Todos los personajes son pertenencia y creación de J.K.Rowling.
Lo único que me pertenece, es esta linda historia...

Harry Potter y la sombra
del Señor Oscuro
El principio de otra historia


Después de un intenso verano en la Madriguera, Harry regresa
a Hogwarts junto a Ron, Hermione y Ginny para cursar
su séptimo y último año en el colegio.
Dada por finalizada la guerra, y caído el Señor Oscuro, todos están
más tranquilos que de costumbre.
Pero al regresar a Hogwarts, Harry y sus amigos descubren cosas
extrañas, y una persona muy cercana a ellos es brutalmente atacada.
Alguien está intentando ser el nuevo Señor Tenebroso para poder acabar
con lo que su antiguo amo nunca pudo: Matar a Harry Potter.
Creyendo saber quien está detrás de todo eso, Harry intenta frenarlo,
enterandose así, que su peor enemigo, está de su lado.

1

El principio de otra historia

La guerra había finalizado meses atrás y si bien había cierto alivio entre la gente por los resultados obtenidos en la misma, también cabía lugar para la tristeza y una sensación de ligero abandono.
Las pérdidas de Lupin, Tonks, Ojoloco, Fred, Dobby, entre otras, habían afectado demasiado a Harry, casi tanto como a ningún otro.
Él sabía que aquellas personas habían muerto para salvarlo. Habían luchado hasta la muerte, con el último suspiro que les quedaba. Aquello, pensaba él, no tenía comparación con nada. Ocho años atrás, había tenido a su madre, que se había puesto entre la vida y la muerte para salvar a su hijo, para salvar su vida... su pellejo. Y ahora, ya con diecisiete años, todavía contaba con gente a su lado, que daba la vida por él. Y nada, nada podía valer mas que ello.
Durante noches continuas, no podía evitar aquellos horribles e interminables sueños, en los que principalmente aparecía el y a sus pies, millones de cadáveres, incluyendo los de sus amigos Ron y Hermione.
Pero sabía que Voldemort muerto, significaba quizá, algo que muy pocos entendían.
Significaba no más dolores en la presunsuosa cicatríz, no más sueños en los cuales veía a Voldemort torturar y matar gente, no más muertes sin sentido, no más nada.
Pero ya no había nada que pudiera inquietarlo. Al finalizar la dichosa guerra, la señora Weasley muy gentilmente, lo había invitado a vivir a la Madriguera por unos años, quizá hasta que se haga más mayor y pudiera vivir solo.
A pesar de que el disponía del número 12 de Grimmauld Place, aceptó la invitación sin reparos. Después de todo, no le hubiese gustado vivir en la casa de su padrino, le traía horrorosos recuerdos que era mejor no recordar y así mismo, sabía que aunque Snape ya no estaba vivo, los mortífagos que quedaron en pie, sabían claramente de su existencia y era demasiado riesgoso volver allí.
El verano estaba en su mejor resplandor. Harry llevaba un poco más de un mes y medio en la Madriguera junto a su mejor amigo, Ron. Pero no la habían pasado del todo bien.
Hermione había regresado a su casa, y ni siquiera les escribía. George ya no vivía más allí de modo que el tampoco estaría ese verano, y Ginny había vuelto a Hogwarts para terminar de cursar su sexto año.
El monstruo que albergaba en su pecho, se hinchaba de orgullo y felicidad, cada vez que pensaba en Ginny.
Faltaba la mitad del verano para que ella volviera, pero tenía planeado sorprenderla con una calurosa bienvenida.
Harry había estado debatiendo en su cabeza la posibilidad de pedirle a Ginny de volver a salir juntos, ya que no habían tenido oportunidad de aclarar nada.
Por su parte, Ron estaba callado, aburrido y sentimental. No quería jugar Quidditch y hasta había que insistirle para que coma un poco. Harry reconoció enseguida, que el hecho de que su amigo no quisiera repetir un plato bien cargado de la señora Weasley, era una señal de que algo grave estaba pasando.
El día que el expreso de Hogwarts llegaría a Londres con todos los estudiantes de regreso, Harry se despertó casi inconcientemente; aunque cuando Ron se lo decía y se desternillaba de la risa se limitó a echarle la culpa a los fogosos rayos de sol que se filtraban por la ventana entreabierta.
Luego de hacerle un conjuro silenciador al despertador que no paraba de lanzar una molesta música aturdidora, se cambiaron y bajaron a la cocina de mal humor.
Allí estaba la señora Weasley, preparando el desayuno mientras tarareaba contenta una melodía, que por suerte -pensó Harry- no tenía nada que ver con el despertador.
-¡Buenos días! -los saludó alegre al verlos entrar.
-Hola Señora Weasley -respondió Harry sentándose en la silla más cercana a la puerta.
Estiró una mano y agarró El Profeta que descansaba sobre la mesa. Lo abrió y ojeó los títulos más importantes.
Uno captó su atención, así que pasó varias páginas hasta encontrar la que buscaba.
Una fotografía encabezaba el artículo. El nuevo ministro, Kingsley totalmente calvo y con sus anchos hombros erguidos, saludaba con una mano mientras que esbozaba una pobre sonrisa en los labios.
El artículo rezaba:

