LA FIESTA DE NAVIDAD

El frío polar de aquella noche de diciembre azotaba las calles de Whiltshire. Caía una suave nevada que cubría la calzada como si fuera un manto blanco iluminado sencillamente por las farolas de la calle. El viento gélido ululaba y el barrio estaba desierto... Pero no aquellas grandes casas, claro que no...

Esas viejas y antiguas mansiones victorianas estaban, en su mayoría, repletas de personas: gente que comía, bebía y festejaba... Era el 24 de diciembre. Nochebuena. Y aquellos integrantes de la alta sociedad londinense festejaban entre sus suntuosos banquetes y sus grandes cantidades de alcohol.

Pero una de estas grandes casas en particular es la que nos interesa para narrar estos eventos... Cómo se desató, prosiguió y concluyó la Tercera Guerra Mágica... La casa en cuestión era una gran mansión, un pequeño palacio podría decirse. Era uno de los hogares más majestuosos que había en todo el lugar y sin duda muchos vecinos se preguntaban como podían costearse el lujo de manter una morada así... Pero se respondían esa duda rápidamente cuando recordaban que era aquella misteriosa familia... Los Malfoy.

Whiltshire era un barrio rico, si, rico pero muggle. Aunque las casas distaban bastante una de la otra ya que tenían amplios terrenos y jardines propios, por lo que la mansión de aquella familia mágica era bastante reservada de sus vecinos y sobre el lugar pesaba un poderoso hechizo que hacía que cualquier muggle que se acercase se alejase de inmediato recordando que tenía otras cosas que hacer. Aún así la familia Malfoy no era desconocida para sus vecinos muggles aunque poco sabían de ella y poco se interesaban por sus asuntos, generalmente los dejaban vivir en paz sin demasiadas intrigas. Los ricos siempre estaban muy ocupados en sus propios asuntos y en su propia manera de ganar dinero como para preocuparse por lo que hiciesen o no hiciesen sus pares (excepto claro está que eso afectase directamente a sus negocios o algo por el estilo).

En este preciso instante, la mansión Malfoy igual que las de todo Whiltshire rebosaba de actividad. El ir y venir de invitados era constante: entraban por la chimenea a través de la red Flu, se aparecían en zonas seguras de los terrenos delimitadas previamente por Draco, el jefe de familia.

- Christofer... Scorpius... ¡Apresúrense con esas fuentes, por Merlín!- gritaba Astoria, la madre y jefa de casa algo consternada. Era una mujer alta, muy hermosa, de cabello que iba entre el rojizo y el moreno y unos bonitos ojos azules. Vestía un delicada vestido largo de color verde botella de muy buen gusto lleno de pequeños brillos. No dejaba ver mucho escote, por el contrario aunque resaltaba sus atributos sencillamente los cubría totalmente, a la señora Malfoy no le gustaba andar demasiado expuesta.

La puerta de la cocina se abrió y de ella salieron dos muchachos adolescentes, uno era más alto que el otro. Los dos eran rubios, aunque el más bajo de ambos parecía tener el cabello más platinado que el otro que era más dorado, los ojos del primero eran completamente grises y los del más alto, en cambio, mostraban un tinte azulado entre el gris que predominaba. Los dos vestían elegantes túnicas de gala, el primero una de color burdeos y el segundo de color verde oscuro. Eran los hijos varones de Astoria y Draco Malfoy: Christofer Malfoy, el mayor y más alto y Scorpius, el menor.

Salían haciendo levitar con sus varitas amplias fuentes de sopa, seguidos de una pequeña cuadrilla de elfos domésticos que llevaba copas, vajilla y otras fuentes con más viandas.

- Mamá... ¿En verdad es esto necesario?- preguntó Scorpius con un deje de hastío en la voz. - ¿No podemos simplemente darle todo esto a los elfos domésticos y ya? Me siento bestia de carga...

- Bestia eres - remató Christofer mordazmente y Scorpius le echó una mirada intensa.

- No Scorpius, sabes que no... No tenemos suficientes como para esta fiesta... ¡Recuerda que tu abuela insistió con invitar a todo el mundo! Incluidas las Parkinson. - respondió Astoria ignorando el comentario del hijo mayor.

Christofer rodó los ojos ante el tono de voz algo despectivo que notó en su madre y dejó su fuente de sopa sobre la amplia y lustrada mesa de roble que sería el lugar del banquete. Scorpius notó ese gesto y rió:

- Vamos, mamá... No hables así de las Parkinson, recuerda que Christofer le tiene ganas a Fryda...

