Para los que leyeron esta historia, será editada. La historia será la misma, los personajes son de Hiro Mashima.
I
Aquella noche, fui a una fiesta de trabajo con mi padre. No entendía porque me había obligado a ir, si jamás había hecho eso. Pero aquella vez, me había obligado a acompañarlo a aquella reunión. No hablé mucho en todo el camino, solo a veces intentaba preguntarle el porqué de tan repentina obligación. Pero de nada me había servido, mi padre me respondía de manera cortante, o simplemente no me contestaba. Cuando al fin se detuvo el coche, miré por la ventana la mansión de nuestro anfitrión era pequeña comparada con la de los Heartfilia. Pero aun así, era muy hermosa. Cuando bajamos del coche, mi padre no se molestó en mirarme siquiera. Un gesto de que yo ya estaba acostumbrada. Solo le importaba el trabajo, el dinero y que yo me comportara como toda una dama rica. Aunque, claro, eso a mí no me importaba en lo más mínimo. Yo quería ser todo lo contrario a lo que mi exigente padre esperaba de mí, quería ganarme el pan con sudor del trabajo duro, quería encontrar a alguien que me amara con sinceridad, sin importar su posición económica. Pero lamentablemente, mi vida no podía ser así. Mi vida no era mía, era solo una muñeca, manejada por los hilos de mi padre. Solo eso, realmente me sentía como una verdadera marioneta, sin sentimientos, sin futuro y sin capaz de poder cambiar lo que me mi progenitor tuviese preparado para mí. Al entrar a la gran mansión, se acercaron unos hombres con traje. No los conocía de nada, pero mi padre por supuesto que sí, cualquier hombre con dinero o buena propuesta de trabajo era buen amigo de mi padre, aunque no los conociese de nada. Apretando los dientes, sonreí con la mejor sonrisa falsa que pude hacer. Luchando para que mi repugnancia no se notase.
──Ella es Lucy, mi primogénita y heredera absoluta de los Heartfilia.── dijo mi padre poniendo un brazo alrededor de mis hombros y sonriendo con falso orgullo. Yo en cambio no pude tolerar más aquello, con toda la delicadeza que pude, me deshice del abrazo de mi padre.
──Iré a tomar algo de aire, enseguida vuelvo.── me excusé lo mejor que pude, hice una corta reverencia y caminé lo más lejos que pude de ahí. Solté un gran suspiro de alivio al sentir el aire frío de la noche. Más incómoda no me podía sentir. Solo eso significaba para mi padre, un eslabón más en sus negocios. Sentí un escalofrío en mi nuca, como si alguien me estuviese observando. Miré por encima de mi hombro, un muchacho de más o menos de mi edad me miraba. Me sonrío amablemente y se acercó.
Era guapo y a pesar de que estábamos en una fiesta de gala, él llevaba ropa de calle y inapropiada para este tipo de fiesta. Tenía un aspecto muy peculiar, era alto, de piel clara, cabello café oscuro, sus ojos eran extraños. Tenía su ojo derecho dorado y el izquierdo rojo. Vestía unos pantalones negros, botas de motociclista, camisa verde con cuadros negros larga, en su cuello llevaba amarrado un pañuelo verde con el mismo patrón de cuadros negro. Al ver mi desconcierto el extraño muchacho sonrió y me tendió su mano derecha, me di cuenta que en su muñeca llevaba tatuada una palabra que no supe descifrar. Lo miré de nuevo, preguntándome de donde habrá salido tal muchacho raro. El joven rio ante ver mi cara de sorpresa.
──Lo sé, esta ropa no va con este tipo de fiesta. Pero vestir de esa forma, es muy aburrida y anticuada.── Dijo sacando la lengua y guiñando un ojo. Sonreí divertida, tenía razón solo que no podía oponerme a la voluntad de mi padre. Le estreché la mano al muchacho, me la estrechó con firmeza.
──Me llamo Rafael un gusto── se presentó moviendo su mano.
──Soy Lucy Heartfilia.─− me presenté igual moviendo mi mano con la de él. Rafael sonrió pero esta vez fue una sonrisa que no llegó a sus ojos. Me giré para que el aire fresco me llegara a la cara, refrescando mis mejillas y mi nariz, haciéndome tiritar un poco. Rafael se acercó al lado mío y de nuevo me miró, con una mirada triste.
−─ ¿Qué es lo que tienes escrito en tu muñeca?─− le pregunté para sacar un tema de conversación. Rafael se remangó las mangas de su camiseta. En su muñeca izquierda tenía otra palabra, pero estaba escrita diferente. Me di cuenta que en su mano izquierda tenía anillos negros y un brazalete de estoperoles.
──En la muñeca derecha es dorado, en la izquierda es rojo. Están en checo.
