Disclaimer: Los personajes de Inuyasha no me pertenecen, son exclusivos de Rumiko Takahashi. Esta historia está libre de fin de lucro.
Capítulo editado.
CAPÍTULO UNO
Abrió los ojos con fastidio ante la insistente llamada de la entrada de su departamento. El maldito sonido se repetía constantemente, con el fin de hacerlo cabrear. Cosa que había logrado, porque, sin duda, mataría al portero de turno que se encargaba de la recepción del edificio.
Quitó la sábana que le cubría y cogió el pantalón, colocándoselo tan rápido como sus sentidos estaban despertando. Echó su cabello hacia atrás y por el rabillo del ojo se encontró con la figura femenina que descansaba en la cama.
El oscuro cabello cubría gran parte del rostro de la mujer, al contrario del cuerpo, el cual estaba completamente desnudo, demostrando las agraciadas curvas y la tercia piel que estaba bañada de sudor y sexo. Había sido una buena noche para ambos.
Dejó eso de lado y se retiró de la habitación dando camino hacia las escaleras, descendiendo al primer piso del pent-house para llegar al molesto interruptor, el cual seguía sonando una y otra vez. Era un maldito calvario para su cabeza, que ya empezaba a dolerle.
Apretó el boto que parpadeaba al son que el timbre marcaba y habló:
—Dame una buena razón para no hacer que te corran de tu empleo —bramó amenazante.
—Lo está buscando una señorita, y me insiste en que la comunique con usted —argumentó con nerviosismo—. Yo sé que no acepta visitas, pero me ha dicho que no se irá de aquí hasta que usted la atienda. Señor, no cede ni con amenazas —hizo una pausa—. No sé qué hacer, en verdad que siento mucho el molestarlo, pero…
—Cállate —lo interrumpió—. ¿Quién es?
—Su…su…su nombre es… Rin Lowell, señor.
Rin Lowell.
Apretó su quijada con tanta fuerza, que logró que sus muelas rechinaran entre sí. Su enojo no era en vano, lo que estaba pasando ya era el colmo, y todo gracias a esa mujer.
Rin era hija de André Lowell, un empresario importante tanto en Japón, como en Europa. Era socio de su compañía y amigo de sus padres. Lo conocía desde que era un niño, cosa que no podía decir de la hija. La cual, desde hace una semana, estuvo buscando la manera de entablar un encuentro con él.
¿Para qué?
No tenía ni la más mínima idea, ya que le había rechazado, más bien, ni siquiera se había tomado la molestia de atender sus llamadas. Todas habían sido recibidas por su secretaria.
Pero ahora la mujer se encontraba ahí, algo que realmente no se esperaba. Nunca se le había cruzado por la mente que fuera a llegar a esos extremos. Ir a buscarlo a su departamento y amenazar con no irse hasta que le atendiera. Estaba seguro que ni amedrentándola con el personal de seguridad no se retiraría, sino todo lo contrario.
¿Quién se atrevería a tocar a la hija de un importante magnate?
Sonrió de lado al pensar que sería el único que poco le importaría de quien fuera hija. Esa mocosa, se lo había ganado con creces.
—¿Se…se…señor? —Tartamudeó temeroso.
—Que suba.
—¡Sí, señor!
Se apartó del interruptor y dio camino nuevamente hacia la planta alta, para ponerse algo más. Que, a pesar de estar en su casa, no era manera de recibir a su «invitada».
Al entrar a la habitación se encontró con que la pelinegra aún seguía dormida, y quizás era lo mejor. Pero le sorprendía que el molesto ruido del interruptor no la hubiese despertado aún.
Negó con su cabeza para dejar de lado aquellas ideas y centrarse en lo que importaba ahora. Así que entró al armario y cogió un par de prendas y se cambió rápido, no tenía intensión de perder tiempo. Mientras más pronto se deshiciera de la molesta visita, mejor.
Se sujetó el cabello en una sencilla coleta y volvió sus pasos hacia el piso inferior, en donde se encontraría con Rin. Si es que el elevador transitaba rápido, ya que los fines de semana es cuando más uso le daban.
Al bajar los peldaños se encontró con la mujer que le daba la espalda, ya que parecía bastante entretenida viendo la grande ciudad, vista que le proporcionaba el enorme ventanal del pent-house.
El hombre se detuvo en el antepenúltimo escalón y la observó fijamente. Ella no tardó en darse cuenta de su presencia y giró sobre sus talones para verse la cara de una vez por todas. Y eso fue lo que menos se imaginaba.
Vagamente recordaba a la hija de André, ya que sólo habían llegado a cruzar palabras para dar un forzado saludo. Pero la joven mujer que le miraba expectante, no era para nada como la recordaba. Quizás le había prestado tan poca importancia las veces que llegaron a coincidir. Pero ahora, solamente tenía a una completa extraña en todos los aspectos.
—Me gustaría disculparme, pero no me dejó más alternativa que recurrir a esto —dijo—. De alguna manera tenía que hacerlo salir de su guarida, Sesshōmaru.
—De una manera desagradable —terminó por bajar las escaleras y se encaminó hacia la dirección donde se encontraba Rin—. Me gusta mi privacidad, pero usted ha roto ese ciclo. Eso me hace enfadar.
—Si hubiera tomado mi llamado, no estaría en estos momentos aquí —le sonrió—. Pero como dicen, él hubiera no existe, así que…
—Yo no tengo nada que tratar con usted, Rin.
—Pero yo sí —emitió con serenidad.
