Buenas mis adorables lectoras! Ya estoy de vuelta con un nuevo fic. Es bastante diferente a la trama de mi eterno fic y que siempre adoraré, "En Qué Estrella Estará" (En proceso, por si alguien quiere leerlo).
Como estoy finalizando este fic, me daba tanto pena separarme del mundo Dramione sin estar agarrada a otra ramita, a otra historia, que no he podido dejar de pensar una trama que me motivara lo suficiente como para embarcarme en esta nueva aventura: Y ME ENCANTA!
Para que no me ocurra con mi otro fic, que muchas veces me he pasado demasiado tiempo sin actualizar, me he preparado y llevo escrito más de 8 capítulos! Espero que os encanten tanto como a mí y me hagáis saberlo.
Es una historia que ocurre después de la Guerra mágica, algunos años después, pero siendo "fiel", en general, a lo que Rowling escribió. Lógicamente como no estoy de acuerdo con sus parejas amorosas, aquí hay algunos cambios. Pero el final de la guerra, como quedó todo, los bandos de la Orden y el Lord, está prácticamente igual.
AH, como decía, este adicto mundo pertenece a la Gran J. K. Rowling.
DISFRUTAD (:
Capítulo 1 – "El Vestido Verde"
-Joder – murmuró para sí una castaña cuando uno de sus pies se mojó al pisar el charco que había en frente del portal de su casa. – Lo que me faltaba – exclamó al ver lo inoportuna que había sido con la elección de su calzado aquél lluvioso día.
Calzaba unos botines negros de piel aterciopelada que tenían un tacón de no más de seis centímetros. En el centro había unos orificios de color beige por el cual pasaban unos cordones del mismo color. Eran prácticamente nuevos, por lo que el problema era que no estaban desgastados, y se resbalaban en suelos húmedos. Iban acompañados de medias también negras, que eran cubiertas por un vestido granate de media manga, que le llegaba hasta la mitad del muslo. Junto a un cinturón fino de cuero, que ayudaba a su portadora a que la cintura del vestido fuera más estrecha. Todo ello arropado por un abrigo oscuro.
El cuerpo de la joven había cambiado todos estos años. Nuevas curvas habían nacido dentro de él, dándole un toque atractivo que no pasaba por alto para su pelirrojo novio. Su pecho había aumentado considerablemente desde que había dejado de ser una niña, y su cadera había adquirido la curva que les caracterizaba a las mujeres, sin ser excesiva, mientas su cintura se estrechaba. Había crecido también de altura, aunque menos de lo que ella hubiera deseado; por lo que lo disfrazaba siempre mediante zapatos de tacón.
Aquella joven intentó acelerar el paso para poder llegar a tiempo al Ministerio de Magia, en donde trabajaba desde que terminó la guerra. Había adquirido un puesto de alto rango dentro del Departamento de la Aplicación de Leyes Mágicas.
Tras la guerra, tanto ella, como Ron y Harry habían adquirido buenos puestos. El pelirrojo trabajaba junto a su padre en la aplicación de los objetos muggles, y su uso indebido dentro de la ley mágica. Tras dejar Hogwarts había desarrollado un gran interés por el mundo de las personas no-mágicas.
El niño que sobrevivió, en cambio, siguió los pasos que comenzó en el colegio y consiguió el trabajo de auror. Trabajaba con gran astucia intentando averiguar las últimas novedades sobre los mortifagos que habían ocultado sus asesinatos tras la Guerra Mágica.
Los tres tuvieron que declarar en los juicios de la mayoría de mortifagos, ya que sus declaraciones en muchas ocasiones eran fundamentales. Algunos como Greyback, Anthony Dolov, Vincent Crabbe, Goyle o Lucius Malfoy fueron mandados a Azcabán. Éste último estuvo a punto de librarse de la prisión, sin embargo, fue la declaración de su propio hijo, Draco Malfoy, quien lo mandó a la cárcel al declarar que fue Malfoy quien asesinó, entre otras personas, a Narcissa Black Malfoy.
La sala se sobrecogió al declarar aquello. Nadie jamás habría imaginado que Lucius fuera capaz de tanto. Por lo que fue sentenciado, inmediatamente, a cadena perpetua dentro de Azcabán.
Tras la guerra, todos los ciudadanos ayudaron a que el mundo mágico se recuperase y volviera a su origen. La Orden del Fénix continuaba trabajando en ello.
