LA NAO HA REGRESADO. Creo que no les había dicho pero lo diré. Amores, no tenia internet |3 Si, hace medio año. Sufrí muy hardcore sin Internet :'v Pero ya, volvieron a conectarlo y ASDFGHJKL Vine con toda con un regalito a quienes me esperaron Además que procuro hoy mismo actualizar Fue un simple reto y oficialmente volver a escribir.
Sus dedos se enredaban de forma desorientada por los lacios cabellos rojos canela, aquel manto de pelo que lucia, irónicamente, como el infierno, y que daba brillo al cielo con solo pasar. Su cara inerte y con dominio de la palidez era una perfecta escultura de lo hermoso, sin ningún imperfecto, y con tez suave como el algodón. Flaco y poco alto como él, cabía a la perfección entre sus brazos, sentado en medio de sus piernas, arrecostado en su pecho. Ambos brazos caían inertes a cada lado del pequeño cuerpo, sin querer estando uno en sus muslos, y otro en la misma anatomía.
Dejo de observar su cuerpo, que a simple vista lucía del color de la muerte: pálida y sin vida, con los ojos cerrados al mundo real. Paso sus dedos por las alas del ángel. Eran tal cual las pintaban en los libros del inframundo: suaves, plumosas y fuertes, pero a diferencia del dominio del color blanco, algunas de las plumas que caían hasta las puntas eran de un color opaco, negro, y sin vida como el ángel. Un cascaron roto que ya no sirve al cielo y que murió en guerra como lo era el amor.
Sus labios se formaron en una sonrisa casi cínica, mientras con sus dedos, de uñas largas y afiladas, pasaban a tocar esas afamadas alas que ahora se pudrían como el ángel que las portaba.
"Mi niño..." Susurró al lado del oído contrario, lamiendo con lujuria el lóbulo de esta oreja, sabiendo que no recibiría reacción del dueño, mientras su mano subía al cuello del pequeño ángel, verificando que no tenia pulso. "Mi dulce niño... Al fin estamos unidos por la eternidad..."
Agachó un poco la cabeza, dejando al manto celeste de cabello cubrir lo suficiente de su rostro, acercando sus labios a los contrarios. Fríos, sin vida ni movimiento, con un toque de morado, pero siendo a la vez suaves y dulces, deliciosos a su macabro pensamiento.
"¿Sabes? Así eres más hermoso." Un jadeo ido salió de sus labios, junto a una queja de su garganta como un sollozo, tragándolo de nuevo y evitando el descontrol de sentimientos.
Posó sus labios en la mejilla del ángel carmesí, para luego pasar su lengua, muestra propia de que aquel cadáver era suyo, suyo y de nadie más. Aunque estaba consciente de que nadie en el cielo quisiera un cadáver ausente y pecador, no quería arriesgarse, devorando con su gusto y acariciando con su tacto cada lado visible y no de la piel mortífera del ángel.
"Te quiero, Akashi." Murmuró, dejándose llevar unos minutos por sus sentimientos, para dar un nuevo quejido por la perdida de un ser amado.
¿Ese era el precio? ¿El precio de amar un ángel o que amaran un demonio? Era irónico como toda su fachada de príncipe de los infiernos se iba con la vida de un solo ángel, y como el ángel perdía la vida al amar verdaderamente a un ser tan despreciable como lo era.
Pasaron minutos, horas, días, podía decir que hasta meses mientras acunaba al ángel muerto en sus brazos, intentando darle de su calor, llegar con su amor hasta el corazón de este para revivirlo. Pero no hizo más que llorar su muerte, mientras se lamentaba en silencio y dejaba que el agua salada de las lagrimas se llevara la tristeza, el arrepentimiento, y hasta su vida.
¿Eso era? ¿El pecado de su ángel inocente era estar enamorado de un demonio? Entonces él también era pecador, porque estaba tan locamente enamorado del ángel que ya no le importaba si perdía la vida, con tal de estar al lado de su ángel.
No le importaba nada, solo el inerte ángel con alas negras en su regazo.
