Título: Corona compartida.
Pareja: Mikoto Suoh y Anna Kushina. Insinuación leve, realmente leve.
Anime/Manga en cuestión:K. K ~memory of Red~ y derivados.
Capítulos: Sin definir.
Advertencias: Mikoto está vivito y coleando.
OoC.
Disclaimer: Ni K, ni Mikoto, ni Anna, ni nadie –rayos- me pertenecen, son propiedad de GoRA y GoHands. De haber sido míos, Mikoto y Anna hubiesen estado más juntos y el tan amado Rey Rojo jamás moriría.
Mikoto Suoh, el Rey Rojo, está débil. Y eso conlleva, a regañadientes de su Clan, a aceptar a un Segundo Rey en puesto. Mikoto acepta compartirlo, pero… nadie le dijo que tendría que compartir incluso la atención de la pequeña Anna.
Capítulo 1.
La espada de Damocles no se apagó completamente como estaba pensando. No se destruyó, no se pulverizó, no desapareció del todo. Había una parte ahí aún, así que sólo podía significar una cosa en específico.
A pesar de que el nivel Weismann de Mikoto Suoh era demasiado alto como para dejarlo más tiempo vivir, sabía que eso no sería posible. Tenía una extraña confianza en la capacidad del Rey Rojo para pasar cualquier adversidad junto con todo HOMRA, y sospechaba que ésta ocasión no sería la excepción.
Un holograma de la academia Ashinaka ubicada en la isla apareció en la pantalla. Se encontraba un poco destruida y no se veía movimiento sospechoso en ella, asimilando que el Rey Incoloro había muerto en el lugar a manos del pelirrojo y que a lo lejos podía apreciar una manada de hombres vestidos de azul, pertenecientes al equipo de Munakata Seiri.
Sintió una presencia nueva en la gran habitación y cerró los ojos, cansado. Ya sabía lo que vendría. Miró de soslayo y un viejo de avanzada edad, pequeño y algo encorvado con cabello blanco cenizo a media nuca se dirigió a él caminando a paso lento, con un bastón color caqui y su kimono negro siendo arrastrado detrás de sí. Se colocó a lado suyo y suspiró pesadamente. El silencio se vio roto cuando la voz cansina proveniente del anciano inundó la habitación, rota y audible, lo suficiente como para escucharla sin necesidad de agacharse.
—No murió. —informó. Se removió un poco y alzó su rostro, mirando cómo la cámara que proyectaba al holograma cambiaba de posición, dándole una vista al agua azulada y brillante de la costa de Japón—. Pero a pesar de ello, está débil. Demasiado, diría yo.
—Lo sé.
—En ese caso ya debes de ir asimilando las cosas.
Guardó silencio por unos momentos; sus ojos comenzaron a divagar en derredor a la vez que metía ambas manos en los bolsillos de su pantalón, tomando una posición exasperada, que denotaba la escasa euforia que sentía por las palabras de su viejo acompañante.
—No hay nada que asimilar—dijo después arrastrando las palabras—. Mikoto Suoh está vivo, así que seguirá ocupando el lugar de Rey. Y nadie más lo ocupará, estoy seguro. —agitó su cabeza de manera lenta, haciendo que sus cabellos oscuros se movieran pacíficamente.
El anciano movió sus cejas de manera extraña, sin mirarlo en algún momento. Comenzó a mover sus pies un poco más hacia adelante, en donde estaba un pergamino medianamente enrollado, extenso y de un color pálido, quizá por el tiempo que llevaba escrito. Jamás, hasta ahora, se había dado cuenta de que el objeto estaba ahí. El viejo comenzó a leer algo mientras farfullaba palabras que él no comprendía, apretando sus puños dentro de los bolsillos de su pantalón.
—Pareces seguro de lo que dices.
—Estoy seguro. Aparte de eso, tú al principio lo confirmaste.
La imagen holográfica cambió de nuevo, y ahora lo único que se veía era un cuerpo sin movimiento al lado de un cráter de gran tamaño, no lo suficiente como para sorprenderse. Sus ojos se centraron en ella, reconocieron de más la figura del Rey Rojo. Al parecer Munakata se había ido sin asegurarse siquiera de si estaba vivo o no.