El mayor de los chicos fulminó con la mirada a su hermano. La madre rodó los ojos:

- Chicos no tengo tiempo para esto... La cuestión es que vendrán todos: los Zabini, los Goyle, los Stockholm, los Tennant, los Dry... ¡No se en que estaba pensando Narcissa!

Dicho esto se alejó hasta el vestíbulo de la mansión ordenando a un par de elfinas domésticas que la acompañasen. Christofer se sentó a una de las sillas suspirando mientras observaba el gran reloj que había sobre una de las arcadas del comedor. Eran casi las 10... faltaba poco para que todos los invitados llegasen dado que a esa hora en punto estaban todos convocados. Y el mayor de los hijos de Draco Malfoy estaba que se moría de los nervios... No era que las fiestas en sí lo pusiesen muy nervioso, al contrario, las disfrutaba y se desenvolvía como pez en el agua en ella... El asunto era, precisamente, la chica que su hermano había mencionado: Fryda Parkinson.

Fryda era una preciosa muchacha de pelo castaño y ojos verdes, con el cuerpo más hermoso que Christofer hubiese visto y disfrutado alguna vez. Era hija de Pansy Parkinson con un mago de sangre pura e hija adoptiva de Blaise Zabini, actual esposo de la señora Parkinson junto a su melliza Naomi. Y lo que había dicho Scorpius no estaba demasiado alejado de la verdad: sin lugar a dudas Christofer estaba totalmente encantado con la chica: le gustaba, simplemente le gustaba mucho y sentía una fuerte atracción que iba más allá del mero gusto o afecto. Muy por el contrario, cada vez que la veía se le hacía un nudo en la garganta y su corazón latía de manera más acelerada que nunca. Sin embargo, por el bien de la hermosa amistad que tenían, nunca había decidido ir un paso más allá... nunca le había expresado oralmente sus verdaderos sentimientos, aunque si muchas veces habían compartido cama, aunque no era lo mismo que decir un "te amo" claro y directo.

Scorpius se sentó frente a él y lo observó durante largo rato. Christofer trataba de apartar la mirada, observando a través de uno de los amplios ventanales que daban hacia los jardines. Pero no había forma... Sentía la mirada fija clavada de su hermano menor en él. Christofer apretó los dientes y sin poder contenerse más le dijo:

- ¿Se puede saber que rayos miras tanto?

- Me sorprende verte así...- respondió el otro.

- ¿Así como?

- Vamos, Chris... No me hablas casi desde aquel incidente de la semana pasada...

El "incidente" de la semana pasada había sido uno en el que el mayor estaba con su mejor amiga en su habitación de la mansión, besándose apasionadamente (cosa que solían hacer a menudo) y en ese preciso instante fueron interrumpidos por la inoportuna aparición de Scorpius en el lugar. El menor le fue con el cuento a Astoria, pero sin embargo la mujer no tomó demasiadas medidas en el asunto, aunque se notaba a la legua que la noticia no le había agradado ni lo más mínimo.

- Sabes que odio que te metas a mi cuarto sin antes golpear, Scorpius.

- ¿Por qué? ¿Acaso temes que te encuentre en plena faena con tu noviecita?

Christofer frunció el ceño y gruñó un poco.

- ¡Vamos Christofer, no seas amargado! Dile lo mucho que te gusta... Dile "oh querida Fryda, te amo con todo mi corazón ¡si no estas conmigo siento que moriré!"

El mayor rodó los ojos y dijo:

- Scorpius... ¿Has pensado en postularte como bufón personal del Ministro? Creo que Kingpie adoraría echarse unas buenas risas con las estupideces que dices. Es que... es impresionante, no puedo creer como una máquina de decir idioteces cada 5 milisegundos como tú sea mi hermano.

El otro negó con la cabeza y se incorporó para decirle:

- Eres un caso perdido.

- Y tu otro- respondió con sencillez el mayor para que su hermano también abandonase aquella sala, dejándolo solo con sus pensamientos. Ojalá fuese tan fácil decir eso... Claro que el imbécil de su hermano no era él así que era imposible que sintiese lo que él sentía al ver a Fryda. Aunque por otra parte, Chris sabía que debía darle la razón a Scorpius en algo: debía decirle a Fryda lo que sentía, si no hoy, si cuanto antes... Eran excelentes amigos pero... ¿Y si alguien más ya había posado sus ojos sobre la castaña? ¿Y si ella posaba su mirada en otro? No... ¡No tenía que pensar en esas cosas! Suspiró y se incorporó de la silla para marchar a seguir ayudando con los preparativos para la cena.

