Este es un fic sobre Yu Yu Hakusho una serie sobre unos detectives espirituales reclutados por el mundo espiritual (rekai) para proteger al mundo de los humanos (ningenkai) de demonios y similares. A través de peleas y torneos los protagonistas trataran de cumplir con las misiones que el rekai les impone. Los protagonistas son:
Yuusuke, líder del grupo, es el típico prota peleonero. Kuwabara es su gran amigo y su única virtud es utilizar un espada hecha de energía para defenderse, por lo demás es de un feo que dios lo ampare, no hay forma de ayudarlo. Sorry las amantes de Kuwabara, a mí me parece feo. Kurama es un guapo pelirrojo, amable y tranquilo, pero no se dejen engañar por las apariencias, Kurama es un legendario zorro demonio, un youko, encarnado en un cuerpo humano. Como humano es un pan de dios, pero como youko. Por último, pero el primero en mis preferencias, está Hiei que es un demonio de fuego frío y cruel. Hiei es hijo de una Koorime, una mujer de hielo, las koorimes se reproducen solas, como los caracoles, pero a esta dama se le ocurrió acostarse con un demonio de fuego. De esa unión prohibida nació Hiei y su hermana gemela Yukina. Mientras a la hermana la aceptaron entre las koorimes a Hiei lo abandonaron ;_; poecito mío. Hiei es el niño prohibido del makai (el mundo de los demonios) ;_; mi pobre y lindo Hiei. Creo que con eso les bastará para captarle al fic, pero si necesitan alguna otra orientación y está en mis manitas adelante.
Un comentario no daña la economía del lector, pero si enriquece al autor *_-
Little Fox
by Janendra
—No puedo amarte Kurama. No sé como hacerlo. Podría verte morir y no sentiría nada. Puedo asesinarte sin ningún remordimiento.
Mientras habla toma un mechón del largo cabello de Kurama, lo desliza entre sus dedos. El cabello cae formando una cascada de seda plata. De un lado el zorro demonio, del otro el demonio de fuego. A través de las hebras Kurama observa la piel desnuda de Hiei, sus ojos escarlatas, la frialdad que tiñe cada palabra.
Kurama lo arroja contra la cama. El cuerpo de apariencia frágil se cimbra bajo su peso. La expresión de Hiei no cambia. No le teme, no lo ama, Hiei es un pozo vacío.
—Y esto ¿no significa nada para ti?
Hiei lo mira sin emoción. Kurama puede sentir las ataduras del pasado, los hilos dorados de la soledad. Yo te ayudaré a olvidar Hiei, confía en mí. Yuoko tonto ¿por qué desearía olvidar? El cuerpo de Hiei reacciona a las caricias; sus ojos permanecen distantes.
—Zorro hacía esto desde que era un niño, cómo piensas que sobreviví estando solo. Un poco de dolor, algo de placer. No tiene importancia, es un momento, un segundo que pasa.
Kurama se tiende en la cama. Su cuerpo de youko se evapora, un último movimiento de la cola plateada da paso al cuerpo humano de Shûichi.
—Cambié Hiei, —ríe amargamente—, este mundo me corrompió. No puedo… no quiero vivir así.
Hiei se tiende a su lado. Mira el techo donde Kurama pintó un cielo estrellado para él. Levanta la mano, igual que en el makai no se pueden atrapar. El cielo adentro Hiei, así puedes dormir conmigo. El recuerdo del alegre Kurama aturde a Hiei. Zorro estúpido murmura para sí mismo.
—No te disculpes conmigo, nada nos une zorro.
Hiei busca su manto negro. Kurama siente que la pesada tela sepulta al demonio de fuego. Hiei se ciñe la katana, se envuelve en el manto. Una y otra vez mira a Kurama, no entiende la desolación del zorro.
—No me gusta aquí —gruñe—, sabías que volvería al makai.
Las emociones de Kurama lo confunden, lo molestan. Hiei no sabe qué hacer con su cuerpo, se encoje de hombros, al pasar junto al escritorio lo golpea. A Shûichi lo llama su madre, es hora de cenar. Shûichi se viste.
—Es lo mejor —dice Kurama sin mirarlo. Escucha el leve crujir de la ventana al abrirse. El olor a tierra mojada salpica sus sentidos. Aspira despacio.
—Adiós Kurama.
—Adiós Hiei.
Shûichi compone una sonrisa. Abre la puerta de su habitación.
—¡Ya voy mamá!
oOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO oOoOoO
La habitación está vacía. La ventana desnuda. Kurama sonríe. Afuera el árbol florece con botones de nieve.
—Demonio ¿qué haces allí?
Hiei levanta la vista, alza los hombros y vuelve a su tarea de formar un lecho con las cortinas.
—Eres estúpido zorro o te afectaron los golpes del otro día, está nevando no puedo dormir en el árbol.
—Hiei si querías sábanas pudiste sacarlas del closet.
Al ver la pila de sábanas la boca de Hiei forma una pequeña o.
—Bien por ti, yo voy a dormir en tu cama.
—¿Cómo que vas a dormir en mi cama? Yo no voy a dormir en el suelo. ¡Hiei sal de mi cama ahora!
