Maldición.

Jon se preguntaba si podía llegar a ser más estúpido. Si alguna vez siquiera dejó de ser un niño ingenuo. Francamente lo dudaba. Aun cuando habían pasado tantas cosas en su vida, sus dos vidas, su última revelación lo hizo darse cuenta de que realmente no sabía nada.

El. Un bastardo del norte. Un rey sin apellido.

Él estaba enamorado.

En, literalmente, el peor momento para estarlo. Cuando la amenaza más grande de toda la historia de Poniente amenazaba con poner fin a cualquier esperanza de un futuro.

Contra toda lógica, como un tonto, había caído irremediablemente a los pies de la persona que se supone no debía.

Pero aquí estaba, postrado en una cama, semidesnudo, sobreviente apenas de la expedición al otro lado del muro, con el peso del mundo en sus hombros, y una sola certeza clavada en el corazón

La amaba.

Por los dioses. La amaba con cada parte de su cuerpo, con cada cicatriz, con cada músculo que involuntariamente sujetó la mano de ella más tiempo del debido para intentar retenerla en esa pequeña habitación de barco.

Un poco más…quédate un poco más -fue lo que pensó antes de que siquiera pudiera evitarlo.

Eres un pobre hombre. –Se repetía a si mismo ahora, en la soledad de su habitación- El invierno está aquí. No hay tiempo para pensar en la primavera.

A estas alturas se imaginó que ni siquiera la impasividad de su rostro podía disimular el anhelo, la admiración, el amor crudo que sentía por Daenerys. Ya no sabía desde hace cuánto tiempo sus ojos inevitablemente se quedaban viéndola como un cachorro a su amo. Como ese instante en el que la contempló sentada a los pies de su cama, ¡dioses! Nunca sintió tantos deseos de besar a alguien como en ese maldito momento.

La deseó con cada fibra de su ser, aún más al verse reflejado en los ojos violetas de la madre de dragones. Ella estaba Viéndolo a él con el mismo anhelo y terror, arremolinados en un tormenta de emociones que amenazaba con desarmarlos a ambos, dejándolos desnudos en medio de la fría realidad que los rodeaba.

No ahora. No hay tiempo.

Es tan cruel.

Pero la amaba. Lo sabía. Esto si lo sabía.