Bien, me había dicho a mí misma que no publicaría este fic hasta que no lo terminara, que ¡Vamos! ¡Tiene muchos capítulos! QvQ Pero como tengo una buena cantidad avanzada, decidí que no estaría mal empezar a soltar el fic de a poquitos por aquí. Como han podido leer en el Summary, este fic es una adaptación del libro "El Principito" de Antóine de Saint-Exupéry, que por cierto, es mi libro favorito. n_n Se basará en Uni y en Byakuran y por ahí aparecerán más personajes a medida que los capítulos avancen, pero he de advertir, que tendrá similitudes y diferencias con el libro en el que me baso. Porque no quiero una copia exacta, pero tampoco desviarme mucho de la idea. uvu
También avisar que en este primer capítulo aún no sucederá lo de la panne en el desierto. Este, está más orientado a introducirles un poco sobre Byakuran y su pasado, ¡En el siguiente empieza la acción! =v=/ Además de ello, los capítulos seguirán una medida contante, entre 1000 a 1500 palabras, probablemente muy adelante, tenga capítulos especiales que lleguen a las 2000, pero eso, lo veremos en su momento.
Este capítulo, tiene una longitud de 1000 palabritas. Sin más que decirles ¡Espero que les guste! n_n
Katekyo Hitman Reborn no me pertenece, es de la grandiosa Akira Amano.
Cuando la familia Gesso tuvo su primer hijo, nada pudo hacer más felices a los dueños de aquella mansión, llena de cosas hermosas debido a la gran calidad económica que ostentaban orgullosamente. Apenas vieron al niño recién nacido, de cabello albino y ojos violetas además de esa curiosa marca facial bajo el ojo izquierdo, decidieron que se llamaría Byakuran.
Byakuran al crecer, demostró no ser como cualquier niño de su edad. Tenía una visión retorcida de la fantasía. Sus dibujos eran hermosos, cualquiera que los viese se admiraba, pero nadie era capaz de adivinar el verdadero significado que tenían. Al pequeño Byakuran también le gustaba leer mucho, y ningún adulto comprendía el motivo de aquello. Pensaban, que era porque se trataba de que el niño fuera muy estudioso, pero en realidad, al jovencito le gustaba fantasear.
Cierto día, Byakuran fue con sus padres y les mostró un dibujo que hizo; tenía como siempre, una sonrisa muy grande plantada en el rostro, sonrisa que con el tiempo nunca lo abandonaría por muy enojado o triste que estuviera.
—Madre~ Padre~ ¿A que esto les asusta~? —rió el chiquillo, mientras les mostraba su cuaderno de dibujo, en la página de su última creación.
—¿Por qué habría de asustarnos un sombrero, hijo? —preguntó su padre, mirando con curiosidad aquel dibujo que a simple vista, parecía ello.
Byakuran, por primera vez, dejó que su rostro se llenase de incertidumbre y decepción.
—¿No pueden ver lo que es…?
—Un sombrero, evidentemente. —respondió la madre, zanjando con ello la situación.
Desde aquel día, Byakuran dejó de mostrarle sus dibujos a la gente. Aquello que había dibujado, ni de lejos era un sombrero. Para él, era una serpiente luego de haber engullido un elefante, reposando los meses de digestión necesarios para asimilarlo. Se había entusiasmado con un libro que trataba sobre aventuras en las zonas más remotas y salvajes de África y por ello es que tuvo la suficiente inspiración para realizar ese dibujo, que a su parecer era más claro que el agua. Pero le había decepcionado de sobremanera el hecho de que sus padres no entendiesen su arte. Porque si no podían comprender algo que para él era tan simple, obviamente nunca llegarían a entender nada por el valor verdadero que tuviese.
Sus padres, sin saberse culpables de que su hijo hubiese abandonado una prometedora carrera como artista, lamentaron el hecho de que él no les mostrase nuevas creaciones. No le volvieron a ver dibujar con su típica concentración que le hacía sacar un poco la lengua de entre los labios, sentado en un taburete, mirando al jardín y tratando de extraer la esencia de lo que quería plasmar a través de rayones bien colocados y colores que iban según como él veía la naturaleza de la situación.
Byakuran se dedicó de lleno a tratar de aparentar que era como los demás niños, pero conservando en secreto un santuario de dibujos hechos por él, hasta incluso, llegar a la juventud. Como señorito de alta sociedad, Byakuran vivió rodeado de lujos y de cosas bonitas, pero muy pocas con un valor más allá del que pudiese darle el dinero. Lo único que lo mantenía con vida era el dibujo. El arte le hacía sonreír más incluso, de lo que usualmente hacía. Sentía que a cada hoja que rellenaba le estaba dando vida a nuevas cosas. Se sentía casi como un dios, rayando aquí, pintando allá, perfeccionándose con el tiempo hasta llegar a hacer dibujos de gran calidad gráfica y semántica.
Pero nadie se había molestado en aprender algo sobre su arte y él no se esforzaría en hacerle entender a nadie qué significaban sus trazos y colores. Por eso se lo guardó todo para él, y a lo largo de su vida no encontró a nadie digno de ver sus dibujos. Aun así, cuando estuvo a punto de creer que alguien podría valer la pena, rehacía de nuevo el dibujo de la serpiente digiriendo a un elefante, pero todas las personas le respondían siempre que se trataba de un sombrero.
Esbozando su falsa y hermosa sonrisa era que se convencía cada vez de que los humanos no valían la pena y de que nadie podría llegar a ser como él, que era inteligente como nadie y era capaz de percibir el interior de las cosas que la gente siempre miraba de manera superficial. Las personas mayores, quedaban fascinadas con el tino del joven para hablar, para tratarles, así como con su encanto y su amabilidad que a veces rayaba entre el desinterés sincero y la empalagosa frialdad.
Byakuran, a lo largo de su vida descubrió una segunda cosa que lo hacía sentir vivo: pilotear aviones. Una de sus fantasías más preciadas era la de algún día tener alas en la espalda, como los ángeles que aparecían en los libros, como mensajeros del cielo. O los héroes mutantes que aparecían en las historietas, salvando inocentes. Con las alas, podría llegar al sitio que quisiera, podría viajar rápidamente a lugares desconocidos, podría sentirse un poco más importante. Como no era posible que tuviese alas en la espalda, se dedicó a aprenderlo todo sobre las aeronaves.
Aquellos estudios convencieron a sus padres de que su hijo había abandonado las excentricidades de las que pecaba al ser un infante, pero afirmándolo, demostraron lo poco que conocían a su hijo. Y el mismo Byakuran siempre estuvo consciente de ello, pero jamás hizo comentarios al respecto, ya no le importaba tanto como antes.
Así que, para salir de aquella realidad, el albino tenía por costumbre salir a pilotear su avión, el Millefiore 100, lejos de casa, a zonas que sólo él conocía luego de haber leído tanto sobre el mundo. Viajaba lejos, con el equipaje suficiente para unos cuantos días y con un libro de dibujos, una caja de lápices de colores, algunos borradores, tajadores y lápices de grafito entre sus provisiones.
Viajaba al paraíso, como él mismo decía, porque el mundo, tal y como era, le parecía un infierno monótono y desesperanzador.
Bueno, primer capítulo terminado, de nuevo, espero que haya sido de su agrado. Y sé que la pareja a tratar es algo inusual, pero sinceramente me gustan mucho juntos. ¡Un saludo! ;v;