Nuevo Ministro, nueva política

Tras el fallecimiento del ex-ministro de la Magia, Rufus Scrimgeour, ha ocupado el reciente puesto el conocido auror llamado Kingsley Shacklebolt.

Reconocido como un miembro importante de la Orden del Fénix y con todos los honores en las oficinas de Aurors, ha llegado al puesto más alto que cualquier mago o bruja quisiera obtener.
Al ser asesinado, como ya mencionamos, Rufus Scremigeour, fue nombrado como Ministro de la Magia este hombre que promete muchas cosas durante su gobierno.
Nos ha cedido un rato de su escaso tiempo y le hemos hecho algunas preguntas con respecto a la política que llevará a cabo durante su estadía en el Ministerio. ¿Quién sabe si serán años¿Meses o días quizá?

Lo que si sabemos es que apostó al cambio y estaremos expectantes a ver cuales son los resultados.

El Innombrable fue derrotado hace meses por el famoso mago, joven y talentoso Harry Potter, del cual también se esperan grandes cosas.

A continuación la entrevista...

El Profeta: Gracias por recibirnos, Sr. Ministro. Queremos hacerle unas breves preguntas. ¿Piensa cambiar algo con respecto a la política de Scrimgeour?
Kingsley: Realmente tengo pensando cambiar muchas cosas. Como es obvio, nunca estuve de acuerdo con la política que se llevó a cabo durante siglos en el Ministerio. Y ahora que tengo la oportunidad, pienso aprovecharla.
El Profeta: ¿Podría mencionarnos algo?
Kingsley: Bueno, como ya se habrán enterado, la señora Umbridgue ha sido despedida de su cargo, por acontecimientos que no vienen al caso mencionar (aunque todos ya lo saben). Empecé por eso, y voy a seguir por hacer muchísimas cosas más ya sea en lo administrativo como en los empleados. Todo sea por el bien del mundo mágico.
El Profeta: Se ha estado comentando en estos días la presencia de duendes en el Ministerio¿Podría considerarse cierta esa teoría?
Kingsley: Muy cierta. Si bien los duendes y magos no se llevan como quizá deberían hacerlo, uno de ellos vino a pedirme cordialmente trabajo y se lo he cedido.
El Profeta: ¿No cree que esto generará conflicto sabiendo como piensan ellos con respecto a nosotros?
Kingsley: No, creo que esto ayudará a muchos a entender que en verdad dos razas distintas pueden convivir y relacionarse. No solo va para los magos, si no también para aquellos duendes que creen que el mundo estaría mejor sin nosotros. Hay que aprender que podremos ser diferentes por fuera y tener distintos trabajos, pero todos somos de un mismo mundo, y no hay que olvidarse de ello.
El Profeta: Muchas gracias, Sr. Ministro.
Kingsley: Fue un placer.

