Nota de Alfax: Prometí a los que me conocen subir esta historia el 23 de noviembre de 2011, pero no podré subir otras que prometí ni tampoco en capítulo 17 de "Después de la tormenta llega la calma ¿O no?", debido a que se está haciendo larguísimo. Sólo espero que valga la pena...

En fin, les dejo con mi tercer fic, otra vez de Legend of Zelda.

Del mismo modo, el disclaimer está claro, todo es de Nintendo y yo sólo uso sus creaciones por entretenimiento y sin ánimo de lucro.

Y sobre los nombres de los personajes, ya sabéis como lo hago...

¡Espero que les guste!

XOXOXOXOXOXOXO

1. El Mestizo

Antes de que Hyrule fuera una nación próspera y pacífica, mucho antes de que naciese el Héroe del Tiempo destinado a empuñar la Espada Maestra, el reino vivió una época oscura…

El mensaje de las Diosas había sido tergiversado…ahora los hombres eran quienes tenían todo el poder, o más bien, unos pocos lo controlaban todo. Los sacerdotes imponían por todos los medios las "escrituras sagradas", llegando a manipular a todos los sectores de la sociedad, incluida la realeza.

Para todos aquellos que hayan estudiado algo de Historia, sí…os estoy hablando de la Edad Media en Hyrule.

Pero esta historia comienza en una oscura y fría noche en la ciudadela que rodeaba el Castillo de Hyrule, donde la lluvia calaba hasta los huesos. Una mujer corría desesperada con su recién nacido en brazos, perseguida por varios soldados. La razón de que huyera era porque había cometido uno de los mayores, si es que ese no era el más grave, pecados que podía cometer un "siervo" de las Diosas…la hibridación.

Estaba absolutamente prohibido que las diferentes razas que las Diosas habían colocado sobre esas tierras se mezclasen, dado que si las Diosas las habían hecho diferentes, era para que jamás lo hicieran. Y además, para cualquier criatura fruto de esa unión, los sacerdotes afirmaban que las Diosas les castigarían con uno de los mayores castigos que se le puede dar al hombre o a la mujer…la infertilidad. Del mismo modo que el resultado del cruce de una yegua con un burro, era un animal estéril, de la hibridación entre razas sólo se podía esperar eso. La biología de las diferentes razas daba la razón a los monjes, que predicaban la separación de estas, sólo uniéndose en pos de la causa de las Diosas o para comerciar.

Los Goron en la Montaña de la Muerte; los Zora en el Dominio Zora; las Gerudo en el Desierto Gerudo; los Sheikah en Kakariko; los misteriosos niños Kokiri en los Bosques Perdidos…

¿Pero qué ocurría entre razas como los hylianos y los humanos?

Pues estos vivían juntos, en la capital de Hyrule, los feudos y en las aldeas circundantes, pero siempre en barrios separados.

Además de la típica separación por estamentos de la nobleza, el clero y el campesinado…existía una jerarquía entre las diferentes razas, poniendo como raza superior a los hylianos, que poseían todos los privilegios y podían ejercer todos los cargos según su clase social.

Los Sheikah disponían también de ciertos privilegios, a cambio de servir fielmente a la Familia Real y al clero.

Después vendrían los Goron y los Zora, que estaban obligadas al vasallaje con el reino, pero que podían ejercer su propia autoridad dentro de su territorio y con los miembros de su raza.

Y los humanos, una minoría, serían los últimos en esta injusta pirámide del poder, debido a que eran considerados "hylianos imperfectos", al no poseer orejas como las de ellos y por consiguiente no poder escuchar las "sabias palabras de las Diosas". Esto hacía que a diferencia de los otros, no tuviesen demasiados derechos, y acabaran desempeñando los trabajos más deshonrosos, además de que la ley permitía que fueran esclavos del resto de las razas. Aunque el término "esclavo" tampoco es que estuviera bien utilizado, dado que a los de clase baja, daba igual a que raza pertenecieran, siempre sufrían abusos por parte de sus señores…