La fiesta de Navidad dada por la mansión Malfoy reunía a la flor y nata de la sociedad mágica. El mismísimo Ministro Arcturus Kingpie asistía, junto a su esposa, el director del diario El Profeta y otras grandes personalidades del mundo mágico. Los padres de Draco Lucius y Narcissa, en especial ésta última, estaban completamente encantados con la convocatoria de la fiesta. Siempre les habían gustado las fiestas fastuosas con grandes personalidades... Hacer notar que la familia Malfoy tenía no solo riqueza, sino también poder e influencia.

Pero mientras se encontraba sentado en su asiento a la mesa Christofer observaba su pollo rostizado con una mirada algo inexpresiva, jugueteando en el plato. Tenía frente a él a Fryda, y no habían tenido oportunidad de hablar demasiado o de estar mucho tiempo solos por la cantidad de gente, pero si se habían saludado y ahora un silencio algo incómodo reinaba entre ellos... Era extraño que estuvieran en silencio y no hablando como de costumbre. Sin embargo se miraban... Christofer sabía que ella lo miraba y viceversa.

Cuando llegó el momento de los postres, luego de muchas charlas, comidas, conversaciones y sobremesa, Christofer se levantó aduciendo que debía ir a buscar algo a su habitación, antes de marchar echó una cómplice mirada a su amiga.

Se dirigió a la habitación tal como lo había dicho y se recostó boca arriba sobre la cama.

Minutos después, Fryda se encontraba en el cuarto, acercándosele.

Llevaba un vestido negro que la hacía ver preciosa, con un muy bonito escote que a Chris le provocaba que su imaginación comenzase a volar... Se le acercó a paso lento y sensual cual era su costumbre... ¡Era imposible que Fryda Parkinson no fuera sensual, si era la chica más hermosa del mundo!

- Mucha gente, ¿eh Alex?- se sentó en el borde de la cama al lado de él. Alex... Claro, el diminutivo de su segundo nombre: Alexander. No mucha gente lo llamaba por ese nombre, pero Fryda lo había considerado bien como para diferenciar y llamarlo de un modo prácticamente único que se diferenciase a todos los demás.

- Si, odio no poder estar contigo como se debe... A una amiga como tu hay que cuidarla como oro y charlar con ella hasta que no de mas la lengua.- dijo el joven bromeando y riendo, la chica correspondió a la risa y se recostó a su lado en aquella amplia cama de dos plazas.

- Tengo que darte el regalo de Navidad, Alex. - dijo Fryda como recordando y luego riendo le dijo: - Pero eso será mañana por la mañana.

El joven negó y le respondió:

- Yo te daré el tuyo antes... Lo tengo aquí mismo.

La castaña lo miró con curiosidad, y luego Chris agregó:

- ¡Pero no quiero el mío antes! A mi me gusta la intriga, solamente que creo que el mantener la intriga en ti sería cruel de mi parte.

Fryda rodó los ojos para luego negar con la cabeza, sabía que cuando algo se le metía a su amigo en la mente no se detenía hasta llevarlo a cabo, y sin duda aunque le rogase que le diese el regalo mañana no lo haría.

- Está bien...

El rubio sonrió y se inclinó para abrir el cajón de su mesilla de noche, sacó un pequeño paquete alargado envuelto en papel de regalo.

- Feliz Navidad Fryda, espero que te guste.

La muchacha rasgó el papel, rebosando curiosidad y abrió la caja, el contenido era un largo collar dorado con una preciosa gema verde... que en realidad no era verde sino que cambiaba de color cada hora, tomando muchísimos colores en un día. Fryda se quedó algo sorprendida con el regalo:

- Wow Alex... ¿Para mí? Pero... te debió haber costado...

- ¿Una fortuna?- preguntó Chris riendo: - ¿Olvidas que soy un Malfoy?

- No lo olvido...- dijo Fryda riendo y se acercó a el un poco para susurrarle al oído: - Gracias, mi Malfoy...

En ese momento el joven miró al techo y apreció que justo en él, encima de sus cabezas estaba creciendo lentamente una planta verde... ¿era...? ¡Sí! ¡Era un muérdago! Entonces se acordó en ese momento de la idea que le había dicho Scorpius. El hermano menor había planeado poner un hechizo sobre la casa que hiciese aparecer muérdago en lugares aleatorios de la misma durante la noche. A Christofer le había parecido una idea ridícula, pero divertida. Y ese era un momento ideal.

- Mira Fryda... Muérdago.

La chica observó la planta en el techo y luego lo miró a él.

- Creo que no hace falta mucho más que eso para que te dé esto...