Cerró el diario de un tirón y se dio cuenta que tenía una taza de café frente a el, con una generosa porción de torta acompañándola.
Ron ya había empezado a desayunar y la señora Weasley se había sentado frente a ellos.
-¿Me van a acompañar a buscar a Ginny, no? -dijo mirando principalmente a Harry, quien levantó la vista y sonrió.
-No me lo perdería por nada -repuso tomando un sorbo de café.
No veía la hora de verla, de abrazarla, de besarla, de decirle que su vida sin ella era extremadamente aburrida.
A penas terminaron de desayunar, subieron al cuarto de Ron, que ese año estaba mucho mejor ambientado.
En el centro, las dos camas separadas por una mesita de noche de madera.
Cortinas azules de terciopelo que llegaban hasta el piso cubrían la ventana abierta, y le daban un toque azulado a la habitación.
Y las paredes, como siempre, estaban forradas con todos los pósters de los equipos de Quiddicht favoritos de Ron; que no paraban de saludar y emitir cantitos de alegría cada vez que alguien entraba a la habitación.
Se sentaron, cada uno en una cama, y mantuvieron un silencio que duró por varios minutos.
Cada uno absorto en sus pensamientos no se percataba de la presencia del otro.
-¿Qué te pasa Ron? -dijo Harry volviéndose y observando que su amigo tenía la mirada fija en el suelo.
-Nada, estaba pensando... No importa -expuso recostándose en la cama con ambas manos bajo la nuca.
-Si ya sé, estabas pensando en Hermione -terminó Harry, y vio que Ron miraba para un póster de la pared y se hacía el desentendido.
-Yo no estaba... Bueno sí, no puedo parar de pensar en ella -admitió con un dejo de tristeza en su voz.
-¿Y por qué no le escribís? -le propuso Harry que también se había recostado y tenía la mirada clavada en el techo gris débilmente iluminado.
No pudo evitarlo, y Ginny voló a sus pensamientos una vez más.
-Ni loco. No quiero parecer desesperado, a demás pensé que ella iba a escribirme después de lo que paso... Bueno ya sabes, lo que pasó el año pasado.
-Estoy seguro que tiene una buena excusa de porque no te escribió, no te preocupes -dijo Harry tratando de parecer despreocupado.
La verdad, era que Hermione sí había escrito. Del mes y medio que llevaban allí, solo una vez Harry había recibido una carta de ella; y no había mencionado a Ron en lo más mínimo.
Por eso, le pareció a Harry lo mejor no decirle nada a su amigo, para que no empezara a crear falsas hipótesis.
-¿Y vos que pensas hacer con Ginny? -preguntó Ron girando la cabeza hacia la derecha para mirar el cuerpo tendido de Harry.
-Bueno, no sé... Estuve pensando pero--
-Yo creo, que tendrías que volver con ella -comentó Ron.
-¿De verdad? -se extrañó Harry.
-Sí. Ella te quiere, y prefiero que seas vos quien este con mi hermana y no otro -dijo haciendo una mueca de dolor con la boca pensando en Dean y los chicos con los que Ginny había salido.
Harry no dijo nada, guardó silencio y cerró los ojos.
El hecho de que Ron le estuviera diciendo aquello era algo que para Harry significaba mucho más de lo que cualquiera se pueda imaginar.
Su vida había dado un vuelco de 180 grados, y se le helaba la sangre al pensar que hubiera sido de el si Ron no se hubiera sentado en su compartimiento el 1º de septiembre, ocho años atrás.
Quizá no estuviera allí ahora, quizá no estuviera vivo, después de todo -y sonrió al recordarlo- Ron lo había sacado de aquel lago congelado. Había estado a punto de ahogarse, pero su amigo lo había salvado.
Hasta se deprimía al pensar -o mejor dicho al recordar- que ya eran mayores de edad; algún día se tendrían que separar, harían su vida, se casarían, seguirían su camino, cada uno por su lado. O quizá no.
Soñaba con un futuro cerca de los que lo habían hecho feliz. Cerca de Ginny, pero tal vez su destino ya estaba escrito.
Entonces recordó con nostalgia unas palabras que le había dicho Dumbledore años atrás: "El futuro no está escrito, Harry. El futuro es lo que los magos quieren que sea, tal como los elfos domésticos."
Sintió algo frió en la cara y se despertó sobresaltado. Vio a Ron junto a su lado que lo sacudía con una mano.
-Te quedaste dormido, así que bajé a la cocina con mamá. Pero son 11.30¿vas a venir con nosotros o no? -dijo Ron yendo hacia la puerta.
Harry saltó de la cama. No se había dado ni cuenta y había caído profundamente dormido sobre las sábanas.
Reaccionó cuando Ron le dijo la hora; a las 12 en punto el tren llegaría a la plataforma y Harry no podía faltar, debía estar allí sin falta, parado en el andén 9 y 3/4 esperándola.
Salió por la puerta atrás de Ron, pero se dirigió al baño.
-En seguida te alcanzo -le anunció al pelirrojo cerrando la puerta.
Abrió la canilla de agua fría y puso sus manos abajo. Las llenó de agua y se las llevó a la cara.
Levantó la mirada y se miró al espejo. Un Harry ya adulto, a punto de cumplir 18 años, con el pelo negro revuelto y ojos verdes esmeralda le devolvió la mirada.
Se sonrió y sin secarse, bajó corriendo las escaleras.
La señora Weasley estaba lista, y con una mano en el picaporte de la puerta miraba a Harry con aire impaciente.
-¿Listos? Vamos, se nos hace tarde -anunció saliendo al jardín.
El sol brillaba más que nunca. Se acercaba junio y el verano estaba en su mejor resplandor.
Ron salió detrás de su madre y Harry lo seguía muy de cerca.
Caminaron hasta salir de los límites de la Madriguera y se pusieron en fila.
Giraron sobre sus talones y desaparecieron, pero no sin antes recibir una cálida brisa en la cara.

