que cada siempre lleva

su hueso de jamás

que los jamases tienen

arrebatos de siempres

-Mario Benedetti-

Y con esto doy inicio a la historia que espero que sea de su completo agrado, dedicada a una persona que tal vez jamás lea esto pero que siempre me impulsa a continuar aun con su inmortal ausencia. AnnaAle.Y a aquella persona que será casi obligada a leer: Shakaito. Seguro sin ustedes apenas sería una sombra de mi misma.

Psicosis

Capitulo 1

Relación Médico-Enfermo

"El médico no debe perder de vista que el enfermo inicia su relación con él, aún antes del primer contacto personal"

Viernes 16 de Noviembre

Debí decir "No" después defender mi ética profesional y mantenerme firme.

Pero no eran del todo las normas de sociedad, ni los valores de los que hablaban mis maestros de facultad y postgrado, esos valores que ellos tampoco tenían.

Ese no era el motivo. Hacía algún tiempo, en crisis financiera del país. Me vi obligado a atender a un hipocondríaco millonario medicándolo con placebos y respondiendo a todos sus síntomas con las reacciones que él esperaba. Frases como "en verdad es preocupante" o "tendremos que verlo con detenimiento" me ayudaron a mantener mis cuentas al día en aquellos años.

Después cuando decidí que era suficiente de teatros, realicé una rápida recuperación con "nuevas terapias" y un tratamiento diferente, con ayuda de mi verdadera especialidad

–La psiquiatría- me deshice de mi fuente de dinero.

No era la ética.

Era mas bien un miedo, algo sobrio y serio, un miedo no irrazonable y mas bien claro.

Desde el instante en que sonó el "interfón" y mi secretaria anuncio la presencia del Sr. Shindou; sentí que algo marchaba inconcorde a mi rutina de seis pacientes al día. Dos adolescentes, un niño con bajo coeficiente intelectual, dos mujeres divorciadas y una prostituta.

Y aunque la señora Luisa era la siguiente en mi lista de consultas, hice pasar al Sr. Shindou por razones del poder capitalista que -con mi mujer y mi niño esperando en casa- me veía en la obligación de tomar en cuenta.

Casi de inmediato el ruido sordo de golpes en la puerta de una madera delgada –que varias veces dudé que fuese madera- me hicieron utilizar el "pase" monótono de médico.

La figura del hombre maduro atravesó la puerta la cerró y se sentó. Ninguna cortesía, sólo un hombre viejo y poderoso económicamente, sentado frente al escritorio de mi consultorio, tal vez los modales se habían quedado en la clase media.

-Sr. Eiri-

La ausencia de saludos continuaba tan presente, como ese humo de cigarrillo que encendía. Y en lugar de apelar "es un consultorio" le acerqué un cenicero.

Me sentía nervioso, natural en cualquier hombre sensato en mi posición.

-He oído buenas historias sobre usted- tardé en entender que esa afirmación era un halago y mi siguiente respuesta fue algo más trivial

-¿Qué puedo hacer por usted?- Por primera vez en mucho tiempo la pregunta tomó un sabor sincero, y es que en realidad, no veía muchos motivos – honestamente ninguno – para que el presidente de la firma mas poderosa del mundo capitalista viniese al consultorio de un médico psiquiatra graduado con honores, doctorado en el extranjero, con varios reconocimientos en el mundo de la investigación médica, pero mas bien clase mediano con obsesión por la nicotina.

La respuesta ya estaba formulada en la cabeza del anciano, bufó un par de veces dando rápidas caladas al cigarro, cuando se sintió preparado lo apagó contra el cenicero echó su espalda hacia atrás y encendiendo un nuevo cigarrillo me dijo.

-He investigado antes de acudir a usted, a usted y a muchos otros les mandé a investigar, pero terminé viniendo aquí-

No sabía si sentirme lisonjeado o amenazado, dejé mis papeletas y decidí prestar mas atención.

-Quiero dar por sentado que aunque usted me niegue su servicio, este asunto quedará en plena confidencialidad- Si soy sincero… me asusté, pero no dejé ver jamás mi cambio de expresión. Hacía mucho que había adquirido la habilidad de mantener un rostro carente de emociones. Tan sólo dejé mis lentes sobre el escritorio.

-Tiene mi palabra- Procuré sonar mas seguro de lo que estaba y funcionó.

El hombre realizó una mueca que provocó que sus ojos se vieran más pequeños y su nariz mas ensanchada. Temí que eso fuese una sonrisa… y lo era.

-Lo que esperaba del médico Eiri-

Lo que siguió fue menos intimidante que el inicio, pero más atemorizante para mí.

-Quiero que sea el medico particular de mi hijo-

Intenté no mostrar mi tención y manejarlo como si buscase un hueco en la agenda que pudiera dar a esta nueva tarea.

Por lo acontecido era claro que no seria un caso de médico-enfermo común. Sólo por yo ser Médico psiquiatra y él ser el hijo de un magnate.