El albino siguió con la mirada cada movimiento que ella daba, al recorrer lo largo del ventanal, bastante entretenida con la vista que se le proporcionaba. Mientras él le observaba sin reparo alguno. No podía negarse que le estaba regalando una tentativa vista.
Rin poseía un hermoso cabello castaño que le llegaba hasta el nivel de la cadera. Su rostro era armonioso con esas líneas sutiles; grandes ojos marrones que estaban decorados por unas largas y tupidas pestañas, una nariz pequeña y respingada. Y, para terminar, poseía unos labios carnosos que sobresalían por el labial rosa mate, que era lo que más resaltaba en su fas.
La cara de niña buena, que no rompía ni un sólo plato. Eso era lo que aparentaba.
—Lo dudo.
—Si me escucha, tal vez cambie de parecer.
—Espero tenga algo bueno, porque tiendo a ser grosero cuando me hacen perder mi tiempo.
—¿Más? —Rió.
Frunció el entrecejo por el confiado comentario, que, a él, no le había causado ninguna gracia. Hecho que ella no percibió o simplemente pasó por alto.
—Hable.
—Se trata de un negocio —hizo hincapié en la última palabra—, que sin duda nos traería grandes beneficios a ambos…por igual, para variar.
—¿Qué clase de negocio?
La castaña giró sobre las puntas de sus pies, logrando que su densa melena bailara armoniosamente ante repentino acto. Sin quitar ese insistente brillo en los iris chocolate y esa amplia sonrisa, que le mostraba la perfecta y blanca dentadura que poseía.
—El negocio de su vida, Sesshōmaru —ladeó su cabeza, efecto que la hizo verse inocente, mucho más de lo que ya aparentaba—. Se lo puedo asegurar.
—Pruebe.
—Bueno, realmente ahora mismo estoy pensando en cómo abordar el tema. He recibido tantos rechazos de su parte, que mi amplio monologo se perdió en el proceso —infló las mejillas y su ceño se frunció.
Respiró profundo, calmando sus ganas de agarrar a la chica y sacarla del apartamento. Pero no deseaba perder a uno de sus mejores aliados, por culpa de la atolondrada hija.
Así que sólo se limitó a cruzarse de brazos y posó su mirada en Rin, esperando a que encontrara las palabras que le sirvieran para empezar a hablarle del dichoso «negocio». Del cual aseguraba, debía ser una estupidez digna de una niña caprichosa.
Le contempló con más detalle; no sólo era una cara bonita, sino también poseía un cuerpo llamativo, al menos lo que aquellas ropas revelaba. Con aquella chaqueta azul celeste y la blusa blanca a medio fajar, mostraban que tenía unos senos a la medida, ni muy grandes ni muy pequeños. Su torso era largo y se mostraba por el pantalón de mezclilla a la cintura, que acentuaba las ligeras curvas, en especial, la amplia cadera. Seguida de unas largas y esbeltas piernas. Tenía un cuerpo digno de una modelo europea. No había duda que los genes de André, había predominado en su hija. Ya que también era bastante alta, le llegaba al nivel del hombro o un poco más, con unos simples y blancos Vans.
—Cómo tendrá entendido, yo soy hija única.
Dirigió su vista de nuevo al rostro de la mujer.
—Y por ende soy la heredera de todo lo que mi padre posee. Con ello, va incluida la compañía textil. Eso me convierte en la siguiente al mando, por decreto familiar.
No dijo nada, entendía a lo que se refería. El emporio Lowell se manejaba por monarquía, era decir, que el siguiente al mando debía pertenecer en el núcleo familiar, de preferencia el hijo primogénito.
Al ser la única hija que tuvo André, ella se convertiría en la siguiente cabecilla del negocio textil.
—Y verá, yo no estoy muy contenta con ello —suspiró con cierta frustración—. Aunque mi padre jamás me ha presionado, incluso, jamás me orilló a cumplir con una carrera que me prepara para ello. Él espera que al final me haga responsable de su puesto. Lamentablemente, no pretendo realizar tal cosa. ¿Sabe lo que significa eso?
—Los socios escogerían el nuevo líder mediante votos —respondió—. Se rompería el legado familiar.
—Así es, y eso tampoco es algo que planeo permitir.
—No quiere hacerse cargo de la empresa, pero tampoco quiere que alguien más la maneje. No se puede todo en esta vida, Rin.
—Para los que no son suficientemente inteligentes —sonrió soberbia. Algo que fue un contraste abismal con su porte dócil—. Me temó, que no soy alguien que se arriesgue y mucho menos le guste perder. Es por eso que he venido a buscarlo a usted.
—¿En qué podría servirle? Poco tengo que ver con su problema.
—Mi padre es socio constante de su empresa, por la amistad que hay entre nuestros padres, ¿o me equivoco?
No dijo nada.
—Por ende, a usted no le convendría que eso cambiara. Ahora que es usted el nuevo líder de la compañía Tukusama.
—¿A dónde quiere llegar? —Aquello le había molestado.
El albino tenía presente que perder vínculos con la empresa textil, podría ocasionarle demasiados problemas a su emporio, ya que ellos requerían de la materia prima. Y no había compañía más importante en ese gremio como la de los Lowell.
—Para que usted ni yo perdamos en el proceso, le sugiero un trato —hizo una pausa y roló los ojos pensativa, quizás buscando la frase adecuada para terminar su oración—, en dónde usted termine liderando la empresa de mi familia. Que sea mi representante ante la mesa directiva de la empresa.
