Disclaimer: Digimon es propiedad de Bandai y Toei Animation. No hago esto con fines lucrativos.
En respuesta al reto que tomé de Ficker-Dicker en Mendigas Fickeras II y dedicado a él por su cumpleaños, ¡felicidades!
El amor no tiene edad
Para Ficker
Capítulo 1
—Creo que me gusta Takeru.
Mimi siempre decía las cosas así, de golpe y sin anestesia. Probablemente solo por eso Koushiro no dejó caer la taza de té que sostenía en sus manos. A lo largo de los años, que tampoco eran tantos, había desarrollado una resistencia especial a las sorpresas; no se le movía ni una ceja. Y vaya si no iba ser así con lo inesperada que era la chica. Podía soltar las cosas más sorprendentes de un momento a otro, justo como acababa de hacer.
Así que con toda la calma del mundo, el pelirrojo depositó la taza sobre la mesa y observó aquellos brillantes ojos en los que alguna vez había pensado que podían leerse los más grandes secretos de su mejor amiga. Siempre era tan transparente que no dudaba que la persona indicada pudiera ver en ellos todas las verdades que escondía y que él, que era bastante miope en más de un sentido, no pudo nunca descubrir.
—¿Hablas de Takeru? ¿Takeru, el hermano de Yamato?
—¡Por supuesto que hablo de él, Kou! Nunca me pones atención.
—Pero te estoy poniendo atención. Solo estoy... asimilando la información que me das.
—Hablas como si fueras un computador.
—Vale, estoy sorprendido. ¿Te parece de ese modo?
—Sí. Es un poco extraño, ¿cierto? Digo, tengo dos años más que él y...hasta hace no mucho pensé que estaba enamorado de Hikari —dijo ella de manera ausente, aunque más parecía decir lo que esperaba que Koushiro le dijera. Con Mimi casi siempre era así. Cuando pedía un consejo, no necesariamente significaba que quisiera que le dieras tu opinión y eso el pelirrojo lo había aprendido a porrazos.
—Pero Hikari sale con Yamato —complementó.
—Ya. Eso lo sé. Solo que me sorprendió.
—A todos, creo.
—No piensas que...ya sabes, ¿sienta algo por ella?
Koushiro lo meditó un instante.
—No —determinó al fin—. En realidad no. Él se ve feliz por ellos y no creo que eso sea algo que se pueda fingir.
La chica asintió y dio un pequeño sorbo a su taza de té. Siempre lo tomaba en pequeños sorbos para alargar la conversación.
Como todo par de buenos amigos, tenían un código de emergencia. Consistía en que cuando uno necesitaba al otro, le escribía un mensaje pidiéndole que se juntaran donde siempre. Una cafetería que quedaba en el centro de Odaiba y era poco concurrida.
Mimi había escrito hace una hora y al igual que en cada cita él llegó primero. Luego ella, nada más sentarse enfrente, le soltó que le gustaba uno de sus amigos.
—Entonces... ¿Takeru? ¿Quieres contarme cómo pasó?
—Pensarás que estoy loca.
El pelirrojo entreabrió los labios para responder algo, pero ella le chistó.
—Quiero decir más loca de lo normal.
—Yo no creo que estés loca.
—¿Ah, no?
—No. Solo eres... diferente.
La chica rio.
—Diferente es la palabra que las personas educadas como tú usan para llamarnos locos a las personas como yo.
—No quise...
—Lo sé, no importa —murmuró agitando la mano como si espantara un mosquito.
—¿Me contarás? —preguntó de nuevo, a pesar de que sabía que si se lo había dicho era porque debía morirse, literalmente, por contárselo a alguien y él, a pesar de su torpeza en esos asuntos, siempre había sido un buen confidente.
—Vale, pero promete que no me interrumpirás.
Koushiro asintió ceremonialmente y se llevó la taza a los labios.
—Hace una semana...
Para cuanto terminó de practicar su rutina, se sorprendió al ver que ya eran cerca de las seis de la tarde. Seguro sus padres estarían algo preocupados, así que agarró todas sus cosas, las metió al bolso de cualquier forma y se encaminó hacia la salida. No le agradaba la idea de irse sin ducharse o cambiarse de ropa, pero sería peor si esperaba hasta más tarde.
Estaba sola en el gimnasio y recién en ese momento se dio cuenta de lo tenebroso que podía ser el lugar cuando afuera ya comenzaba a oscurecer.
Los pies le dolían y lo peor era que aún le restaba un viaje en autobús para llegar a su casa. Frunció la nariz de solo pensarlo. Usar el transporte público no iba con ella, pero la opción de caminar estaba totalmente descartada.
Dentro de poco sería el primer partido de básquetbol de la temporada y llevaba toda la semana quedándose hasta tarde para perfeccionar su rutina. Como capitana del equipo de porristas tenía que dar el ejemplo.
Sonrió satisfecha sabiendo que gracias a su esfuerzo todo saldría bien.