Cuando volvieron a aparecer, lo hicieron en el medio de la estación King Kross. Caminaron hasta las plataformas 9 y 10, y cuando las encontraron, traspasaron la barrera lo más disimulado posible.
Allí estaba el tren de Hogwarts, perdiendo velocidad a medida que se acercaba. Su chimenea echaba un generoso humo que cubría la mitad de los vagones.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Harry. Había muchas personas esperando a los estudiantes, y cuando este descendió y bajaron se convirtió en una multitud, lleno de gritos, ruido de carritos arrastrándose, abrazos y saludos.
La señora Weasley se puso en puntas de pie y buscaba con la mirada a Ginny.
-Ron anda por allá y buscala. Harry, por la derecha. Yo voy por acá -dijo indicando con el brazo.
Los tres se separaron y Harry fue hacia donde la madre de Ron le había indicado.
Se cruzó con varios estudiantes que lo frenaban a cada rato para saludarlo, o estrecharle la mano. Algunos le preguntaban como se encontraba, otros le gritaban cosas como 'genio' o 'héroe' 'Potter nuestro ídolo'.
Fastidioso empezó a girar la cabeza de izquierda a derecha tratando de distinguir a Ginny, pero no había ni rastro de ella.
Había disminuido el número de personas en el andén, por lo cual se podía ver un poco mejor y ya no tenía que ponerse en puntas de pie.
Empezaba a desesperarse cuando giró sobre sus talones y la vio.
Allí estaba, parada junto a su carrito, saludando a una amiga que luego se fue corriendo a saludar a lo que -Harry supuso- eran sus padres. Su pelo largo y rojo bailaba con la poca brisa que corría por allí. Agarró su carrito y levantó la mirada.
Sus ojos se encontraron los de Harry. Se quedaron varios segundos mirándose, a unos cincuenta metros de distancia, mientras la gente pasaba entre medio de ellos.
Ginny le sonrió radiante, y Harry le devolvió la sonrisa.
Tenía ganas de ir y abrazarla, pero no podía moverse. Parecía presa de un conjuro.
Afortunadamente no tuvo que hacer nada de eso, Ginny corría hacia el con expresión decidida.
Le rodeó el cuello con los brazos y lo besó.
Ninguno de los dos quería separarse del otro, pero lo hicieron cuando la voz chillona de la señora Weasley se escuchó a poca distancia.
-Te extrañé -dijo Ginny aún con los brazos sobre su cuello.
-Yo también. Estuve pensando y--
-¡Shh! No digas nada, ahora no -le dijo Ginny en el oido poniendo su dedo índice dulcemente sobre los labios de Harry.
Ron y su madre llegaron justo cuando se separaron. Fue a abrazarlos y luego de decirles cosas que Harry no podía oír, debido al gran nivel de conmoción que tenía, Ginny lo tomó del brazo.
-¿Nos vamos? -preguntó sonriente.
-Sí -afirmó la señora Weasley.
Y así, los cuatro salieron de la plataforma. Era una extraña sensación, el saber que nada podría pasarles, saber que Voldemort ya no andaba por allí buscando presas y matando gente.
Con sonrisas en sus rostros se alejaron de la plataforma 9 y 3/4, pero no era un adiós definitivo. Ya volverían a pasar por allí, Harry estaba seguro.