Este fic participa en el reto «Reto de aniversario: Cinco años y contando» del foro «La Noble y Ancestral Casa de los Black»


1977

1. La rutina


"Mil novecientos setenta y siete, no me diga no,
que no lo presiente, todo lo que cambia lo hará diferente
en el año que nace la serpiente"

1977, Ana Tijoux


La rutina la aburre. Si es que a eso se le puede llamar rutina claro. Rutina pasa su madre es despertar antes que su padre y dejarle el ejemplar de El Profeta en la mesilla de noche al lado de sus lentes para cuando despierte y ordenarle al elfo doméstico que haga el desayuno mientras ella se pone presentable. Rutina para su padre es despertar y sonreír al ver su ejemplar de El Profecta mientras agarra los lentes para leer las noticias más importantes del día hasta que su esposa le grite que el desayuno está servido. Rutina para ella es caminar por los pasillos de una casa ajena intentando mantener el silencio aunque sabe que ya la descubrieron y que la están esperando.

Suspira, empuñando la varita. Al menos no va sola. Pero ni siquiera se sabe el nombre de la familia que vive allí, ni le interesa. No le importa. Al final se la noche van a ser todos cadáveres y la marca tenebrosa va a estar encima de la casa. El asunto ni siquiera es personal. Pero cuando alguien rechaza unirse a las filas del Señor Tenebroso y amenaza con denunciar a un montón de mortífagos en el Ministerio, la cosa siempre acaba con cadáveres. No es personal. Ni siquiera se sabe sus nombres.

«Mejor eso a que estés quemando edificios en las grandes ciudades», dijo Rodolphus cuando la mandaron a ella. Por eso en vez de llevárselo a él jaló de un brazo a Barty para que la acompañara. Barty la entendía o fingía entenderla. Barty también disfrutaba lo mismo que ella. Rodolphus mataba, creía en la pureza de la sangre, no se tocaba el corazón al levantar la varita y condenar a alguien. Pero no tenía el entusiasmo que tenía ella ni sentía lo que ella sentía y mucho menos le interesaba entenderlo. Le interesaba protegerla.

A Barty no, a Barty le interesaba ser parte de su mismo mundo.

Dio un paso en el pasillo, intentando decidir a qué habitación ir primero, a quién iba atormentar primero, pero no le dieron tiempo de pensar, porque vio a una figura salir corriendo, varita en alto, dispuesto a defenderse y a defender a su familia. Lanzó un hechizo no verbal, Bellatrix ni siquiera se preocupó al alzar la varita y defenderse. «¡Protego!», pensó.

Y fue más rápida para lanzar su siguiente ataque antes de que ocurriera algo más.

Incarcerous ―pronunció, apuntando al hombre. Cuerdas surgieron de su varita, atando fuertemente al hombre, haciéndolo caer hacia el frente y golpearse en la nariz. Bellatrix tuvo ganas de rodar los ojos. La rutina la aburría. Daría lo que fuera por encontrarse a alguien que pudiera hacerle frente como duelista, pero no había muchas personas.

Caminó hasta donde estaba el cuerpo caído. Pisó la varita y ni se inmutó al oírla romperse. Probablemente el hombre se había roto la nariz.

»¡Barty! ―llamó. Había caminado en sentido contrario a ella, con la varita en alto―. Tenemos trabajo.

El chico se acercó. Bella sonrío. Todavía tenía cara de niño pero ya lo había llevado a causar incendios en Londres. Ya lo había llevado con los demás. Lo había ayudado a matar a alguien y le había enseñado a pronunciar la maldición asesina. Él alzó una ceja al ver el cuerpo y con un movimiento de varita hizo que levitara.

―Vamos ―dijo Barty, en completa calma―, tenemos trabajo. ―Dirigió el cuerpo a la habitación principal.

Trabajo. Curiosa manera de decirle. Rutina. Bellatrix lo siguió hasta la habitación principal de la casa y con un movimiento de varita cerró la puerta tras de sí. Los gritos no tardarían en escucharse.


Andrea Poulain

a 3 de julio de 2017