Uno de los casos sin finalizar que más les traía de cabeza eran los asesinatos tan brutales que sufrieron los padres de Hermione Granger. Les encontraron en su casa, que estaba incendiada, y sus cadáveres yaciendo en el suelo del salón. El del hombre, el padre de Hermione, había sido torturado hasta morir por más de cinco Crucriatus, según decía la autopsia. La mujer, por el contrario, había sido hechiza por la maldición Sectusempra, y murió desangrada por las heridas que tenía en su cuerpo.
Harry era el más implicado en aquella misión, junto a su amiga castaña. No tenían suficientes pistas para fijar la investigación en alguien concreto, por lo que la mayoría de ocasiones daban pasos en falso y era imposible poder averiguarlo. Sin embargo, Hermione llevaba su propia misión a cabo, ya que para ella sólo había un único culpable y no había duda en que fuera él. Cientos de veces había expuesto sus sospechas a la Orden y a Harry, pero siempre le recriminaban su falta de pruebas para poder acusar a alguien de algo tan grave.
La joven tenía claro quién había sido. Él era el hombre que más experiencia tenía en esos hechizos, e incluso le había visto practicarlos en más de una ocasión. Además, durante los juicios tras la guerra se había visto acusado de asesinatos muy similares al de sus padres. Sin embargo, siempre salía absuelto por alguna extraña razón.
De todo ello, ya habían pasado tres largos años, y Hermione, con 22 años; seguía investigando aquél asesinato, sin importarle que el caso estuviera a punto de ser archivado dentro de la Orden del Fénix por falta de pistas.
Disponía de más información de la que tenía la Orden, sólo le faltaba encontrar las pruebas suficientes como para culparle. Para ello, debía de acercarse a él más de lo debido. Confiaba en las capacidades que había utilizado años atrás para poder llegar a embaucarle.
Despreciaba cualquier situación en la que tuviera que acercarse a menos de un metro de Draco Malfoy, del asesino de sus padres y de muchas otras personas inocentes. Pero sabía que era el único medio para poder vengar su muerte, y poder estar tranquila. Debía de mantener en secreto su plan tanto para Harry, Ginny e incluso Ron.
La relación con el pelirrojo no floreció tras la guerra como mucha prensa sensacionalista del mundo mágico quería hacer creer.
La joven bruja tras la guerra necesitó varios meses de soledad, buscando una tranquilidad en su interior que necesitaba en aquellos momentos para poder superar todas las pérdidas que la guerra había ocasionado; o al menos esa era la verdad que les había contado a sus amigos Harry y Ron.
Ron, en aquellos momentos, estuvo muy pendiente de ella, incluso más que Harry. Se portó de una manera tan increíble que la castaña no podía sentirse más gratificada. A menudo sentía que las intenciones de su amigo pelirrojo iban más allá de la amistad. Sin embargo, ella no estaba para aquello, por lo menos no su corazón.
Los meses fueron pasando y el cariño que le brindaba tan gratuitamente Weasley hizo que Hermione lo comenzara a ver de una forma diferente. Poco a poco, valoraba todo lo que él estaba haciendo por ella, los intentos que hacía por animarla y por hacerla sentir reconfortada. Sentía que no podría vivir tranquila sin tener a Ron junto a ella, por lo que al fin, su mente y corazón se pusieron de acuerdo, y dieron paso a un noviazgo que ya llevaba más de un año.
Todavía recordaba la cara del pelirrojo cuando Hermione le declaró su amor depositando en él el beso más cálido jamás imaginado. Desde aquél instante no se habían vuelto a separar, no podrían hacerlo, en realidad. Se amaban absolutamente, y la complicidad que tenían era visible para el resto de mortales.
La noticia aterrizó con alegría dentro de la familia Weasley, quien para ellos Hermione era como una más de la familia. No habían parado de ver muestras de amor del pelirrojo hacia la bruja, por lo que todos sabían, que tarde o temprano, el amor triunfaría. La que más se emocionó al escucharlo fue la pequeña de los Weasley, quien no paró de gritar y abrazarles durante más de una hora, chillando cuánto se alegraba. Propuso hacer cientos de planes junto a su futuro marido, Harry. Algunos los cumplieron, como viajar a la mágica India los cuatro juntos, conociendo la cultura y la hechicería que nació allí.
