Kuroshitsuji y sus personajes son propiedad exclusiva de Yana Toboso. No me pertenecen.


¿Puedes nombrarme a alguien que no ame a sus amigos? No creo que puedas, incluso tú, mi querido lector, guardas ese sentimiento tan amable y especial para ellos. El amor es algo maravilloso, algo que no se puede comprar. O bueno, almenos no con dinero pero sí con confianza.

Diez minutos para las doce. Sabemos que deberíamos, al igual que todos los demás, estar dormidos. Pero aquí estamos, disfrutando un poco de té en el Gazebo del Cisne, solo nosotros los cuatro prefectos.

-Bluer, ¿Podrías dejar de leer por un instante?

-¿Por qué? Mientras las llamas de esas velas vivan, seguiré leyendo.

-Nunca cambias. –dije esbozando una sonrisa para mí mismo.

-Lo mismo va para Violet, -Dijo Lawrence, -Incluso a esta hora está dibujando.

-Cállate, -Dijo el artista de forma pasiva, -Arruinas mi inspiración.

La gente suele creer que Gregory es un poco extraño y que da miedo (que en realidad sí lo es) pero lo que no saben, es que él es una persona bastante gentil, además de un buen amigo, y probablemente uno de los más talentosos artistas viviendo en Inglaterra. No hay nada que él no pueda hacer. Sabe dibujar, pintar, cantar, tocar instrumentos, escribir. Él es como una caja de talentos y sorpresas.

A veces reconozco que me da un poco de celos (de buena forma claro está) dado que yo no poseo tantos talentos para tener tantos pasatiempos.

Pero además de eso, también está su misteriosa personalidad, que mal que bien… es algo atractiva. Nunca sabes que es lo que realmente está pensado, no solo por el hecho de que es callado y reservado, sino que nunca enseña nada de lo que escribe. Me encantaría leer algo de su poesía; Me pregunto qué es lo que guarda con tanto recelo ¿Algún secretillo sucio tal vez?

-¿Oye, Violet?

-¿Sí, Redmond?

-¿Alguna vez me dejarás leer algo de tu poesía?

Gregory me lanzó una mirada por encima de su libro de bocetos. Sentí como una onda de escalofríos recorría toda mi espina al tiempo que esos intensos y grandes ojos violetas se posaban en mis ocelos escarlata. Él suspiró cansinamente, para luego volver a observar su libro de bocetos, al tiempo que decía:

-¿Cuántas veces debo decir que no?

-¿¡Por qué no!?

-Porque eso es sólo para mí. Ahora haz silencio, nublas mi visión artística.

-A veces eres demasiado reservado, Gregory. –Dijo Herman.

Él ignoró ese comentario y tomó su carboncillo devuelta, posándolo entre sus delgados y habilidosos dedos para marcar el lienzo del libro que sostenía con sus piernas. Por alguna razón que era desconocida incluso para mí, sentí como una fuerte onda de curiosidad me invadía. Realmente quisiera leer sus escritos. ¿Sería alguna clase de bitácora privada? Eso sí sería realmente interesante de leer. Entrar en la enigmática pero fantástica mente de Gregory Violet. Me hallaba perdido en mis pensamientos, hasta que percibí un lejano sonido de un libro siendo abruptamente cerrado.

-Creo que es momento de irnos a nuestras habitaciones, sino no podremos atender las clases de mañana. –Dijo Lawrence levantándose de su asiento y tomando su libro.

-Probablemente tengas razón. – Acordó Herman.

-Entonces yo también me despido. Buenas noches a todos.

Gregory parecía estar completamente ajeno a la situación, dado que no contestó ninguno de los llamados de buenas noches y tampoco pareció dispuesto a levantarse del congelado piso de mármol del gazebo.

-¿No vienes, Violet?

-Me quedaré un poco más, Buenas noches Redmond.

-¿Seguro? Atraparás un resfriado.

-Sí, gracias.

A esas palabras no había nada que pudiera ser respondido. Mirando atrás por última vez partí a mi habitación, un tanto preocupado por el hecho de que Gregory se quedara allí solo y en la oscuridad, con la escaza iluminación de la velas. No es que quiera sonar despectivo ni arrogante, nada de eso, pero me daba algo de miedo que él estuviera allí solo, dado que era el más bajo de todos nosotros los prefectos, y por si fuera poco, también es bastante delgado… y con algo de vergüenza reconozco que es más hermoso que una chica. Su piel es más blanca que la misma porcelana, su cabello negro ébano, algo largo y liso con aquella mecha blanca al frente, y aun siendo hombre, el maquillaje y sus uñas negras le daban un toque cautivador. Tanta belleza escondida bajo esa capucha. Qué desperdicio. Y más importante ¿Qué hago yo pensando en estas cosas?