Mientras, de los Kokiri, prefería no hablarse…eran considerados seres maléficos, puesto que jamás crecían debido a la supuesta magia negra que les concedía la eterna juventud. Aquello era un sacrilegio, algo inmundo y antinatural, además de atentar contra la voluntad divina. Lo único que podían conceder las Diosas era la vida eterna después de la muerte, sólo si se las había complacido y venerado durante toda la existencia. Por eso, cualquier persona que osara adentrarse en esos bosques prohibidos, vería como su cuerpo era corrompido hasta convertirse en Stalfos. Desde siempre, se amenazaba a los niños con llevarlos allí si eran desobedientes…pero si ofendían a las Diosas, los clérigos se encargaban que esas amenazas se cumplieran…

Volviendo con aquella madre, sí, con una harapienta capa ocultaba el fruto de ella, una hyliana, y de un hombre humano. Su padre, no había tenido tanta suerte…pero ella aún luchaba por sobrevivir y salvar la vida de su hijo. Fue esquivando a aquellos hombres por las callejuelas de esa ciudad medieval, hasta escapar por un pasadizo secreto entre los muros de la rodeaban. Ya afuera, esos soldados seguían persiguiéndola sin descanso, pero ella estaba empeñada en llegar al lugar donde sabría que su hijo estaría a salvo.

Recorriéndose los campos de cultivo circundantes alrededor de la ciudadela, llegó a un templo aislado en medio de la pradera, aunque no muy alejado de la ciudad. No le quedaba mucho tiempo, apenas había conseguido despistarlos un poco, y llamó a las puertas.

-¡Por favor, honorable Rauru! ¡Abra las puertas, se lo suplico! –llamó desesperada la joven.

El sacerdote, que por supuesto era hyliano, tardó unos minutos en abrirle, que se le hicieron eternos a la pobre madre.

-¿Sois vos, joven? ¿Qué se os ofrece a estas horas, en medio de esta tempestad? Recordad que debéis cuidaos, más en vuestro estado…-habló sereno el sabio.

-¡Necesito que me ocultéis! ¡Los Caballeros del Orden están en camino! –le pidió desesperada.

-¡Eso que decís es muy grave! ¿Cuál es el motivo de que os persigan? –le preguntó preocupado.

-¡Por favor, dejadme pasar! ¡Os lo confesaré todo en la morada de las Diosas! –le repitió aún más nerviosa.

-Pasad, de lo contrario, enfermaréis…-y le dejó pasar, cerrando las puertas tras mirar con precaución hacia el exterior.

La mujer avanzó por la sala, hasta llegar al altar bajo la representación de las tres diosas y ponerse rezar con gran devoción.

-Muchacha… ¿Cuál es el pecado que habéis cometido? –le preguntó benevolente y calmado.

-Algo muy grave…-dijo mientras destapaba a su bebé- El mayor sacrilegio que puede cometer un mortal en este mundo…

-¿Cómo? ¿Ese no será el hijo que esperabais, no? ¿Qué ha pasado con vuestro marido? -le preguntó mostrando estar algo preocupado.

-Está muerto…yo le arrebaté la vida…-confesó arrepentida, mirando al suelo.

-¡Por las Diosas! ¿Por qué habéis cometido tal acto de barbarie contra quién era el padre de vuestro retoño? –ahora se le notaba más nervioso.

-Porque en verdad, el no era el padre de mi hijo…por eso tuve que asesinarlo, para evitar males mayores. Pero me temo que eso sólo ha empeorado las cosas…-habló arrepentida, con algunas lágrimas en los ojos.

-¡Qué las Diosas se apiaden de tu alma! ¡Además adulterio! –exclamó santiguándose- Decidme que no habéis cometido otros males además de esos…-le pidió preocupado.

-Para mi desgracia, sí…-rompió a llorar- ¡Su padre es un humano! ¡Era mi siervo, nada menos! ¡Y ya ha muerto bajo el acero de las espadas de los soldados que me persiguen!

-¡Santas Diosas! ¡Qué calamidad! ¡Es una deshonra! ¡El pecado capital, por encima incluso del asesinato a sangre fría o de la utilización de magia! –ahora estaba completamente fuera de sí- ¡¿Cómo se os ha ocurrido cometer tal acto de perversión? ¡Ese niño está contaminado! ¡No merecéis vos ni esa criatura estar en este lugar sagrado! ¡Fuera! –le ordenó mirando con desprecio al niño envuelto en aquellas telas.

