TELA DE ARAÑA

Capítulo 1: Cuando solo te queda un camino.

Los libros de Harry Potter no me pertenecen, son de J.K Rowling y de quienes sean sus derechos. Escribo esto por puro gusto personal, y para alegrar a otros fans, y no quiero ni busco nada a cambio. Gracias.

Advertencia: Esta historia contiene yaoi, es decir, romance entre hombres. Así como escenas de tortura, non-con, mpreg, canibalismo, criaturas sobrenaturales, drama, y escenas de índole sexual. Temática muy dura, queda advertido.

Bienvenidos a:

TELA DE ARAÑA

Capítulo 1- Cuando solo te queda un camino

Prólogo

Harry Potter murió una tarde de guerra e invierno. Rodeado de nieve roja, barro helado, y sufrimiento.

Diez años han nacido y muerto desde aquel día en que llegó la larga oscuridad. Y aún hoy se siguen recordando los sucesos. Ecos de acontecimientos que se han prohibido nombrar en alto. Se murmuran en la penumbra de la noche, cuando no queda nada a lo que aferrarse más allá del hambre que muerde el vientre, y el frío que hace tiritar la carne. Se susurran en callejones mugrientos, y fábricas hacinadas cubiertas de hollín.

"El icono de la luz ha muerto, aprieta los labios y resiste en silencio, pues nadie vendrá a acabar con el sufrimiento."

Este es el mantra que aprenden todos los niños del nuevo régimen, casi mamado de los pechos marchitos de sus madres.

Una década ha transcurrido desde entonces. Diez años son mucho tiempo, y este ha transformado lo que queda del mundo mágico, en una comunidad hostigada por la pobreza, la tiranía, los impuestos, y la ley marcial. Cuando la comida escasea, la moral se convierte en un bien demasiado caro que mantener. Los robos, la prostitución, el asesinato… se han convertido en el pan mugriento de cada aciago día.

Y sin embargo, los magos que existen en miseria, arañandose por un pedazo de algo que llevarse a la boca, se consuelan con lo poco que tienen.

La visión de un muggle arrastrándose patéticamente tras su amo, es suficiente para recordarles que su suerte podría ser peor. Criaturas como animales, menos que esclavos. Los antiguos humanos, van tras sus señores con las cabezas gachas y los hombros hundidos. Diezmados hasta no ser más numerosos que los propios magos, han sido moldeados en la carne que sustenta el régimen sobre sus espaldas. La mano de obra a la venta, para quien pueda pagarla.

¿Y quién posee la riqueza para comprar su propia parcela de piel?

Los mortífagos.

Seguidores sanguinarios del régimen. Los huesos de su estructura, y su látigo más violento.

Hombres y mujeres que ven pasar patrullando sobre escobas, ocultos en el interior de caros carruajes de caballos, y elegantes palanquines. Siempre elevados, helados, ricos y crueles. Cada día más, y cada vez más poderosos.

Se han apoderado de todo.

Lo tienen todo.

No es extraño, entonces, que haya tantos jóvenes dispuestos a unirse a sus filas.

Cuando el premio es escapar del hambre, y entrar en el selecto círculo de banquetes, fiestas, reuniones, obras de teatro, conciertos, recitales… que la admisión exija el sacrificio de tu propia alma, empieza a no parecer un coste tan elevado.

No, no es raro el que renuncia a su humanidad, para entregarse al servicio del señor tenebroso.

Sin embargo, estos nuevos adeptos no llegarán jamás al auténtico poder. Ni ostentaran la potestad política que posee el círculo interno. La opulenta élite, fuertemente militarizada, y con mano blanca para ejercer "justicia".

La nueva nobleza.

Formada por las familias más puras, más leales, más poderosas. Aquellas que cuentan con el voluble favor de Lord Voldemort. Con su beneplácito y bajo sus órdenes, esta élite regula el ministerio, los colegios, todas las instituciones. Todas las decisiones son suyas.

Pero los realmente poderosos, la auténtica sangre pura de este nuevo mundo, sus favoritos. Aquella familia considerada la propia realeza;

Son los Malfoy.

Quizás por ello, su traición, fue aún más sorprendente.

La traición del único hijo de la familia, la traición de Draco Malfoy.

oOo

Capítulo 1- Cuando solo te queda un camino

Era una noche de ventisca y niebla teñida de plata.

Hogwarts podía verse a lo lejos como un faro hecho de docenas de ventanas, por las que se escapaba la cálida luz dorada de las chimeneas y las antorchas. Pero el calor no llegaba lejos, y los campos alrededor solo contaban con el brillo espectral de la luna, y los enormes y pálidos copos de nieve, cayendo de las nubes como fantasmas.

La gruesa costra blanca, más hielo que nieve, que cubría la tierra y los raquíticos árboles sin hojas, tenía la profundidad de varios años de ininterrumpido invierno para esconder las piedras y raíces, que podrían convertirse en trampas ocultas.

Aunque esta noche nadie parecía dispuesto a caer en ellas.

