Me pongo los cascos y le doy al play a mi lista de música favorita
Cierro los ojos, vacío de pensamientos mi mente y dejo que el movimiento del coche y las gotas que caen de forma acompasada en la ventanilla me transporten a mi mundo de ensueño.
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Vuelvo a abrir los ojos, ya no está presente el suave ronroneo del coche y tampoco están deslizándose las gotas de lluvia que poco a poco van desapareciendo del cristal.
Hemos hecho una pequeña parada y tras descansar unos cuantos minutos volvemos al coche, dispuestos a proseguir nuestra aventura.
Esta vez no me pongo los cascos ni cierro los ojos.
El coche arranca y mantengo mis ojos fijos en el horizonte, miro al cielo, ese azul y bello paisaje que hace unas horas estaba cubierto por oscuros nubarrones.
Ahora está despejado y el sol brilla con fuerza.
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Pasa el tiempo y sigo observando el paisaje que se halla ante mí.
Me llama mi madre y salgo de mi ensimismamiento; me señala con la mano el lado derecho del coche y lo veo por primera vez en mucho tiempo
"El mar" Pienso al ver aquel inmenso manto azul. Adoro el color azul pero en ocasiones resulta frío.
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Bajo del coche y comenzamos a sacar las maletas, estamos en un pequeño pueblo de la costa, nos quedaremos en una acogedora casa rural.
Una chica se acerca y nos ayuda con las maletas, es la hija de la propietaria del lugar donde nos hospedaremos.
Le miro durante unos instantes, solo unos pocos, pero los suficientes como para que me devuelva la mirada y me sonría.
El azul nunca antes me había parecido un color tan bello.
"¿Te ayudo?" Pregunta ella.
Afirmo con la cabeza y la chica toma una de las maletas por mí.
"Gracias"
Me vuelve a sonreír y noto como de nuevo mi corazón se derrite ante aquellos ojos de un cálido color frío.
Sí, estas van a ser unas buenas vacaciones.
