Capítulo 1: En necesidad de un cambio
El polvo de las calles en Nerima era alzado por el vaivén de las hebras de una vieja escoba. Akane suspiró exhausta y retiró el sudor que recorría sus sienes mientras se dirigía a la entrada de una pequeña casa en la calle.
—¡Señora Furukawa!
Llamó desde fuera; aunque no parecía haber alguien allí, puesto que no recibió respuesta alguna.
—¡Señora Furukawa! ¡Ya terminé de barrer la calle!
Y nuevamente, nadie contestó.
—¡Bueno! ¡Dejaré su escoba aquí afuera!
Sin mayor rodeo, dejó la escoba recargada sobre la barda que rodeaba la casa y se dispuso a seguir su camino a casa.
Normalmente iba los lunes después de la escuela a ayudar a barrer la calle a la vieja señora Furukawa, una amiga suya que había hecho muchos años atrás; no recordaba siquiera a qué edad.
La gente en Nerima siempre decía que era importante guardarle respeto a los ancianos porque eran quieren habían presenciado los peores tiempos vividos para Nerima y quienes tenían tantas experiencias como sabiduría por compartir. Aunque Akane no sólo le guardaba respeto a la señora Furukawa, sino que había de por medio un cariño incondicional y tan fuerte, que en veces era difícil para ella pensar que se llevaran alrededor de 50 años de diferencia. La señora Furukawa no sólo era una anciana tan sabia como aquellos que meditaban una vida entera en busca del conocimiento, sino que era una persona moralmente correcta y con un aura confiable y cariñosa.
Últimamente habría sido de gran ayuda hablar con ella, pues se encontraba algo confundida y agobiada por distintas cosas que habían pasado desde unas semanas atrás hasta ese día. La llegada de los Saotome a su casa, por ejemplo.
Era cierto que le alegraba que su padre estuviera tan feliz teniendo a su mejor amigo en casa. Y lo entendía, porque no era como si Nabiki, Kazumi o ella pudieran hablar de muchas cosas con él, a pesar de ser sus hijas. Además de que ambos eran padres solteros y se entendían el uno al otro.
—Tal vez mi papá ya necesitaba a alguien con quien platicar. — se dijo a sí misma, cabizbaja y pensativa.
Pero no era justo lo que intentaban hacer por un tonto y ridículo pacto entre ellos, y mucho menos que ella saliera afectada junto con el hijo de Genma Saotome.
El hijo de Genma Saotome.
Ranma.
Un arrogante muchacho de su edad, con habilidades en combate súper desarrolladas, y con un secreto que tenían que guardar tanto ella como sus hermanas y su padre.
¡Qué ridículo sonará! Pero el secreto que Ranma escondía no era cualquier cosilla que podría esconderse tan fácilmente y mucho menos ignorarse como si no fuera nada del otro mundo.
A Akane realmente no le parecía estar comprometida con un tipo como aquél; con un fenómeno que, para variar, tenía un ego gigantesco como su hueca cabeza y que carecía de sensibilidad con la demás gente.
Llegó a casa y dejó sus zapatos escolares en la entrada para, en seguida, caminar hacia la mesa del comedor y disfrutar de la comida de una vez.
Ya nadie estaba ahí, ni siquiera Kazumi.
Vio un plato de arroz y otro de verduras sobre la mesa, tapados con plástico adherible. Lo retiró y se sentó sobre un cojín mientras comenzaba a devorar con desespero e ímpetu aquella comida cual gloria.
Recordó que había olvidado comer el bento que Kazumi había preparado para la hora de descanso en la escuela. Rodó los ojos por su propia estupidez.
Cuando hubo terminado su comida, llevó los platos al fregadero y los lavó para ponerlos en su lugar.
Sintió repentinamente una presencia tras ella.
—¿Quién anda ahí?— preguntó sin recibir respuesta. Se puso es posición de combate y miró hacia la puerta — Sal o tendré que ir por ti.
La puerta se abrió dejando ver a una hermosa pelirroja algo sorprendida.
—Ranma… eres tú.— se enderezó y caminó hacia el frigorífico para tomar una bebida de lata.
—Iba a decirles que no sale agua caliente de la bañera y pues… ya ves.
—Ah. Caliéntate agua en una olla.— sacó una de un estante —Toma.
—¿Siempre eres así de antipática? Porque, por si no lo sabes, las niñas como tú no consiguen novio fácilmente. — dijo tratando de bromear con la azabache, aunque a ésta última no logró causarle nada de gracia.
Akane se quedó estática con las manos hechas puño, preparándose para un golpe.
—Ya cállate Ranma. Por qué, por si no lo sabes, ¡nadie te preguntó!
Cerró la puerta corrediza de la cocina tan fuerte como pudo y se dirigió a su cuarto.
Recostada sobre su cama, recordó la primera impresión que tuvo de él. De ella, mejor dicho. Pensó que podrían ser grandes amigas, a ambas les gustaba el combate y ella era muy cortés. ¿Cómo imaginar que sería un hombre, aparte de arrogante, con un sentido del humor tan insensible?
Después de una lista de cuestionamientos, se quedó completamente dormida. Una pequeña siesta no le haría nada mal.
Eran las seis de la tarde cuando decidió levantarse y volver a ir con la señora Furukawa.
Esta vez, por suerte, sí estaba en su casa. Akane tenía mucho qué contarle y estaba segura de que necesitaba decirlo.
La anciana la invitó a sentarse en la mesa con ella mientras le servía algo de té. La joven cruzó las piernas y tomó su taza agradecida.
