Declaración: La mayoría de los personajes pertenece a sus respectivas autoras (Kyōko Mizuki e Yumiko Igarashi), yo me limito a dejar libre mi imaginación para que juegue con ellos un rato. Como de costumbre, por y para esparcimiento.

.

Advertencia: Esta historia comienza con un SongFic de título "Il mundo", pero también es el completo del oneshot "Otro adiós". Por lo que pido abstenerse de leer si se tiene la idea fija de que Terry y Candy deben que estar célibes y amargados hasta reencontrarse definitivamente. Recuerden que en mi loca mentecita ellos siempre terminaran happy together.

.


El mundo

By: Gissa A. Graham

Introducción.

.

Escocia, 28 de enero, 1924

.

Los diáfanos rayos del sol se colaban a través de los huecos de las cortinas entreabiertas, dirigiendo su halo de luz hacia la rizada cabellera obscura que se hallaba esparcida y enredada por la almohada, produciendo con esto un efecto enigmático sobre la chica de piel trigueña ahí acostada. Terry desde el marco de la puerta del dormitorio no podía hacer otra cosa excepto mirarla, ahí tendida boca bajó con los brazos extendidos por encima de la cabeza y una sonrisa picara en los labios estaba esa chica que había ocupado un enorme lugar en su corazón sanando heridas pasadas, curando su alma errante, ¿cómo no amarla cuando ella estuvo ahí en su peor etapa sin juzgarlo, ni presionarlo? Como aquella otra chica de ensortijado cabello, a quien también amaba a pesar del tiempo, claro que era diferente, una era su esposa, la otra su inefable amiga, amistad que extrañamente había comenzado en Italia, después de… de darse "otro adiós". Los años los habían hecho personas maduras, agradecidas con la vida por poder tener esa nueva oportunidad de sanarse, de liberarse y comprender lo bueno y malo de sus decisiones.

Pero en ese preciso instante, esa mujer recostada frente a él era una de las visiones más hermosas que hubiese visto en toda su vida, sólo superada por la pequeña muñequita de dos meses que llevaba en sus brazos.

—Tranquila –le susurraba tiernamente a la pequeña que comenzaba a inquietarse–, no vayas a despertar a mamá, ha estado algo cansada estos días –por supuesto que su inconfundible y endiablada sonrisa de medio lado no se hizo esperar.

Su bella hija lo miro como sí comprendiera. Aún no se podía saber el color exacto de sus ojos pero todo parecía indicar que serían azules, como los de él, como los de su abuela Eleanor y como los de su hermano mayor, Liam. Con una enorme sonrisa Camille le decía feliz cumpleaños número veintisiete a su padre.

.

.

Lakewood, 11 de febrero, 1924

.

"La Mansión de las rosas", era el nombre con el que la comunidad de Lakewood nombraba la gran residencia de descanso de la familia Andley, apelativo ganado por el hermoso portal alguna vez creado por el querido Anthony. Ese día, como casi cada fin de semana, la casa estaba hecha un caos, cuatro torbellinos de entré uno y cuatro años se divertían corriendo y escondiéndose en el inmenso jardín, al tiempo que sus padres jugaban a encontrarlos. Ese era un día soleado y muy tranquilo uno de esos en los que la mayor preocupación de los habitantes del lugar era divertirse, días merecidos después del huracán de emociones de años atrás cuando los sentimientos confundieron amor con hermandad y amistad.

—"Pequeña" –la voz imponente y afable de William Albert Andley se dejó escuchar por el jardín–. Te ha llegado otra carta.

—Albert, ¿no te parece que a mis casi 26 años soy algo mayor para que me sigas llamando "Pequeña"? –al igual que diez años atrás Albert seguía entregando las cartas que cierto actor inglés le mandaba a cierta enfermera rubia, sólo que ahora Albert no era más una imitación de vagabundo, ni mucho menos era amnésico, sino un empresario millonario cabeza de la familia Andley así como Candy no era más una enfermera sino una doctora engrasada a penas un año atrás.

—Sólo di gracias Candy, porque yo te llamare como quiera mientras legalmente sigas siendo mi hija –se burló Albert mientras hacía entrega de la carta y se sentaba en una silla bajo la sombra de unas sombrillas de jardín.

—Gracias… "padre" –contesto la rubia de manera burlona, pues a pesar de ser la hija adoptiva del patriarca Andley su trato y cariño era de hermanos lo vivido entre ellos en años anteriores los habían hecho comprender que la manera en que se amaban era indestructible sin embargo su amor era completamente fraternal.

—¿Nuevamente carta de Terry? –pregunto Annie, ahora Cornwell.

—Sí, ya sabes que cada dos meses recibo carta de él.

—Insufrible aristócrata –Archiebald también se sentó cansado de corretear a sus hijos, dos niños que jugaban con las gemelas hijas de Albert y su esposa Clarisse, mujer quien aún seguía persiguiendo a los pequeños.

—Cierto, un mes le escribes tú, al otro él te responde –Annie optó por ignorar el ácido comentario de su esposo.

