Los copos de nieve caian desordenados a mi alrededor, grandes, pequeños; no habia dos iguales pero su belleza era indescriptible, no obstante el corto periodo de paz se acabo pronto cuando un cuerno resonó a traves del gélido silencio en el que estaba envuelto el bosque. Uno... dos... tres... Tres veces, hacía miles de años que esa señal no sonaba; un toque significaba que alguno de nuestros hermanos regresaba, dos que los salvajes nos atacaban y tres... que los caminantes blancos se acercaban.
Esos engendros eran muertos que regresaban a la vida, frios, letales, sin sentimientos y con esos ojos azul claro tan terrorificos; eran los guardianes silenciosos del norte.
Por todo el campamento los gritos desconcertados y atemorizados de los hombres resonaban con fuerza mientras corrían hacia las empalizadas. Una vez armados, aguardamos expectantes. A nuestro alrededor el bosque permanecia silencioso, inmóvil testigo de como nuestros peores temores se hacían realidad.
En ese momento, de entre la espesura y la suave neblina que lo cubria todo, los vimos aparecer. Cientos, miles, no sabria decir cuantos, caminaban lentamente y se aproximaban haciendo caso omiso de la lluvia de flechas incendiarias. Algunos ardían a causa de los proyectiles pero muchos otros continuaban acercandose con la muerte reflejada en esos ojos resplandecientes.
A mi mente vino el hecho de que no habria nadie vigilando los caballos y que si era rapido tal vez pudiese salir de alli con vida.
"La noche se avecina, ahora comienza mi guardia. No terminará hasta el dia de mi muerte."
El recuerdo de mis abuelos discutiendo sobre quien bebía mas cerveza mientras mis abuelas los miraban medio avergonzadas surgió de algun lugar de mi mente.
"No tomaré esposa, no poseere tierras, no engendraré hijos, no llevaré corona, no alcanzaré la gloria. Viviré y moriré en mi puesto."
Otro recuerdo se abrió camino hasta mi, esta vez eramos mi padre y yo entrenado con la espada en el patio de la fortaleza mientras mi madre reprendía a mi hermano pequeño por alguna travesura.
"Soy la espada en la oscuridad. Soy el vigilante del Muro."
Pude oir la risa de una muchacha de melena castaña llamandome desde algun lugar.
"Soy el fuego que arde contra el frío, la luz que trae el amanecer, el cuerno que despierta a los durmientes, el escudo que defiende los reinos de los hombres."
De pronto a mi memoria vino la imagen de esa misma mujer riendose de nuevo en brazos de otro y como mi padre, mi madre y el resto de mi familia eran pasados por el fuego y la espada.
"Entrego mi vida y mi honor a la Guardia de la Noche, durante esta noche y todas las que estén por venir."
Ese fue mi juramento y aquellas mis razones para venir hasta el Muro, en el sur no me queda nada y mi familia son ahora mis hermanos, aquellos que tambien pronunciaron el juramento.
Los caminantes blancos casi estaban en las empalizadas. Las dudas se fueron de mi cabeza, todo lo que tengo esta aqui incluido mi honor y si los antiguos dioses querian que muriese en este lugar abandonado por todos asi sea, pero me asegurare de cumplir mi cometido y que esos espectros se vengan conmigo a los infiernos.
Empuñe la espada y me enfernté a lo que seria una muerte segura.
