– Pequeña Hinata… – decía el chico de cabello negro azulado, mientras la observaba directamente a los ojos – que duermas bien.
– ¡Hai! – respondía la menor cubriéndose con las mantas.
Entonces Sasuke se acercó a ella y le dio un pequeño beso en los labios, como esos besos que se dan entre madre e hijo, era un simple beso de hermandad. Obviamente no sorprendía a ninguno de los dos, ambos estaban acostumbrados a darse un beso de buenas noches. A Hinata se le hacía extraño después de todo esa situación. ¿Desde cuando los hermanos se daban besos? Estaba algo confundida. El muchacho la miró por unos instantes antes de salir de su habitación y le sonrió. Caminó hasta la puerta y luego, apagando el interruptor de la luz, salió de aquella habitación.
Eran una familia feliz, ninguno de sus integrantes podían pedir más. Se conformaban con cosas bastante sencillas y las apreciaban al máximo. Del matrimonio salieron dos hijos, Sasuke y Hinata. Tenían una diferencia de 3 años y, a pesar de eso, se llevaban bastante bien. Él era el mayor, tenía 17 años. Cursaba el último grado de su escuela, era uno de los chicos más apuestos, pero jamás había tenido una novia. Muchos de sus compañeros decían que era asexual. Frío, serio, pero confiable, así lo definía su mejor amigo: Naruto. Y en su lugar, su hermanita era todo lo contrario. Tierna, dulce y cariñosa. Tenía 14 años. Varias de sus amigas le preguntaban mucho por su hermano, y esto la hacía dudar de sus verdaderas amistades, por lo que se le ponía un tanto difícil poder confiar en ellas. Por eso sólo tenía un mejor amigo, Kiba.
Por las mañanas, Sasuke siempre la iba a despertar, sus padres comenzaban el trabajo temprano, así que a esas horas casi nunca estaban presentes, y el chico, por ser el mayor, tenía que encargarse de despertarla a tiempo, para llegar a buena hora a la escuela. Sasuke entró a la habitación de la menor, pero ella no estaba en su cama.
– ¿Hinata? – preguntó acercándose y revisando bajo las mantas, preocupado.
Y desde atrás alguien apareció de la nada, saltando sobre la espalda del muchacho, colgándose con sus brazos por su cuello. Así, Sasuke cayó a la cama, no porque ella fuera pesada, sino porque venía con muchas fuerzas y lo había pillado desprevenido.
– Déjame salir, pequeño demonio. – le imploraba el mayor tumbado en la cama.
– No. – le respondió la menor, con una voz juguetona. Entonces comenzó a hacerle cosquillas.
– Hi… Hina… Hinata p-por favor… – decía Sasuke con dificultad al hablar, por las cosquillas.
Así el chico logró voltearse, mirando al a menor a los ojos, pudiendo así tomarla entre sus brazos. La agarró con sus dos manos, dejándola a ella ahora sobre la cama, y haciéndole cosquillas. Ella únicamente se reía, ¿qué más podía hacer? Tenía intenciones de quitárselo de encima, pero no encontraba la forma de hacerlo, hasta que su mente brilló. Apenas logró poner sus manos sobre el cuello del chico, que en ese momento yacía sobre ella. Entonces lo acercó a ella cada vez más, hasta darle un suave beso sobre sus labios. Sasuke por su parte no sabía como actuar. ¿Acaso era uno de esos besos que acostumbraban a darse? Porque él estaba seguro que no era así. Se dejó llevar por la situación, y luego del corto beso, él se acercó a ella por más. Comenzó a acariciar el cuerpo de la menor con cuidado, sin propasarse. Ella tampoco lo negó ni se lo impidió. Ya no era tan asexual como lo creían sus compañeros. Y aunque no entendía porque, seguía besando a su hermana, de otra forma. No como solían hacerlo antes de irse a dormir, esta vez era con mucho más amor. Hinata pasaba sus manos por el cabello de su hermano, acariciándolo.
De pronto, se escuchó un abrir de puerta. Sasuke se separó bruscamente de ella, atento, escuchando los pasos de alguien que acababa de ingresar en la casa. Su corazón estaba acelerado, si lo pillaban en esa situación, estaba frito. La menor lo observaba, atenta también a los pasos suaves que se lograba oír. Eran de mujer, de seguro a su mamá se le había quedado algo y había vuelto a buscarlo. Ahora los pasos se escuchaban cada vez más cerca, en un rato más, la madre estaría dentro de la habitación del delito. Hinata atinó a empujar al chico, nuevamente sin previo aviso, logrando que éste cayera al piso sin ningún daño. La menor se acomodó en la cama, y arregló su pijama, ya que entre tanto beso y caricia, estaba un poco desordenada. Sasuke arregló su cabello, que estaba despeinado por la culpa de su hermana. La puerta de la habitación se abrió.
– Pensé que aún dormían – dijo la madre sonriendo a ambos. – Sasuke, ¿por qué estás tendido en el suelo?
– Ah… es que… Hina-chan no encontraba sus zapatillas, entonces las estaba buscando.
– Acuérdate que ayer las estaba lavando, deben estar en el patio.
– ¡Cierto! – dijo la mejor, disimulando y siguiendo el juego de Sasuke. – Ahora me acordé… ¿Puedes ir por ellas, onegai?
– Si, ya voy. – respondió el azabache frío, como de costumbre. – por cierto … ¿Se te había olvidado algo, mamá?
– Sí, mi almuerzo… pero ya lo tengo, así que me voy. No tarden, que ya se hace tarde.
– Si mamá.
