Elder Scroll pertenece a Bethesda


Prólogo

La Joven Loba abrió los ojos.

Se dio la vuelta, enredándose en las pieles que la protegían del frío que abrumaba la alta mar.

"No hace frío, hemos llegado"

Bostezó, su sueño había sido pobre desde que la tormenta los atrapó a dos días de haber zarpado del puerto, pero hoy, gracias a los ocho, era hora de anclar.

Se miro en el espejo y su reflejo le devolvió la mirada, era una mirada cansada, inquieta, pero era suya y siempre había sido así. Su armadura estaba esparcida por toda su habitación; cuando las últimas correas se ajustaron a su cuerpo el ruido en cubierta ya era ensordecedor, habían llegado a Soledad.

Se alegraba de escapar, por fin, del pequeño compartimiento al que la infame tripulación llamaba ''camarote'', no consistía en nada más que una cama, un armario y un diván. Todo lucia tan vacio como el día en el que lo vio por primera vez y, a pesar de eso, nunca había sentido tanta claustrofobia en su vida, pero claro, era lo único que podía pagar.

Camino hasta cubierta, distraída, arreglando los mechones castaños que caían por su rostro; su equipaje consistía en su mochila de viaje y la ropa que llevaba puesta, lo que resaltaba con los cofres que los pasajeros movían de un lado a otro y hacia que las miradas se fijaran en ella como si fuesen saetas.

"Como en casa, ¿eh?"

Si bien, ella nunca se ha considerado ''hermosa'', tenía un cierto talento para quedar grabada en los recuerdos de quien la mirase. No se quejaba, resaltar era como su mirada: parte de ella, le gustase o no; su madre le repetía una y otra vez que su actitud era inapropiada para una joven bretona de su edad y, debía admitirlo, una armadura tachonada y una espada de hierro no la hacían lucir mejor.

"¡Oye tu!" Suspiró con impaciencia, su camino a la rampa de desembarque había sido tranquilo y esperaba que siguiese siendo así, el joven soldado imperial se acerco a ella "Tus papeles, por favor."

Tragó saliva, nerviosa, el soldado pareció notarlo y le dirigió una mirada inquisidora; sabia que el castigo para quienes traspasaban ilegalmente las fronteras era severo, pero no estaba segura de que tanto lo era… Seguramente cualquier cosa era mejor que ser capturado… El soldado frunció el ceño, la joven palpó su costado, cerca de su daga…

Sacó el papel de su bolsillo.

Estaba arrugado y maltrecho, pero el soldado lo aceptó en silencio, lo observó a contraluz, lo palpó con sus manos y, por fin, decidió echarle un vistazo.

"El sello imperial está ahí" Dijo la chica con voz firme y áspera, llena de falsa diplomacia que fácilmente pasaba por molestia "¿Necesita algo más?"

"Todo está en orden, mi señora" Respondió el hombre entregándole el valioso documento "Mil disculpas, el imperio a tenido fuertes problemas en sus fronteras y..." La miró de arriba a abajo "Tienes aspecto de asalta caminos."

Su mirada habló por ella: fuerte y petulante, lo suficiente para que el imperial frunciera, aun mas, el ceño.

Reía para sus adentros, su padre solía decir que la mirada de un lobo jugaba con las personas… Y ella no se había ganado el sobrenombre de 'Joven Loba' por nada.

"Bienvenida a Skyrim" El soldado, de muy mala gana, se apartó del camino, la joven le dio las gracias como se esperase que una joven noble lo hiciera, aunque no sin una sonrisa socarrona cruzando su rostro.

Soledad era hermosa, no lo podía negar, desde las afueras contemplaba como el famoso Palacio Azul resplandecía con los rayos matutinos de un sol sin nubes que lo estorbasen. Se detuvo un momento a observar el cielo, sintiendo su cabello mecerse con la brisa marina... Pero no había viajado hasta ahí para eso; vio las montañas a lo lejos y regreso su vista al sol, estaba a tiempo.