Unas cuantas horas más tarde, diría yo como a las dos de la madrugada, escuché unos lentos y suaves golpes en mi puerta. Algo enojado me resigné a levantarme y ver quién era, tal vez podría ser una emergencia. Encendí una vela y comencé a caminar hacia la puerta. Vaya sorpresa que me llevé al abrirla.

La persona que molestaba a esta hora no era más que Gregory.

-¿Violet? ¿Qué haces a esta hora en un dormitorio ajeno?

-¿Tienen vendas aquí? –respondió ignorando mis otras preguntas. ¿Vendas? Sería que… ¿Le habrían herido?

-¿Vendas? ¿Qué te paso?

-No es nada grave Redmond, no te preocupes.

-Son las, -Saqué mi reloj de bolsillo para ver la hora –dos y media de la madrugada, ¿Y quieres que no me preocupe? Si no fuera algo grave no creo que habrías venido hasta aquí a esta hora.

-Redmond ¿Tienen vendas o no?

Por primera vez, Gregory me hizo perder la paciencia, por lo que lo aprisioné en la pared de enfrente de mi puerta, e iluminando nuestros rostros le pregunté con mucha seriedad y algo de enojo, al tiempo que miraba sus ojos: -¿Qué te hiciste Gregory?

Pude percibir un poco de temor en sus ocelos violeta ¿Le habré hecho pensar que lo golpearía? Dándome cuenta de su incomodidad, me alejé de él, permitiendo que se moviera a su voluntad. Sin decir una palabra, subió su mano derecha a la altura de la vela, revelando que estaba herida y llena de sangre.

-¿Cómo te has hecho eso? –dije tomando su mano mientras un sentimiento de preocupación me invadía. Esa herida parecía ser una puñalada.

-Yo… Yo… ayúdame… -dijo él, su voz estaba un poco débil y apagada. Con esa herida seguramente habría perdido una buena cantidad de sangre. Lo tomé de la muñeca mientras caminaba de nuevo hacia mi habitación.

-Siéntate Gregory.

Me dirigí a mi baño para calentar un poco de agua, mientras tomaba el botiquín de primeros auxilios y lo preparaba rápidamente. –Gregory. –Dije en forma de llamado. Él llegó hasta la puerta del baño, a un paso algo inseguro. Lo tomé de la muñeca para apresurarlo un poco. Podía ver sus expresiones algo adoloridas mientras curaba la herida, aunque él no dijera nada ni emitiera un solo quejido, por mínimo que fuera. Pero yo sabía que aquello le estaba doliendo, por lo que fui lo más gentil que pude.

-Listo. Esto será suficiente hasta mañana en la mañana. Debes ir con el médico para revisarte esto.

-Edgar… Gracias. –Me di cuenta de que estaba caminando hasta la puerta, pero algo me dijo que era mejor no dejarlo ir. Llámenlo intuición.

-Espera, no debes irte en ese estado. Estás algo débil y mareado, será mejor que te quedes aquí hasta que estés mejor.

-Pero…

-Nada de peros, -dije interrumpiéndolo –No te preocupes por mí, acuéstate y quédate cómodo, yo dormiré en el mueble.

-No, yo dormiré en el mueble.

-Es mi habitación, son mis reglas. YO dormiré en el mueble. –Le dije dándole una sonrisa gentil. Violet estaba probablemente bastante apenado, pero sabiendo que no ganaría se resignó y se acostó en la cama para dormir.

-Buenas noches Edgar, gracias por ayudarme.

-No hay de qué, para eso somos los amigos.

Unas horas después las campanadas me despertaron. Con un humor de perro me levanté del mueble, un poco adolorido en la espalda para arreglarme y despertar a mi acompañante, que seguro seguía dormido. Me acerqué a la cama, y vi que estaba vacía. ¿Estaría en el baño?

Abrí la puerta del baño, pero estaba vacío. ¿En qué momento se habrá ido? Terminé de entrar para darme una ducha rápida y terminar todo lo demás, pero en mi reflejo vi algo curioso. Me acerqué al espejo, y vi una marca de pintalabios negro en mi mejilla izquierda. Repentinamente sentí una ola de calor por todo el rostro, al tiempo que un violento sonrojo invadía mis mejillas.

Gregory besó mi mejilla mientras dormía… ¿Sería este un gesto de agradecimiento? ¿Y… si es algo más? Ante esa pregunta observé mis ojos en el espejo.

-No seas imbécil Edgar, claro que eso no es. Solo fue su forma de decir gracias. Una forma bastante… inusual… pero todo él es inusual.

Sin querer darle más importancia al asunto, me quité la pijama y procedí a ducharme.


-Señor Edgar.

"Maldición. No puedo dejar de pensar en ese beso."

-Señor Edgar.

"¿Y qué si tiene un significado tan misterioso y secreto como los de sus poemas? ¡Nunca sabré si fue un beso de gracias o si fue algo más!"

-¡SEÑOR REDMOND!

-Ah, ehm… Disculpe señor Doyle, ¿Qué decía?

-¿Sabe usted quién fue el primer Faraón de Egipto?