-¡No, por favor! ¡Se lo suplico, Rauru! ¡Salve por lo menos a mi hijo! ¡Es inocente! ¡Su único pecado ha sido nacer siendo mi hijo! –le suplicó desesperada.

-¡No! –le contestó rotundamente- ¡Su destino está escrito! ¡Debe perecer bajo el fuego purificador de la hoguera! ¡Y me temo que vos también obtendréis ese mismo castigo!

-¡¿Por qué sois tan cruel? ¡He sido fiel servidora de las Diosas desde el mismo momento en el que nací! ¡Lo sabe usted bien! ¡Es la persona que mejor me conoce! –le repitió su súplica- ¡Haga algo por mi hijo! ¡Puede sobrevivir! ¡Usted lo sabe mejor que nadie! ¡Es por eso que es un miembro de la orden secreta de los Seis Sabios! ¡Obráis en secreto para encontrar la verdadera interpretación del mensaje de las Diosas y acabar con la injusticia que han creado los hombres en su beneficio!

-¡Silencio! –le gritó furioso, al mismo tiempo que resonaba el sonido de un rayo- ¡Eso no habéis de revelarlo en alto! ¡No son tampoco asuntos de vuestra incumbencia! –le reprochó- ¡Sí, podría salvarlo! ¡Pero eso sólo lo condenaría a una vida de humillación y esclavitud! ¿Acaso es eso lo que deseáis para vuestro vástago?

-Prefiero eso antes que verlo quemado en la hoguera…-dijo en un hilo de voz debido al llanto.

-Hija de las Diosas…-le puso una mano sobre su hombro- A veces, la muerte es la mejor opción antes que llevar una vida llena de penurias y calamidades, más sabiendo su condición…-intentó calmarla, aunque sabía que era imposible.

De pronto, las puertas del templo se abrieron de golpe, entrando varios soldados en aquel lugar reservado para el culto y oración. En ese instante, la joven entregó rápidamente su hijo al sacerdote, poniendo en un aprieto a este último.

-¡Ahí está esa pecadora! ¡Apresadla junto con su hijo! ¡Ambos recibirán su castigo por tal horrible ofensa contra las Diosas! –ordenó el líder de aquellos hombres.

Los hombres sujetaron firmemente a la joven, arrastrándola hasta la salida, mientras el monje sostenía a aquel niño en brazos.

-¡Noooo! –se oyó el eco de su grito desgarrador por toda la estancia- ¡Hágalo! ¡No deje que se lo lleven! ¡Aún tiene una posibilidad de vivir! ¡Prométamelo! ¡Cuide de Link…! –la amordazaron antes de que terminara de pronunciar el nombre de su hijo.

Se vio como se la llevaban fuera de allí, y la ataban para subirla a uno de los caballos. Sólo el sacerdote y el caballero más veterano se quedaron ahí, en medio de un tenso silencio.

-Ya sabe lo que tiene que hacer…démelo, y acabemos con esto cuanto antes…-le habló mientras extendía un brazo para que le entregase al chico.

-Lo siento, pero no está en posición de exigirme nada aquí, en el sagrado hogar de las Diosas…-le respondió, mirándolo fijamente.

-¡Déjese de palabrería, Rauru! ¡Ese engendro ha de perecer en la hoguera! ¡Todos conocen las leyes! ¡Si se opone, probablemente lo excomulgarán y lo condenarán por ello! ¡Así que entréguemelo, será mejor así! –le ordenó con impaciencia.

-¡A pesar de su condición, este niño a sido bendecido con las orejas de un hylian! ¡Y sabéis perfectamente que por ello merece otro destino! –le recordó al hombre.

-¡Ja, ja, ja! ¿Cuál? ¿Servir de esclavo? ¡Todos saben que los mestizos son los seres más miserables que existen! ¡Hasta los humanos tienen derechos! ¡Los mestizos son peores incluso que las ratas! ¿Quieres que la criatura viva en esas pésimas condiciones? ¡Te creía más benevolente, Rauru! ¡Ja, ja, ja! –se burló el comandante.

