Primera parte
Fuji no pudo evitar que un cosquilleo de excitación le recorriera hasta las puntas de los dedos cuando encontró, de la forma más inesperada, aquel carrete. Eso reforzaba su teoría de que hacer limpieza no era nada pesado; podías encontrar un tesoro si mirabas bien.
Al principio no supo de qué se trataba, pero cuando alcanzó a leer la minúscula etiqueta le invadió una súbita ola de recuerdos. Se acordaba de cuándo había tomado esas fotos. Y también por qué las había ocultado incluso para sus propios ojos. Sin embargo, el tiempo había convertido en un misterio su contenido.
Iba a ser divertido revelarlas cuando se encerrara en el cuarto. Desde que la fotografía había dejado de ser un hobbie para convertirse en objeto de parte de sus estudios, no le había fascinado tanto el encontrar un carrete sin revelar. Es que esta vez no era igual. Ya hacía más de un año de aquella experiencia inolvidable y, no sabía cómo, se había convertido en un recuerdo antiguo. Y ya era hora de desempolvarlo.
Aquello le traía una grata nostalgia. Evocaba con especial cariño los momentos tan diferentes que había captado a través de su primera cámara, que ahora descansaba sobre una estantería, a modo de reliquia. Nunca estaba mal dedicarle una mirada al pasado, y menos si se trataba de cuando iba al instituto y jugaba al tenis, que todavía era una de sus grandes pasiones.
Los horarios de la universidad eran bastante flexibles, y Fuji tuvo la suerte de haber podido reservar la sala de fotografía coincidiendo con la hora libre del día siguiente. Normalmente había una lista de espera de al menos una semana y media. De alguna forma, él siempre lo conseguía cuando quería.
Lleno de una mezcla de expectación y curiosidad casi infantil, abrió el archivador donde conservaba los negativos de sus trabajos, y sacó el carrete que le interesaba en ese momento, dejando el resto a un lado.
"Fiesta de la amistad."
Era imposible no sentir vergüenza ajena cada vez que leía ese título. Se sentía más aliviado cuando pensaba que no se lo había inventado él, aunque tampoco sabía quién lo hizo. De cualquier forma, el contenido no estaba mal resumido en esas cuatro simples palabras. De hecho, había sido una fiesta para celebrar la amistad, claro está, si se interpreta amistad como "buenas relaciones entre equipos de diferentes institutos", y fiesta… bueno, era una denominación bastante amplia. Podía llamarse así.
Si no se equivocaba, solo habían asistido Seigaku, Hyotei y Rikkai. Pero ya era suficiente. Con eso quedaba claro que podía encontrarse con pura dinamita. Enviaría algunas a ciertos destinatarios, pero sus favoritas irían directas a su álbum secreto, personal e intransferible. Estaba seguro de que serían perfectas para gastar alguna que otra broma inocente. Una pequeñita. O no.
Odiaba esperar a que los negativos estuviesen listos, pero se hizo más corto mientras intentaba que le vinieran a la cabeza más detalles del evento, hasta que por fin alcanzó a ver algunas siluetas negras a través de la luz roja.
Aún más emocionado que antes, si podía ser, se apresuró a enchufar una de las ampliadoras. Comprobó que funcionaba y la luz era lo suficientemente potente, y, una vez se secaron del todo, retiró los negativos de donde los había colgado.
Le temblaban las manos mientras colocaba la primera foto en la máquina y la enfocaba para que se viera con claridad antes de pasarla a papel. Estaba al revés, pero no hacía falta examinarla demasiado para distinguir a los titulares de los tres clubes, cada uno con una pose distinta. Las figuras llenaban hasta el más mínimo espacio del marco. Visto desde lejos, casi parecía una lata de sardinas.
Vale, la primera. Haría unas cuantas copias, por qué no. Esta era una imagen decente, la típica que pondrían en un periódico para explicar la noticia. Era, por lo tanto, aburrida. Las demás serían mucho mejores. Todo tendría su momento.
El carrete había salido casi al completo. Solo faltaron un par de fotos al final. Fuji sabía por qué. Era la misma razón por la cual lo había escondido hasta entonces. Las diez últimas imágenes no eran algo que pudiera ver cualquiera. Eran tan comprometidas que incluso la cámara había optado por no tomar algunas.
Comenzaba a impacientarse. Tenía por costumbre revelar los negativos en orden, pero empezaba a exasperarle que no apareciera nada más interesante que un par de caras deformadas en muecas (que, de acuerdo, eran graciosas) y fotos sonrientes y formales de la cena. Le tentaba demasiado la idea de echar un vistazo a la siguiente tira de negativos.
Su tercer suspiró quedó interrumpido y se transformó en una sonrisa acentuada cuando halló la primera de todas las fotografías que importaban de verdad, no ya únicamente como recuerdo, sino como verdadera obra de arte. Porque lo que tenía que hacer un fotógrafo no era retratar el exterior de una persona, sino sacar su verdadera imagen, capturar su naturaleza en estado puro, el estado salvaje, como solía llamarlo Fuji.
Y tan salvaje.
Muchas gracias por leer :) Este es mi regalo para Fuji por su cumpleaños (29/2/2008).
Hay cuatro partes, las iré subiendo durante el fin de semana ;D Espero reviews
¡Hasta la próxima!
