Título: El mentalista
Pairing: Harry/Draco
Warnings: Sin betear
Género: Gen + Pre-slash
Clasificación: PG-13
Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner Inc.

Autora: Sui (sui_tan)

Summary: Harry está atrapado en las profundidades de su mente, luchando contra todos esos recuerdos que tan desesperadamente ha intentado olvidar. ¿Podrá aceptar su destino y encontrar el verdadero camino a la liberación?

Fic escrito como regalo especial para Draco por su cumpleaños. Publicado originalmente en el Dracothon 2012.


―¿Lo trajiste? ―preguntó Hermione con rapidez, su novio frunció ligeramente el seño y asintió―. Menos mal ―dijo la castaña con un suspiro, después desvió la mirada hacia la puerta que se encontraba unos pasos detrás de ella.

―No puedo creer que en verdad viniera―masculló Ron con irritación, pasando una mano por sus rojizos cabellos.

―Por favor, Ronald, si no intentarás ser amable es mejor que no abras la boca ―comentó Hermione con voz suplicante. Entendía a la perfección los sentimientos de su novio, pero no estaba dispuesta a arriesgarse―. Es nuestra única alternativa, al menos hasta que podamos encontrar a otro Mentalista[1] que… ―el resto de la frase murió en su garganta al ver el gesto de amargura que se había dibujado en el rostro de su pareja.

Los dos sabían que esta era la mejor oportunidad que tenían. Por eso habían tomado el riesgo de llamarlo a él a pesar de todos los problemas que eso podría representar.

Hermione suspiró y llevó una mano hasta su pecho, después abrió la puerta y se quedó de pie debajo del marco, observando la espalda del mago rubio que la esperaba dentro de la pequeña habitación.

―Ya está todo listo, disculpa la tardanza… ―murmuró, nerviosa ante aquellos ojos grises que la estudiaban a profundidad.

―De acuerdo ―dijo el muchacho mientras giraba hacia ellos, haciendo que el largo pendiente dorado que colgaba de una de sus orejas brillara, llamando la atención de los que alguna vez fueron sus compañeros de colegio.

El mentalista

Harry miraba directamente hacia la puerta, esperando que regresara aquel nervioso muchacho de cabello rojo que lo había dejado solo en esa habitación. Cerró los ojos por unos momentos y suspiró, deseando que aquella sensación de vacío lo dejara descansar al menos por unos instantes, ya que el angustiado semblante de la chica que vivía con él no dejaba de aparecer en su cabeza.

Ginny… ¿así se llamaba? Ni siquiera estaba seguro, por eso no podía evitar tensarse cuando aquella mujer intentaba tocarlo. No es que ella le desagradara, todo lo contrario, le parecía bastante amable y simpática. Igual que aquella otra muchacha castaña… ¿cuál era su nombre? Se lo habían dicho hace poco, pero ya lo había olvidado.

El ruido que la puerta hizo al abrirse llamó nuevamente su atención y lo trajo de regreso a la realidad. El moreno alzó el rostro y dejó que sus ojos verdes estudiaran a la persona que se encontraba de pie frente a él: un muchacho muy rubio, delgado y con unos profundos ojos grises que lo miraban fijamente; éste desató la túnica que llevaba puesta y dejó que la prenda se deslizara por sus hombros para después colocarla en el perchero, luego avanzó despacio hasta tomar asiento del lado contrario al de él, todo eso sin cortar nunca el contacto visual entre ellos.

Ambos permanecieron así por algunos minutos, mirándose fijamente, estudiándose, cosa que le resultó extrañamente familiar a Harry. Fue precisamente eso lo que al final le hizo desviar la mirada, incómodo ante el escrutinio del otro, aunque no tenía idea de por qué parecía afectarlo tanto.

El brillo del enorme pendiente dorado que colgaba de uno de los oídos del extraño llamó su atención una vez más y el rubio frunció ligeramente el ceño mientras alzaba una mano hasta la joya, retirando los cabellos que no permitían que el otro hombre pudiera apreciarla en su totalidad; un aro plateado con una hermosa piedra azul en el centro que bailaba cada vez que el joven que lo portaba se movía.

Harry alzó una mano inconscientemente para intentar tocar la artesanía pero el otro muchacho se lo impidió con un suave movimiento de cabeza, después intentó controlar la decepción que sintió pero no tuvo éxito. El extraño frente a él cerró los ojos, se recargó un poco contra la silla en la que estaba sentado y finalmente habló.

―Nadie debe tocarlo. No lo tomes como algo personal, ¿quieres? ―dijo él.

Los dos guardaron silencio por unos momentos más y Harry aprovechó para estudiar al otro joven. No sabía muy bien qué era, pero algo le decía ―casi gritaba― que esa no era la primera vez que se veían, pues su cuerpo parecía arder con anticipación por cada uno de los movimientos del rubio. Después de lo que pareció un rato demasiado largo, más no incómodo como el anterior, el desconocido habló una vez más.

―¿Sabes cuál es tu nombre? ―preguntó, mirándolo fijamente.

―Harry Potter… ―contestó el moreno con un jadeo, sintiéndose agitado de pronto―. Nos conocemos, ¿verdad?

―¿Por qué lo preguntas? ―dijo el otro con tono casual, cosa que le crispó los nervios.

―Me… ―Harry dudó por unos instantes y después suspiró ―. Siento que nos hemos visto antes, pero no puedo recordarlo.