-Mi deber como sacerdote es ocuparme de salvar las almas de todos los "siervos" de las Diosas… ¡Y este niño lo es también! Además, también el espíritu de su madre estará en paz si cumplo aquello que me ha hecho prometerle…-habló sereno, aferrándose más al recién nacido.

-En fin, como deseéis, honorable Rauru…-se rindió finalmente, ofreciéndole una reverencia- Las leyes especifican que los mestizos entre un hylian y un humano, cuyas orejas se asemejen a las del primero, tienen la posibilidad de salvarse de la hoguera y convertirse en esclavos al servicio de la Familia Real o de algún señor feudal. Tendrá suerte si no lo mandan a combatir, no suelen durar mucho… ¡Ja, ja, ja! –volvió a reírse del pequeño.

No tardó en marcharse después de eso, notándose ciertamente molesto por el asunto. El sonido de los cascos de los caballos al impactar contra la tierra húmeda y sus relinchos se oía más débil a medida que avanzaban…

Aquel clérigo se quedó solo en medio de aquel enorme templo, unos de los más importantes de su reino, el Templo del Tiempo. Volvió a mirar a aquel pequeño mestizo de rubios cabellos y grandes ojos azules, que para su fortuna había heredado las orejas de su madre hyliana.

-Qué calamidad, pequeño…-le habló apenado por su desdicha- Apenas habéis llegado a este mundo de luz, y ya os ha tocado vivir la mayor de las desgracias…-le acarició- Y aún os quedan muchas más, por el mero hecho de vuestro nacimiento desafortunado.

El bebé comenzó a llorar, debido al frío y al hambre. Por ello, el sabio comenzó a caminar hasta sus aposentos privados dentro del santuario de las Diosas.

-Sólo espero que la Familia Real se apiade de vos, porque es ahí donde residiréis…-suspiró- Ojalá las leyes permitieran que os quedarais conmigo, mas temo que será imposible, Link…

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Como vaticinó, finalmente tuvo que entregárselo a un gobernante del reino, pero al menos tuvo la opción de elegir a quién. Aquel niño pasó a estar al servicio de la Familia Real, más concretamente de la reina, con la que el sacerdote guardaba una gran amistad.

Durante los primeros años, los abusos hacia el muchacho se hicieron notables. Todos, hasta los mismos siervos y esclavos del rey, se mofaban y maltrataban al indefenso muchacho, que no podía hacer otra cosa que resignarse y obedecer ciegamente a todo lo que le pedían. Más de una vez probó el látigo o el cuero de las botas de sus señores, que quiénes más despreciables eran los hijos del rey, constantemente humillando al pequeño.

Pero un día, con el nacimiento de otro heredero de los mandatarios, su vida iba a dar un cambio inesperado…

Hasta aquel entonces, todos los hijos resultaron varones. Pero aquel día para su sorpresa, nació una princesa. Sus cuatro hermanos y su padre estaban reunidos, junto con su séquito, el médico y el sacerdote Rauru, en el Dormitorio Real.

-¡Todos los aquí reunidos debemos dar las gracias a las Diosas por tal bendición acontecida este día! ¡Una nueva descendiente de nuestros soberanos ha visto por primera vez la luz! –clamó alegre Rauru- ¡Bienaventurados sean sus días de hoy en adelante!

-¡Larga sea la vida de Sus Majestades y la de sus descendientes! ¡Qué las Diosas les recompensen eternamente! –gritaron eufóricos los miembros del séquito de los reyes.

Después de un rato, tan sólo quedaron en la sala la Familia Real y el clérigo.

-¿Habéis pensado ya quiénes se ocuparan del cuidado y la protección de la princesa? –le preguntó Rauru a la reina.

-Sí, he elegido a quién ofrecerá sus servicios a mi hija…manden a llamar a la Sheikah a la que conocen como "Impa".-ordenó serena.

