Bueno, esto se me ha ocurrido de pronto. …bueno, sé que tengo miles de caps por colocar en mis demás historias ¿pero que le puedo hacer? Tengo una imaginación demasiado inquieta.

Espero les guste.

Cartas a un mortífago

Capítulo 1. Pluma, tintero y pergamino.

Todo empezó de manera inocente, tan inocente qué ni siquiera se percató qué tan inmiscuida se encontraba en la situación hasta que ya habían pasado varios meses. Casi un año, a decir verdad. Mordisqueó lentamente la punta de la pluma que vagaba entre sus dedos minutos antes, cuándo decidía que más podría colocar entre esas 12 cuartillas de pergamino. Tamborileó los dedos, jugó con su cabello y chascó la lengua. Eso no era para ponerse de los nervios, pero lo hacía.

Era entonces, justamente una mañana fría de noviembre cuando dio pauta a una nueva fase en su vida. El otoño asomaba sus colores marrones, naranjas y grisáceos cuando ella se disponía a disfrutar del té y el desayuno de la mañana. El timbre de su casa pequeña a estilo inglés sonó de pronto y se preguntó ¿Quién estaría llamando tan temprano?

Salió en bata de dormir aun, con el cabello hecho un desastre y la cara somnolienta. No tardó mucho en averiguar, pues un puñado de sobres salieron disparados por la rendija como lengüetas viejas de zapato. No se suponía que recibiera correo al estilo muggle si no hasta dos días. Tomó aquellos papeles, pasando de uno a otro con desinterés hasta que uno de ellos casi logra atrancarle el pan tostado en la garganta al leer el remitente.

Azkaban

Isla en medio la nada en el Mar del Norte

Gran Bretaña.

El corazón se aceleró más de lo normal. Nadie recibía ese tipo de cartas y menos de ese lugar si no por una buena-o mala- y justa razón. Era tan extraño que una lechuza oficial no le trajera consigo y que por lo mínimo eso le diera un indicio del asunto a tratar. Se relamió los labios buscando amainar la sequedad repentina que brotó sobre ellos, frunció más el ceño y acudió a sentarse en el sillón próximo sin siquiera fijarse que aplastó a su mascota hasta que éste echó un maullido resentido.

Sacudió una y otra vez la carta como un abanico de la época colonial observando el vaivén de las letras pulcras y negras plasmadas en el blanco papel. Tomó un último sorbo de té y procedió a abrir el sobre evitando rasgar las comisuras del rectángulo.

Srita. Hermione Jane Granger

Presente.

Por este conducto quisiera hacer de su conocimiento, que el hecho indiscutiblemente noble ejercido para con mis apreciados padres y conmigo no pasó desapercibido. A decir verdad le estoy sinceramente agradecido por tener la amabilidad, madurez y sensibilidad de acudir a los juicios y declarar a nuestro favor.

Si me pregunta, debo decir con sinceridad, no esperaba menos de usted. Siempre mostró apremio por la lealtad, y las causas justas. Y en efecto, y por su atinada intervención hemos recibido la menor de las sentencias y al menos una esperanza de vida después de este sitio tan peculiar.

Espero no deseche mis humildes palabras de agradecimiento, apelando a los recuerdos del pasado. Está demás decir que los residuos de una venenosa guerra se han encargado de colocar todo en su debido sitio y guardo la esperanza de que eso cambie con el tiempo. El rencor y el odio solo acrecentan los malos actos y sentimientos. Lo hemos comprendido bastante tarde.

Quizá podría considerar una vaga excusa de mi parte traer a la luz que los actos y palabras desagradables fueron subyugados de manera vil y voraz en mí. Pero no está de más recordarlo para futuros no muy lejanos quedé aprendida la lección. Agradezco de verdad se tome el tiempo para leer estas líneas y responda al menos si lo recibió.

Sin más por decir, que mi entero agradecimiento.

Draco Malfoy.

