Imagina que de niño, tu padre te golpeaba hasta que se le cansaba la mano. Imagina que gritabas hasta quedarte ronco, y entonces decidiste dejar de hacerlo, y aguantar cada paliza en silencio. Imagina que las lágrimas se te acabaron a los seis años, y desde entonces no has vuelto a llorar ni una sola vez.
Imagina que la única esperanza de salvación era ser el mejor, y que lo conseguiste, y que entonces todo fue bien. Imagina que para lograrlo te convertiste en un ser lleno de odio y hielo.
Imagina que hace tres años conociste a alguien que te superó. Y que te hizo cambiar. Y se convirtió en tu mejor amigo.
Imagina ahora que tu mejor amigo está prometido con la mujer a la que amas, y que bebe los vientos por ella, a pesar de que recibe el trato más despreciativo que puedas figurarte.
Si has conseguido imaginar al menos la mitad de todo esto, entonces te habrás hecho una ligera idea de lo que es mi vida.
Si no… entonces es posible que no entiendas mucho de lo que va a pasar.
Todo se centra en un solo eje, en una sola idea, en esa triste tarde en la que decidí volver a Tokio, por algún motivo que no comprendía, sin excusas que maquillaran la situación, ni ante mi mismo ni ante los demás.
La casa sigue siendo igual que siempre. Y el timbre tiene el mismo chillido agudo. Y Yoh, la misma cara de colgado felizón.
Se me tira encima, casi nos caemos los dos.
-Han pasado dos años –dice.
-Lo sé.
-¡Dos años sin vernos!
Me vuelve a abrazar efusivamente, pero yo solo quiero que me invite a pasar. Tarde o temprano lo hará. Cuando vuelva a la tierra.
-¿Cómo estás?
Solo me encojo de hombros.
-Bien, supongo.
-¡Genial! –nunca jamás ha logrado darle importancia a los problemas. Y nunca jamás ha entendido que un supongo en la mayoría de los casos le da la vuelta a la frase. Es el Yoh despreocupado de siempre. Nunca jamás ha conseguido cambiar ni un ápice por nada. ¿Qué me hacía suponer que estos dos años lo conseguirían?
Tira de mi hasta meterme en la casa, me arrastra hasta el salón, y allí está ella. Anna, fría e impasible. Frente a la pantalla de un televisor. La reina de hielo frente a su rinconcito del mundo favorito… Dios… como he podido caer tan bajo.
No ha sido algo premeditado. Ni siquiera me había fijado en ella durante todo el torneo. Ni después. Simplemente, regresé a China y notaba que me faltaba algo. Y, patéticamente, era ella.
Nunca pedí estar enamorado. Pero las cosas hay que aceptarlas como son, y si estoy enamorado de Anna…
Aún me sigue sonando estúpida la palabrita. El amor es para los débiles, fue una de las cosas que me enseñó mi padre.
Pero se equivocó en algo: no es que sea para débiles, es que es lo que te vuelve débil.
Por favor… yo era el Shaman más fuerte de toda Asia, (descontando a Yoh… ¿no?) y ahora… ¿qué soy? Ni siquiera he vuelto a luchar.
Claro que logré apartarla de mi mente durante semanas, pero al final, ahí estaba ella, Anna; al final del camino, mirándome con aquellos ojos de obsidiana.
Como si en el mundo no hubiera mujeres, tuvo que ser precisamente ella. Ella. La prometida de Yoh. Mi gran rival, y mi mejor amigo. Tan solo el intentarlo es una pérdida de tiempo. Pero siempre puedo verla una sola vez más antes de empezar una nueva vida¿no?
Durante la cena, Yoh no es capaz de cerrar la boca. Me cuenta como van sus estudios, los de Manta, me habla de qué ha sido de Ryu, de Horo Horo, de Liserg… pero yo solo quiero oír de Anna.
Cierra la mente. Tarde o temprano se cansará.