—Sí, por eso me extrañó cuando me dieron la carta –comentó Albert– será dos semanas que le escribiste para felicitarle por su cumpleaños, no suele responder tan rápido a menos que surgían cosas extraordinarias como cuando nació su hija.

Candy sintió un pinchazo en su corazón cuando escucho aquello, pero su sonrisa no disminuyó, aún con dolor en su corazón se sentía muy feliz por Terry, porque después de mucho tiempo encontró la felicidad junto a una bella chica que lo comprendía y sobretodo le correspondía, con la que había logrado formar esa familia que tanto tiempo le fue negada, pero a pesar de sentirse feliz, la rubia cada vez que escuchaba o leía algo de o sobre Terrence no podía evitar pensar en lo que había hecho aquella noche de invierno, no podía evitar preguntarse «¿Todo hubiera sido diferente sí yo no hubiese renunciado a él, sí él me hubiese hablado de todo desde que llegue, sí ambos hubiéramos dicho lo que nuestros corazones guardaban?» pero el verbo "haber" tiene conjugaciones que no sirven para nada como "hubiera o hubiese". Al final ellos tan jóvenes ¿cómo podían haber sabido que a la caprichosa Susana se le acabaría tan pronto el inmenso amor que decía sentir por su co-protagónico?

—Pero esa vez, cuando nació Camille, de tan emocionado que estaba te mando telegrama urgente, mismo que leíste dando pequeños saltos de emoción al saber la llegada de una niña –Annie habló devolviendo a la rubia a la realidad, la pelinegra reía al recordar como Candy había estado tan emocionada con la noticia como si ella hubiese sido la madre.

—¡Hay! ¡Por favor! – Archie rodando los ojos comentó –. No comprendo cómo su esposa no se molesta de esa extraña amistad que ustedes dos tienen, y mucho menos entiendo cómo es que nunca le has dicho sobre tu divorcio de Gianluca, ese italianito aún más idiota que Grandchester.

—Archie.

Annie le reprendía, sabía que su esposo quería a Candy como hermana y que por eso le molestaba que los hombres que supuestamente más habían amado a la rubia hubiesen decidido, por distintas razones, alejarse de ella.

—No puedo decírselo, Terry cree que estoy felizmente casada, por eso me cuenta todo tan fácilmente en sus cartas, si le dijera que me he divorciado él no me hablaría con tanta confianza, no le gustaría regodearse de su alegría mientras yo al perecer no la tengo.

—Siempre pensando en los demás "Pequeña".

—Que ya no soy "Pequeña", Albert –dijo sacándole la lengua para luego reír. Así se retiró un poco del grupo para abrir su carta.

No pasaron más de diez minutos, en cuanto Candy la leyó la misiva regreso de inmediato con los ojos brillantes de lágrimas.

—Tengo que partir de inmediato a Escocia.

—¿Qué ha sucedido?, ¿Le pasó algo a la pequeña? –Albert pregunto preocupado levantándose de su asiento.

—Josephine murió hace una semana.

Diciendo aquello hecho a correr sin poder evitar que las lágrimas recorrieran como sinuosos ríos sus mejillas, sentía el dolor como propio, sólo había visto una vez a la esposa de Terrence, justo el día de su boda, en una visita fugaz a Nueva York para regresar a Europa. Ella había visto que feliz se veía él y con eso sintió su corazón más ligero. Pero eso era completamente diferente, ella se había ido, la mujer que se caso con Terry se había ido, la diferencia es que en está ocasión el británico tenía a sus dos hijos como consuelo, él no estaba completamente solo, pero la ex enfermera sabía perfectamente que perder a su esposa era unos de los golpes más duros que Terrence recibía, sabía que la manera en él pudiera asimilarlo probablemente no sería la mejor, como cuando huyó a Rockstone después de la innombrable separación. Corriendo la rubia entró a su habitación, cerró la puerta tras de sí para recargada de ella deslizarse hasta quedar sentada con las rodillas junto a su pecho y seguir llorando, le dolía en el alma pensar el dolor que estaba padeciendo él.

Continuará…

.

Gracias por perderse entre mis letras.

.

.

De mis letras:

Hermosas y queridísimas lectoras, aquí una nueva historia. Ok recibo estoica los jitomatazos, sé que los mereceré por hacer sufrir a este par, pero juro que no será mucho y que valdrá la pena, ya saben que no me gustas el drama excesivo además de que soy Terrytana y no puedo ver sufrir a nuestro Bombón inglés, por eso quise que conociera la felicidad con alguien más que Candy, que tuviera estabilidad, además en está ocasión quiero sacarlo de sus dos cotidianos papeles en continuaciones del anime: el mujeriego y el siempre enamorado que se encierra taciturno en sí mismo en espera eterna de su novia de juventud. Lo mismo para Candy, que encontrará amor en otro aunque sólo fuera temporal, pero que cociera más allá. Así que está es la historia de como continuaron sus vidas para inevitablemente volver a estar juntos a pesar del tiempo y la distancia que parecía separarlo, primero como amistad, luego como un amor que creció, maduro y renació.

El primer capítulo en una semana. El epílogo y la boda de "Momentos" tardará pero llegará.