Libros viejos
Tonks subió las escaleras procurando no caerse y se dirigió a la habitación donde Fred y George dormían cuando venían a dormir al cuartel.
Tocó suavemente y los gemelos le indicaron que podía pasar. Cuando abrió la puerta, los encontró juntos con dos calderos.
—Molly ha dicho que deberían bajar, la cena estará lista pronto—informó la joven. La señora Weasley le había dicho que avisará a todos, ya que Tonks no habría podido ayudarla a poner la mesa sin romper o chocarse con algo en el proceso.
—Ya bajaremos—respondió George.
—Oye, Tonks, ¿podrías oler esto y decirnos si tiene algún aroma?—preguntó Fred, señalando los calderos.
Tonks se acercó y, con un poco de desconfianza, aspiró cerca del primer caldero pero olía un poco a quemado. El segundo en cambio, le trajo el aroma a libros viejos.
—El primero huele a quemado—respondió riendo—, ¿qué es?
—Amortentia, poción del amor. Intentamos mejorar la fórmula.
—El segundo huele mejor—respondió la Auror.
—Hay olor a cereza, ¿verdad, Fred?—agregó de pronto George.
—Quizás es mi labial—masculló Tonks.
George y Fred se dieron una mirada y rieron, como si tuvieran una broma privada.
—¿Qué es tan gracioso?—preguntó ella con el ceño levemente fruncido.
—A Lupin se le escapó que olía a cerezas.
Tonks se sonrojó. Sin decir nada, los dejó para dirigirse a la biblioteca donde probablemente estaba Remus.
Por supuesto acertó.
Se acercó sin hacer ruido hacia él—algo sorprendente para tratarse de ella—, quien estaba de espaldas con algo entre sus manos.
Viejos libros...
A Remus le gustaba leer mucho, especialmente cuando era joven y lo atormentaba el inevitable acercamiento de las noches con luna llena donde se convertía en aquella criatura que aborrecía; los libros eran un buen medio para evadirse un poco de la realidad.
Y las cosas no habían mejorado demasiado desde aquellos tiempos y ahora, siendo un hombre adulto aún intentaba escapara través de las páginas de unos viejos libros.
Aún se atormentba a si mismo por ser un hombre lobo. Y para desagrado de Tonks, aún seguía criticándose a si mismo y rodeándpse de muros para evitar que ella le amará, érp tal sentimiento como el amor podría pasar por alto las cosas banales que a él le preocupaban.
A Tonks no le importaba que él fuera años mayor que ella, si era pobre y mucho menos si si era un hombre lobo.
Amaba sus cicatrices y estaba dispuesta a besar y curar cada una de ellas.
—Remus—habló muy cerca de su oído haciendo que él diera un pequeño respingo—, Molly quiere que bajes. La cena está lista.
Él se volteó y ella observó sus ojos intentando descifrar si algo había cambiado en su interior y pudo notar que además de la usual mirada cansada, Remus seguía mirándola de una manera que gritaba que la quería y sin embargo, Tonks sabía que era demasiado terco como para permitirse estar juntos.
—Si, claro.
Ambos bajaron en silencio y él se sentó lo más lejos que pudo de ella. Tonks lo notó y aunque le dolió, siguió sonriendo.
No iba a rendirse tan fácil, no mientras supiera que existía la posibilidad de que él quiera estar con ella.
