LA MAGIA DEL CORAZON.

Cheshire, se encontraba arrodillado frente Alice, con su cabeza apoyada en su vientre, muy atento a oír cualquier sonido, de la pequeña vida que crecía dentro del vientre de Alice, y Alice solamente acariciaba su cabeza.

Alice no entendía porque, pero este pequeño gesto de Cheshire, le agradaba, la asía sentir muy especial, se sentía la mujer más especial del mundo, desde aquella tarde en que le la prueba dio positivo, o la noche en que le dijo, estoy embarazada, jamás espero el tipo de respuesta que le dio Cheshire, levantándola en brazos y dándole mil vueltas en el aire.

El pequeño, o mejor dicho los pequeños que crecían, en el vientre de su Alice, la asían sentir viva, le asían saber que ella, no solamente podía quitar la vida, si no también darla, y cada vez que sentía, un pequeño movimiento o una patada, en lo más profundo de su vientre sabía bien que eran los dos pequeños, que nacieron del amor, que le asían saber que no fue su culpa la muerte de su familia, que le asían olvidar cualquier mal recuerdo, que le asían sentirse que era la única en el mundo con esta sensación.

Como describir esta sensación, pensó ella, como, como un primer beso, si, como un primer beso, con esa persona tan especial que hace que uno pueda volar, si así se sentía ella y no faltaba mucho para que los pudiera tener en brazos.

Y lentamente Cheshire se levanto para poder darle un beso a su dulce esposa, y con suaves palabras le dijo:

Tus brazos siempre se abren cuando necesito un abrazo, tu corazón sabe comprender cuando necesito una amiga. Tus ojos sensibles se endurecen cuando necesito una lección. Tu fuerza y tu amor me han dirigido por la vida y me han dado las alas que necesitaba para volar.

Asiendo que Alice tonara su piel con un suave color carmín, y con otro beso, Alice se sujeto al pecho de Cheshire en un tierno y cálido abrazo se juntara, y así estuvieron hasta caer en un profundo sueño.

Todas las madres dan el ser. Pero algunas mucho más.

José Narosky