— ¡Ah chuu!

Ya estaba cansada de estornudar una y otra vez. Liberé y sorbí tanto moco que incluso estaba sustituyendo mi salida. Estéticamente era asqueroso.

Sentía envidia por mi pequeño Spike, ya que es, según mi predicción, el único habitante de Ponyville que no está sufriendo de alergia crónica, porque, al parecer, sólo estaba afectando a los equinos.

Mi magia pasaba las hojas con rapidez del libro que investigaba la solución de las reacciones alérgicas; el tomo del reino fungí ecuestriano.

Recordaba desde hace tres días, mis amigas y yo descubrimos un brote de hongos descomunales. Pequeños anaranjados, pero molestos por su efecto alérgico.

Pinkie las bautizó como "hongos ah chu", y admití que me causó gracia, pero, como aún no conseguía registro alguno, ni siquiera en el libro que estaba hojeando, decidí que deberían llamarse Sternutatio Vesperum, que significaba estornudo vespertino.

El nombre hacía alusión a que sólo surgían de la tierra en las tardes para expulsar esporas, que al igual que el aroma natural del hongo, causaban alergia. Luego, casi tan rápido como un parpadeo, se escondian bajo tierra hasta la tarde del día siguiente.

En esos días pasados fallamos en nuestros intentos por eliminarlas. Parecían que se movían bajo tierra, porque, intentando cavar para arrancarlas, ni siquiera encontrabamos nada, aunque la teoría me resultaba ridícula para creerla.

Y esa sólo era la introducción del Sternutatio Vesperum. Había notado otros síntomas dependiendo del infectado por el hongo. A los ponis terrestres presentaban brotes de granos mayormente en la cara; los pegasos les causaba que las plumas de las alas se les caiga por cantidades y, a los unicornios, aunque no sabía por qué pasaba de esa manera, cada vez que estornudaban, la magia se bloqueaba por un breve tiempo, además de presentar hinchazón en todas las patas.

Como dato curioso y frustrante para mí, siendo una alicornio me permitía presentar todos los síntomas de las tres razas al mismo tiempo, pero agudizadas. Aún así, no me dio ningún consuelo en lo absoluto.

— ¡No encuentro nada que sea útil!— mi grito de enojo hizo eco en la desolada biblioteca del castillo de las hermanas nobles. Expulsé el libro con mucha frustración al montón de aquellos desafortunados ejemplares y tomé uno nuevo con pocas esperanzas de éxitos. En este punto me sentía agobiada de tantos libros —. Spike, ¿encontraste algo? — pregunté mientras hojeabas las paginas, pero no recibí respuesta por parte de mi receptor — ¿Spike? — Volví a llamar, pero nada.

Extrañada, dejé el libro y decidí buscarlo. Para mi sorpresa, él estaba encima de una montaña desordenada de tomos, durmiendo y roncando fuerte.

Me enojé tanto que quería gritarle y despertarlo, pero ahogué mi furia y me resentí a suspirar. No podía desquitarme con él, y lo comprendía porque ya era de noche, o eso lo supuse, ya que no hemos salido de la biblioteca desde que llegamos en la tarde, y también me estaba seduciendo el sueño y mi estomago estaba suplicando por comida.

Aunque era tentador, no podía distraerme por mucho tiempo.

Volví a mi tarea y seguí hojeando el libro, pero fui interrumpida por mi propio estornudo, haciendo que mi magia desapareciera por un breve instante y, con ello, dejé que el ejemplar que tenia levitado se cayera.

Suspiré a causa del estrés y levité de nuevo el libro. A pesar de que los efectos del hongo duran por lo que queda del día, al menos mi magia no quedó tan comprometida, siempre y cuando no estornude. Pero, en eso, fui atacada por otro estornudo, y otro más detrás de ese.

Sentí un tic nervioso en mi ojo derecho. Juré que si volvía a estornudar una vez más, gritaría y me envolvería en el fuego del enojo. Por desgracia, eso pasó.

No supe si desperté a Spike, solo salí gruñendo de la biblioteca como un intento de buscar la calma, pero de en vez de eso, quedé tan impactada cuando, en frente de mí, había un potrillo que nunca había visto antes, como si él hubiera aparecido por pura magia.

Estaba paralizada y sin palabras que decir y, al parecer, el joven también le pasó lo mismo. Nos veíamos en un limbo donde no transcurría el tiempo con normalidad.

Logré percibirlo en ese pequeño segundo muerto. Su color de pelaje era de un pálido color amarillo y su crin de mechones era de color verde claro. Distinguí que tenía varios granos en su rostro y unas alforjas del mismo color de su pelaje en sus costados.

— ¿Qué estás haciendo aquí? — Pregunté lo primero que habia pensado, tratando de no titubear.

Él no supo articular, pero después me respondió.

— Paseo por el castillo. Exploro.

Ahora que tuve tiempo para digerir la situación, mi instinto protector tomó el asunto sobre los cascos.