Todo estaba tranquilo, ni siquiera el aire se movía. Incluso el lago, en la lejanía, parecía una cosa inerte y rígida, estancado bajo una placa de hielo de metros de profundidad.

Únicamente alguien que pusiera especial atención, habría detectado una silueta negra solo un poco más oscura que la noche a su alrededor.

Un hombre oculto entre las escarpadas rocas de la ladera y los pliegues de su grueso abrigo, que no apartaba la mirada del sendero paralelo al bosque Oscuro; una serpenteante línea casi indistinguible en la nieve, que rara vez nadie usaba.

El hombre sabía que era bien posible que estuviera aquí perdiendo el tiempo, acurrucado en el frío mordiente, esperando la aparición de alguien que podría no llegar.

Pero si su instinto no le fallaba, y todavía no lo había hecho en sus muchos años de vida, pronto, su objetivo, sin otro camino seguro al último bastión de la luz, tendría que pasar por el retorcido sendero, justo bajo su posición.

Si es que había escapado a la primera trampa en Malfoy Manor.

Pero confiar en que alguien como él, que había sobrevivido como espía, todos estos años, sin levantar sospecha alguna, no lograra escapar de entre los dientes del cepo inicial, sería una estupidez.

Y si había huido, el hombre rubio no dejaría de venir a advertir a la Orden del espía.

"De mí."- La curva de sus labios se torció en un gesto a medio camino entre una sonrisa despreciativa, y una mueca.

Y su mirada se desvió del camino, siguiendo un pequeño movimiento màs allà de la línea de árboles retorcidos, espinosos, como dedos de inferí surgiendo de la tierra, que marcaban la linde del bosque Oscuro. Seguramente sólo se trataba de algo de nieve cayendo de ramas demasiado cargadas... Pero a pesar de todo, no pudo contener el inicio de un estremecimiento.

Del interior del bosque solo podía adivinarse oscuridad. Aunque no necesitaba ver, para saber, como todo el mundo sabía, que aquella tiniebla ocultaba el último reducto de las criaturas mágicas.

Nadie que se hubiera adentrado en sus profundidades tras el inicio de la guerra, había regresado con vida. Sus restos, devorados por a saber que criaturas, aparecían más tarde en las fronteras, carroña irreconocible, salvo por los restos de las ropas. Sin importar su procedencia, mortífagos o miembros de la luz. El resultado siempre era el mismo.

La creencia popular decía que al iniciarse la guerra, cuando las criaturas mágicas empezar a ser cazadas masivamente por ambos bandos (en su necesidad de ingredientes para pociones y conjuros) estás diezmadas y aterradas, habían buscado desesperadamente un refugio.

Y el bosque oscuro, un lugar salvaje, poseído por magia atávica desde tiempos inmemoriales, les había abierto los brazos y ofrecido protección. Cerrado su caricia en torno a ellos, y desde entonces, jamás vuelto a abrirla.

Ahora el lugar vibraba por la magia de sus habitantes, cada árbol, cada arbusto, cada planta, era un fiero guardián, y un asesino.

Había oído relatos de espinos surgido de ningún parte que drenan la sangre de sus víctimas, árboles cuyas raíces estrujan hasta convertir en pulpa los huesos, flores comunes, vueltas venenosas. Pero quizás lo más peligroso eran aquellos seres que ahora poblaban sus profundidades. De ellos, poco o nada se sabía con certeza. ¿Qué, o quienes, se habían unido a los habitantes originales? Nunca había habido un superviviente para hablar sobre ellos.

Apartó la mirada de la engañosa calma de los árboles y sus anillos de niebla helada. Pero a pesar de todo, la incomodidad siguió allí, carcomiéndole por dentro.

Se arropó mejor en el abrigo, y esperó.

oOo

(Draco)

La respiración se le cortaba en el pecho.

El aire helado de la noche invernal, era una cuchilla sobre su piel que enrojecía sus mejillas, y condensaba su aliento.

El brazo izquierdo le palpitaba dolorosamente.

Su corazón bombeaba a un ritmo frenético.

Miró a su espalda.

La nieve y la vaga silueta de los árboles, era lo único que se distinguía en la oscuridad.

Sin embargo, sabía que no poder verlos, no significaba que no estuviesen allí.

Como respondiendo a sus pensamientos, un relámpago azul cortó la noche directo a su pecho.

"¡Mierda!"

Se lanzó a un lado, evitando ser alcanzado sólo gracias a años de entrenamiento, y aún así, la esquina de su túnica se calcinó, y parte del hilo cayó convertido en cenizas.

Echó a correr de nuevo.

Sus músculos chirriaron al borde del colapso, pero ignoró el aviso. Si se detenía ahora, bien podía lanzarse un avada kedabra así mismo. Sufriría menos.

Sabía muy bien lo que les esperaba a los traidores como él. Durante años había presenciado y participado en docenas de aquellas "sesiones disciplinarias". Los gritos de sus víctimas, el olor de la sangre, de la carne quemada… eran cosas que todavía, a veces, surgían en sus pesadillas.