Asentí mirando de nuevo hacia el cielo, una pareja pasó al lado de nosotros y me saludó con una inclinación de cabeza, pero al parecer no se fijaron en Rafael ni en sus ropas fuera de sitio. Algo que me llamó la atención fue que… no lo saludaron. Me giré rápidamente para preguntarle, pero ya no estaba. Abrí mi boca con horror ¿habrá sido un fantasma? Pero ¡Si lo toque! ¡Y hablé con él! Me llevé una mano al pecho, sintiendo como mi corazón se había acelerado por el susto. Espera, espera, no saques conclusiones tan rápidas y fuera de lugar. A lo mejor se metió de nuevo a la fiesta, no es ningún maldito fantasma. Mucho más tranquila, de nuevo me metí a la mansión, de nuevo a fingir algo que no quería. Busqué por todos los rincones, esperando encontrarlo para volver a hablar con él y tener un respiro de toda esta gente. Pero no lo encontré ¿Acaso se habrá ido a su casa? Pero no escuché a ningún auto o al menos se pudo haber despedido. De nuevo empecé a sudar frío por el terror de que de verdad hubiese sido un fantasma. Pero mi parte más racional me decía que no era posible, ya que los fantasmas no existen. Mis cavilaciones se interrumpieron por la llamada de mi padre.
─− ¡Ahí estás! Ven inmediatamente aquí── su tono fue severo y parecía que llevaba mucho tiempo esperándome, ahogando un suspiro me acerqué a él. Me llevó con una pareja, me di cuenta que era la misma pareja de antes, la que me había saludado. Pero estaban acompañados por un joven de mi misma edad, pensé que era Rafael, pero para mi mala suerte no lo era. Este chico parecía de lo más perdedor, parecía de esos chicos que no saben siquiera cambiarse de ropa por si solos, un mimado de lo peor. Me mordí el labio para no hacer un mohín de asco.
─− Ella es Lucy, mi única hija.─− dijo lo obvio como siempre, apreté los dientes con fuerza y les di un apretón de manos amistoso a la pareja, quienes sonreían con una sonrisa bobalicona. Típico de aquella gente sin cerebro. La mujer de sonrisa falsa, con su cuello lleno de perlas costosas y perfume empalagoso tomó mi mano entre las suyas, sus anillos me dejaron pequeñas marcas en la piel.
── ¡Que encantadora! Hemos escuchado muchas cosas buenas de ti── realmente lo dudo señora…
El hombre al lado de la señora, me miró con ojo crítico. Pero después apartó la mirada de mí y negó con la cabeza, como si estuviese evaluando un producto de supermercado y hubiese resultado caducado.
─−Entonces, Jude. Tu hija se casará con nuestro hijo y nuestras acciones se juntarán. Automóviles Heartfilia y Jurener ¿Qué te parece Jude?
Mi boca era una enorme "O" era increíble lo mezquino que podría ser mi padre, lo frívolo suficiente para ofrecer a su hija como parte de un trato de negocios Este es el colmo.
Me alejé rápidamente de la mano de mi padre, como si su contacto quemara, aunque de verdad me parecía que lo hacía. Lo miré con enfado.
−─Me parece que no será así, no pienso casarme con un imbécil sin cerebro.─− siseé con enfado mirando a aquel par de descerebrados, sus caras estaban sorprendidas y la de mi padre estaba colérica. Dando un último vistazo rencoroso a mi padre, me fui de ahí lo más rápido que mis pies me dejaron. Dejando atrás a mi padre, que gritaba que volviera inmediatamente. Sí, claro. Corrí lo más rápido que pude, tropezándome con los tacones y con el vestido largo, pero no me detenía, aunque el costado me dolía. Paré en medio de la calle, jadeando con desesperación y con el corazón desbocado.
Caí de rodillas ahí mismo, tratando de regular mi respiración. Entonces sin poderlo evitar, lloré, lloré por todo lo injusto que había sido todo. Recordé con tristeza a mi madre, mi dulce madre que siempre me sonreía y me decía que hiciera las cosas a mi modo. La recordé con amor y con anhelo, todavía podría escuchar su dulce voz, llamándome "dulce niña". Cuando mi madre se fue y no volvió a regresar, con ella se fue la calidez y amor con la que ella siempre me había tratado, dejándome a un padre obsesionado con el trabajo y frívolo. Me puse de pie cuando sentí que ya me sentía mejor de mi respiración, pero mis lágrimas no se detenían. Respiré hondo varias veces, tratando de calmarme, pero parecía que no hacía más que empeorarlo. Me cubrí la boca con una mano, mientras los sollozos se ahogaban en mi garganta y mi mano. ¿Por qué todo lo que me pasaba era injusto? Seguramente era por haber nacido en una familia donde lo primero que importaba era el dinero y no quedar mal con los demás. Pasaron varios minutos hasta que por fin pude calmarme, me puse de nuevo de pie y sacudí mi incómodo vestido de gala. Empecé a caminar arrastrando los pies, sintiendo mi cuerpo pesado y desganado. Pero una sombra me detuvo, una sombra detrás de mí…
Giré lo más rápido que pude, pero no fue suficientemente rápido para esquivar la afilada hoja que se clavó en mi estómago. Mi mente se puso en blanco y sentí que el aire me faltaba, boqueé y jadeé con fuerza. Llevé mis manos a mi abdomen, sentí la sangre caliente y el cuchillo clavado casi hasta la empuñadura, levanté la vista hacia mi atacante, lo único que vi fue una cara cubierta por un pasamontañas y unos ojos rojos como la sangre mirarme con un odio anormal.