—Me está ofreciendo su puesto, como si se tratara de un juego de niños —mostró una sórdida sonrisa—. Creo que no sabe de lo que me está hablando. Aunque sea la accionista mayoritaria y siguiente líder por legado, usted no pude realizar dichas acciones sin el consentimiento del comité directivo.
—Lo sé —sonrió—. Pero también tengo presente, que la única manera en que los asociados no intervendrían, sería en que usted tomara ese poder mediante una unión familiar.
Se quedó en un profundo silencio, limitándose a sólo observar a la mujer que tenía en frente. Quien permanecía con esa actitud pacífica y sonriente, como si lo que acabara de decir fuera lo más normal del mundo.
Estaba dudoso si tomar aquello cómo una estrategia perfecta o que en realidad Rin era bastante estúpida para confiarle tal cosa a él. Una persona que ni siquiera conocía.
Aunque también tenía presente que, cómo ella había dicho, podría ser el mejor negocio que podría realizar en su vida. Que manejar la empresa que les ofrece el pilar que sustenta a la suya. Le favorecía de sobremanera.
—¿Qué manera es esa de comprarse un marido?
—No se equivoque —su repentina seriedad lo desconcertó—. Estoy comprando a un presidente para la compañía. El que se convierta en mi cónyuge, es sólo un plus sin importancia.
—¿Por qué yo? —Espetó, ignorando el mordaz comentario.
—Es la mejor carta de mi mazo, así de simple —su actitud volvió a suavizarse—. Mi padre no se cansa de hablar de usted, de lo bueno que es para los negocios y en el excelso líder en el cual se ha convertido. Sesshōmaru Tukusama, resulta ser toda una maravilla para mi padre. Si hubiera sido por él, le encantaría tenerlo como hijo —rió—. Y a mí, al tenerlo como hermano. Me hubiera facilitado muchísimo más las cosas. Pero sólo es un sueño imposible —alzó los hombros sin darle más importancia.
—¿Qué la orilló a tomar una solución tan arriesgada?
—El tiempo, supongo —volvió su atención hacia el ventanal—. Mi padre cada vez se ve más cansado y su salud…no ha estado bien últimamente. ¿Qué decir de mí? Ya no soy una jovencita, como para disponer de tiempo que ya no poseo. No quiero arriesgarme y perder todo lo que mi familia ha conseguido con creces.
Se hizo un silencio entre los dos, podría asegurar que estaba perdida en sus pensamientos al igual que él. Ya que trataba de entender el proceder de la castaña. También el saber si tomar eso con seriedad o simplemente dejarlo pasar. Sin embargo, esta última opción no podía contemplarla. Por muy extraño que pareciera, si las cosas se descarrilaban en emporio Lowell, no tardaría en perjudicar al suyo. Era un suceso en cadena, tan simple como eso.
El que se tocara el tema del matrimonio, era algo que le desagradaba completamente. Le gustaba demasiado su soltería y la soledad que estaba cargaba. No quería tener ningún tipo de compromiso con nada ni nadie. Pero que de la noche a la mañana le propusieran un jugoso negocio, mediante un contrato matrimonial —porque era lo más adecuado—, cambiaba muchas cosas.
Sin olvidar el pequeño detalle de lo poco que conocía de Rin, realmente su información sobre ella era nula. El saber que era hija de André Lowell, no le servía de nada. Simplemente estaba en ceros con dicha mujer.
Lo más molesto de la situación, es que ella parecía tenerle una pequeña ventaja en ese aspecto. André parecía hablar de él, aunque fuera solamente de cuestiones de trabajo. Ya que de lo que se trataba de su vida privada, estaba seguro que la castaña estaba en la misma situación que él.
—No quiero una esposa —fue sincero. Con ello se ganó de nuevo la atención de su acompañante.
—Ni yo un marido, ya se lo dije —volvió a ladear su cabeza, logrando que su cabello callera sobre su hombro de manera grácil—. Mi interés hacia usted es nulo, se lo puedo asegurar. Pero es la única manera en que puedo ponerlo en el podio.
—¿Por qué confiar en mí?
—¿Por qué no?
—No me conoce.
—Lo que me interesa ya lo sé, no necesito más.
—Es demasiado ingenua —le advirtió—. Usted en realidad no sabe nada de mí.
—¿Quiere hacer que dude de mi plan? —Se quedó pensativa—. Lo siento, pero cuando tomó una decisión, no existe persona o fuerza en este mundo que me haga cambiar de opinión, Sesshōmaru. Soy una mujer de visión y bastante ambiciosa.
—No me conoce —le remarcó—. ¿Qué le hace pensar que no la traicionare en el proceso?
—Me han dicho muchas cosas sobre usted —dio unos cuantos pasos hacia adelante, quedando más cerca. Lo estaba enfrentando deliberadamente—. Lo consideran más como un demonio, que como un humano. Es frío, orgulloso, soberbio y prepotente, sin olvidar que tiene un carácter insoportable. Es una persona perfeccionista y siempre actúa a su conveniencia. Sin olvidar que lo consideran un prodigio en el mundo empresarial —se inclinó hacia él—. Pero también sé, que usted no es de esos que juegue mal.
»Su ego es tan grande que no se permite ganar por los medios equivocados. Le gusta aplastar a sus contrincantes de manera justa. Parece ser, que eso le hace sentir más poderoso, ¿o me equivoco?
—Parece que ha tomado su trabajo muy en serio, Rin.
—No doy pasos en falso —mencionó segura—. Me gusta ganar, así que no me permito errar.
—Tal vez yo sea su primer error —insistió.
Rin rió sutilmente al momento en que trotó a su lado, yendo directamente hacia la sala. Le vio atento, la mujer parecía curiosa ante algo.