Acercó sus labios a los ajenos y lo besó suavemente... Christofer correspondió al beso, dichoso. Sentía como si una corriente placentera lo envolviese de arriba abajo, profundizó algo más el beso tomándola de la cintura. Ambos jugaban con la lengua ajena... Era un beso muy profundo, intenso, con ganas. Parecían que en verdad se estaban comiendo la boca del otro... Las manos de los dos acariciaban el cuerpo ajeno con unas ganas irrefrenables... El muchacho se sentía volar... Estaba totalmente fuera de si por el goce de la situación. Por fin Scorpius había tenido una buena idea.

Pero la felicidad duró menos de lo que él deseaba ya que unos súbitos golpes en la puerta la interrumpieron. Christofer miró a Fryda inquisitivo... ¡No quería abrir!

- Ve. - le dijo ella - Seguro te necesitan y además... Todos saben que vinimos juntos aquí.

Asintió y se incorporó, abrió la puerta para encontrarse con la delgada y fea figura del principal elfo doméstico de la casa, un ser bajito, de orejas puntiagudas y grandes ojos saltones de color azul llamado Vory.

- ¡Amo Christofer!- dijo la criatura con su voz chillona - ¡Me envían para decirle que necesitan hablar con usted urgentemente!

- ¿Mis padres?

- No, no... Es otra persona. Sígame, por favor.

El rubio echó una última mirada a Fryda para decirle:

- Vuelve al comedor y brinda, Fry, luego te compensó... Di algo como que... no se... me siento mal y luego iré o algo así.- y le guiñó un ojo con cierta picardía siguiendo al pequeño ser que lo conducía por los pasillos de la mansión.

Los dos llegaron a una sala en lo más recóndito de la mansión. Una sala muy bien amueblada y lujosa, con el gusto puramente Malfoy donde ardía el fuego en un agradable hogar.

En un sillón había una figura humana sentada, totalmente envuelta en una túnica negra con la capucha levantada para que no se viera su rostro. Al llegar allí, Vory chasqueó los dedos y desapareció.

- Buenas noches...- dijo la figura.

Christofer se sentó en el sillón frente a la persona que, por el cuerpo, se notaba era una mujer... Además esa voz... Se le hacía conocida.

- ¿Sabes que no son necesarias las máscaras o los ocultamientos conmigo, verdad?

- Pereptivo como siempre, querido Christofer. - dicho esto la mujer se bajó la capucha revelando un hermoso rostro enmarcado en unos pesados párpados que parecían reflejar una mirada eternamente aburrida, los rizos negros le llegaban hasta los hombros y estaban totalmente despeinados y llenos de frizz. Los ojos eran grandes y a pesar de la pesadez presente en ellos, parecían poder abrirse del todo con suma facilidad. Era su tía abuela: Bellatrix Black, viuda de Lestrange, aunque ella prefería que la siguiesen llamando por su apellido de casada. Era un enorme contraste con su hermana Narcissa que tenía 70 años y los aparentaba... Bellatrix en cambio tenía cinco años más pero parecía tener unos veinte menos que su hermana menor. Y el cambio se había dado de un día para otro... Christofer recordaba muy bien la impresión que le dio cuando vio que había rejuvenecido tan fuertemente aunque no hizo preguntas, no se estilaba hacerle demasiadas preguntas a Bella, aunque quizá el tuviese más derecho que cualquier otro, en especial que sus hermanos. Bellatrix siempre había expresado cierto favoritismo por su sobrino nieto mayor.

- Es evidente que con tanta gente no podía entrevistarme contigo públicamente, recuerda que se supone que estoy muerta.

Christofer asintió. También sabía que otras personas que supuestamente estaban muertas, como el Señor Tenebroso del que su abuelo y su padre tanto hablaban tampoco lo estaban... Pero todos debían pretender que sí.

- Bueno tía... ¿En que puedo ayudarte?

La mujer sonrió de costado con una sonrisa muy poco tranquilizadora y metió una mano en un bolsillo de su túnica:

- He venido a darte tu regalo de Navidad, Christofer.- dijo como canturreando levemente. El rubio no pudo evitar tragar saliva algo incómodo, Bellatrix siempre lograba ponerle los pelos de punta, a pesar de que la quisiera como tía favorita y eso.

Sacó una pequeña cajita envuelta en un papel negro con un pequeño moño verdoso y se la tendió. Christofer la tomó y empezó a rasgar el papel para luego abrir la caja. Contenía un pequeño anillo de plata, tenía la forma de dos serpientes entrelazadas y además llevaba una brillante esmeralda engarzada. La esmeralda también tenía grabada dos pequeñas serpientes... ¿Un anillo? ¿Por qué Bellatrix le daba algo como un anillo a él? Al momento de tocarlo sin embargo, Christofer sintió algo extraño en la joya, algo que no estaba del todo bien, pero sin embargo no pudo precisar qué... Lo que si pudo precisar era que ese objeto no era común y corriente, debía tener alguna propiedad mágica, seguramente estaba encantado y era una especie de amuleto o algo así.