No estaba orgulloso de lo hecho. Pero había sido necesario.

Alguien había tenido que continuar la labor de espionaje que su padrino, Severus, se había visto forzado a abandonar.

Un hechizo bombarda pasó sobre su hombro, y reventó unos metros por delante en una violenta nube de nieve y piedras. Las esquirlas le dieron de lleno y levantaron cortes en sus mejillas y ropa. La sangre comenzó a resbalar por su rostro, espesa y húmeda como cera caliente. Mezclándose con los rastros de ceniza y hollín que ya había allí, después del apresurado viaje en floo.

El polvo de nieve entró en sus pulmones y lo hizo toser violentamente, amenazando ahogarle.

Pero no disminuyó la marcha.

Demasiado dependía de que lograra llegar a Hogwarts.

Tenía que advertirles del peligro. Alguien había delatado su posición. Había un traidor en el castillo, alguien en una posición de poder.

Muy pocos sabían que él, Draco Malfoy, hijo de la mano derecha de Lord Voldemort, miembro del círculo más selecto, y uno de sus más allegados, era en realidad miembro de la orden del fénix desde su veintiún cumpleaños. Demasiado había dependido de sus informes para correr el riesgo.

Sólo el módulo más elevado de la orden tenía acceso a dicha información; El propio Dumbledore, su padrino Severus, y Lupin, eran algunos de ellos. Lo que significaba, que el traidor, fuera quien fuera, o formaba parte de este mismo círculo, o había encontrado la manera de que otro miembro hablara.

Fuera cual fuera, podía muy bien conseguir acabar con todo lo que deseaban proteger.

Forzó aún más el ritmo.

Los músculos le ardían como cuerdas puestas bajo demasiada tensión, a punto de desgarrarse. Los pulmones incapaces de tomar más aire, expandiéndose al máximo, asfixiándose bajo el ritmo enloquecido, se apretaban dolorosamente contra sus costillas. Algunos mechones habían escapado de la restricción del lazo de seda negra, las hebras rubias agitadas por el viento, entorpecían su visión, y hacían más lento su tiempo de reacción.

Había perdido su varita en el ataque inicial que lo había cogido por sorpresa.

Desarmado, herido, lo único que lo mantenía en pie era la adrenalina corriendo por su sangre, como una bomba química. Pero incluso eso pronto no iba a ser suficiente. Sus fuerzas escaseaban.

Escapar de malfoy manor había consumido casi todas sus energías. Testigo de ello eran las quemaduras que habían destrozado su brazo izquierdo. Ahora, gracias a Merlín, insensibilizado. Aunque sabía que no era buena señal. El amasijo de carne y tela ennegrecida, destrozada, más parecido a una rama carbonizada que a un brazo, no le daba demasiadas esperanzas. Posiblemente, incluso si madame Pomfrey podía tratarlo en la próxima hora, lo perdería.

La nieve se hundía bajo sus botas negras en rápidos crujidos. Dejando tras de sí un rastro demasiado evidente. Pero no tenía tiempo de enmascararlo. Estaban demasiado cerca.

Ahora su única salida era ser más rápido que ellos.

Repentinamente una serie de gritos rompió la quietud nocturna.

-¡Ahí está! ¡Cogedlo! ¡Lord Voldemort lo quiere vivo!-. Maldijo internamente.

Los gritos a su espalda le recordaron a una jauría de lobos hambrientos. Los sonidos en la nieve mientras acortaban distancias, los de un grupo de perros de cacería.

Dobló una esquina del sendero… finalmente, en la distancia, a través de los copos de nieve, de la noche, de su propio agotamiento, pudo ver las luces de Hogwarts.

El último refugio de la resistencia en este mundo dominado por la oscuridad.

Si lograba subir la ladera de roca que bordeaba el bosque oscuro, estaría dentro de las barreras mágicas del colegio, y a salvo. Contuvo el sonido de alivio que hubiera querido emitir.

Comenzó a dirigirse hacia allí… pero algo… sus sentidos chirriaron advirtiéndole del peligro.

La nieve hacia aquella zona, estaba removida.

Aguzó la vista. Una silueta se recortaba contra la luz de la luna menguante. Si no hubiera sabido que buscar, la habría pasado por alto.

Camuflado tras las rocas, alguien guardaba el límite de la barrera a la espera del traidor.

Detrás de él, algunas varitas se iluminaron apuntándole.

-¡Entrégate Malfoy!

Ignoró los gritos y se desvió a la izquierda. El único camino que le quedaba. Todos los demás flancos rodeados por un cerco cada vez más estrecho.

La ladera descendía en este punto, y al final, solo a unos metros, la linde del bosque oscuro.

La razón por la que no le habían cercado por ese lado.

Todos sabían que ir en esa dirección sería una locura.

Pero a Draco no le quedaba más. Era eso, o ser capturado.

Y decidió arriesgarse con los monstruos que lo matarían rápido, antes que con aquellos que lo torturarían durante semanas.

Continuará