— ¿Y estás sólo? — desvió su mirada sobre la mía sin responderme, pero deduje que estaba sin compañía. Fruncí las cejas, molesta —. Este lugar no es para potrillos, ¿y cómo cruzaste el bosque Everfree sólo? ¿Y te das cuenta la hora que deben ser? Deberías estar en tu casa con tu familia.

Mi aludido bajó la cabeza y emitió un breve gruñido.

— Lo sé… — Masculló. Típica respuestas de los jóvenes.

— Tus padres han de estar preocupados, pudiste perderte, o incluso lastimarte.

No me respondió, en cambio seguía evitando hacer contacto visual. Después de un breve silencio, volví a retomar la palabra.

— ¿Puedo permitirme saber por qué estas en este castillo y a estas horas? — Pronuncié con un tono un poco dócil, pero sin perder mi carácter.

Un leve suspiro de parte del pequeño me permitió saber la respuesta.

— Me gusta venir y quedarme en este castillo de en vez en cuando.

— ¿Vienes y te quedas aquí?— soné muy incrédula —, ¿y qué hay de tus padres? ¿Ellos saben de esto?

— No lo sabrá, piensan que estoy en casa de un amigo. Pero hago lo que soy bueno, explorar.

Era toda la información que podía procesar.

— Estas zonas son muy peligrosas, no debes volver, ni mucho menos explorar sólo de nuevo y ni mentirle a tus padres de esa manera, ¿acaso no pensaste qué pasaría si ellos se enteran que no estás en la casa donde alegaste? — él quería objetar, pero no lo dejé —. Gracias a Celestia y te encontré por casualidad. Acompáñame y dentro de hora y media nos regresamos a Ponyville.

— Puedo cuidarme sólo — me respondió observándome con seriedad —, ya estuve aquí y sé regresar por mi cuenta. No te preocupes por mí.

— Por supuesto que me voy a preocupar, no estás bajo tutela alguna — me agaché para estar a su tamaño —. Me haré responsable de ti hasta que regresemos y te deje en casa de tus padres. No le diré nada a ellos, pero sólo si me prometes que no les volverás a mentir y saldrás a explorar sólo por zonas peligrosas o de noche, ¿de acuerdo?

—Ya te dije, puedo valerme por mí mismo. Observa — se puso de medio lado y me mostró su cutiemark de dos mapas con siluetas que no logré comprender —, tengo mi marca, ya soy un adulto. Puedo cuidarme sólo y puedo estar en este castillo bajo mi propia responsabilidad, así como usted también estas aquí.

— Yo estoy aquí por asuntos muy importantes, y que tengas cutiemark no te hace un adulto ni te da responsabilidad.

— ¡Por supuesto que si lo hace!— Se mostró agresivo.

No tenía ánimos de seguir discutiendo. Traté de calmarme y decidí cambiar mi tono de voz y mi carácter.

— ¿Por qué tantos deseos de ser un adulto, si aún eres un potrillo y puedes disfrutar tu niñez con responsabilidad al máximo? — Le dediqué una pequeña sonrisa, pero desapareció cuando él me esquivó la mirada.

— No me vas a entender.

— Por supuesto que sí lo haré — me levanté y abrí la puerta de la biblioteca con mi magia —. Acompáñame y me lo dices, y también quiero contarte una interesante anécdota sobre… — En eso fui interrumpida.

— No quiero hablar de eso y no quiero acompañarte. Regresaré sólo como siempre lo hago y cuando yo lo decida.

Volví a fruncir las cejas, ya estaba desafiando el límite de mi paciencia.

— Lo expresé una vez y lo volveré a repetir, no te irás sólo. Vas a esperarme y nos marcharemos juntos.

Nos retamos con nuestras miradas, cómo si yo fuera la madre del joven, esperando a que me obedeciera a regañadientes.

Pero de una reacción tan repentina, él simplemente se dio la vuelta y salió galopando. Si creyó que escaparía, estaba de lo más equivocado, porque lo levité con magia y lo jalé hacia mí.

Intentaba liberarse cómo si estuviera en una red, pero no le iba a funcionar.

— ¡Bájame! — Me gritó.

Con suavidad lo dejé en el piso y deshice el hechizo.

— Te quedas conmigo — Sentencié.

— Como quieras — Murmuró entre dientes.

Estaba molesta, pero también estaba muy intrigada por su comportamiento. No me parecía normal para un potrillo que aparentaba estar entre los doce o catorce años de edad.

— Lo siento — Me dijo de repente.

No le correspondí, pero esas palabras me calmaron un poco.

Le indiqué que entrara a la biblioteca, pero de en vez de hacerlo, abrió una de sus alforjas y sacó un frasco de plástico con una etiqueta que mostraba la imagen de un durazno.

— ¿Quieres uno? — Preguntó.

Fue inesperado que me ofreciera, era como un libro nuevo sin portada, nunca se sabe que contenido habrá.

— Si… ¿por qué no?

— ¿Pero me ayudarías a abrirlo? Está muy apretada la tapa — Me dijo extendiendo el frasco hacia mí.

Sonreí, nunca es tarde para empezar con la pata correcta.

