Maudeline no lo dirá nunca. Y si fuera a decírselo a alguien, sería a Hildegarde, que está casi sorda y siempre ha sido tan silenciosa que cuesta creer que no es muda.

Si Maudeline fuera a decírselo a alguien que no lo supiera (conservan pocas amistades, ya que disimular la pobreza es difícil), sería a su fiel criada, mientras que le cepilla el cabello.

O a su reflejo.

(Le halaga saber que luce tan joven como si fuera solo la hermana mayor de Victoria)

Y ella se casó enamorada.

En su momento, flotó por las nubes porque el hombre al que quería desposar tenía un nombre tan bueno como el de ella.

Maudeline rechazó tierras y negocios sobre las mismas, para disgusto de su familia.

Y no se arrepintió.

Pero decidió el destino de Victoria desde antes de que ella naciera.

Tendremos una hija fea y la casaremos con un joven igualmente feo que no tenga otra opción sino adorarla. ¿Qué puede salir mal, Finn?

Se dio libertades que nunca le permitiría a Victoria, es cierto.

Pero sus días están lejos de los de ella y Victoria debe entenderlo, dejar de llorar y estar contenta, como ella no lo estuvo cuando se escapó con Finn.

(Si al menos Victoria estuviera enamorada ya, Maudeline podría entender su egoísmo)