Estaba ya cerca de la salida cuando un ruido llamó su atención. Venía de la derecha así que se volteó en esa dirección y sus ojos dieron con la entrada de los vestidores masculinos.
Puso más atención hasta que determinó que el sonido que había escuchado parecía surgir de las duchas. Aparentemente alguien, o algo, estaba bañándose. No. ¡Qué tontería! Por supuesto que tenía que ser alguien porque los fantasmas no se duchaban. ¿Pero quién? ¿De quién podría tratarse a esas horas?
Entre curiosa y, aunque nunca lo aceptara, ligeramente temerosa, abrió la puerta y se atrevió a asomarse un poco, y luego otro poco.
El lugar, por supuesto, estaba desierto dado que el único ocupante se hallaba en una de las duchas.
No tardó en distinguir que se trataba de la del fondo. Lo supo porque los pies eran visibles por debajo.
Fue precisamente por distraerse mirando sus pies que no alcanzó a percatarse de que la persona que estaba dentro se disponía a salir.
Sus oídos captaron demasiado tarde la ausencia del ruido que ocasionaba el agua al golpear contra las baldosas del suelo y para cuando sus ojos atinaron a subir y su cerebro a enviar la alarma de que sería mejor que saliera de allí o sería atrapada, fue demasiado tarde.
El misterioso ocupante abrió la puerta y se encontró de frente con la inesperada espía.
Se reconocieron casi al mismo tiempo.
—¡Takeru!
—¡Mimi!
—¿Lo viste desnudo? —No. Koushiro no era de los que se alarmaran especialmente cuando escuchaba hablar de sexo o cuerpos desnudos. La preparatoria, después de todo, estaba llena de rumores así. Era el tema favorito de los jóvenes, o al menos de la mayoría. Pero eso no quitaba que le incomodara un poco, y más todavía imaginarse la escena de Mimi viendo a uno de sus amigos de infancia tal como su madre lo trajo al mundo.
—¡Por supuesto que no! —La que sí perdió un poco los estribos y alzó la voz fue ella, pero Koushiro solía sacarla tanto de quicio que recalcarlo no era nada asombroso—. ¿Quién crees que soy? Cerré los ojos enseguida.
—Ya, pero eso significa que técnicamente...
—¡Sí, lo vi! Pero por un segundo o dos. ¿Feliz?
—¿Y qué hizo él?
—Eso fue lo peor de todo. Cualquier chico en su lugar se habría avergonzado o me habría gritado pervertida. Él se rio.
—Bueno, supongo que no le habrá importado tanto porque te conoce.
—No creo que sea suficiente razón.
—¿Entonces dices que no se avergonzó?
—Supongo que sí debe haberse avergonzado un poco, pero no lo demostró.
La reacción de su cuerpo fue automática. Seguro que de haber querido hacerlo no habría sido tan rápida, pero lo cierto es que no tuvo ni que enviar la orden a su cerebro. Se cubrió los ojos con las manos como acto reflejo, casi como si lo que acababa de ver fuera desagradable o incómodo de mirar, lo que, aunque no venía a cuento, no era verdad.
Tal vez si hubiera sido otro chico, alguien a quien no conociera y tuviera buen cuerpo, se habría quedado mirando más. Pero definitivamente no podía mirarlo a él de esa forma. No al pequeño T.K.
—¡Lo siento! —chilló avergonzada.
Sin embargo, él no dijo nada, así que se atrevió a mirar un poco entre sus dedos solo para descubrir que Takeru seguía allí, de pie en la puerta de la ducha y totalmente desnudo con un gesto que se debatía entre la sorpresa y la diversión.
—¿Qué no piensas cubrirte o algo? ¡Vamos, cúbrete! —le ordenó.
Fue entonces cuando lo escuchó reírse. Al principio creyó que estaba oyendo mal o que definitivamente se había vuelto loca porque ¿quién podía reírse en una situación así?
—Alguien que está nervioso —apostilló Koushiro.
—Dijiste que no interrumpirías.
—Lo siento.
—¿Por qué diantres te estás riendo? ¿Te burlas de mí? ¡Responde! —En un segundo pasó de la vergüenza a la rabia. Por todos era sabido lo voluble que podía llegar a ser, sobre todo si creía que se estaban burlando de ella o tomándola por tonta.
—Vamos, Mimi. No es la gran cosa. ¿Se te olvida que ya me habías visto sin ropa antes? —preguntó todavía con un rastro de risa en la voz.
—¿Cómo? ¿Ustedes dos...? —tartamudeó el pelirrojo, bastante incómodo ante la idea.
—¿Qué? ¡No! No es eso lo que quiso decir —replicó Mimi al entender por dónde iban los pensamientos de su amigo—. Si me dejaras terminar de contarte entenderías. Dijiste que te quedarías callado.
—Lo siento. —Se encogió en su asiento.
