Disclaimer: No soy Suzanne Collins ni soy dueña de los personajes que aparecen aquí. (Sólo, pero sólo, del texto de abajo, oh, sí).
–…–…–
¡Hola!
Este fic participa en el reto "Ave atque Vale", del foro "Hasta el Final de la Pradera". Es un reto de despedida. Y en este primer drable, mi despedida tiene un toque... humorístico (o algo parecido). La frase que aparece entre comillas está sacada textualmente del primer libro.
Sin más aclaraciones que dar, ¡a leer!
–…–…–
—¡Más fuerte!
—No quiero hacerte daño.
—Por favor, ni que fuera nuestra primera vez.
Desde el otro lado de la puerta, la cabeza ladeada y un puño levantado a media llamada, aquellas palabras detuvieron a Haymitch en su intención de entrar en el cuarto. Sólo pudo quedarse a escuchar, con creciente y notable perplejidad, los gritos que provenían del otro lado del umbral.
—Exacto. Ése es el punto —felicitaba… ¿Katniss? ¡Sí, era ella!—. Eres tan bueno… Nunca nadie me hizo sentir así. Tendré que recompensarte después.
—«Recuerda que estamos locamente enamorados, así que puedes besarme cuando quieras». —Las cejas de Haymitch se levantaron hasta casi escapar de su frente. ¡Vaya, vaya! ¿Quién iba a decir que la voz de Peeta pudiera albergar tanta autocomplacencia?—. ¿Aunque, y si te toco… aquí?
Por el largo suspiro de Katniss y la risita de Peeta, Haymitch intuyó que aquí era un sitio con acumulada sensibilidad.
—Tú sólo Ábrete de piernas.
¡Oh, nonononono! Aquello estaba tomando un cariz muy serio.
–Sí, así. Mantenlas separadas.
Un cariz muy… sexual. ¡Demonios! ¡Iban a darse amor corporal del fuerte!
—Te lo estoy haciendo fuerte, como te gusta —comunicaba Peeta entre jadeos, aunque era innecesario. Los pequeños grititos de placer que pegaba Katniss subrayaban el placer que la chica sentía ante su… acción.
—Oh, Peeta. Vas mejorando… —gemido, gemido—, por momentos… —gemido prolongado—. ¡Ah!
Aquel último gritito provocó que Haymitch pegara un brinco. La borrachera se le pasó en un santiamén. El horror del entendimiento le hizo sacar espuma por la boca. ¿Abrirse de piernas? ¿Hacérselo fuerte? ¿Mejorar por momentos? ¡Eran muy jóvenes, por el amor de Dios!
—¡Basta, basta! —ladró. Y abrió con ímpetu la puerta del dormitorio, que golpeó tan fuerte la pared que fue a rebotar contra su mano, aún extendida. Al instante se acercó tormentoso a la cama, donde ellos estaban, índice admonitorio en la mano y rayos fulminantes en los ojos.
—¿Hay… Haymitch? —balbuceó con sobresalto (¡aunque no era para menos!) Peeta.
—Basta… ¿de qué? —inquirió a su vez Katniss, apenas girando la cara en la almohada al tiempo que Peeta le acomodaba los pantalones.
Pero las palabras habían muerto en la boca de Haymitch cuando comprendió lo que había interrumpido.
—Te estaba haciendo… —no pudo acabar.
—Un masaje en la pierna, sí —completó Peeta, sin entender a qué venía tanto jaleo—. ¿Qué pasa? ¿A qué viene esa cara?
—Os escuché y… creí que… —Ellos intercambiaron sendas miradas de confusión. ¿Haymitch sonrojado? Ver para creer—. Esos ruidos… —quiso asegurarse—. ¿Gemías porque te estaba haciendo un… masaje?
—¿Por qué otra cosa, si no? —preguntó a su vez Katniss. Entornó los ojos—. ¿Qué creías que hacíamos?
—Pues… parecía, ya saben… —pero ellos no parecían entender—. ¡Da igual! ¡Olvidadlo! —Y salió del dormitorio todo lo rápido que le permitieron sus pies.
—Primero Effie y ahora Haymitch. —Peeta sacudió la cabeza—. ¿Entiendes algo?
–Debe ser cosa del manicomio –desdeñó Katniss–. Oh, perdón, del Capitolio. –Resopló–. ¿Seguimos?