La voz de su madre llega del piso de abajo. No me sentiré sola. Shûichi ya está grandecito y debe hacer su vida… Quizá rente la habitación, será divertido tener otro adolescente viviendo en casa. Extraño esos días cuando Shûichi enloquecía por que no le quedaba bien el peinado… Dile que baje de una vez. Iré a comprar un pastel y lo comeremos antes de que se vayan…
Hiei. Las piernas cerca del cuerpo, la cabeza recargada en las rodillas, la mirada fija en el atardecer.
—¿Estás aburrido?
Hiei vuelve el rostro. Los ojos escarlatas lo miran cálidos y serenos. Kurama parpadea, la impresión dura un segundo y se desvanece. Hiei frunce el ceño.
—¿Qué decías youko?
Esa mirada desprovista de miedo, llena de confianza y curiosidad. Las emociones de Hiei sin murallas.
—¿Te apetece un helado?
La sonrisa apenas insinuada. Hiei eres un mentiroso, alguien vive dentro de esa coraza de roca.
—¿De chocolate, zorro?
—Con las cosas verdes que te gustan.
—¿Aún miras atrás Kurama?
La sonrisa de Kurama se desvanece. Acomoda un mechón rojizo detrás de su oreja.
Hiei quiero que me mires así.
—Sabes que no Yuusuke.
—Mientes, eso me agrada.
Kurama le ofrece la mano, lo toma de la cadera y lo sienta en su regazo. Yuusuke le acomoda el cabello, se pierde en la boca tibia del youko.
—Tenemos tiempo, tu mamá va tardar un rato. Hagámoslo aquí.
—Aquí no, mamá acaba de limpiar. Ven, la casa es grande.
oOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO oOoOoO
Kurama se traga el dulce que lleva en la boca. Su cabello rojo luce más colorido por la ropa negra. La mano que sujeta la puerta se cierra con fuerza. El olor de la sopa, que Yuusuke prepara, llega hasta el pasillo.
—¿Quién es? —pregunta Yuusuke desde la cocina.
Yuusuke apaga la estufa. Inquieto por el silencio del youko sale al recibidor. Retrocede al ver la sombra que cruza la estancia. Kurama pasa furioso a su lado y tiene que esquivarlo.
Yuusuke se encierra en la cocina. Con las manos temblorosas se quita el mandil. Te ayudaré a olvidar Kurama. No hay nada que olvidar Yuusuke...
—Vino tu madre… ¿te ríes? Fue bochornoso. "Yuusuke debes alimentar bien a Kurama, cuida de él, de sus cosas". ¡Me hizo cocinar y coser botones frente a ella¡ ¡Hazle entender que no soy tu esposa!
—Y por qué no se lo dices tú mismo… ¿no dices nada?
—No te rías, me da… no sé… ya fue suficiente malo que supiera que eras gay ¿no te parece?
—No le mentiría a ella Yuusuke, dale tiempo. Necesita hacerse a la idea.
—Lo sé. Es que…
—Hablaré con ella no te preocupes.
En realidad no importa Kurama, cualquier cosa vale la pena si me abrazas así. Si pasamos las noches juntos.
—Eso espero a menos que quieras comer pastel de chocolate todas las noches.
Kurama por qué entristeces. Piensas en él. No hace falta que lo digas. Lo sé.
—Tu mamá… dijo que era tu favorito.
—No mío, de Hiei.
Yuusuke camina hasta la habitación que comparte con Kurama. No puede contener la desazón que le causa ver a Hiei. El demonio sostiene contra el pecho un bulto cobijado en su manto negro. Kurama no parece menos sorprendido. Mira al demonio con la boca abierta, la respiración enfurecida. Hiei rasga las cortinas para amontonarlas en una esquina.
—Kurama.
La voz de Yuusuke hacer reaccionar a Kurama. Le arrebata a Hiei un pedazo de cortina.
—¡Basta! —la voz fría y molesta hace saltar a Yuusuke—. ¡Quién crees que eres! No puedes hacer esto.
Hiei no se intimida. Los mira a ambos, ojos escarlatas furiosos y se sienta en la cama con el bulto cerca del pecho.
—¡Han pasado dos años Hiei! Muchas cosas cambiaron desde entonces.
—No te acerques.
La advertencia enfurece a Kurama. Mueve la mano y Hiei se pega contra la pared mostrando los colmillos.
—¡Si lo tocas te arrancó la mano!
Yuusuke mira desconcertado a Hiei. El pequeño demonio parece sostenerse a duras penas; en su rostro cansado hay una aterradora fiereza.
—Kurama tranquilízate.
Yuusuke lo empuja lejos de Hiei. El demonio los mira desconfiado.
—Hiei ¿qué te pasó? No te ves bien.
—Nada que te importe.
Kurama resiente el doloroso paso del tiempo. Él es otro; Hiei no cambió, es el mismo demonio intransigente y caprichoso.
—¡Maldito demonio fuera de mi casa!
Los ojos escarlatas chispean indignados. Kurama siente el odio de Hiei como una bofetada.
—Cállense —sisea Hiei.
Lo que impone el silencio no es la advertencia, si no el tenue llanto que surge del bulto negro. Lo que Hiei sostiene contra su pecho es un bebé.
