-lobo. Les dimos alcance y en estos momentos están instalados en casa de Sam y Emily.

- ¿Cuántos son?

- Cinco.

Me quedé sin respiración. Busqué con la mirada a Edward. Él debió ver el miedo reflejado en mis ojos ya que intentó quitarme el teléfono de las manos, pero reaccioné a tiempo para esquivarle.

- Sé lo que estás pensando – dijo Jacob por mi silencio – Tranquila, no harán daño a tus amigos chupasangre. De hecho, creemos que ni siquiera saben que haya seres como ellos por aquí.

Nuevo silencio. No sabía qué decir. Lo único en lo que podía pensar era en que Jacob tuviese razón y ese grupo de hombres-lobo no hubiesen ido para provocar un enfrentamiento entre ellos y los Cullen. Me estaba poniendo nerviosa, y sin pensar le pregunté en un susurro.

- ¿Puedo confiar en tu palabra?

- Sí – me respondió en el mismo tono – Antes al menos lo hacías. No veo por qué no vas a hacerlo ahora.

- Te echo de menos –murmuré aferrando el auricular con las dos manos. Se me había hecho un nudo en la garganta y apenas podía contener las lágrimas.

- ¿Está él ahí... contigo? – preguntó, repentinamente serio.

- Sí…siempre está conmigo – le oí suspirar, por lo que me apresuré a añadir – Pero eso no implica que…

- Bella, tomaste tu decisión hace tiempo – me cortó con voz dolida – Tenías la opción de elegir – bajó el tono hasta que su voz se convirtió en un susurro – Otros no tenemos tanta suerte.

- Pero…

- Pero nada Bella – volvió a cortarme, ahora con tono severo – Lo que quieres es algo imposible, irrealizable. Quítatelo de la cabeza. Olvídalo. Olvídame.

- No puedo – susurré.

- Es lo único que puedes hacer tal y como están las cosas. Si de verdad sigues sintiendo algo por mí, aunque sea un mínimo de afecto, haz lo que te pido.

- No puedo. – repetí con la voz ahogada por las lagrimas.

- Sí, si que puedes. Bella, te lo pido por favor. Hazme caso por una vez. Por el bien del pacto… Por tu propio bien – concluyó en un susurro.

- Eso no lo sabes – repliqué.

- Bella, es mi última palabra y no pienso seguir manteniendo contigo una conversación que no lleva a ninguna parte. – sentenció de mal humor – Cuéntale a los Cullen lo que te he dicho¿de acuerdo? Si se produce algún cambio ya nos encargaremos de comunicártelo. Adiós.

Y colgó.

- Adiós – susurre al pitido del teléfono.

Lentamente colgué el teléfono y me quedé allí, de pie. Edward se acercó a mí y me rodeó con sus brazos. Yo apoyé la cabeza en su pecho y dejé que las lágrimas bañasen mi rostro. No sé cuanto tiempo permanecimos así: yo llorando en su pecho y él acariciándome el pelo con suavidad mientras con el otro brazo me rodeaba la cintura. Poco a poco fui calmándome.

- ¿Ya estás mejor? – me preguntó con su suave voz.

Asentí con la cabeza y lentamente me separé de él.

- ¿Me vas a contar lo que te ha dicho? – dijo mientras me acariciaba el rostro con las frías yemas de sus dedos.

Inspiré hondo varias veces para acabar de serenarme y, poco a poco, empecé a relatarle la pequeña conversación con Jake. Me escuchó con atención durante todo el relato, y cuando hube terminado, se quedó en silencio. Yo le miraba atentamente, para ver su reacción al conocer la noticia, pero su rostro no sufrió modificación alguna.

- Será mejor que me vaya – dijo al cabo de unos silenciosos momentos – Cuando Charlie se haya dormido, vendré a buscarte. Te llevaré a mi casa para contárselo.

- Está bien.

Le acompañé hasta la puerta, donde nos despedimos con un beso. Se separó de mí y se encaminó hacia su coche. Me quedé mirando cómo se alejaba el vehículo y desaparecía tras una curva. Con un suspiro volví a entrar en la casa.

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Weno, este es mi primer fic. Espero que os haya gustado el principio. Reconozco que el principio es algo petardo, pero en seguida se pone más interesante.

Espero RRVV

Hasta pronto!!