Pero sí, Harry Potter se iba a casar con Ginevra Weasley. Nada más vencer a Lord Voldemort, Harry se dirigió a ella y le propuso matrimonio. Fue tremendamente emocionante, o así lo recordaba Granger.
En dos meses se celebraría la ceremonia, y al tratarse de dos celebridades del mundo mágico, sería uno de los acontecimientos del año y al que irían cientos de invitados. La pareja quería una boda intima, pero los compromisos con colaboradores de la guerra, compañeros del ministerio de Harry o médicos amigos de Ginny; quien era doctora, ampliaban la lista de invitados.
Luna en muchas ocasiones, cuando quedaban ella, Ginny y Hermione, le decía que era demasiado joven para contraer matrimonio. Le insistía en que se podían querer infinitamente sin llegar a tener que comprometerse de por vida. Ginny le decía que no tenía pensado cambiar su modo de vida juvenil por casarse, simplemente era una manera de expresar al mundo con quién quería vivir el resto de sus días. Pero la mayoría de veces, la ignoraba diciendo que cada pareja era diferente, que si Neville y ella no tenían pensado casarse, no era su problema. Ahí era cuando Hermione entraba en la conversación intentando poner calma, siempre era igual.
Solían salir las tres juntas, a veces en compañía de Lavender Brown o Parvati Patil, para desgracia de Hermione, de fiesta a bailar, o simplemente a tomar algo. Querían mantener aquella sensación de juventud, de alegría, que se les arrebató al comienzo. Todas las semanas, guardaban ratos sueltos para estar solo ellas, sin ninguna compañía masculina, y poder hablar relajadamente.
-Granger – le llamó una voz. Hermione ahogó un chillo. Se había quedado mirando a la nada, pensando, durante más de media hora. Miró hacia donde venía la voz. Allí estaba su compañera de trabajo, Pansy Parkinson. Su trabajo era realizar informes para la castaña informándole sobre nuevos casos y documentación legal. La relación entre ellas era absolutamente inexistente. Se hablaban con toda la cordialidad que podían. – Han atrasado la cena de esta noche, es a las nueve en la puerta del Hotel Golden London.
La castaña asintió mientras veía como la morena se alejaba.
Aquella noche tenían una cena, de esas en las que todos los asistentes deben de ir elegantes. La mitad del mundo mágico estaba invitado a esa cena, que era organizada por el propio Ministerio de Magia. Tras le guerra, muchos acontecimientos importantes para la sociedad mágica, se celebraban ampliamente para promover la unión entre magos y brujas sin prejuicios. Hacía unas pocas semanas que un nuevo ministro había sido elegido para el puesto, y la cena consistía en celebrar, apoyándole o no, un sistema político absolutamente democrático.
Había terminado antes de lo previsto el trabajo aquél día y se apresuró a llegar a su casa lo antes posible para poder arreglarse, ya que Ron iba a ir a buscarla y siempre solía llegar antes de lo previsto. Ron vivía con sus padres y sus hermanos en la Madriguera, siempre le decía a Hermione que todavía no era capaz de vivir sin las atenciones constantes de la gran Molly. La castaña en cambio, había alquilado un pequeño piso en el centro de Londres, a pocos minutos andando de su lugar de trabajo. Ron, a pesar de no vivir junto a ella, se había agenciado de algunas baldas de los armarios y cajones para colocar alguna prenda de ropa para cuando iba a dormir ahí.
Miró el reloj. Se espantó. Sólo tenía media hora para ducharse, vestirse y arreglarse. Corrió por las escaleras de la casa, de camino hacia la ducha. Se metió corriendo e intentó enjabonarse con rapidez. Pero llegó el temido momento. ¡No sabía qué ponerse!
Abrió su armario y sacó un par de vestidos. Uno era rojo con un lazo enorme en la cintura de color blanco. Lo descartó automáticamente, no quería parecer un florero. Vio el siguiente, de color negro con escote de pico, que le llegaba hasta el suelo. Demasiado formal, pensó. ¡Por Merlín, no le gustaba ninguno!
Sacó uno de color azul marino, que siempre le había gustado como le quedaba. Era de seda con otra tela por debajo para evitar transparencias, de tirantes gruesos, que le llegaba hasta por encima de las rodillas. Pero no le iba bien con el par de zapatos que había escogido. Unos zapatos de tacón de cuero, sencillos, bordeados con una pequeña franja gris. No, definitivamente ese no era el vestido adecuado. Sacó otro vestido más, que lo desechó pensando que aquél era un vestido de fiesta, no para ir a una cena. Volvió a mirar el armario, y lo vio. Aquél era perfecto.