No restaban muchas opciones y solo dije

-Si, estaría encantado-

En ese momento no pasaban por mi mente ni siquiera las hipótesis de la causa por la que el señor Shindou se dirigió a mi oficina y no a otro lugar con mas elegancia, tal vez sea eso por lo que durante toda mi vida me lamente... ¡que mas da!

Al advertir que la presencia del Sr. Shindou se había retirado, dejando como único adiós una nota con una dirección y una hora fijas, respiré, tan profundo como mis pulmones me permitieron, me senté y decidí cancelar todas las citas siguientes, una sensación terrible me embargaba, como si acabase de cometer el peor error de mi vida, ni siquiera yo me lo explicaba, tal vez era por simple intuición.

Todo lo que sé, es que jamás había fumado tanto en mi vida…

……………………………………………………………………………………………

Al día siguiente me levanté tan pronto como la alarma sonó, no es que hubiese conciliado el sueño, pero me aferré a la idea de poder dormir un poco, toda la noche lo creí posible y al final no lo logré.

Entré a la ducha, me vestí y calcé lo mas elegante que mi gusto estético me permitió, desayuné como de costumbre; al lado de mi familia, no necesitaba fingir mi ausencia, estaban acostumbrados a mis silencios largos y palabras precisas, casi ordenes.

Besé a mi esposa, besé a mi hijo y salí de mi hogar.

Subí al auto y me dirigí a la residencia Shindou. Como era de esperarse al llegar me encontré con la mansión mas grande y suntuosa que jamás hubiese imaginado, me registré y las puertas se abrieron, fui conducido por unos guardias hacia una casa apartada de la residencia principal, ahí un hombre pelirrojo y delgado aguardaba mi llegada.

-Buenos Días Eiri-san- respondí al saludo con las mismas palabras y la misma inclinación.

-Mi nombre es Hiroshi Nakano-

-Un placer-

-Disculpe la ausencia del señor Shindou, no frecuenta esta residencia, pero si es algo en relación con Shuichi soy el indicado para contestar cuestiones-

¿Shuichi? Hice una nota mental sobre el nombre de mi paciente Shindou Shuichi, el hombre me llevó a una pequeña sala dentro de la casa.

Al momento un servicio de té ingresó a la estancia.

-¿Azucar?- preguntó tomando la tetera y los terrones

-Lo haré yo mismo, gracias-

Me serví una taza de té y saqué la portátil de su estuche, cree un nuevo archivo con el encabezado "Shindou Shuichi"

El Sr. Nakano continuaba en silencio y las tazas de té intactas, solo servidas cumpliendo la regla de etiqueta.

-Necesito los datos del paciente antes de iniciar ¿él mismo puede proporcionármelos?-

Regularmente prefería un contacto directo con mi paciente, sin embargo, continuaba actuando como la ocasión lo ameritara, con cautela y lentamente.

-Dudo mucho que él pueda hablar con usted ¿Sabe sobre el estado de Shu?-

Tomé el "Shu" como una forma de referirse al hijo de Shindou.

Negué con la cabeza, sorprendiéndolo. Agachó su mirada dubitativo, guardando silencio.

Después de unos segundos se levantó y se dirigió a la puerta.

-Será mejor que venga-

Lo seguí durante largos corredores y salas, me permitía curiosear con la mirada todos los rincones.

Retratos, antigüedades, estatuas, un sin fin de artulugios que mi perspectiva interpretaba como: dinero, dinero y más dinero.

Tal vez mi terapia sería una más contra la rebeldía por el abandono paternal. De esas situaciones que se solucionan con una o dos sesiones, pero tan pronto la idea surgió, se esfumó.

En todo caso que fuese esa la circunstancia, no habría sido necesaria tanta confidencialidad.

Después de haber terminado lo que me pareció un gran camino, llegamos a la que yo supuse era la ultima habitación. Hiroshi introdujo una llave que abrió la cerradura, y detrás de esa puerta se reveló el terrible secreto Shindou.

Dentro de la habitación que sin duda era la mas desorganizada de la mansión, con cortinas negras que apenas dejaban pasar luz.

Un chico joven delgado, no arrebataría la edad de 16 años, tez pálida enfermiza, cabellos rosas desordenados, ropa desalineada. Estaba hecho un ovillo a los pies de su cama. Su mirada era ausente, perdida en algún punto de la habitación, en alguna imagen que nadie más podía ver, pero esos ojos, eran los mas hermosos que jamás había visto.

Aún no comenzaba la revisión, pero un rápido diagnostico sólo me devolvió una palabra.

Psicosis

una percepción distorsionada de la realidad

un desligue completo con mundo que le rodea.

Nda.

Bien bien, le dejo hasta aquí prometiendo una pronta actualización de mis fics. Ya tengo tiempo!! Espero ansiosa sus comentarios.

Agradecida.

Saksú Higurashi