No lo hacía a propósito, a Mimi le constaba. Pero esa era precisamente la razón por la que no podían ver películas juntos. Porque Koushiro se pasaba la mitad del tiempo haciendo preguntas que muchas veces iban más allá de la trama simple y superficial de las que escogía ella, y la otra mitad inventando teorías enrevesadas. Más de alguna vez le había arruinado un final. Eso había que decirlo.
—¡En el Digimundo! ¡Cuando tenías ocho años! No es lo mismo.
—Tampoco fue hace tanto.
—¿Cómo que no? Ahora tienes dieciséis... eres un... casi eres un hombre —se corrigió con timidez.
—¿Y tú una mujer?
—¡Sigues burlándote!
A Takeru no hacía falta mirarlo para saber cuándo se estaba riendo de ti. Estaba en su voz, en la consonancia de sus palabras. Siempre tenía una broma o burla preparada para casos de emergencia, o eso decía él.
—No me estoy burlando. Solo pienso que estás siendo exagerada.
—Claro que no. Eras un niño en ese entonces y nunca te miré... digo, tal vez sin querer. Pero lo hacía solo para saber que estabas bien mientras te bañabas en el río.
—Eso suena a una excusa, Mimi-chan.
—¡Que tenías ocho años!
—Ya, y tú tenías diez. Seguro ya pensabas más en chicos y...
—¡Eras un niño!
—Sí, me quedó claro la primera vez que lo dijiste.
—¡Ashh, esto es ridículo! ¿quieres vestirte de una vez?
—Estoy vestido.
—¿Seguro?
—¿Quién crees que soy? ¿Uno de esos exhibicionistas que se van mostrando por ahí? Te recuerdo que tú fuiste la que entró a los vestidores masculinos.
—¡Pensé que eras un fantasma! —La chica no recordaba que hablar con él fuera tan irritante, quizá porque hace tiempo no tenían una conversación tan larga y menos en una situación tan bochornosa.
—Otra excusa. Anda ya, quítate las manos. Puedes mirar. Te lo prometo.
Mimi suspiró y fue apartando las manos poco a poco. Tuvo que pestañear varias veces para enfocar bien porque veía borroso por haberse presionado los ojos con tanta fuerza. ¿Por qué estaba tan nerviosa? El chico, hasta cierto punto, tenía razón. Pero eso no significaba que fuera a decírselo.
Fue subiendo lentamente la vista hasta que lo encontró. Ahí estaba Takeru, justo enfrente. Iba descalzo y vestía un pantalón oscuro, pero nada para arriba. Una toalla rodeaba su cuello y tenía el cabello húmedo. Pequeñas gotas se escurrían de él, algunas cayendo sobre sus hombros, otras al suelo y muchas más perdiéndose en su nuca.
—Mentiste... —Quiso gritarlo, pero solo le salió un susurro.
—No lo hice. Dije que estaba vestido, no "totalmente" vestido. ¿Esto te pone incómoda también?
—No —mintió.
Claro que lo hacía. Como ya había dicho y puntualizado más de lo necesario, Takeru ya no era un niño ni ella una niña.
—¿Me dirás qué hacías espiando los vestidores masculinos?
—No estaba espiando.
—¿En serio pensaste que un fantasma se estaba dando un baño en una de las duchas? Lo siento, Mimi-chan, pero suena poco creíble hasta para mí que paso la mitad del tiempo con la cabeza en las nubes. Por suerte soy solo yo. Si hubiera sido uno de mis compañeros de equipo habrían pensado que estabas intentando enrollarte con uno de ellos.
—¿Entonces tú me crees?
—Claro que sí. ¿A menos que de verdad esperaras que fuera alguno de mis compañeros?
—Por supuesto que no. Si de verdad quisiera ligar con uno de ellos no tendría que recurrir a algo tan bajo. Basta ver cómo me miran.
Una ronca y breve risa escapó de los labios de Takeru, haciendo que los vellos de Mimi se erizaran sin razón.
—Eso te lo concedo. Takeshi... ¿sabes quién es?
—Sí, está en mi año.
—Cierto. Él... bueno, está colado por ti. Y no es el único.
La chica, por primera vez, no supo cómo reaccionar frente a ese halago. Aunque no era un halago, sino algo evidente. Ella sabía que le gustaba a Takeshi y a varios otros también. Nunca había tenido problema hablando de ello. Por qué iba tenerlo. Sabía que era guapa.
—¿Qué hacías aquí?
Mimi dio un pequeño respingo.
Sin querer se había quedado mirando la curvatura del cuello de Takeru, todo por culpa de una gota que se deslizó por su sien y llegó cerca de su clavícula. Esperaba que él no lo hubiera notado.
—M-me quedé practicando mi rutina después de clases. El partido es pronto. Ya me iba cuando escuché ruido y quise venir a mirar. No creí que hubiera alguien más además de mí.
—Pues qué suerte tienes.
—¿Por qué?
—Porque también voy de salida y ahora podemos irnos juntos.