En parte odiaba la confianza que el de cabellos azules tenía en sí mismo. Su poder no lo era todo y había cosas que aún no sabía con profundidad, mostrándoselo en esos momentos al dejar a Suoh solo, a su suerte, sin comprobar siquiera su corazón que, sintiéndolo él mismo, volvió a latir de manera pausada y lenta tres minutos después de que él se alejara.
Una tenue forma de la espada de Damocles del Rey Rojo comenzó a formarse a su lado, y un leve ardor le cubrió su pecho, causándole molestia. Gruñó consecutivamente mientras los murmullos del viejo cesaban y alzaba la vista para apreciar el mismo espectáculo que él.
—Débil—habló, informándole del estado de salud del pelirrojo—. Vas a ocupar su lugar o, al menos, compartirlo—la atmósfera que se había creado, con aires de pereza y deseos no queridos, desapareció repentinamente—. Así fueron las cosas desde el principio. Pero tú tenías que negarte, ah…
—No me agrada ser el «Rey» de nadie.
—Ahora tendrás que hacerlo. Mikoto-san tendrá que dividir su mandato. Aunque, sinceramente, no creo que haya problema.
El más joven chasqueó la lengua y, comprobando que la espada de Damocles volvía a verse más notoria, igual de imponente –como lo fue desde un principio- ladeó la cabeza con una mueca de fastidio en su rostro.
Después de la muerte de Genji Kagutsu hubo dos personas aptas para ser el sucesor del Rey Rojo. Mikoto Suoh y él. Por diferentes razones que incluso le causaba dolor de cabeza recordar, denegó la oportunidad de convertirse en el temido Rey de HOMRA. Por ende, el hombre de cabellos rojizos como el fuego y ojos ámbar penetrantes, ocupó su lugar.
Jamás en la historia de los Reyes se había visto que dos personas disputaran el lugar. Quizá esa era una de las razones por las cuales declinó enseguida, tan pronto como escuchó la muerte de Genji. Claramente tenía habilidades en cuanto al fuego, pero no tenía ningún derecho en lo absoluto como para poder dar órdenes al equipo liderado de Mikoto; que, cabía aclarar, estaba cien por ciento seguro de que no sabían de su existencia.
Pero así estaba mejor. Si tomaba el lugar ahora, era a regañadientes. Prácticamente obligado. Aun así, quizá podía sacar cosas interesantes a la situación.
Quién sabe. Todo podía pasar.
—Anna Kushina ya lo sintió.
— ¿Hum?
El anciano suspiró cansinamente, mirándole de soslayo con sus ojos vivaces y encendidos, de un color grisáceo y brillante a pesar de estar a mediana oscuridad.
—HOMRA ya ha sentido la espada de Damocles. Ahora tienes que ir allá, chico.
Rodó los ojos y tomó una chaqueta que estaba a su lado de manera brusca. El holograma que siempre estuvo ahí desapareció en cuanto divisó que la mano de Mikoto Suoh se movió de manera débil, casi imperceptible, pero que aun así él pudo presenciar.
Un aura roja rodeó su cuerpo de manera tenue, mientras comenzaba a caminar abrochándose la chaqueta para protegerse del frío.
—Bien.
La hora, lamentablemente para él, había llegado.
Simplemente no pude resistir la tentación. Me niego rotundamente a la muerte de Mikoto y a la aparente de Shiro. No, no, no. Así que por eso estoy aquí, con esta historia confusa, patética y… y bueno, con la notoria preferencia –no yaoi- que tengo hacia Mikoto y Anna. Dios, amo cada escena que tienen.
Aclaro que no habrá cosas como besos y eso… al menos no con ellos (SaruMi, SaruMi, SaruMi, SaruMi…), ya que más que nada será sobre el problema de atención que sufrirá Mikoto porque Anna le pondrá más caso al Otro Rey que comparte el poder con él… aunque el título es ridículo, no se me ocurrió ninguno.
Tenía planeado hacerlo mujer, pero… ¿Anna y OC femenino?, no, me dije a mí misma que estaba enferma. Bueno, más de lo normal, LOL.
Aún no sé si continuaré la historia. Todo depende de mi público querido, por supuesto. Si no gusta, pues ahí la dejo y la leo yo sola, imaginándomela en mi mente, llorando como lo hice el día de ayer en el que vi, de nuevo, la muerte de Mikoto. No había llorado tanto desde que Sasuke mató a Itachi, y eso ya fue hace tiempo.
Así que ojalá y les llame la atención. Capítulo uno aburrido, que lo sé.
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