Se lo probó intentando con todas sus fuerzas que le gustara su reflejo del espejo. Y así fue. Era de color verde esmeralda, de una tonalidad algo oscuro quizás. Tenía las mangas abombadas, que eran de manga corta, y el escote era redondo. Se pegaba al cuerpo hasta el pecho y a partir de ahí, el vestido se deslizaba con más soltura por la cadera, dándole un toque gracioso. Era hasta la mitad del muslo, por lo que optó por ponerse unas medias negras.
Se maquilló con suavidad el rostro, dándole más fuerza a la mirada y poniendo un suave tono en los labios carnosos. El pelo lo recogió en un sencillo moño, del que caían varios rizos que no habían podido ser atrapados. Se estaba terminando de poner los pendientes cuando escuchó que llamaban a la puerta. Corrió hacia ahí y abrió con una sonrisa, sabiendo de quién se trataba. Ahí estaba él. Tan apuesto como siempre, con un traje negro y una corbata gris. Su pelo pelirrojo estaba revuelto aunque tenía signos de haber sido peinado, sin resultado. Le miró a sus ojos azules que la miraban regalándole una sonrisa. Su sonrisa.
-Estás preciosa – dijo maravillado al verla, haciendo que se sonrojara como en el colegio. Era una manía que no podía cambiar. Se acercó a él y le besó en los labios.
-Tú también amor – le susurró tocando sus labios con los suyos, ensanchando sus labios, creando una sonrisa.
Cogieron el bolso de Hermione y las invitaciones para cenar, y se aparecieron en el lugar. Se trataba del Hotel Golden London, uno de los mejores hoteles de la ciudad, que habitualmente se utilizaba para eventos de este tipo. Se aparecieron y vieron que se trataba de una sala enorme, repleta de mesas. Las mesas estaban colocadas creando una forma de U, rodeando a lo que parecía un escenario. Solían poner músicos acompañando la velada, y de vez en cuando, conciertos clásicos. Supusieron que también lo utilizarían para hablar sobre las ventajas de la democracia y lo bien que iba el mundo mágico desde entonces. El decorado era muy sobrio y elegante. De las paredes había varios cuadros famosos que se movían intentando llamar la atención de los invitados, y las lámparas eran de marfil con algunos bordes bañados en oro.
La mayoría de los asistentes miraba el decorado, impresionado. Había bastantes personas en la sala. Hermione y Ron intentaron observar para ver si conocían a alguien. Pronto, divisaron una cabellera pelirroja con un chico de gafas a su lado y se acercaron a ellos. Harry y Ginny les saludaron cariñosamente y comenzaron a hablar los cuatro amistosamente.
Lo cierto era que era una gran suerte que la amistad que forjaron años atrás permaneciera intacta. Se sentían verdaderamente afortunados. Comenzaron a llegar gente conocida como Ernie Mcmillan, quien les saludó cordialmente, o Luna Lovegood y Neville, entre otros.
Con rapidez crearon un gran círculo y entablaron conversación sobre cómo les iba todo, y contando unos a otros los planes de futuro que querían conseguir. Seamus Finnigan apareció junto a Hanna Abbot a la reunión, lo que se convirtió automáticamente en la comidilla de la cena. Hermione se acercó a ellos sonriente, mientras los felicitaba por su noviazgo. Solía mantener contacto con Finnigan por lo que se interesó por saber cómo les iba todo y qué tal había empezando en la nueva empresa de su padre. El joven se mostró alegre al ver cómo la castaña se interesaba en sus cosas y le explicó con detalles en qué proyectos empresariales trabajaba.
Ron se acercó a Hermione, para también a saludar al que fuera su compañero de casa. Sujetó con firmeza la cintura de la bruja y ésta le miró recelosa, sin entender porqué la mantenía tan firme. Le miró y siguió su mirada hasta dar con el punto clave. Ahora lo comprendía.