—¿Bromeas? Mi casa queda lejos. Ni siquiera vivimos en la misma dirección.
—Lo sé —contestó mientras iba por su ropa y se pasaba una polera por la cabeza—. Por eso te iré a dejar primero y luego me iré a mi casa.
—Pero...
—No, nada de peros. Soy un caballero y hasta donde sé los caballeros acompañan a las damas a sus casas. —A Mimi le pareció que sus ojos, que la miraban desde abajo mientras se calzaba los zapatos y ataba sus cordones, se veían incluso más grande desde esa posición.
—¿Te escapaste de un cuento o algo? —La burla se fugó de su voz sin que pudiera retenerla.
—¿Eso fue sarcasmo? Estoy impresionado. Has tenido que aprender a la fuerza para discutir con mi hermano, ¿no?
—Tu hermano es un idiota. Honestamente no sé cómo Hikari lo soporta.
—Quizá ese sea el punto. Es un idiota con todos, menos con ella. Te lo aseguro.
—Entonces supongo que el amor cambia a las personas.
—Puede ser. —Se encogió de hombros mientras encajaba ambos brazos en las mangas de su chaqueta hasta acomodarla correctamente sobre sus hombros.
—De verdad no es necesario que me acompañes.
—Claro que sí. —Sonrió, y en aquella sonrisa que marcó un hoyuelo en su mejilla derecha Mimi pudo reconocer al niño que una vez había sido. Al niño que sonreía como una lucecita para dar esperanzas a los demás. Le alegraba que no hubiera perdido eso—. Este caballero que se escapó de un cuento irá dejarte a tu casa —concluyó tomando su bolso deportivo y prendándoselo al hombro.
—Así que te fue a dejar —comentó Koushiro con cautela, temiendo que ella volviera a hacerlo callar.
—Sí. Ese día y otros dos días más. Coincidimos mucho ya que los dos nos preparamos para el partido
—¿Pasó algo? Alguna cosa entre ustedes, digo.
—No. Solo hablamos mucho. Tanto que la primera vez nos pasamos de mi parada y tuvimos que caminar demás. Le dije que me dejara ahí, pero él insistió en acompañarme de todos modos.
—Takeru siempre ha sido muy atento.
—Lo sé. Supongo que solo estaba siendo él mismo. Hikari siempre dice que no puede evitar ser coqueto con las chicas. Lo he visto, pero...
—¿Pero?
—Creo que el problema es que estoy demasiado acostumbrada a gustarle a los chicos y me confunde no saber si él cree que soy linda o lo hace porque soy su amiga.
—Pensé que no necesitabas que te lo dijeran.
—Eso es porque me lo dicen a menudo.
—¿Por qué no se lo preguntas? —Koushiro era, algunas veces, demasiado práctico.
—Claro que no. Pensará que soy una insegura.
—¿Entonces qué piensas hacer?
—No tengo idea —susurró mientras se derrumbaba sobre el asiento y apoyaba el mentón sobre ambos brazos.
Koushiro se removió incómodo. El asunto evidentemente iba más allá de sus capacidades. En general no tenía problema porque Mimi la mayoría de las veces tenía claro lo que quería y solo necesitaba que se lo confirmara, incluso si él no estaba de acuerdo con su idea; le había costado trabajo entender esa parte. Pero esta vez, por alguna razón que escapaba a su entendimiento, era distinto.
—Debes pensar que es muy tonto, ¿no?
Él abrió la boca, sorprendido de que le dijera algo así.
—No creo que sea tonto —contestó incluso sin estar seguro de a lo que la chica se refería. Ya lo descubriría de todos modos.
—¿Ah no? —preguntó alzando un poco el mentón—. ¿Ni superficial? ¿Que ahora crea que me gusta solo por cómo se ve?
—No parece que ese sea el motivo.
—¿Y cuál podría ser? Tú lo dijiste, lo vi desnudo y... para ser honesta, desde ese día no puedo quitármelo de la cabeza. No es que tenga esa clase de pensamientos, es solo que...algo cambió.
—La forma en que lo ves.
Los ojos de Mimi parpadearon confusos hacia él.
—No sé lo que quieres decir.
—Creo, y puede que me equivoque, que en el fondo hasta antes del "incidente" —carraspeó, al tiempo que hacia unas comillas imaginarias con sus dedos—, seguías viéndolo como el pequeño niño que se aferraba a tu falda en el Digimundo. Cuando lo viste...en ciertas condiciones... te diste cuenta de que ya no lo es, y te gustó lo que viste.
—Supongo que tiene sentido, pero eso no quita que sea superficial.
—Lo hace. ¿O solo te gusta...ya sabes, su...?
—¡Oh my godness! No puedo creer lo que estás insinuando —La expresión de su rostro era una mezcla entre la indignación y el estupor.
—¿Qué? —Koushiro enrojeció a la velocidad de la luz al descubrir lo que la chica había entendido—. No hablaba de su...tú entiendes. Solo me refería a su cuerpo, no a eso, a su físico... hagamos un ejercicio, ¿bien?