¿Draco Malfoy escribiéndole una carta? , ¿y mucho más por agradecimiento? ¿Es que el mundo estaba volviéndose loco? Se río sin parar por unos cinco minutos, ya que toda la perorata le pareció demasiado formal e inexpresiva. Tan típica de él. Hasta inclusive llegó a pensar qué podría tratarse de una muy mala broma de su parte. La última vez que miró a los Malfoy fue justo en el juicio de Draco. El cual distaba mucho de ser coherente y justo pero quizá la vida-o el karma- le estaba jugando una mala treta. Simplemente la sentencia fue adquirida en base a estigmas sin tener evidencia concreta y oportuna. Sin testigos, sin varita que corroborase los hechizos imperdonables que le adjudicaban –ya que Harry se deshizo de ella justo después de acabar con Voldemort- y además las respuestas monosilábicas del muchacho no daban más de sí. Quizá el juez se adjudicó benevolencia al decir que aun, si se tratase de la familia con el mejor linaje, se les reprendería por igual que los demás mortífagos atrapados al término de la guerra mágica. Y quiso realzarse como un pavorreal mostrando plumaje al repartir castigos al por mayor. Bastante injusto para su gusto y gracia.

Después de lo ocurrido en aquel recinto lúgubre y húmedo, y de pronunciar los hechos que ella tenía tan vivos y frescos en la mente-e inclusive provocaban pesadillas nocturnas- se marchó de ahí sin siquiera voltear atrás. Draco jamás viró la vista a Ron, Harry o ella. Era como un ente que caminaba con ayuda de cuerdas invisibles.

Hermione suspiró con pesadez y releyó la carta una y otra vez hasta que las palabras perdieron sentido. Era demasiado política, demasiado seria, demasiado Malfoy. Y no es que le disgustara el hecho de que aquel sujeto de pocos amigos se dignara a tener un gesto agradable por primera vez en su vida si no la forma en que llego y el momento. Precisamente ahora, que buscaba iniciar una nueva vida, alejarse de aquel bullicio doloroso y ese papel no hacía más que avivar la brasas de la guerra que quedaban aún en su molido corazón.

Su vida precisamente se estaba yendo a pique en todos los aspectos. Ron Weasley le pidió un poco de espacio para poder estar con su familia y llorar al hermano caído en guerra. No era para menos, la familia entera estaba devastada. Y por si fuera poco no logró contactar de nuevo a sus padres, no pudo regresar a su vida muggle y en el mundo de la magia el asedio le hacia la vida imposible:

"Hermione la heroína" "Hermione la chica del trio dorado" "El estilo de Hermione Granger" "Los amoríos de Hermione Granger" "¿Cómo toma la taza de té Hermione Granger" ¡por Merlín y todos las brujas! Todo eso le tenía en el hastío total, tal qué buscó la manera de escapar.

Hiló excusas para marcharse a una ciudad pequeña, en una casa igualmente diminuta y un barrio poco concurrido. Sus visitas se limitaban a la familia Weasley, Harry Potter y su gato endemoniado que se escabullía por las noches y terminaba regresando siempre tres días después. Harry por su parte se dedicaba la mayoría del tiempo en recuperar lo perdido con Ginny además de consolar a la familia entera, pero sabía que el chico estaba igual o peor que ella. Las remanencias de la guerra no se podrían olvidar nunca. Superar tal vez, con el tiempo.

Hermione suspiró tratando de evitar que el nudo naciente en su garganta diere de sí. Ya no quería echarse a llorar por horas, como meses antes. Se había jurado a si misma que saldría del agujero negro donde se sumergió después del tormento. Repasó las letras de la carta una vez más, y con el ceño fruncido se dirigió al estudio. Tomó tinta, papel y pergamino para contestar la dichosa carta ¿Qué más daba? Ese día no tenía nada mejor que hacer.