Acababan a entrar a aquella sala Pansy Parkinson y Draco Malfoy. Pansy estaba increíble. Llevaba un vestido largo negro con unos altos tacones de aguja. Era de corte asimétrico, más largo por detrás que por delante, y de tirantes finos, estilizando la esbelta figura de la joven. Draco Malfoy, por el contrario, iba de traje negro, acompañado de camisa y corbata negra también. Llevaba el pelo más largo que en el colegio pero seguía manteniendo aquél aire atractivo en su porte. Estaba mucho más alto de lo que recordaba, y se podía apreciar un musculado cuerpo bajo el traje. Hermione apartó la mirada y bufó.
Miró a Ron que miraba con odio a Malfoy. Weasley era una de esas personas que pensaba que la gente nunca cambiaba. Quien había sido un mortifago, nunca iba a dejar de serlo. Por ello, siempre se tensaba cuando alguien de slytherin aparecía a molestar.
-Ignórales Ron – pidió Hermione mientras agarraba su mano y se iban a coger un par de copas que había en una de las mesas.
Olvidaron la entrada de aquellos dos, mientras hablaban animadamente con el resto de amigos y conocidos de la sala.
La joven bruja se alejó unos metros de su novio cuando vio que Pansy se acercaba a saludarla, ésta vez sin compañía del rubio.
-Bonito vestido Granger – le saludó cordialmente Pansy, mientras sonreía.
-Lo mismo digo, Parkinson. El negro te favorece mucho – añadió Hermione.
-Me sorprende que hayas utilizado el verde – dijo sin importancia Parkinson – en una cena de este tipo, la gente suele utilizar tonos que vayan con su personalidad, con su espíritu.
Hermione rió ante la ocurrencia de ella.
-Eso quedó atrás. Me he probado cientos de vestidos, y este es el que más me ha convencido – explicó con simpleza.- ¿Cómo va la cena? – preguntó, esperando que no le nombrara. A decir verdad, no sabía que estaban saliendo aquellos dos.
-La verdad que tal y como la esperaba. Los héroes de la guerra – dijo con tono de burla mientras hacía sonreír a Hermione – por un lado, y nosotros por otro.
-¿Vosotros? – se le escapó decir. Debía de recordarle a su estúpida cabeza controlar las palabras que decía.
-Sí. Hemos venido Draco y yo; y Blaise anda por aquí también– dijo mirándola con picardía. Hermione la miró con severidad, sin saber bien qué decir. La joven castaña se excusó diciendo que debía de ir al servicio y desapareció de la sala.
Respiró. Se miró al espejo. ¿¡Qué demonios le ocurría!?¡
Volvió a respirar.
Era el asesino de sus padres. Era completamente normal que se desestabilizara al verle a menos de dos metros de distancia y además, sin haber pagado por ello.
Debía de acercarse a él. Pero el simple eso de pensar aquello le hacían tener ganas de vomitar. Era el ser más repulsivo que su mente podía imaginar. Sin embargo, lo debía de hacer por la memoria de sus padres. Porque su muerte no hubiera sido en vano.
Se miró al espejo, se refrescó levemente la nuca y abrió con decisión la puerta para salir afuera. No se iba a dejar amedrentar por un estúpido asesino.
Dio dos pasos adelante y ahí estaba él, mirándola inquisitivamente.
-Qué hay Granger – saludó con voz decidida. Mirándola sin parpadear. Hermione pensó en su plan. No había nadie cerca, era el momento idóneo.
-Malfoy – saludó. Estaba nerviosa. No sabía cómo actuar correctamente para no fallar en el plan – no te esperaba por aquí – la castaña se insultó mentalmente por no haber podido ser más ingeniosa.
El rubio ladeó una sonrisa. Parecía que estuviera leyendo todo lo que Hermione pensaba.
-Lo sé – suspiró, sin quitar la mirada de ella – Te sienta bien ese color – dijo con simpleza, señalando el vestido que portaba.
Granger no supo qué más decir, le sonrió dando por finalizada la conversación. Aquello iba a ser un autentico desastre. No sabía cómo poder acercarse a Draco, no ahora. Se alejó de él, dio un paso y escuchó como él le decía – Siempre te ha quedado bien.
Hermione se giró y le sonrió con misterio, ambos se entendían.
Se alejó del lugar e intentó ahogar sus ganas de chillar de alegría. Así sí podía llegar al fin de su plan. Él recordaba todo lo vivido. Él lo tenía en cuenta. Era todo absolutamente perfecto para poder acercarse a él y conseguir todo lo que necesitaba para culparlo. Al fin aquella tormentosa aventura le traía algo bueno.