—De acuerdo.
—Cierra los ojos.
—¿Por qué?
—Solo cierra los ojos.
—¿Seguro que sabes lo que haces? —preguntó, todavía reacia a hacerle caso.
—Sí. Lo leí en un artículo por internet.
—Está bien —suspiró, dejando que sus párpados cayeran suavemente como las alas de una mariposa.
—Cuando piensas en Takeru, ¿qué es lo primero que se te viene a la cabeza? No lo razones. Solo...suelta lo primero que recuerdes de él cuando escuchas su nombre.
—Su risa. Y su hoyuelo en la mejilla —contestó al cabo de unos segundos.
—¿Qué tienen de especial?
—No lo sé, pero me gustan.
La chica abrió los ojos sin que él tuviera que decírselo.
—A veces pienso que te boicoteas a ti misma, ¿sabes? Que como todo el mundo suele asumir que eres superficial y frívola, te convences de que lo eres, pero no es así. Créeme, yo lo sé. Si fuera de ese modo no te juntarías conmigo.
—¿Qué quieres decir con que no me juntaría contigo? ¡Por supuesto que lo haría!
—No lo harías porque la gente superficial no ve más allá de las apariencias y tú lo haces, ves más allá que solo al chico de las computadoras.
—Porque eres mucho más que eso, Kou —replicó arrastrando una mano sobre la mesa para posarla sobre la del pelirrojo—. Y parece que no soy la única que se boicotea a sí misma, ¿eh?
Koushiro sonrió, avergonzado, y la chica volvió a hacerse hacia atrás en la silla.
—Me gusta Takeru. De verdad me gusta Takeru —susurró como si necesitara repetirlo para terminar de convencerse.
—Así parece.
—¡God! ¿Es que acaso estaré condenada a que me gusten los chicos menores que yo?
—¿Por qué lo dices?
—¿Es que no te acuerdas de Kazuma?
—¿El chico con el que saliste cuando volviste a Japón?
—Sí, tenía un año menos que yo.
—Bueno, por una vez que te haya pasado...
—Y luego está Michael.
—¿Michael? ¿Tu amigo de...?
—Sí, era un mes menor que yo.
—No creo que eso...
—Definitivamente debo haber hecho algo muy malo en mi vida pasada —siguió ella su dramático monólogo—. Moriré vieja y sola. Cuando sea una anciana y mis hijos decidan que no pueden soportarme más y me manden a un asilo, seguro andaré detrás de los enfermeros jovenes.
De repente Koushiro empezó a reír, causando que la castaña le clavara los ojos con reproche.
—¿Qué es tan gracioso?
—Es solo que... ¿no crees que exageras un poco? Tienes dieciocho años y que te hayas fijado un par de veces en chico algo menores que tú no significa que vaya ser siempre así. ¿Por qué no piensas en lo que te pasa ahora y luego ves cómo te va?
—Sí, tienes razón. Creo que me fui por un segundo, ¿verdad?
Koushiro asintió enfáticamente con la cabeza y al cabo de unos segundos ambos se encontraron riendo juntos.
—¿Qué hay de ti? —preguntó Mimi sorpresivamente.
—¿A qué te refieres?
—¿Quién te gusta? Ya te confesé quién me gusta a mí, así que es tu turno.
—¿Quién dice que me tenga que gustar alguien? —preguntó dando un sorbo a su té para disimular los nervios.
—Kou —dijo ella con ese gran aire de sabedora que adoptaba a veces—. Estamos en preparatoria. Por supuesto que tiene que gustarte alguien —expuso como si fuera la mayor verdad del mundo.
—No necesariamente.
—¿En serio vamos a discutir esto? Soy la experta en relaciones y tú el experto en computadores —dijo señalándose a sí misma y a él respectivamente—. Pensé que ya habíamos establecido ese punto.
Koushiro comenzó a mover un pie debajo de la mesa como cada vez que una situación lo superaba y trató de mirar en otra dirección, pero los ojos de Mimi lo tenían capturado. Sabía que no duraría mucho. La chica tenía tácticas para hacer hablar a las personas mucho menos amables que preguntar. Probablemente lo mejor fuera que hablara ahora, cuando todavía estaba en plan amistoso.
—De acuerdo —dijo aflojándose el cuello de la camisa. No sabía si era idea suya o de repente hacía mucho calor allí—. Supongo que podría decirse que hay alguien.
—Uhhh, ¿la conozco? ¿está en nuestro salón? Es Akemi, ¿no? ¡Te dije que no te sacaba los ojos de encima.
—N-no, no es Akemi y no estoy seguro de que ella...
—¿Y entonces quién es?
Koushiro podía jurar que los ojos de Mimi se agrandaban cuando algo le causaba curiosidad. Eso aumentaba la sensación de sentirse atrapado por ella, como si pudiera leer la respuesta en su mirada o lo que fuera.
—Ella no va en preparatoria.