—Le sorprendería saber, que no es la única persona que no comete errores —exclamó divertida—. Usted no es ningún error, es la carta de mi libertad.
—Parece muy convencida.
—Lo estoy.
—Aún no he aceptado.
—Lo sé —viró hacia él—, pero lo hará al final.
—Esa arrogancia es demasiado para usted.
—¿Le parece? —Sonrió—. Supongo que es algo que tenemos en común.
—No estoy para juegos, Lowell.
—No lo hago, he sido clara y sincera con todo lo que le he dicho —rascó su mejilla—. Lamento si mi apariencia no concuerde con mis palabras. Siempre ha sido un problema encajar mi aspecto con mi personalidad —exhaló estrepitosamente—. Pero para que vea que estoy tomando todo esto con la seriedad, hagamos algo.
»Le doy toda una semana para que lo medite, lo consulte o que se yo. Siete días es suficiente para que pueda darme una respuesta —sugirió.
Siete días era suficiente para investigar a la mujer y descubrir si realmente había algo más allá que un simple negocio.
Tenía presente que no era nada bueno el confiarse de las mujeres, eran manipuladoras, inteligentes y mezquinas. Estaba tan seguro de ello, porque había vivido gran parte de su vida con la mujer más cínica, astuta y excéntrica de todas, su madre.
Era ese el motivo por el cual no se dejaba llevar por lo que sus ojos veían. Que si bien, Rin era una mujer cargada de dulzura y mostraba tener una sencillez natural, eso no le daba garantía que su personalidad fuera igual. Incluso ella ya había hecho hincapié a dicho detalle. Teniendo en cuenta la manera en que se explayó con él.
¿Era tan verdadera cómo sus palabras lo mostraban o solo era una buena actriz?
Cual fuera la realidad, ninguna le atraía en absoluto. No le gustaba arriesgarse con mujeres así. Con la que tenía en su habitación, ya era más que suficiente. Después de todo, eran tan parecidos, que ninguno estorbaba al otro.
¿Qué clase de mujer educó André?
En ese momento, una interrogante vino a su cabeza y pretendía obtener una respuesta inmediata.
—¿Y qué opina André?
Rin dirigió nuevamente su atención hacia él, sus largas pestañas aleteaban constantemente, mostrando la turbación que había provocado con esa simple cuestión. Algo que revelaba para donde se estaba dirigiendo la «negociación del año».
—No lo sabe —dijo seguro.
—No tiene porque saberlo.
—¿Motivo?
—Que jamás permitiría que esto se llevara a cabo —hizo un leve puchero—. Mi padre jamás me ha impuesto nada, ya se lo dije. Por ende, no permitirá el que me case con alguien, sólo para mantener la empresa en nuestro poder.
»Se vuelve un tanto torpe cuando se trata de mí —espetó desanimada—. Supongo que aún espera que el día que me una en matrimonio con alguien, sea porque estoy enamorada… —Rió—. Cosa de padres, supongo...
—Así que le mentirá, si yo acepto tú oferta.
—Una mentira piadosa no le hace daño a nadie —expresó con tranquilidad—. Mentir no es tan malo, cuando se hace por un buen motivo. ¿No piensa igual?
—No recurro a las mentiras.
—Para todo hay una primera vez —alentó alegre.
—No dé por hecho nada —masculló molesto—. Su propuesta sigue sin agradarme.
—Siete días serán suficientes para que eso cambie —dijo con seguridad.
—¿Qué pasara si le digo que no, Rin?
—Ah… —Colocó el dedo índice en su barbilla y alzó los ojos, mostrándose pensativa.
—¿Cuántos más tiene en la lista? —Espetó con acritud.
—A parte de usted… —Su sonrisa se amplió—…ninguno.
—¿Es decir que soy su única opción?
—¡Sip! —Exclamó.
—¿Qué hará si le digo que no? —Volvió a cuestionarla.
—Insistir hasta que me dé el sí.
El albino frunció el entrecejo y su boca se torció con desagrado. El ser acosado por una mujer, no era una opción. Simplemente haría que llegara al límite y le mostraría quien era en realidad Sesshōmaru Tukusama.
—No se lo recomiendo —advirtió con desdén.
—La advertencia de un demonio, ¿no es así? —Su actitud bonachona se borró—. Desconozco realmente que tan «atemorizante» pueda llegar a ser, pero tenga por seguro, que muy poco podría hacerme. Soy inmune a los demonios, así que no se preocupe tanto por mí, puedo darle una digna batalla.
No dijo nada al respecto, dejó que esas palabras fueran solamente eso, palabras. Liarse en ese momento por esa altanería, no era precisamente un buen comienzo. Debía tranquilizarse, ya tendría el tiempo suficiente para medir el terreno, si es que las «amenazas» de Rin fueran ciertas. Aunque lo dudaba.
Simplemente era una mocosa con la boca muy grande.
—Sesshōmaru, yo no quiero ser su enemiga, ni mucho menos. Si pretendo que usted acceda y me apoye, quiero hacer esto lo más ameno y aceptable para ambos —sonrió—. Sólo quiero que seamos tan buenos socios, como lo han sido nuestros padres desde que se conocen.
—En siete días —fue cortante—. ¿Eso es todo lo que quería decirme?
La castaña suspiró y asintió con su cabeza, mientras veía hacia otra dirección que no era la suya. Mostrando que también estaba llegando a su límite al soportar tan peculiar charla. Algo que agradecía internamente. Deseaba que se fuera antes de que su compañera de cama despertara y se diera cuenta de la presencia de su visita indeseada.