—Me has buscado por algo, ¿Verdad?— Akane la miró sorprendida.
—No es que sólo la busque para que me aconseje, pero…
—No te preocupes, para eso estamos los ancianos, y las amigas.
Akane sonrió mirando su taza de té fijamente. Le alegraba tener a alguien como la señora Furukawa, que le ayudara incondicionalmente.
Comenzó a hablar de sus inquietudes con su familia, de lo decepcionada y traicionada que se sentía al obligarla a hacer un sinfín de cosas que ella no deseaba hacer.
—Señora Furukawa, creo que estoy en un problema sin salida. Me frustra pensar que si no hago lo que mi familia quiere, yo… no sé.— la anciana se levantó y caminó hacia un librero.
—Akane. Cualquier problema tienen una solución, — sacó cuidadosamente un libro y lo puso frente a la joven — si no, no serían problemas.
—¿Qué es esto?
—Es un libro, Akane.
Akane rodó los ojos divertida.
—Me refiero a qué contiene. — aclaró.
—¡Oh! No mucho. Es una novela. Léela estos días que has sentido tanto agobio, podría ayudarte. También será de gran ayuda en un futuro.
Akane miró el libro detenidamente.
— ¿Cree que pueda ver más libros de los estantes?
—Claro, iré a poner más té por mientras.
Después de cierto rato checando los libros, sacó uno de una esquina del librero para ver de qué trataba. Al instante de tomarlo, algo cayó a sus pies. Volvió a dejar el libro en su lugar y se agachó cuidadosamente por ello.
—¿Encontraste algo que te interesara?— preguntó la señora Furukawa saliendo de la cocina con otra tetera.
—Señora Furukawa, ¿de qué es esta carta?
—¡Oh! ¡La carta que me faltaba!— la arrebató de sus manos. — es un juego de cartas chinas, llamadas Shuìjiào kâ. — la guardó junto con las otras en una caja de madera.— Todas tienen un significado diferente. La que tenías, por ejemplo, significa cambio, cuando deseas que haya un cambio significativo en tu vida.
—¿Y cómo se usan?— la anciana la regresó a ver con reprensión.
—No pienses que te dejaré usarlas, son muy peligrosas Akane. — se sentó frente a la joven —Son muy engañosas, hacen lo que les da la gana. Te lo digo por mera experiencia.
—¿Y qué significa Shuìjiào kâ?— preguntó llena de curiosidad.
—Cartas del dormido.— Akane no dejaba de verla con tal curiosidad, que se resignó a contarle la historia — Cuenta la leyenda que hace varios siglos, en una aldea china, había un hombre que leía las cartas. Todos admiraban su poder de predicción, y para cumplir los deseos que le pedías. Pero así como unos lo admiraban… otros le tenían una terrible envidia, que llevó a muchos a tratar de quitarle este juego de cartas. — la chica no despegaba la vista de la mujer — Una noche, mientras el hombre dormía, de alguna forma, alguien logró arrebatarle el juego y, esa misma noche, él desapareció.
—¿Huyó?
—Nadie sabe. Muchos piensan que esas cartas pertenecían a su alma, y habérselas quitado fue como morir. Nadie puede usarlas Akane, esas cartas, sin su dueño, son un desastre.
—Pero podrían ayudarme, ¿no?
—Sí. Pero también podrían empeorar las cosas.
—Pero… ¿No podría saber al menos cómo usarlas?
—Lo más desastroso de estas cartas es que es muy sencillo pedir lo que quieras, y muy complicado revertir cualquier problema ocasionado por ellas.
—Pero se puede resolver.— la señora Furukawa la regresó a ver desconcertada. ¿Estaba usando sus propias enseñanzas en su contra? — Si es un problema, se puede resolver.
—Akane. Te lo digo por tu bien, esas cartas no dejan nada bueno.
—Está bien, Señora Furukawa. Lo entiendo.— se levantó rápidamente — Creo que es hora de que me vaya.
—Claro. — se levantó la anciana — Déjame te doy unas galletas, a Nabiki le encantan.
La mujer entró a la cocina. Era el momento de actuar. Akane regresó a ver la cajita de madera, una y otra vez, en lapsos de segundos. Cuando finalmente se decidió a no pensarlo una vez más, abrió la caja y sacó la carta que se encontraba al tope. La puso dentro de su uniforme, al mismo tiempo que la señora Furukawa salía de la cocina con las galletas envueltas en un pañuelo de tela roja.
—Espero las disfruten tus hermanas y tú, y no se las den al bueno para nada de tu padre.
Akane sonrió divertida.
—Muy bien, señora Furukawa. Le agradezco el tiempo que me dedicó esta tarde. — tomó las galletas y caminó hacia la puerta principal.
—No es nada, mi niña. Ven cuando quieras.
Akane se puso los zapatos escolares y salió rápidamente del lugar.
—¡Adiós señora Furukawa!
La anciana la vio hasta que cruzó la calle y se perdió tras una casa.
—Adiós Akane— dijo sabiendo que la joven ya no podría oírla — Espero no causes un desastre con esa carta.
Caminó hacia la casa y apagó las luces de la entrada, dejando un espacio de la calle en total oscuridad.
Espero que les haya interesado seguir la historia y muchas gracias por darle la opirtunidad a este primer capítulo. No se desanimen por la poca interacción que hubo entre Ranma y Akane, éste es sólo el comienzo.
¡Los amo y nos leemos el siguiente capítulo!
Se aceptan comentarios constructivos y sugerencias.