—¿Qué quieres decir? —Se retrajo en su asiento, confundida. Aparentemente no se esperaba eso—. ¿Es menor?
—¿No?
—¡¿Es mayor?! Vaya, eres un pillo después de todo. ¿Será una etapa? ¿Recuerdas cuando Yamato salió con esa chica mayor? ¿Cuántos años tenía?
—Veintiuno y él casi diecisiete, creo.
—Pero luego empezó a salir con Hikari. Tal vez ese sea...
—Mimi, ¿podemos hablar de mí?
La chica detuvo abruptamente su perorata y lo miró con extrañeza. Tal parecía que el pelirrojo quería hablar del tema más de lo que demostraba. Que bueno que ella fuera tan insistente y supiera sacarle las cosas sin que él tuviera que decir nada.
—Ah, sí. Lo siento. Me emocioné un poco. Entonces te gusta una chica mayor. ¿Cómo se llama?
—¿Te acuerdas de Jun?
Mimi pestañeó confusa y sintió de inmediato cómo su mente se ponía a trabajar en busca de la respuesta. Puede que no tuviera una prodigiosa memoria como Koushiro para las cosas de computadoras o como Jou-senpai para los estudios, pero nunca olvidaba un nombre, o al menos una cara. Conocía a casi todo el mundo en la preparatoria, así que si el chico preguntaba si se acordaba era probablemente porque debía hacerlo. Porque en alguna parte de su mente debía tener grabado el nombre de Jun.
La búsqueda se detuvo al hallar un resultado.
¿La hermana de Daisuke-kun? ¿La loca que hace años perseguía a Yamato?
El buscador arrojó "error" y reinició su trabajo porque no podía ser esa Jun, ¿cierto?
Decidió echar un vistazo al pelirrojo y al encontrarlo jugando nerviosamente con sus pulgares y con las mejillas sonrojadas, supo que se había precipitado en su conclusión.
—¡¿Motomiya Jun?! —gritó sin poder evitarlo, atrayendo un par de miradas indeseadas sobre ellos.
—No era necesario que lo gritaras —farfulló un avergonzado Kou, haciendo venias hacia todo el mundo para pedir que los disculparan e indicando que todo estaba bien.
Mientras tanto Mimi se abanicaba con una mano, a pesar de que era otoño y afuera comenzaba a refrescar.
—Es que...¿en serio? ¿esa Jun?
—Sí.
—¿Cómo sucedió?
—Igual que lo tuyo con Takeru.
—¿La viste desnuda? —Esto cada vez se ponía más sorprendente.
—¡No! No. Trataba de decir que solo pasó, supongo. A veces las cosas pasan. —Se encogió de hombros.
—Vale. Entonces cuéntame la historia.
—No estoy seguro. Se hace tarde, quizá...
—Oh, no. De eso nada. No te escaparás de esta, Koushiro Izumi.
El chico suspiró y removió el resto de té que quedaba en su taza.
—Está bien, pero antes tal vez deberíamos ir por más...
—Yo iré. —Antes de que él pudiera objetar o decir cualquier cosa, le arrancó la taza y fue a ponerse a la fila. Mientras tanto, Koushiro se estrujo el cerebro en busca de una manera de contarle su historia.
No tenía ganas de salir de casa, pero por alguna razón su madre seguía insistiendo en que necesitaba salir más. ¿Por qué ahora? Koushiro no tenía idea. Menos siendo su último año, el año que más importaba que se dedicara al estudio para obtener buenas calificaciones e ingresar a la universidad que quería.
Seguro a Yoshie Izumi no le preocupaba porque sabía que su hijo era listo y un buen estudiante. No era como si salir un par de tardes fuera a convertirlo en un rebelde o algo así. Necesitaba salir un poco. Hacer algo de ejercicio o juntarse con sus amigos.
Lo que ella no sabía, era que Koushiro en lugar de hacer cualquiera de las actividades extra programáticas que ella esperaba, había optado por lo más práctico: Irse a la sala de computación de la biblioteca.
Así mataba dos pájaros de un tiro. Podía seguir trabajado en su proyecto sin que nadie lo molestara y hacía feliz a su madre, haciéndola creer que estaba tomando un poco de sol para compensar los colores que le faltaban en el rostro según ella.
Aquel jueves por la tarde prometía ser tan normal como cualquier otro. No había mucha gente y él se había granjeado un asiento en la primera fila que nadie más solía usar, probablemente porque estaba demasiado cerca del encargado y no querían que fuese a ver lo que estaban viendo, o quizá porque el aire acondicionado no llegaba tan bien en verano ni la calefacción en invierno.
De todas formas aquello le venía bien a él, que podía enfrascarse en lo suyo y a veces lo hacía tanto que le daba la hora en que cerraban.
En eso estaba. Escribiendo alguna fórmula incomprensible para el japonés promedio, cuando sintió que alguien se sentaba a su lado, justo a su lado.