— Por supuesto — me animé y usé mi levitación para atraer el frasco —. Tenemos en común el gusto hacia los duraznos, son deliciosos.

Recibí una risa un poco incomoda por parte del joven. Quizás no esperaba tal información.

— Soy Twilight Sparkle — continué y usé mi magia para destapar el frasco. No estaba tan apretada como imaginé — ¿Y usted cómo te llamas?

Pero cuando abrí el frasco, en su interior no había duraznos, ¡había varios Sternutatio Vesperum!

Apenas sentí su desagradable aroma, mi nariz tuvo la sensación de estar siendo invadida por un ejército de hormigas.

Irremediablemente estornudé con mucha fuerza y mi magia falló, dejando caer el frasco contaminado.

— ¡Caíste!— dijo en tono burlón, a la vez que también estornudó —. Ahora ¡déjame en paz! — Y galopó, escapando.

Después de otro inevitable estornudo y de sentir mis ojos lagrimear, mi pequeña chispa de paciencia fue extinta por una enorme cascada de estrés . Refunfuñé como si fuera una bestia del bosque. ¡Ahora si me enojé!

Me telestransporté delante del malcriado y lo volví a levitar.

— ¡No huyas! ¿Acaso no ves que no quiero que te lastimes o te pierdas por estar sólo?

El hormigueo volvió a atacar. Estornudé y, sin querer, lo solté de la levitación, haciendo que se callera en seco.

— No necesito que me cuides — estornudó y se levantó —, ¡soy un adulto! — Me empujó y siguió escapando.

Iba a usar mi telestransportación de nuevo, pero estornudé y mi cuerno se apagó.

Con otro estornudo, decidí volar para alcanzarlo sin arriesgarme a usar magia.

El pasillo se estaba terminando y él, aunque era rápido, no iba a lograr escabullirse.

Aceleré más y extendí mis cascos delanteros. Faltaba poco para atraparlo, pero no me percaté de que había un umbral al lado izquierdo y, por un intento de eludirme, saltó hacia la entrada como si lo hubieran empujado con brusquedad.

Extendí mis alas para frenar, pero de pronto, sentí un profundo temor cuando escuché varios golpes contundentes unos tras otros en donde había entrado el potrillo. Sabia, aunque no quería que fuera cierto, que se había caído de las escaleras.

Me movilicé a la entrada, e inhalé de terror al ver, que en el piso tras el último escalón, estaba él joven boca arriba, inerte.

Bajé volando hacia donde estaba él.

— ¿Puedes oírme? ¿Cómo te sientes? — dije con mucha preocupación mientras me agaché y lo toqué. No reaccionó — ¡Eh! ¿Me escuchas? — Lo sacudí con levedad intentando que respondiera, pero nada.

Mi pulso se estaba acelerando cada vez más a medida que pasaba el tiempo y él no reaccionaba.

Debía estar inconsciente por la caída. ¡Sí, eso era, debía estar inconsciente!

Traté de calmar mis nervios, pero fue un intento en vano, al igual que evitar estornudar en el peor momento.

Tenía que pensar como trasladarlo, pero no quería usar magia por la incertidumbre de los efectos del hongo y sola no iba a poder moverlo con precaución.

En eso me acordé de Spike. Tenía que ir a buscarlo para que me ayudara.

— No te preocupes, voy por ayuda — Le dije, deseando que aún me pudiera escuchar.

Pero, detallándolo, vi que algo no estaba bien con él y me heló las venas. Su vientre no subía y bajaba a causa de la respiración.

¿Acaso?... ¡No!

Aparté cada mal pensamiento. Él está bien, pero…

Con temblor, acerqué con lentitud mi casco a su nariz para percibir la corriente de aire, pero al pasar el tiempo y no sentir nada, fue como si todo el peso de Equestria cayera sobre mí.

¡No! ¡No podía estar pasando!

Estaba paralizada y sólo sentía escalofríos en todo mi cuerpo.

—Cálmate Twi, que no sienta el aire no prueba nada malo— Me dije, intentando consolarme.

Puse mi oreja en su pecho. Traté de respirar lentamente para agudizar mi sentido, pero aun con esas, ¿por qué no escuchaba su corazón?

Desesperada y sintiendo punzadas en mi cabeza traté de localizar su corazón.

Tenía que latir, estaba segura que su corazón latía con normalidad, ¿pero por qué no lo podía escuchar? ¡Él estaba inconsciente! ¡¿Por qué no lograba escuchar nada!?

— No, no ,no, no ,no… — En eso, pensé en mi última esperanza.

Lo había leído hace tiempo y lo sabía. Las cutiemark representaban el talento de los ponis en vida como la magia que fluye en nosotros y dejan a su portador cuando…

No, no me atrevía ni siquiera pensar en eso.

Con rapidez miré a uno de los costados del potro para visualizar su cutiemark, pero en eso, mi realidad se destrozó.

Grité y retrocedí con terror, siendo necia y negando lo que en un principio era. El pequeño poni, falleció.