El rey ordenó a los hombres que afuera custodiaban las puertas del dormitorio, llamar a los Sheikah para que enviaran a esa mujer. No tardó mucho tiempo hasta que de las sombras de aquella habitación, surgió de repente aquella misteriosa mujer.

-¿Me buscabais, mi señora? –le habló respetuosamente, haciéndole una reverencia con una rodilla apoyada en el suelo, como los guerreros que rendían honor a su familia.

-De ahora en adelante, te encargarás de la protección de mi hija, la Princesa Zelda. Abandonarás sus otros deberes hasta ahora, para ocuparte sólo de tu joven soberana.-le aclaró la reina.

-Será todo un honor proteger a un miembro de la Familia Real, majestad…-le respondió agradecida, manteniendo sus postura.

-¿Y quién será el encargado de su cuidado? –preguntó el Rey, su marido.

-Ha de esperarse que sean los mismos siervos que cuidan de nuestros otros hijos quienes se encarguen de esa tarea, pera hay uno en especial que le servirá fielmente…

-¿Quién es, si puede saberse? –le preguntó con intriga Rauru.

-Hagan pasar a mi siervo, Link…-ordenó a los guardias, sorprendiéndolos a todos ampliamente.

-¡¿Cómo? –exclamaron el rey y sus hijos, mientras Impa y Rauru permanecían en silencio.

El muchacho, que por aquel entonces tendría apenas seis años, entró en la sala empujado brutalmente por uno de los soldados. El niño, cubierto por sucias y destrozadas ropas, se acercó temeroso hasta donde se encontraban sus señores.

-¿M-me llamabais, majestad? –preguntó con miedo.

-Sí, quiero que de ahora en adelante pases a ser el esclavo personal de mi hija, tu nueva soberana cuyo nombre es Zelda. Te encargarás de su cuidado, junto con esa Sheikah, y otros siervos dedicados a ello.-le explicó la reina.

Link se acercó a donde se dormía plácidamente la recién nacida, que había heredado la belleza de su madre. Además, sus rasgos eran parecidos a los suyos, con esos escasos y rubios cabellos. Y de sus ojos, pudo apreciar su brillo celeste cuando los abrió por primera vez, delante de él nada menos.

-¡Madre, eso no es justo! ¡¿Por qué nosotros no podemos tener también un esclavo? –se quejó su hijo mayor, que sólo tenía diez años.

-¡Eso! ¡No merece estar con nuestra hermana! ¡Es un mestizo! –exclamó otro hijo, dos años menor que el primero, mientras se apartaba el flequillo. Una característica que compartía con sus hermanos y su padre era el color castaño de su pelo, a diferencia de su madre y su hermana, que eran rubias.

-¡Silencio! –les ordenó furioso su padre- ¡Vuestra hermana es una mujer! ¡Vosotros no precisáis de alguien de tal categoría para serviros! ¡Ha sido elección de vuestra madre! ¡Así que dejaros de tonterías! ¡Si su deseo es ese, se cumplirá! ¡Incluso aunque a mí también me haya sorprendido!

Los príncipes se resignaron, verdaderamente molestos, mirando con desprecio a aquel que sería el "juguete" de su hermana.

Y este mientras tanto, permanecía ausente en su propio mundo, observando maravillado a aquella linda niña. Esta también le estaba mirando curiosa, hasta que comenzó a reírse alegremente, para sorpresa de todos.

Puede que fuese cosa del destino, pero parecía que de la relación entre esos dos niños de clases tan distintas, supondría para el reino algo verdaderamente importante…

Continuará…

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Nota de Alfax: Posiblemente sea, el fic en el que mejor vocabulario tendré que usar para crear el ambiente de un entorno medieval...

Este fanfic, os habréis dado cuenta que no está dentro de ningún juego de los Zelda. Es una historia aparte, mucho tiempo antes de Ocarina of Time, en lo que se podría llamar la "Edad Media" de Hyrule. Aunque en teoría, la temática de estos juegos es precisamente un entorno medieval, pero más suavizado, no como en mi fic.

Espero que os haya gustado y como siempre os pediré que dejéis vuestro comentarios u opiniones, para seguir mejorando.

¡Nos veremos pronto, si puedo!