Naruto y derivados no me pertenecen, créditos a Masashi Kishimoto.
PD: Inspirado en "María" de la Oreja de Van Gogh.
El día hubo terminado sin ningún pez capturado.
La melodiosa corriente del viento despeinaba sus cabellos mientras los hombres a bordo del barco expresaban su frustración. Regresaron a la costa en un absoluto silencio, custodiados por la luz de la luna. Sasuke, a diferencia de sus compañeros de embarcación, no se lamentaba en voz alta acerca de la situación de sus hijos y esposa. Siendo un recién casado, sólo una persona le esperaba en casa y su pecho repiqueteaba ansioso al pensar en ella.
Llegó a casa cargando toda la bruma del mar. Abrió la puerta con sumo cuidado y se retiró los zapatos antes de entrar. A paso lento cruzó el pasillo que lo separaba de la habitación principal, esperando no secuestrar el sueño de cierta persona. Todo intento, sin embargo, fue infructuoso porque en un abrir y cerrar de ojos, la vio saliendo del cuarto descalza y despeinada, emitiendo un sonoro bostezo.
Hombre de pocas palabras y parco, se permitió ensanchar las comisuras de sus labios al sentir sus delgados brazos rodeando su cuerpo después de haber corrido hacia él sollozando su nombre.
—¿Me extrañaste, Sakura? —preguntó, pasando una y otra vez su mano por el suave cabello rosa.
Sakura se escondió en sus brazos y le dijo:
—¡Sí!
Tantas veces que su pecho se oprimió. Después de un rato la mujer levantó su delicado rostro y entonces Sasuke pudo verla sonrojada.
—¿Pescaste mucho, cariño?
No respondió, y para su sorpresa, ella le enseñó sus dientes blancos disipando totalmente la rabia que llevaba enroscada.
—Todo estará bien.
Sakura lo tomó de las manos y lo llevó hacia el cuarto, donde él cayó rendido sobre el futon. La joven se quedó de pie admirando el firmamento a través de la ventana y Sasuke no pudo evitar pensar en lo bonita que era. Al sentirse observada, dio un pequeño brinco y sonrió de nuevo, dirigiéndose hacia él. Se hizo un espacio en el futon que llevaban compartiendo desde que hubieron unido sus vidas en un día de primavera y ambos acurrucados, el sueño los hubo olvidado.
La situación en los mares no estaba siendo favorable desde hacía tiempo atrás, quizá uno de las razones era que la Segunda Guerra Mundial se estaba desarrollando y no había mejor opción para un japonés que convertirse en un hombre de guerra.
Ejercer el trabajo de pescador también le hacía sentir orgulloso, aquél había sido el precio por casarse con una muchachita de dieciséis años proveniente de una familia humilde, totalmente diferente a la dinastía que lo desheredó: los Uchiha. La conoció un lejano día de sol en un gran prado lleno de flores. Naruto, su mejor amigo desde la infancia, se la presentó y nunca se pudo deslindar del encanto de aquellos orbes verdes. Jugaron hasta agotarse y el hilo rojo quedó claro desde aquel momento.
Ahora charlan con la niebla lunar envolviendo la habitación. Unen sus labios cada tanto y va cayendo la madrugada, pasando la palma de su mano con lentitud a través de los suaves muslos de su mujer. Entonces la sujeta con un firme abrazo y le hace el amor, expresando así su necesidad por ella.
Todo esto ocurrió un 13 de marzo y ya para este momento cae el invierno. Al final Sasuke Uchiha ha sido llamado a la guerra y la tristeza envuelve a sus corazones. Se mantienen ambos de pie frente su humilde hogar junto a la costa y la observa llorar desconsoladamente.
—Todo estará bien. —Ahora es su turno de decir aquellas palabras. Le da un apretón de manos para después besarle el dorso. —Las flores volverán a crecer-
—Donde ahora lloramos. —completa Sakura, frenando sus ganas de no dejarlo marchar.
Él da media vuelta y aborda una de las camionetas con militares adentro, no sin antes dedicarle una última mirada. Sasuke ha dejado a su niña atrás.
Sasuke se ha ido y desde ese día Sakura no se mira en los charcos. Cada 13 de marzo espera verle otra vez pero él se ha marchado a pelear por el destino de Japón. Observando el cielo abierto, ya no hay nadie que la admire mientras se pasa la mano por el vientre, pensante del futuro.
Y Sakura le dice que sí, cada vez que lo imagina regresando a casa.