—Supongo que es suficiente por hoy. Al menos ya conseguí que me escuchara —se hincó al costado del sofá negro—. Es hora de que me marche —se incorporó y giró nuevamente hacia él, pero con una socarrona sonrisa y un sujetador de encaje en la mano—. No quiero importunar a su acompañante —le aventó la prenda, que atrapó sin problema alguno—. Provecho —le guiñó el ojo para después reír.
Rin se dirigió hacia el elevador, el cual no tardó en abrir sus puertas para ella. Al momento en que entró y se posicionó al fondo de este, le miró fijamente, con una sonrisa pintada en sus labios rosado y con la mano alzada que movía sutilmente en forma de despedida.
Gruñó entre dientes, al momento en que la figura de la mujer desapareció por completo. Lo había irritado excesivamente, por sus confianzas y la manera en que lo encaró sin temor alguno. Quizás esto último fue lo que más le molesto, ninguna mujer le había retado de tal manera como ella lo había hecho, y sin mostrar en ningún momento algún dejo de nerviosismo o miedo.
Rin era la versión femenina de André. Ambos eran cínicos y desesperantes. La única cosa que podría salvarla, es que era mujer y una demasiado atractiva, a pesar de tener tan remarcado ese porte pueril y cálido.
¿Qué si las apariencias engañaban?
Chasqueó la lengua al formularse esa pregunta para sí mismo, ya que no podía dudarlo. Acababa de vivirlo, y que mejor que una desconocida que le parece de lo más inocente y le resultaba ser todo lo contrario.
Tomó asiento en el sillón, su mirada se quedó perdida en un punto incierto y sus dedos sentían la textura del brasier.
Tenía presente que era una proposición demasiado arriesgada, pero no era mala. Ese tipo de oportunidades sólo se presentan una vez en la vida, por muy extrañas que parecieran.
Si fuera un novato, le hubiera dado una respuesta inmediata, pero ese no era el caso. Por muy tentativa que fuera la oferta, tenía que investigar y después pensarlo, porque no sólo se trataba de tomar el control de una empresa más, sino lo que conllevaba el unirse a alguien que realmente desconoce.
Lo único que tenía entendido, era que se trataba de la hija de André; que, a pesar de verse joven, era casi de su edad, quizás uno o dos años menor que él. Y lo poco que le había mostrado hace unos instantes. De ahí, era como tener una hoja en blanco o un maldito regalo sorpresa
¿A qué se dedicaba?
¿Con quienes se relacionaba?
¿Qué vicios tenía?
¿Era problemática?
Esta última la aseguraba, se había metido en una situación muy peligrosa al haber recorrido a él. A pesar de su seguridad y la manera en que lo encaró, poco le serviría en un futuro —si es que dicha situación llegase a darse—, porque el que dictaba las reglas del juego, siempre era él. No permitiría que una chiquilla malcriada, quisiera sobreponérsele.
No tenía duda de que la bajaría de la nube en la que se encontraba montada.
—Sesshōmaru, ¿has visto mi brasier?
Dirigió su vista hacia la pelinegra, que estaba sujetando su cabello en una coleta, mientras bajaba las escaleras. La mujer sólo portaba su camisa azul, que estaba a medio abrochar, fungiendo como un pronunciado escote, dejando ver los cremosos y bien formados senos. Sin olvidar la desnudes de las largas y torneadas piernas.
Bajó la mirada para observar la prenda que aún tenía en su poder, ya que así lo había querido la castaña.
Una mueca similar a la de una sonrisa se hizo presente en el albino, al darse cuenta que eso era lo que había llamado la atención de Rin, cuando esta se dirigió hacia el sofá y se quedó mirando al suelo durante un largo tiempo. Se había guardado su descubrimiento para al final.
—¿Me estas prestando atención, cariño?
—Ten —Le entregó el sostén, al momento en que se levantó del asiento.
—Por cierto, ¿con quién hablabas? —Preguntó, cuando cogió el brazo del sillón como asiento—. Me pareció escuchar la voz de una mujer.
Se detuvo y miró a la pelinegra sobre el hombro. Ella tenía la atención puesta en la prenda íntima, pero eso no quitaba que había preguntado con interés. Después de tantos años de ser amantes, era imposible no conocerla.
En ese momento una idea se hizo presente, la cual sólo sería de prueba. Quizás, con un poco de suerte, obtendría algo de la mujer.
—Kagura.
—¿Sí? —Alzó la mirada escarlata con cierto enfado, por no haber obtenido una respuesta.
—¿Conoces a Rin Lowell? —Espetó con ecuanimidad.
Kagura no apartó su vista de él, que se mostraba bastante curiosa por la cuestión realizada. Pero eso pasó a segundo plano, al momento en que volvió a tomar la misma actitud de siempre.
—Sí —respondió sin vacilar—. ¿A caso la tienes en la lista?
Ignoró la pregunta y se viró para enfrentarla, ya que su interés seguía en él. Algo que le indicaba, que, tal vez, Kagura le sería de ayuda de alguna manera.
—¿Qué sabes de ella?
—Muchas cosas…las cuales no puedo decirte —mencionó sin más, volviendo su atención hacia la prenda que tenía entre las manos.
—¿Motivo?
—Porque es mi amiga.
Guardó silencio, escudriñando a la mujer con la mirada, esperando que esta estuviera mintiendo o le estuviera cascando una broma. Pero no se inmutó en ningún momento, seguían tan serena como siempre. No podía creer que esas dos mujeres fueran amigas.
—¿Desde cuándo la conoces?