-Horus Narmer, señor, según la teoría de Gredseloff.

-Está demasiado distraído hoy, señorito Redmond. Espero que esto no vuelva a suceder.

-No volverá a ocurrir, señor Doyle.

-La clase ha concluido, ya pueden retirarse.

Finalmente. Las clases de historia con el profesor Doyle a veces eran increíblemente entretenidas, y en días como hoy, contemplar un árbol danzando con el viento era mucho más entretenido. Aquel beso me afectó mucho más de lo que tenía estipulado.

Aun sentía el sonrojo cuando tocaba mi mejilla izquierda. Al mediodía nos reunimos en el Gazebo del Cisne. Allí estaba Gregory, sentado en el suelo dibujando como siempre. Me saludó como siempre, lo que me dio a entender que ese beso fue solo un agradecimiento.

Por alguna extraña e incómoda razón que no tenía por qué ser, me sentí algo desilusionado. Observé su mano con la herida, las vendas estaban completamente blancas, por lo que intuí que había ido al médico de la institución para cambiarse los vendajes. No quería traer el tema delante de Lawrence y Herman así que simplemente prefería esperar.

Mientras nosotros tres hablabamos, él solo escuchaba sin decir una palabra, concentrado únicamente en su dibujo.

-¡Bluer, Greenhill! -Era Edward quien los llamaba.

-¿Qué ocurre Edward?

-Los estudiantes de nuestros dormitorios están discutiendo. - dijo Clayton.

-Redmond, Violet, esto tendrá que continuar luego.

-Adelante.

Y dicho esto, ambos corrieron con sus fags para detener el pleito entre ambos dormitorios.

-Veo que fuiste al médico esta mañana.

-Sí.

-¿Y bien? ¿Qué dijo?

-Curará en dos meses.

-¿Dos meses? Vaya... Bien, ahora dime Gregory. ¿Cómo te hiciste esto? -El carboncillo cesó su movimiento. Era bastante claro que él no quería decirme la causa de esa herida. -No te dejaré ir hasta saber como te causaste eso.

Aún sin respuesta. Entonces en ese momento lo entendí todo. Me senté a su lado en el suelo, y tomando su barbilla lo obligué a mirarme en los ojos.

-Tú... Tú te hiciste esto.

Los ojos de Gregory se aguaron por un milisegundo, pero luego volvieron a su aspecto normal. -¿Por qué? ¿Hay algo que esté haciéndote sufrir?

-No realmente.

Yo se que no debía hacer esto, pero necesitaba hacer algo para saber la verdad. Me preocupaba el hecho de que estuviera haciéndose esta clase de heridas, ¿Qué tal si tenía otras escondidas? Con mucha firmeza tomé su mano vendada y deposité un beso en ella, que hizo que sus pálidas mejillas se tornaran un poco rosadas.

-No deberías mentirme así. -le dije subiendo la mirada, aún con su mano entre las mías.

-Deja Redmond... Estaré bien.

Solté su mano y volví a sentarme en mi sillón. No dije ni una palabra más, dado que simplemente todo esto terminaría en nada. Cuando Gregory se encierra en su mundo ya no hay nada que hacer ni nada que pueda sacarlo de ahí.


La escasa y pálida luz de la blanca e hinchada luna iluminaba a duras penas tan extraordinario dormitorio. El viento frío que circulaba de los ventanales danzaba extrañamente con los negros candelabros góticos, repletos de velas rojas. Los muebles eran en su totalidad negros con unas muy bien detalladas ornamentaciones doradas, el piso era cubierto por una hermosa alfombra violeta, y las paredes eran adornadas por pinturas y retratos.

Sentado delante de la ventana, Gregory Violet observaba la luna, perdiéndose en la embriagante escencia de la soledad y el desvelo. Eran las tres de la madrugada y seguía sin poder pegar un ojo.

Convencido de que ya no había nada que perder, tomó la pipa que escondía en uno de sus cajones, y la encendió para poder sentir la nicotina recorrer su cuerpo. Le gustaba estar así; perdido entre siluetas de oscuridad y la luz tenue de la luna llena, rodeado por una cortina de humo expulsada de su cuerpo. Estaba solo, y sabía que lo estaría toda su vida posiblemente.

-¿Quién podría querer a un energúmeno como yo? -Se dijo sonriendo amargamente. -Estoy destinado a vivir en soledad, pero qué más da. La muerte es una opción si algún día me llego a aburrir demasiado.

Pero él sabía que se estaba matando de forma lenta. Violet comía una vez al día a duras penas, y no siempre. Aunado al hecho de fumar pipas de nicotina y estar noches enteras en desvelo por el insomnio... No duraría mucho a ese ritmo. Pero no le importaba de todos modos. Pero lo que no sabía, es que al otro lado de la Weston College, había una persona peleando internamente consigo mismo por que no sabía que es lo que sus sentimientos intentaban comunicarle.