Anteriormente, en Castle:
- De acuerdo, bien, porque tengo un arma, y realmente no tienes elección. – le dijo ella seriamente.
- Claramente, no tengo elección. – aceptó él, con una sonrisa.
- No. – le contestó ella devolviéndole una gran sonrisa. Se miraron por unos segundos y finalmente Kate se aflojó y comenzó a acercarse para darle un beso. Pero entonces… - Lo siento... – le dijo retrocediendo repentinamente. - No puedo. Es... es demasiado pronto. – continuó. - Es que sigo viendo sus pechos en tu cara. – le dijo burlonamente mientras movía las manos por su rostro.
Kate retrocedió y simplemente se fue a su habitación.
La cara de Castle inicialmente había denotado desilusión pero luego se percató de algo y una sonrisa brotó de su rostro.
DESPUÉS DE LA LLUVIA…
PARTE 1: CASTLE
Castle empezó a caminar tras ella pero enseguida se detuvo. No podía cometer errores, tenía que repasar lo que había pasado para asegurarse de que no estaba entendiendo mal las señales.
Ella le había abierto la puerta cuando podría haberlo dejado en el pasillo toda la noche. Le había abierto y le había dejado entrar y explicarse, cuando podría haber dejado que hablara desde el pasillo o incluso echarlo sin escucharlo. Le había dejado explicarse y pedirle perdón. Y no solo eso, también habían acordado sobre cómo seguir y hacer borrón y cuenta nueva.
Por último, habían estado a punto de besarse pero ella se había echado atrás a último momento. Pensó que tal vez no lo había perdonado pero luego se percató de otra cosa. Ella le había dicho que no pero no le había pedido que se fuera. Simplemente lo había dejado allí mientras caminaba a su habitación. Eso tenía que significar algo. Y entonces se dio cuenta de qué podía ser. Ella lo había perdonado, aunque sea un poco, pero no se había olvidado. Lo estaba castigando por su comportamiento, eran sus celos los que todavía estaban actuando en ese momento, y eso significaba, que si hacía las cosas bien, todavía tenía una oportunidad de que lo perdonara completamente. ¿Pero qué…?
Se apoyó sobre la encimera y se quedó mirando hacia su habitación. Había dejado la puerta entrecerrada, ¿era otra señal?
Se llevó la mano hasta el mentón y apoyó el codo sobre la encimera, tenía que pensar algo… y pronto, o ella terminaría por dormirse o peor, por pedirle que se fuera.
El sonido de su teléfono lo sobresaltó. Lo sacó y lo miró. Era su madre que lo llamaba desde su viaje por Europa con Alexis. Hizo una mueca, dudando si atender, pero la conocía demasiado bien. Así que atendió.
- Hola madre, ¿cómo va el viaje? – le preguntó.
- Hola muchacho. Espléndido. Hasta que atiendes, ¿dónde estás? – quiso saber finalmente.
- Eh… en casa, en donde más estaría a esta hora. – le dijo tratando de parecer lo más natural posible.
- ¿Y cómo es que no escuchas el teléfono? Llevo horas llamando.
- Yo… quise aprovechar para escribir así que… desconecté el teléfono del estudio y puse música. – se excusó.
- En ese caso, está bien. Te noto raro, un poco ausente, ¿pasa algo? – le preguntó. Castle sintió un frío recorrerle la espalda. 'No se le pasa nada', pensó. Tenía que pensar en alguna excusa. Tal vez ella podría darle alguna idea… debía ver como se lo planteaba. - ¿Y bueno? – insistió Marta al ver que no hablaba.
- Si, perdón. Nada serio. Solo estoy estancado con una parte de la historia.
- ¿En serio? ¿Con cuál? Si se puede saber… - le dijo Marta intrigada.
- Bueno… básicamente, Rook acaba de hacer una estupidez y ahora Nikki no lo perdona. ¿Qué crees que debería hacer Rook para que lo perdone? – le preguntó finalmente.
- ¿Quieres que te ayude? No puedo creerlo. – dijo sorprendida.
- Bueno, eres mujer. ¿Se te ocurre algo? – le preguntó. En ese momento, le pareció notar un movimiento dentro de la habitación de Kate, una sombra… algo.
- Algunas... – le dijo pensativa.
- Bien… dime y yo voy anotando.
- Podrían ser flores… las flores siempre vienen bien. – Castle no habló solo murmuró en asentimiento. – Una serenata... comprarle chocolates o alguna joya…
- No lo sé madre… - le cortó dubitativo. - …flores, serenatas, chocolates, joyas... – siguió.
- Perdón por no serte más útil pero te tengo que dejar, Alexis me llama… Ah, y te manda saludos. – le avisó. Castle escuchó un ruido proveniente de la habitación. '¿Kate estaría escuchando?', se preguntó. Repentinamente, su corazón se aceleró.
- De acuerdo—
- Adiós, me voy. Cuídate. – le interrumpió con prisa y cortó.
Sin embargo, Castle se quedó unos segundos en silencio con el teléfono aun en la oreja, como si estuviera escuchando algo atentamente.
- Mmm… Si, puede ser. – dijo finalmente. – Es solo que no me parece suficiente. Tienes que entender esto: Para Rook, Nikki no es una mujer cualquier, ella es única y especial, ¿entiendes? – dijo y volvió a quedarse en silencio como si oyera otro comentario. – Exacto, tiene que ser algo único. Él realmente metió la pata, aunque no era su intención… - otro silencio. – Ah, esa no es mala idea. Claro, Rook es escritor… Si… - silencio. – Pero tiene que ser, sin duda, algo que le saque todas las dudas a ella sobre sus sentimientos.
Castle volvió a notar una sombra que pasaba por la puerta y no pudo evitar esbozar una sonrisa pero se obligó a mantener el tono serio de la voz.
- ¿Que cuáles son sus sentimientos?... Bueno… Estoy seguro de que para Rook no existe otra mujer más que Nikki. Ha sido así desde que la conoció… - hizo otro silencio y volvió a murmurar en asentimiento. – Oh, te tienes que ir… De acuerdo… Si, mándale un saludo a ella también… - hizo otra pausa. – Pásenla bien, adiós. – y entonces bajó el teléfono e hizo como si cortara.
Dejó el teléfono sobre la encimera y recorrió la sala con la vista buscando algo. Si estaba en lo cierto y ella estaba escuchando la conversación, una parte del mensaje estaba dado. Conocía lo suficiente a Kate para saber que ella sabría que él estaba hablando de ellos y no de los personajes.
Mientras simulaba la conversación, efectivamente, se le había ocurrido una idea. Él era escritor así que qué mejor que escribirle algo para mostrarle lo que sentía.
Caminó hacia el escritorio y buscó algunas hojas y algo para escribir. Volvió a la cocina donde puso las cosas sobre la encimera. Pensó un momento y luego escribió… hojas y hojas hasta que sintió que había dicho todo. Cuando estuvo satisfecho, juntó las hojas y las miró por un momento para luego asentir.
Respiró hondo, tomó su teléfono y por último se dirigió a la puerta de su habitación con el mayor sigilo que pudo. Una a una fue dejando las hojas en el suelo desde unos pasos antes de la puerta, haciendo un camino hacia la cocina y hacia la puerta de entrada. Por último, le quedaba una sola hoja. Se detuvo un minuto a mirarla.
La hoja decía: "Lamento todo. Dulces sueños. Por favor, llámame."
Se tomó un segundo más para respirar rezando por que todo saliera según lo planeado.
Caminó de nuevo hacia la puerta de la habitación y golpeó el marco para enseguida pasar la hoja por debajo de la puerta.