Al principio no prestó mucha atención. Ciertamente era inusual, pero tampoco algo que le causara mucha curiosidad así que ni siquiera le dio una mirada a su nuevo o nueva acompañante.
Al cabo de unos minutos comenzó a distraerse porque esa persona gruñía cada tanto y soltaba palabrotas entre dientes como si algo no le estuviera saliendo muy bien.
Inspiró profundo y decidió que aquello no rompería su calma ni concentración, así que rebuscó en su mochila hasta dar con sus audífonos y se los puso. Seguidamente los conectó al computador y puso en Youtube música sin letra con el solo objeto de abstraerse del sitio en el que se encontraba. Normalmente no le gustaba escuchar nada mientras trabajaba, pero dada su situación pensó que sería la mejor opción.
Y funcionó, al menos hasta que la persona de al lado accidentalmente derramó su bebida sobre el teclado de Koushiro, mojándole de paso sus pantalones.
El chico se sobresaltó y echó la silla hacia atrás, logrando que las últimas gotas de un líquido naranjo cayeran al suelo.
—¡Lo siento! ¡Lo siento mucho! —se disculpó una voz femenina a su lado, y para cuando el chico relacionó lo que acababa de ocurrir y la miró, palideció ahí mismo.
¡Era Jun! Esa chica de cabello tan desordenado como el de Taichi y de ojos vivaces que unos años atrás perseguía a Yamato.
De hecho, el rubio la llamaba "la loca Jun" y decía que cuando fuera vieja tendría muchos gatos o algo así. Ya no recordaba cómo iba la historia. Él y Taichi siempre agregaban algo nuevo.
—¡Lo siento! —repitió ella, en un registro demasiado fuerte—. Lo arreglaré. Hablaré con el encargado y...
Koushiro no era de los que hiciera contacto físico con alguien más si no era estrictamente necesario, pero en ese momento ni lo pensó. Simplemente levantó una mano y agarró a la chica de la muñeca para mantenerla en su lugar, haciendo que rebotara ligeramente sobre el asiento. No se había dado cuenta de la fuerza que había empleado.
—Quédate aquí y baja la voz, por favor —susurró. Ella tuvo que inclinarse para oírlo bien—. Ni siquiera se supone que puedas traer comida o bebidas aquí. Si le dices nos expulsará. ¿No viste el letrero afuera?
—Yo...pensé que estaría bien. —No, seguramente no lo había visto—. Pero te ensucié a ti y el teclado... debería...
—Está bien. Tengo papel aquí para limpiarlo y luego iré al baño para limpiar mi pantalón también.
La chica asintió obedientemente y solo entonces él se dio cuenta de que seguía sosteniéndola de la muñeca.
—Lo siento. No quise... —dijo al tiempo que la soltaba.
—Oh, no pasa nada. Nos salvaste a ambos, gracias.
Por suerte el encargado de esa tarde parecía muy sumido en lo que sea que estuviera viendo en el computador, pues ni siquiera levantó los ojos para ver a qué se debía el pequeño alboroto. Si hubiera sido el del lunes, otra habría sido la historia.
Koushiro abrió su mochila y extrajo un montón de papel higiénico. Cuando era niño le daba un poco de vergüenza porque su madre insistía en metérselo al bolso, pero con el tiempo había adquirido la costumbre.
Con cuidado limpió primero el escritorio y luego fue limpiando una por una las teclas.
—¿Funcionará bien? —preguntó Jun cuando el chico hubo acabado.
—Eso creo —murmuró mientras deslizaba los dedos por el teclado para probarlo—. Parece ser que no alcanzó a dañarse.
—Ufff, ¡qué alivio! Gracias, pelirrojo.
Koushiro se volvió a mirarla un poco contrariado ante el mote. No le gustaba que lo llamaran así, pero en cuanto se giró dio un respingo al encontrarse con el rostro de la chica cerca, demasiado cerca. Aparentemente había estado espiando todo el proceso de limpieza por sobre su hombro.
—¿Qué ocurre? —preguntó ella.
—Na-nada. Solo no me digas pelirrojo.
—Pero no sé tu nombre. Soy Jun, por cierto. Motomiya Jun.
—Lo sé —replicó regresando la vista al computador.
—¿Me conoces? ¡Ahhh! Claro. Tú eres uno de los amigos de mi hermano, ¿verdad? Ya decía yo que te me hacías familiar —comentó con una risita.
—Será mejor que vaya al baño a limpiarme.
—Pero no me has dicho tu nombre.
—Izumi —contestó él escuetamente y se marchó con mochila en mano.
Claramente ese día no regresó a la sala de computación.
—¿Y eso es todo? —Mimi frunció la nariz como cada vez que algo no le agradaba o que veía una película prometedora con un final decepcionante en que los protagonistas no acababan locamente enamorados.
—No. Volví al día siguiente y ella estaba ahí. Me llamó por mi nombre, dijo que lo había averiguado con su hermano y después empezó a hablarme. Quise irme, pero sentí que sería demasiado descortés. Al menos el día anterior tenía de excusa que había ensuciado mi pantalón.
