Descargo de responsabilidad: sin cambios en la titularidad…
ESA COSA CON PLUMAS
Decía Emily Dickinson que la esperanza es esa cosa con plumas que se posa en alma, canta una melodía sin palabras y nunca jamás cesa…
Estaba claro que la señora nunca conoció a Bo…
Porque el pollo Bo más que cantar, graznaba, emitiendo un sonido horrible —a medias el de un cuervo afónico y a medias el de un alma en pena—, mientras Tsuruga Ren perseguía al pollo con un balde de agua. ¿Para qué?, se preguntará el lector. La cola, señores, la hermosa y plumífera cola de vistosos colores del pollo estaba en llamas. ¿Cómo se inició el fuego? Un accidente, sin duda… ¿De dónde salió el oportuno balde llenito de agua? Un misterio…
El punto es que finalmente extinguido el incendio, sin más daños que el señorial plumaje y el menoscabado orgullo, Ren ayudó a su amigo a incorporarse, empapado su pesado y acolchado disfraz, y le retiró la cabeza (la de mentira, claro) con el único y desinteresado fin de ayudarle a respirar mejor.
Aunque fue él quien se quedó sin respiración…
Por suerte, Ren recordó cerrar la boca cuando los ojos dorados despegaron la pudorosa mirada del suelo y se clavaron en los suyos.
Ah, sí, porque no lo olvidemos, justo antes de perder su dignidad avícola, a Ren no se le ocurrió otra cosa que revelarle al pollo la identidad de su amor secreto… Ajá, que estaba enamorado su hermosa kohai… Con todas las letras…
Bueno, con certeza, nunca un poema resultó más cierto y esa cosa con plumas (no el pollo Bo, sino la de Dickinson) entonó su melodía… Canta, canta, llenándole a Ren el alma de música. Resuenan en su cabeza sus acordes, vibrantes y ensordecedores, extendiéndose por sus brazos hasta la punta de sus dedos, que se alzan para acariciar sus sonrosadas mejillas.
Y esa cosa con plumas sigue cantando, haciendo latir a su corazón más y más deprisa, buscando su camino para salir convertido en una promesa.
Porque ella sigue ahí. Justo frente a él.
Y ella también escucha su canción…