Draco Malfoy miraba su platón plateado con la cara llena de repulsión. Aquel objeto le recordaba bastante el que tenía su rottweiler Hunter en casa-antigua casa- y que disponía para tomar las comidas comunes de un perro domesticado. Cóncavo en el fondo, brilloso y con una espesa pasta en el interior. Era igual hasta en consistencia. Luego sus ojos grises se postraron a lo lejos en aquel sujeto taimado que yacía dos mesas delante a la suya. Su padre. Lucius Malfoy parecía ir perdiendo la cordura conforme pasaban los días, como si aquellas paredes se encargasen de succionar cualesquier idea venenosa o sincera que tuviera maquinando en su cerebro. Habían conocido bastante de cerca a los entes que divagaban por aquellas paredes obscuras, húmedas y frías una tarde en que su temperamento no dio más que para exaltarse por los continuos asedios de los demás reos.

Los dementores eran criaturas temibles, sin sentimientos ni razón justa. Estaban ahí para mantener el orden de las cosas, el perfil bajo y el silencio sepulcral. No más. No pensaban, no sentían, no clasificaban y no sabían hacer más que tomar lo que debieren tomar a la hora que fuere necesario: energía y vitalidad. Sueños e ilusiones. La vida misma si era necesario. Draco suspiró con resignación y jugó con la pasta espesa de su platón. Luego su mente viajó a los vagos recuerdos de colegio, a las horas que pasaba perdiendo el tiempo. Al justo momento en que su padre le habló del señor tenebroso, su regreso y lo que ello implicaba para la familia. Se rio con eufemismo al recordar como Lucius había asegurado una vida digna y prestigiosa para ellos, y un mundo mejor y más satisfactorio sin muggles y mestizos en el mundo mágico.

Era tan irónico. La situación en sí. Jamás se detuvo a pensar que esas características a las que su padre tanto admiraba, los llevaría al poso donde justamente estaban ahora. Si tan solo se le hubiese vertido en las venas un poco de valor y dignidad para enfrentar a su enemigos, a su propio padre. Esto no tendría lugar, probablemente estaría en casa, disfrutando de las comodidades, de la vida en sí. No de la muerte en vida. El muchacho se llevó un bocado que no tardó en escupir. La comida era asquerosa, si a eso se le podía llamar así.

El sonido de los barrotes le sacó del sardónico estado. Un auror se acercó a la barandilla con protecciones mágicas y empezó a nombrar reos para proporcionarles el correo matutino. Draco bajó la vista inmediatamente ¿Quién le escribiría a él? No tenía a nadie. Su madre estaba en el ala izquierda de la isla en el área de mujeres presas. No les estaba permitido la comunicación. Crabble y Goyle habían muerto en la guerra, Pansy Parkinson se justificó en la única y última de sus visitas que no podría mantener su amistad porque eso le conferiría más problemas en el estatus social que beneficios. Astoria Grengrass fue prometida con un Macmillan y Theodore Nott desapareció del mapa sin más. No tenía a nadie.

-Draco Malfoy-llamó el hombre corpulento, de barbas negras y espesas como la noche. Su piel obscura brillaba con la poca luz existente y sus rasgos duros se acrecentaban con las penumbras-

El chico alzó la vista sumamente sorprendido. Y titubeando se levantó de su asiento pero no se movió, quizá había escuchado mal.

-Draco Malfoy-llamó el hombre de nuevo, esta vez con muy mal humor-

Sí, había correo para él. Su cuerpo encorvado y larguirucho inició la travesía de todo el salón. La puerta le estaba de extremo a extremo, no tardó en casi besar el suelo pues uno de sus "amables compañeros" le hizo palanca entorpeciéndole el paso. Se fue de bruces sin más, y con el mismo énfasis se levantó a modo de resorte. Lanzó una mirada por el rabillo al sujeto mas no dijo nada, no era momento de buscarse una pelea. Quería saber quién se había dignado a escribirle a un convicto. A un ex mortífago.