—¿Por qué tanta insistencia? —Expelo aburrida.
—Responde.
Kagura roló los ojos con tedio y torció la boca, no se le veía con ánimo de entablar esa platica, pero lo haría. Siempre terminaba cediendo.
—Alrededor de cuatro años, más a o menos.
—¿De dónde la conoces?
—En una entrevista que me realizó, para la revista en la cual trabaja.
—¿Revista? —Preguntó interesado.
—Es redactora de una revista de moda —una cínica sonrisa se hizo presente en los labios de Kagura—. Es extraño que no conozcas nada de la hija de André, a pesar de que son socios…
Sus ojos se clavaron de lleno en Kagura, había entendido por donde se había dirigido la plática, y eso no le gustaba para nada. En especial, al escuchar que la castaña trabajaba en una revista, específicamente de moda.
No es que fuera paranoico, revistas de moda en Japón había por montones. Pero su instinto le estaba formulando una despreciable idea. Si estaba en lo cierto, podía empezar a encajar algunas piezas del rompecabezas que le había presentado la hija de André, con su propuesta de negocios.
—¿Qué ocurre? Te has quedado mudo de repente —se cruzó de piernas y le miró divertida—. ¿Qué es lo que inquieta, cariño?
—Trabaja para mi madre —afirmó, a pesar de no estar seguro.
—Así es —su sonrisa se enanchó—. Rin Lowell es la redactora estrella de Irasue Lundgren.
¡Esa mujer!
Su madre era experta para meterlo en ese tipo de situaciones, ya fuera para fastidiarlo o para fastidiarlo. No había otra manera de actuar de Irasue que esa. Era su deporte favorito:
Joderle la existencia a su único hijo.
—¿Le has hablado de mí? —Prefirió seguir interrogando y dejar lo de su madre para después.
—No.
—¿Segura? —Sonó amenazante.
—No tengo porque mentirte, Sesshōmaru —chistó molesta—. Ni siquiera sé de qué va esta platica sobre Rin. ¿Qué te traes con ella?
—Nada que te incumba.
—Tu educación sigue por los suelos, ¿sabías?
Arrugó el entrecejo por el estúpido comentario, pero no le prestó más atención, ahora tenía cosas más importantes que hacer, que el saciar la curiosidad de la pelinegra. Empezando con ir a hacerla una visita a su madre. La primera que realizaría por iniciativa propia.
—Supongo que me toca irme en taxi —comentó irónica.
—Supones bien.
—Que novedad.
El albino no comentó nada al respecto y fue al piso superior, tenía que alistarse para enfrentarse a su madre. Esa mujer lo escucharía por primera vez en su vida. No permitiría que se inmiscuyera en su vida y menos que usara a Rin como el medio para lograr su diversión.
~O~
Estaciono el coche en frente de la entrada de la mansión, la cual tenía todo el estilo minimalista. Demasiado moderna para el condado en donde se encontraba, donde la mayoría de las mansiones tenían todo el corte oriental.
Su madre se había deshecho de la antigua casa —en dónde él había crecido—, para hacerse de este terreno y fincar desde cero. Y ahí estaba el resultado de ello.
Irasue Lundgren era amante de sobresalir de cualquier manera, y, más, en un país que no le agradaba en absoluto. Si permanecía en ese lugar, era por cuestiones de negocios. Ya no existía nada que la atara en Japón.
Salió del coche y se dirigió a la entrada, en donde fue recibido por el viejo mayordomo de la casa. Hombre que su madre había conservado consigo, desde que tenía uso de razón. Aunque ahora la edad había hecho demasiada mella en él.
—Joven Sesshōmaru, es un gusto verlo por aquí —mencionó, mientras le abría la puerta para que entrara.
—¿Mi madre?
—La señora no se encuentra.
—¿A dónde fue? —Siguió preguntando, mientras tomaba camino hacia el despacho de Irasue.
—Nueva York, señor.
Se detuvo abruptamente y miró al hombre por el rabillo del ojo. Aquella simple información le había jodido el día. Más de lo que ya estaba.
—¿A qué?
—La señora dijo, que se trataba de un evento de bienes raíces. Su tío, pidió la presencia de su madre.
—Hmm…
Reanudó su andar y entró al despacho que tenía una fuerte iluminación natural, ya que este tenía dos grandes paredes de cristal, que dejaba ver el extenso jardín de la propiedad. No podía negarlo, era una vista bastante tranquilizante. Su madre gozaba de ese tipo de vistas, mientras trabajaba o bebía una taza de té.
—¿Necesita que le ayude en algo? ¿Una bebida o algún aperitivo, joven?
Se sentó en la amplia silla color guinda, cogió una carpeta estaba sobre el escritorio y empezó a hojearlo. Se dio cuenta que se trataba de proyectos para fincar un nuevo hotel.
—¿Conoces a Rin Lowell? —Interrogó al viejo hombre, mientras seguía leyendo los documentos.
—Por supuesto, es la hija del señor André —comentó con una sutil sonrisa—. Su madre aprecia mucho a la señorita Lowell.
—¿Viene seguido a la casa?
—Sólo cuando se trata de trabajo —le informó—. Realmente se le veía mucho más en la antigua mansión. Cuando usted aún vivía con su madre.
El albino recordó algo que había pasado por alto, tal vez porque jamás le dio importancia a algo tan minúsculo como eso.
André era amigo de su madre, mucho antes de que ambos conocieran a Inu No Taishō Tukusama. Así que podía decir con seguridad, que la relación entre Rin y su madre era estrecha, por el simple motivo de que era hija de un viejo amigo.