"Estoy aquí" La puerta de Soledad se abrió ante ella… Pero dentro, encontró un paisaje que no parecía desearle un buen augurio.

"¡No hubo asesinato! ¡Ulfric derroto al Rey Supremo Torygg en un combate justo!"

Si la Joven Loba se describiese en una palabra, esta sería "egoísta"; tal vez, de haber sabido el rumbo que tomaría su vida, jamás hubiese puesto un pie en Skyrim… Pero el destino es el destino, y ni el más puro egoísmo podría librarte de él.

Mientras la multitud gritaba con vehemencia pidiendo la cabeza de su prisionero, ella revisó su pequeño e improvisado mapa, por fortuna, y a pesar del ruido estridente a lo largo y ancho de la plaza principal, no tardó en encontrar su objetivo; caminó hacia la puerta con el sonido del metal atravesando carne, hueso y tendones a sus espaldas.

"El lobo se ocupa de sí mismo y los suyos, el resto está de más."

El local era amplio, no había otra alma más que la suya y la del propietario, quien se encontraba tras la barra limpiando platos y cubiertos; respiró con alivio, agradecida de que el pueblo completo se encontrase contemplando el macabro espectáculo que acontecía en la plaza principal. Se acercó con cautela, revisó cada rincón del establecimiento que sus ojos podían alcanzar.

"Bienvenida al 'Skeever Travieso'" Le dijo el dueño de la posada mientras la joven loba tomaba su lugar frente a la barra. "¿Necesita una habitación o solo una bebida caliente?"

"Una botella de aguamiel estará bien, gracias" Su voz volvió a sonar tan molesta como en el momento que intercambió palabras con aquel soldado imperial, no podía evitarlo, estaba nerviosa, él no llegaba aun… "Curioso nombre para el lugar" Dijo en un intento de reducir la tensión, parecía funcionar, ya que el hombre sonrió con júbilo.

"Si, un poco" Dijo el hombre "Cuando era niño tenía un skeever bastante revoltoso"

"¿Un skeever de mascota?" Él volvió a reír.

"Antes eran más pequeños" Saco una botella de debajo de la barra, haciéndola girar con destreza en sus manos, la abrió con la misma facilidad y la colocó entre ambos "Su pedido"

La joven le agradeció y dio un pequeño sorbo, su mirada se desviaba levemente, observando las esquinas oscuras del local con el rabillo del ojo; chasqueó la lengua, sus planes se frustraban antes de empezar, se sobresalto al darse cuenta que ese pequeño sonido había provocado un gran eco en el negocio vacío y, sin duda alguna, había llamado la atención del dependiente.

"No quiero ser indiscreto, señorita" Dijo el hombre con voz amable "Pero nunca olvido un cliente… Puede que le dejaran un mensaje"

La loba sintió un ligero vacilar dentro de la última frase, miró al hombre con cautela y reflexionó sobre sus opciones más viables solo para descubrir que no quedaba ninguna, no debía perder más tiempo.

"Sam" Fue lo único que dijo "Bretón, alto, cierto gusto por los colores oscuros…"

El hombre tragó saliva, y la loba se percató de ello. Si bien, ella no se consideraba del todo perspicaz, no tardo en saber que algo en sus planes había ido mal, muy mal; un sobre pequeño salió de la manga del encargado, deslizándose por sus dedos como lo había hecho antes la botella de aguamiel.

"Dime" Susurró "¿A quién está dirigida?"

Dudó unos momentos al ver el objeto que acompañaba el pequeño trozo de papel: era una pluma, una pluma negra. Fue su turno de tragar saliva y, por unos instantes, considero el volver sobre sus pasos hacia la embarcación que aun se encontraba anclada al puerto; recordaba un viejo proverbio que escuchó de su madre cuando era pequeña.

"Plumas negras, palabras negras" El hombre la miró, sin comprender, ella solo sonrió, sabía que se arrepentiría de esto mas tarde.

"Bienvenida a Skyrim"

"Gabrielle Graywolf"

La carta pasó a sus manos.