El tiempo pasa, los minutos, las horas… es casi medianoche, y sigue a lo suyo. Aparto la vista de él para mirar a Anna y un destello metálico se me clava en el pecho como un puñal. Porque ella me está mirando, muy fijamente, con esa expresión vacía cargada de significado que aún no he logrado descifrar. Trago saliva y la veo levantarse, sin dejar de mirarme.
-Me voy a la cama. Buenas noches.
-¡Hasta mañana, Anna! –Yoh mira el reloj. –Vaya, se ha hecho tarde.
No he podido hablar con Anna. No he hecho nada productivo. No importa. Sé que no lo ha hecho con mala intención.
-Debes de estar cansado por el viaje. Siento haberte retenido hasta tan tarde. –sonríe, y esa sonrisa hace que le perdone hasta lo que no me ha hecho.
¿Ves? Antes no habría sido así. Ahora solo puedo asentir. Porque Anna está delante. No es ni siquiera por los hipotéticos sentimientos que le profesa, francamente, me dan igual. No, es por algo más… quiero que veo que he cambiado. Al menos por fuera.
Me quedo despierto hasta que la luna está tan alta que empieza a descender de nuevo. Quizá sean las cuatro de la mañana, no sé.
Los recuerdos… las voces de los ecos de las palabras de hace tres años me miran, me contemplan, me presionan. Me quitan el sueño. Me hablan, me gritan…
Cierra la mente. Tarde o temprano se cansará.
No puedo más y me levanto. Voy al jardín, enterrado en oscuridad. No veo absolutamente nada. Mejor así.
Me apoyo contra un árbol y me dejo caer hasta el suelo. Miro las estrellas, buscando una maldita señal que me haga salir de allí.
Pero lo único que aparece es esa silueta recortada contra una oscuridad más infinita y más turbadora que la noche en un desierto chino. Los pasos descalzos sobre la hierba húmeda de un cuerpo delgado.
-Ya creía que no ibas a venir.
Solo un susurro. Ni siquiera distingo si me está reprochando algo, o lo dice esperanzada.
Se arrodilla a mi lado. Inclina su cara hacia la mía; no entiendo como puede ver algo. No hay una sola luz en doscientos metros a la redonda. Y la luna está en cuarto menguante.
Cuando roza mis labios, no hago nada.
Cuando su mano me toca el brazo, no hago nada.
Solo me quedo quieto, sin reaccionar, para comprobar que de verdad Anna me está besando.
Y si es un sueño, para conservarlo el mayor tiempo posible, porque para una vez que me en sueños no aparece mirando el cuerpo inerte de Yoh (y de eso hace casi dos años), mejor que se quede un rato más.
Pero me doy cuenta de que no es una ilusión. Que sus labios rozan los míos. Que me estoy perdiendo en su boca, mientras sus cabellos acarician mi cara agitados por una brisa serena.
Y solo con que la yema de uno de sus dedos se encuentre con mi mejilla, noto como me estremezco.
Y entonces, se levanta, durante un instante tan fugaz que no parece real, pero que a mi se me antojó una eternidad, su sombra se para frente a mi. Se va. No se me ocurre nada que gritarle. Nada que la retenga aquí. Tal y como llegó se fue. La oscuridad se la tragó. Si mañana no aparece, no me sorprenderé.
Me quedo allí hasta que el cielo se tiñe de rojo, de anaranjado.
Me pregunto si no lo habré soñado de verdad.
Dios…
Aún oigo los pasos. Ahora se mezclan con los trinos de las aves.
Cierra la mente. Tarde o temprano se cansará.
Suspirando me levanto muy lentamente. Vuelvo a mi habitación y me tiro en el futón durante un par de horas. Conseguí dormir poco; de todos modos, no lo necesitaba.
Y mi vida vuelve a empezar aquella mañana de soledad.
Bien, esto puede quedar en Oneshot o continuar, todo depende de las reviews. Si tengo al menos 5 significará que el esfuerzo merece la pena y me buscaré una secuela (más o menos larga). Sino, se quedará así. Todo depende de vosotros, lectores.
Espero que os guste.