No obstante, tenía que admitir que no recordaba haberse encontrado con Rin, en aquellos tiempos cuando aún convivía al lado de Irasue. Lo más seguro, es que jamás llegaron a coincidir. Él vivía y moraba más con su padre, que con su madre. Y por muy extraño que sonara, fue por ese medio que sabía de la existencia de Rin.
—Hablas de ella con mucha estima. Te agrada, ¿no es así? —Alzó la mirada para ver al hombre.
—Le tengo mucho aprecio, siempre ha sido una niña encantadora y buena con nosotros —su sonrisa se amplió, remarcando mucho más las arrugas de su rostro—. La señorita Lowell, es una mujer humilde y sencilla.
Vaya combinación.
Pensó por sus adentros, de sólo imaginarse a la excéntrica y extravagante de Irasue con una mujer que era todo lo opuesto a ella.
—¿Mi madre confía en Rin?
—Podría decirle que sí… Es cómo la mano derecha de la señora.
—Hmm…
—Disculpe mi intromisión, joven… ¿Pero ocurre algo con la señorita Lowell? —Espetó preocupado.
—No.
—Oh, me alegra escuchar eso.
No le prestó a tención a las palabras que le dijo el hombre, y dirigió sus preguntas hacia otra dirección.
—¿André viene seguido a visitarla?
—Por lo general, los domingos viene a pasar un tiempo con su madre.
—¿Sabes para qué?
—Para platicar, tomar té y a veces para jugar un poco de ajedrez.
—Hmm… —Retiró su atención del hombre—. Puedes retirarte.
—Estoy para lo que necesite —hizo una reverencia y salió de la habitación.
No pudo evitar el pensar, que, quizás, el hombre en realidad si estuviera implicado. Pero sólo era una suposición, ya que también creía en lo que le dijo Rin. De que no estaba enterado del extraño negocio que su hija le propuso.
André era una persona que se desenvolvía con el mismo descaro que su madre, eran cínicos y ególatras de primera clase. Aunque el hombre era más vivaz y amigable, cosa de la cual carecía su progenitora. Pero, aun así, se entendía bastante bien. Realmente. André se entendía tan bien con Irasue, como también lo hacía con Inu No Taishō. Se había acoplado muy bien a las personalidades de ambos. Y a pesar del divorcio que se ejecutó entre sus padres, André no había dejado de tratarlos a los dos por igual.
Sabía tan bien la relación que une a esos tres personajes, aun así, no le daba suficiente para conocer de Rin, aunque fuera de manera superficial.
Hasta ahora sólo sabía que trabajaba para su madre y parecían tener un vínculo fuerte —algo que le extrañaba—, y que dicha unión, tal vez nació por la amistad que había entre André e Irasue.
Sobre su encuentro de la mañana con Rin, suponía que fue orquestado por su madre, de alguna manera era creíble. Irasue era realmente buena manipulando a las personas, siempre lograba que estas actuaran de la manera que más le convenía. Lo que le hacía pensar que Rin actúo bajo influencia de la mujer. No tenía por qué dudarlo, ya que cada vez que veía a la albina, siempre le echaba en cara lo mucho que se estaba tardando en casarse y en darle nietos.
Rin parecía ser la mayor apuesta de Irasue.
Aventó la carpeta sobre el escritorio y se recargó en el respaldo, perdiendo su vista en el techo. Estaba dándole muchas vueltas a todo, cuando tenía el medio. Pero no tenía intenciones de ir a buscar a Rin, para que ella le explicara que tenía que ver su madre en todo eso. Dudaba mucho que la castaña fuera tan estúpida, como para revelarle el plan que fraguaron entre ellas dos.
Marcarle a su madre tampoco era una opción, sabía que no le contestaría. Esa mujer no le respondía a nadie cuando estaba fuera del país. En cuanto a su tío, era un rotundo no. Jamás lo había tratado más allá de lo necesario, ni siquiera recordaba cuando fue la última que lo vio.
¿Tenía doce o quince años?
Sobre Kagura; si bien, le dio las pistas más importantes, también sabía que la mujer no le diría nada personal referente a Rin. Si decía ser tan buena amiga de la castaña, jamás le soltaría prenda. La pelinegra conocía de lealtad, porque también se la profesaba a él. Más que amantes, tenían una «amistad» un poco rara, pero la tenían.
Sacó el celular del bolso de su chaqueta y marcó rápidamente el número que tenía en mente. No tenía más opción que investigar de esa manera, hasta que tuviera a su dolor de cabeza —su madre— para poder saber qué clase de juego era ese.
—Jaken —habló al momento en que su llamada fue atendida—. Investiga sobre Rin Lowell, quiero que busques absolutamente todo de ella. Te doy sólo dos días —y sin más que decir, colgó la llamada.
Cogió de nuevo la carpeta para guardarla en uno de los cajones, le extrañaba que su progenitora la dejara a la vista de todos, aunque poco riesgo correría estando ahí. Al abrir el primer cajón se encontró con un portafolio, que le llamó demasiado la atención. Lo sacó y notó lo pesado que era.
Al abrirlo se encontró con fotografías, recortes de revistas tanto de moda como médicas. La mayoría de las fotos contenía a modelos con problemas de desnutrición. Tanto de anorexia, como de bulimia. Era un trabajo elaborado, pero aun sin ningún orden.
En algunas hojas había apuntes escritas en inglés de dos letras diferentes. Una era de su madre, la reconocería donde fuera, pero la otra… Destacaba por ser grande y todo estaba escrito en mayúsculas. Siguió leyendo dichas notas, hasta que se encontró con una en especial, donde su madre había encerrado y daba un comentario positivo. Un comentario dirigido hacia Rin.