—¿Y? ¡Te estás guardando los detalles interesantes! —refunfuñó.
—Eso es todo.
—Pues entonces no entiendo. ¿Cuál es la parte en que empezó a gustarte?
—Dije que suponía que podía decirse que había alguien, no que me gustara.
—¿Pero te gusta?
Koushiro se dispuso a decir que no, pero no pudo.
—¡Te gusta! Lo siento —se disculpó ante la admonitoria mirada que le dirigió el pelirrojo y bajó la voz—. Si no puedes responder que no, es que sí.
—Qué lógica tan defectuosa.
—Ah-ah. —Agitó el índice dos veces—. El amor no tiene lógica y si la tiene no funciona como la de tus amadas computadoras. Hay algo que no me calza. ¿Cuántas veces la has visto?
Koushiro apartó la mirada y dio un largo sorbo a su té. Si tenía la boca ocupada, no podría hablar.
—¿Kou? Vamos. Soy tu mejor amiga, ¿o no?
La carta de la mejor amiga era una de las más utilizadas y confiables de la chica.
—Jun fue otra vez, ¿verdad?
—Un par de veces.
—¿Cuántas?
—Lleva tres semanas yendo más o menos.
Mimi se tomó un segundo para asimilar sus palabras y lo que aquello podía significar.
—¿Dijo por qué iba? Es extraño. Si es como Daisuke, no me la veo pasando sus tardes en una sala de computación.
—El segundo día me contó que estaba haciendo un gran trabajo para la universidad. Estudia periodismo y me pidió ayuda. ¿Qué? —Repentinamente una sonrisa había ido creciendo en los labios de la chica. Una sonrisa bastante aterradora a juicio de él—. ¿Qué es? Dilo.
—¡Le gustas!
—No creo.
—Claro que sí.
—No. Es solo...por su trabajo.
—A mí me suena a una excusa. ¿Por qué iba pedirte ayuda a ti en vez de a alguien conocido?
—Pareciera que te olvidas de quien estamos hablando. Te refresco la memoria, es Jun. La chica que estuvo acosando a Yamato casi dos años sin siquiera conocerlo.
—Exacto.
—¿Qué? Creo que no te sigo.
—Solo digo que la chica tiene antecedentes de obsesionarse con extraños y más todavía, menores que ella —dijo mientras se miraba las uñas con una actitud despreocupada—. Y tú, my darling, reúnes los dos requisitos para estar en su radar.
—Bueno, visto desde ese punto no suena muy halagador.
—Pero te gusta. Sé sincero contigo mismo.
—Es ruidosa, impulsiva y demasiado excéntrica para mí, pero... admito que ha sido agradable hablar con ella. ¿Y ahora en qué estás pensando?
—En que damos lástima. Tú colado por una chica mayor y yo por un chico menor. ¿No debería ser al revés?
—Sí, ¿verdad? —respondió demasiado rápido con una sonrisa—. Pero no he dicho...
—Demasiado tarde para arrepentirte, Kou.
—No me gusta Jun —farfulló enterrándose un poco en el asiento con la mirada perdida en uno de los bordes de la mesa como si hallara allí algo de lo más interesante.
—¡Kou!
—¿Qué?
—¡Se me acaba de ocurrir una idea buenísima!
—¿Quieres ver una película?
—No. Se trata de lo que estamos hablando. ¿Qué te parece si ambos nos proponemos conquistar a nuestros crush?
—¿A nuestros qué?
—¡A Takeru y Jun! Pensé que estaba implícito.
—De ninguna manera.
—¿Por qué no? Tengo experiencia en esto, Kou, y si te digo que le gustas es porque hay un noventa y nueve por ciento de probabilidades de que lo hagas.
—¿Y de cuándo sabes de estadísticas?
—¡Solo era un decir! Vamos... si lo hacemos juntos será divertido. Podemos apoyarnos mutuamente.
—Mimi, no estoy seguro de que se me de, ya sabes... eso de la "conquista".
—Eso es porque no tienes idea de tus encantos, darling. Entonces, ¿qué dices? —Koushiro abrió la boca para replicar—. Solo estaba siendo educada. Di que sí.
—Pero...
—Sin peros. Ambos nos merecemos una romántica historia de amor en nuestro último año de preparatoria.
—Vale —suspiró.
—¿Eso es un si? Porque me pareció oír un sí.
—Sí, vamos a hacerlo.
—You're the best. Dame tu dedo pulgar. Haremos una promesa —dijo poniendo un codo sobre la mesa.
Koushiro la imitó, extendiéndole su mano, a lo que ella atrapó su pulgar con el propio, enrollándolos.
—Antes de que termine el mes, conseguiremos que se fijen en nosotros.
Las palabras de Mimi cayeron como piedras sobre el estómago del pelirrojo. ¿En qué se había metido?