- Un anillo...- dijo el joven.

- Exactamente, Christofer, un anillo. Póntelo... Póntelo... ¡Pruébatelo!- chilló la mujer casi ordenando y su sobrino nieto obedeció. Se lo puso casi sin esfuerzo... Le encajaba a la perfección en el dedo anular de la mano derecha.

Bellatrix sonrió con amplia satisfacción al ver esto, parecía demasiado deleitada... ¿Tanto deleite iba a provocarle acaso que a él le quedase bien la joya? Aún no entendía del todo bien.

- ¡Perfecto Christofer!- dijo con una alegría que casi no podía disimular - ¡Excelente, muy bien! ¡Sabía que no me fallarías!

Le tomó de la mano examinando minuciosamente el objeto, ahora en torno a su dedo y a cada momento su sonrisa parecía ensancharse todavía más.

- Tía, me quieres explicar que demonios...

- Sh sh sh...- dijo Bella poniéndole el dedo índice en los labios a su sobrino- No Christofer. No ahora, no es el momento... Pero te enterarás. A su debido tiempo te enterarás de que significa éste regalo... - suspiró y luego lo observó a los ojos profundamente para decirle: - Cuídalo, muchacho. Cuídalo con tu vida y tu alma. Protégelo y no dejes que nadie te lo arrebate... Absolutamente nadie... ¡Este anillo es tuyo y es muy importante! ¡No debe caer en manos de nadie más habiéndotelo dado yo! No se lo podía dar a Scorpius, es demasiado atolondrado y descuidado como para tener algo tan valioso y tu hermana Maddeleine es peor y ni que hablar de tus padres o abuelos, no confío para nada en ellos. Pero tú... Se que no me decepcionarás ¿No decepcionarás a tu tía favorita, verdad Christofer?

Mientras le decía esto tenía los ojos negros muy abiertos observándolo con fijeza. Parecía bastante alterada y, aparentemente, muchas cosas dependían del destino de aquella joya. Christofer negó con la cabeza mientras sonreía:

- No, tía. El anillo estará a salvo conmigo. Pero me debes una explicación.

Bella rió soltando una suave carcajada para luego acercarse a él y demostrarle un gesto que nunca antes le había mostrado: lo besó suavemente en la frente.

- Estoy orgullosa de ti, Christofer. Pocos magos en verdad tienen el poder de portar ese anillo y que se haya adaptado tanto a ti es un verdadero orgullo para mí. Serás uno de los más grandes magos y lo sé. Por cierto, casi olvido algo.- dicho esto volvió a meter la mano en su túnica, ahora en el bolsillo contrario y sacó un pequeño rollo de pergamino enrollado, tendiéndoselo. El rubio lo tomó y lo desenrolló leyéndolo... Le sorprendía lo que leía ahí.

- "Yo, Bellatrix Lestrange, en mi última voluntad y a falta de un heredero para mi fortuna y la de mi marido Rodolphus, dejo el acceso a la bóveda familiar Black/Lestrange al primer nieto que mi hermana, Narcissa Malfoy tenga." Es una autorización para tu bóveda... Pero como...

- Pude trucar mi testamento hace poco, querido. Oficialmente estoy muerta pero mi "testamento" jamás fue hallado. Escribí esto hace poco y utilicé magia tenebrosa para envejecer el documento original y que pareciese de antes de mi supuesta muerte. Luego envíe a tu tío Theodore a que lo llevase a Gringotts aduciendo que lo había encontrado mientras se limpiaba la vieja mansión Lestrange.

Dicho esto la mujer volvió a encapucharse y observó a su sobrino nieto.

- Tengo que irme ahora, Christofer. Cuida ese anillo... ¡Cuídalo como si fuera el tesoro más grande del mundo, muchacho! ¡No me decepciones porque confío en ti! Además de que no te convendría verme enojada.

Se acercó a él. Ésta vez no le besó la frente pero si le dio unas suaves palmadas en la espalda:

- Eres el mejor de los Malfoy, Christofer, un sangre pura verdadero. Espero que te mantengas y te comportes como tal.

Dicho esto la mujer se marchó del salón con rapidez mientras Christofer se quedaba algo aturdido y anonadado mirando el bonito anillo que acababa de recibir.