Así que ese trabajo era realizado por la castaña, y parecía ser que era supervisado por Irasue. Sin duda sería un artículo muy pesado para una simple revista de moda, y más si habla de la crisis de la salud en la población japonesa. Eso sería demasiado arriesgado, cuando el —estúpido— estándar de belleza en ese país, era:
La belleza radica en lo delgada que puedes llegar a ser.
Él lo sabía, porque dirigía una de las casas de modas más importantes den toda Asía. Así que tenía muy claro lo que las personas definían como belleza. Y lo mal que estaba ese país, porque no mostraban preocupación en ese aspecto.
Rin tenía conciencia social y se mostraba muy interesada en tocar ese punto tan complicado, en una cultura que no le da importancia a esas «nimiedades». Para trabajar en una revista que se dedicaba a tratar con moda y modelos, no parecía muy de acuerdo con ello. Bastante irónico. Y lo más extraño, es que su madre lo estuviera aprobando.
Una leve sonrisa se dibujó en los labios del hombre, al darse cuenta que poco importaba eso. Irasue era directora de dichosa editorial, por el simple capricho de hacerlo, ya que su verdadero trabajo era dirigir la cadena hotelera en Asía. Mientras su tío se encargaba de la rama occidental.
Dejó el folder de nuevo en su lugar y centró su vista en el paisaje que las paredes de vidrio le brindaban. El cielo estaba empezando a tupirse de densas nubes grisáceas. Lo cual implicaba que la llovizna no tardaría en hacerse presente.
Después de todo, no había sido una pérdida de tiempo el haber ido a la casa de su madre. Estaba descubriendo que la castaña era un conjunto de matices diferentes. Sólo le faltaba que fuera ambientalista o algo así. Así comprobaba que en realidad era mujer bastante mansa, que sólo estaba siendo manejada por la impertinente de su madre.
Pero eso no cambiaba el hecho de que la propuesta seguía en el aire, ya fuera por iniciativa propia o idea de su madre, seguía siendo una oferta demasiado seductora.
—Una semana de plazo para dar una respuesta. Que considerada —musitó estoicamente.
¡Hola de nuevo!
He vuelto una vez más, para traerles un nuevo trabajo, el cual me tiene bastante entusiasmada (después pasara, siempre me pasa), y que espero sea de su agrado al igual que el anterior.
Es una historia que ya tenía en la mente desde que estaba realizando "Cambios Inesperados", ya que me había llamado la atención el que varios fic's usan la temática de los contratos "matrimoniales", sobre todo con Sesshōmaru y Rin. Véase el afamado fic de "Negocios Prohibidos" de SamanthaBlue1405 o "Dulce Contrato" de Danperjaz L. J. Las cuales han hecho un grandioso trabajo, admiro demasiado estos dos escritos, sin duda alguna.
Así que me anime a tomar este tema como argumento principal, pero claro dándole mi propio estilo. Tomar el cliché, y hacerlo algo propio. O algo así...
Realmente esta historia no tendrá tanto misterio o secretos por descubrir...al menos no los tomó como lo más relevante. Planeo jugar un poco más con las emociones de los personajes principales, que es lo que más me importa.
No digo que vaya ser algo o novedoso, porque dudo que así sea, ya que no se si otras escritoras ya han empleado las cosas de la manera en que yo lo planeo. Pero lo que, si espero que sea de su total agrado.
Cómo mi anterior trabajo, tratare de respetar demasiado a los personajes, no quiero caer en Occ, ya que me gusta mucho los personajes tal y como son en la serie original. Pero tengo que aclarar que habrá una pequeña excepción, y esta vez será Rin.
En lo que a mí respecta, el personaje en sí, no es uno que sea del todo completo, ya que hay que tomar consideración que la conocimos siendo una niña y no una mujer adulta, ni olvidar que estará en un AU. Y como creo que todos tenemos claro, uno cuando crece cambian ciertas cosas en nosotros, y Rin, no sería excepción a la regla.
Yo sé que la mayoría ven a este personaje como alguien cargado de bondad, pureza, inocencia, alegría y vivacidad, por lo general se nos retrata como alguien sumamente "sumisa" por así decirlo. En este caso moldeare a Rin, de una manera más... ¡Bitch!
Esta Rin, está totalmente dedicada a mi prima Gaby, que fue quien me pidió el darle un toque más cabrón a nuestra quería niña, bueno, que aquí ya no será tan niña.
Tratare no hacerle perder esa actitud activa, alegre y amble...pero si empleare en ella, actitudes que tal vez no vayan muy de acuerdo al personaje...
Es un aviso para que no vaya a ver malentendidos en cuanto al proceder de nuestra protagonista.
Este fic se estará publicando todos los viernes, de manera en que pueda tener un poco más control y me dé más espacio para poder desarrollar los demás capítulos con más tranquilidad y tener varios de ellos avanzados. Aparte de que, exista la posibilidad de que también empiece a publicar otro fic de nuestra parejita. Es para llevar un control más estable y ofrecerles algo de calidad.
Bueno, de aquí ya no tengo mucho que decir. Sólo espero que este nuevo proyecto les agrade tanto como el anterior, que les haga pasar un buen momento al leerlo, ya sea para hacerles reír, enojarse o pelear por la idiotez que cualquier personaje ocasione.
Muchas gracias por leerse este rollo mareador y nos estamos leyendo el otro viernes.
¡Bye, bye!
