Disclaimer: Hp es propiedad de Rowling. Yo soy sólo una huilde fickera que quiere reviews.
Este fic participa en el Reto Solsticio de Invierno del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black
El último heredero de Slytherin
Merope Gaunt sabía sólo una cosa: no tenía ni idea de lo que haría ahora. Nunca había sido imaginativa para pensar y repensar sus problemas. Siempre había sido pragmática, o al menos así se consideraba. Mentira, había sido una tonta enamorada, encaprichada con el primer hombre que le mostró una sonrisa:
- Hola.
- Hola.
- Soy Tom.
- Merope.
Él se rió.
- ¿Qué clase de nombre es Merope?
- Mi padre me lo puso.
- Ah, ¿y te gusta?
- Sí.
- No me imagino el porqué. Bueno, me tengo que ir.
- Eh, claro - susurró mientras lo vio dar media vuelta.
Él giró y le sonrió. A Merope jamás se le olvidó esa sonrisa.
Qué estúpida había sido. Qué idiota. Morfin había tenido razón.
- ¡Te gusta ese muggle! ¡Te gusta! ¡Te gusta!
- Cállate.
Estaba asustada y nerviosa. Si su padre se enterara…
- No debería gustarte - djio Morfin en un claro parsel.
- ¿Qué?
- Es un muggle roñoso y asqueroso, ¿por qué te gusta?
- Yo…
¿Cómo decirle lo que veía en Tom? ¿Cómo le decía lo hermoso, agradable y caballero que le parecía? ¿Cómo explicarle que su mundo era él, y que sólo a él se debía?
- Eres una bruja y él un simple muggle, no debería gustarte.
- Me gusta.
Morfin se rió, con esa risa tan suya, esa risa que se parecía tanto a la de padre, esa risa que le ponía los pelos de punta.
- Él jamás te hará caso. Nunca le importarás. Él no te hará feliz.
¡Paf! Merope estaba aterrorizada. Su mano derecha estaba roja, le ardía, le dolía. Morfin se llevó una mano a su mejilla izquierda. Luego volvió a reírse.
- Tonta enamorada, tonta de mi hermanita. Construyendo castillos en el cielo. Algún día se caerán esos castillos, ¿y qué te quedará? Sola, te quedarás sola, Merope, tan sola…
- ¡Cállate!
Él la tomó de los hombros. Merope gritó. Él la lastimaba. No se atrevió a decirle que la soltara. Él no le haría caso. Volvió a gritar. Morfin le clavó las uñas en la piel hasta hacerle sangre.
- Le haré… Le haré un regalo a tu amado… Le haré un lindo regalo… Se acordará de mí… Le enseñaré a no… a no meterse con una Gaunt, con una heredera de Salazar Slytherin… Le enseñaré…
Merope no dejaba de gritar. Morfin no dejaba de presionar. Está loco, está loco, pensó Merope. Se ha vuelto loco. Morfin reía, Morfin presionaba sus dedos contra su piel pálida, Morfin seguía riendo. Entonces todo se volvió negro.
¿Qué sería de Morfin ahora? Estaría pudriéndose en Azkaban, estaría pagando sus culpas. No, Morfin no se creía culpable, Morfin creía haber hecho lo correcto. Morfin - de una forma totalmente retorcida - sólo había protegido el honor de su hermana. Y ella se lo había pagado tan mal. Ella había hecho exactamente lo que él le había dicho que no hiciera, lo que su padre y su hermano le habían prohibido.
¿Qué sería de su padre ahora? Marvolo estaba muy viejo y enfermo. ¿Habría vuelto de Azkaban? ¿Sobreviviría en esa casucha de Pequeño Hangleton? ¿La odiaría? Sí, la odiaría, la odiaría por lo que había hecho, por haber ensuciado la sangre de Salazar.
Pero ella lo amaba. Oh, cuanto amaba a Tom. Aún seguía amándolo. Por el amor hacia Tom todavía seguía viva. No había tenido el valor para morirse por sí misma, para ahogar sus sufrimientos y los del niño que crecía dentro de ella. Ese niño que era el producto del amor, del amor que Merope sentía por Tom. ¿Qué importaba si Tom nunca la había amado? ¿Qué importaba si Tom nunca la hubiese correspondido? ¿Qué importaba si por estar con él traicionaba a su familia? Su amor no disminuía. Había sido feliz con Tom.
- Es increíble, en serio. ¿Pero es que nunca celebraste la Navidad de esta forma? - preguntó Tom.
- No, esta es la primera vez - dijo avergonzada de sí misma.
- Es increíble. Jamás había pensado que alguien no celebrará la navidad tal como la celebro siempre. ¿Estás segura que no quieres celebrar la Navidad a tu manera?
- No, está bien.
- ¿Seguro?
- Realmente no me importa como pase la Navidad con tal de que sea contigo.
Él la besó en la mejilla. Merope se sonrojó, arrobada por el sentimiento de tener a Tom a su lado, como ayer, como hoy, como siempre. Cada vez que la besaba sentía que era la primera vez.
- Esta es la mejor Navidad qué he pasado.
- ¿De verdad?
- Sí.
- ¿Por qué?
- Porque tú estás aquí, conmigo. No imagino una mejor compañía que estar a tu lado. Eres la razón de mi existir.
- ¡Oh, Tom!
Ella lo lleno de besos. Él la tomó de la cintura. Ella se sentía hermosa, femenina, una mujer en todos los sentido. Tom la adoraba, ¿qué otra cosa podía pedir?
- Estoy tan feliz de estar contigo.
- Yo también.
- El árbol de navidad nunca ha brillado tanto, y es todo gracias a ti. Haces que todo se ilumine - alabó Tom.
- Gracias.
Era la primera vez que había hecho un árbol y tenía no hacerlo bien. Pero Tom la había halagado, a Tom le gustaba su esfuerzo.
Tom la besó. Ella se arrebujó más contra su pecho. Más tarde volvería a darle la poción de amor.
Oh, había sido tan feliz.
Ahora no le quedaba nada, absolutamente nada. Sólo el niño que crecía en sus entrañas y no estaba segura de poder cuidarlo. ¿Cómo cuidar a otro ser si ella no se podía cuidar a sí misma? ¿Cómo podía cuidar a otro si ella era tan débil, tan cobarde?
- Acércate un poco más.
Merope obedeció. Acercó más las manos al fuego. Era un vano intento, pero al menos le quedaba la ilusión de la calidez en el frío tortuoso de la calle. Un mendigo desdentado le sonrió.
- ¡Feliz Navidad! - gritó.
- Feliz Navidad - susurró Merope, mientras internamente se preguntaba, qué tenía esa Navidad de feliz.
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