Caí de nuevo de rodillas, aunque dudaba que esta vez no pueda levantarme, podía sentir el dolor agudo recorrerme por todo el cuerpo, como un escalofrío doloroso y frío. Mi vista se nubló por las lágrimas y el terrible dolor que me recorría. ¿De verdad terminaré así? ¿Desangrada y sola? Siempre había pensado que moriría de vieja, con hijos y nietos. Un líquido caliente me subió por la garganta e hizo que tosiera. Una luz muy cegadora hizo que cerrara los ojos, escuché débilmente que alguien se acercaba, traté de sonreír. Pero ya no sentía mi cara, lo último que pude ver antes de perder la conciencia, fue un par de ojos bicolores. El derecho dorado y el izquierdo rojo…
Miles de sueños se mezclaron en mi mente, sueños y recuerdos recientes. Una niña rubia acompañada por una pareja igual de rubios enfrente de una playa. Esa niña rubia vestida de ángel, una dulce voz diciendo "mi dulce niña", un muchacho con un extraño cabello rosa y ojos negros llenos de odio. Y por último… unos extraños ojos de diferente color mirándome con tristeza y pena. No sentía dolor, no sentía tristeza. Me sentía muy liviana, pero con mucho sueño. Una luz se filtró por mis párpados cerrados, entonces abrí los ojos, cuando decidí que seguía viva.
Abrí mis ojos lo más lento que pude, pero había tanta luz que volví a cerrarlos. De nuevo intenté abrirlos, esta vez pude ver con un poco más de claridad. Lo primero que pude ver, fue un techo blanco. ¿Techo o luz? Moví mis ojos para orientarme, después intenté mover mis dedos. Mi cuerpo se sentía pesado, después escuché que una puerta se cerraba y también voces.
── ¿Cómo se encuentra?─− era una voz ronca, varonil. Una completamente desconocida para mí. Le respondió otra voz, esta sonaba un poco más amable.
─−Mejor, solo que es demasiado joven todavía. No entiendo porque nuestro Señor la quiere aquí.─− aquella voz, sonó casi con lástima. ¿Hablaban de mí? ¿Estaba en un hospital? Intenté moverme, pero mi cuerpo estaba pesado y entumido. Abrí la boca e intenté gritar, pero lo que salió de mi garganta no fue un gritó, fue una especie de graznido. Las voces se callaron cuando emití aquel sonido. ¿Dónde estaba? ¿Qué me harían? Vi a un hombre joven, que me miraba con tristeza palpable en sus ojos, de un extraño color azul eléctrico. Me ayudó a sentarme, la cabeza me dio vueltas y tuve que sostenerme para no caerme de nuevo. El hombre me ayudó a sostenerme. Lo miré, asustada y con muchas dudas.
──Bienvenida, Lucy.−─ me dijo sonriendo con una felicidad que no llegó a sus ojos, su rostro tenía rasgos suaves pero a la vez varoniles. Parecía alguien amable e incapaz de dañar una mosca. Entonces escuché sus palabras. "Bienvenida" ¿A dónde? ¿A una maldita mafia o qué?
De nuevo intenté hablar, pero no encontraba mi voz en mi cerrada garganta. El hombre me dio unos golpecitos en la espalda, lo intenté de nuevo.
─− ¿Quién… e-eres?── me dolía la garganta, pero aun así intenté hablar. El muchacho pareció darse cuenta de mis tremendos esfuerzos por hablar.
─−Me llamo Gabriel. Uno de los Sagrados Siete.─− ante sus palabras, levanté una ceja con escepticismo este tipo, definitivamente esta loco.
─−Claro, buen intento ¿Y quiénes son los Sagrados Siete si se puede saber?─− a pesar del dolor que sentía en la garganta, hable sin pararme a pensar en nada, salvo que quería respuestas. Y las quería ya…
El hombre suspiró y me ayudó a sentarme al filo de la cama ¿estaba en una cama? Me di cuenta que estaba desnudo, pero por alguna razón no me dio pena ni le di importancia. El hombre me puso encima una bata, no me había dado cuenta que yo también estaba desnuda.
─−No eres ya humana─− respondió una voz que no pertenecía al de mi acompañante, miré por donde había salido la voz y me encontré al muchacho de la fiesta, Rafael.
── ¿De qué hablas? ¿Qué quieres decir que ya no soy humana? ¿Entonces que soy?−─ pregunté a toda prisa, los dos hombres se miraron incómodos y fue Gabriel lo que me dijo lo que significaban aquellas palabras…
──Estás en el cielo, Lucy. Has muerto…
He decidido editar esta historia, la trama será la misma, pero los capítulos serán más largos y habrá ligeros cambios (¿ligeros?). Espero que les guste esta nueva versión.