―Es normal, no te preocupes ―el rubio le dirigió una pequeña sonrisa―. Tú y yo fuimos compañeros de escuela hace muchos años, en Hogwarts, ¿el nombre te parece familiar? ―Potter negó con la cabeza ante la pregunta―. No espero que me recuerdes ni nada por el estilo, así que no te preocupes tanto por ello ―comentó al ver el gesto avergonzado en el rostro del moreno―. Tus amigos dicen que fuiste atacado hace poco más de un mes y que desde entonces has estado teniendo serios problemas de memoria ya que no puedes retener la información por mucho tiempo y terminas olvidando todo, ¿estoy en lo correcto?

―No ―murmuró Harry ―. Sé que estas personas… mis amigos ―se corrigió―, han hecho todo lo posible por ayudarme pero aun así no soy capaz de recordar apropiadamente.

―Ya veo ―el desconocido se recargó en la mesa con un codo y llevó una de sus manos a su mentón―. ¿Hay algo que no hayas podido olvidar? ¿Alguna memoria que tu mente haya podido retener?

―Muy pocas ―Harry negó nuevamente―. Las imágenes son confusas y sólo he podido sacar algunas conclusiones de ellas.

―¿Como cuáles?

―Esa chica con la que vivo... ¿Jenny? ―Potter se mordió el labio al ver cómo los ojos del rubio se iluminaban con diversión, aunque éste fue lo suficientemente condescendiente como para no decir nada y le permitió seguir hablando―. Creo que estaba con ella esa noche, parece ser que discutíamos en un callejón y unas personas extrañas se acercaron a nosotros e intentaron atacarnos.

―¿Algo más?

―No lo sé ―Harry frotó su rostro con ambas manos y suspiró, frustrado.

―Entiendo que es difícil para ti, pero entre mas detalles pueda tener será más fácil encontrar la forma de ayudarte, ¿lo entiendes?

―Yo… no estoy seguro ―murmuró el moreno―. Parece ser que esas personas estaban esperándome a mí y distrajeron a esa muchacha para poder atacarme libremente.

―¿Qué fue lo que hicieron? ―preguntó el rubio.

―Me rodearon y sacaron unos extraños medallones de sus ropas, creo que pronunciaron alguna clase de hechizo pero no estoy del todo seguro. No puedo recordar las palabras que dijeron.

El extraño cerró los ojos y suspiró, después se quedó quieto por varios minutos y justo cuando Harry pensó que se había quedado dormido fue que volvió a abrir la boca.

―Está bien, creo que con eso es suficiente ―murmuró.

Harry observó como el hombre frente a él hacía el intento de levantarse y por reflejó extendió una mano para detenerlo, ganándose una mirada curiosa por parte del rubio.

―¿Te vas? Pensé que venias a ayudarme.

―No se trata de eso ―el joven suspiró―. Creo que tengo una idea de qué es lo que te sucede pero primero debo hablar con quienes te cuidan ya que así es como trabajo. Estarás de acuerdo conmigo en que debemos evitar la mayor cantidad de problemas, ¿cierto?

―No me trates como a un niño, tienes la misma edad que yo ―gruñó Potter, ofendido.

―Deberías saber que no estás en condiciones de decidir las cosas por tu cuenta.

―No pienso dejar que otros decidan sobre mi vida. Eso te incluye a ti, desde luego ―contestó Harry.

Los dos se miraron en silencio por unos minutos, desafiándose, hasta que finalmente el rubio suspiró y negó con la cabeza.

―Voy a introducirme en tu mente y, por lo tanto, voy a ver todos tus recuerdos. Solo así podré ayudar a que te liberes de esta maldición.

―De acuerdo ―afirmó el moreno de inmediato.

―No tan rápido ―el extraño bufó y puso los ojos en blanco, después se cruzó de brazos y continuó―. Algo que debes saber es que tú y yo no éramos precisamente amigos, por lo tanto, es probable que al final te encuentres furioso conmigo por violar tu privacidad e incluso llegues a intentar atacarme; siempre has sido un impulsivo ―masculló, después añadió―. Si eso sucede no dudaré en defenderme, aun si eso implica tener que lastimarte, ¿lo has entendido?

―¿Qué sucedió entre nosotros? ¿Eras mi enemigo o algo parecido? ―preguntó Harry, un tanto consternado al escuchar esas palabras.

―Puedes ponerlo de esa manera… ―el rubio desvió la mirada por un momento―. La verdad es un tanto más complicada. Sólo puedo decirte que la última vez que nos vimos no fue precisamente en los mejores términos.

Harry estudió al otro por unos momentos y después negó con la cabeza. Su mente estaba hecha un desastre y este muchacho parecía saber lo que estaba mal con él. ¿Qué tenía que perder?

―De acuerdo ―dijo finalmente con un suspiro―. ¿Eres una especie de médico o algo? ―preguntó un poco nervioso.

―No ―el desconocido soltó una risita―. Ciertamente no eres la primera persona a la que ayudo, pero no, no soy un médico.

―¿Entonces qué eres? ―preguntó Harry.

El rubio lo miró fijamente por unos instantes y después contestó, viéndolo directamente a los ojos.

―Soy un Mentalista ―el muchacho suspiró al ver que el otro no dijo nada y procedió a explicarse un poco más―. Los mentalistas son magos capaces de utilizar Legilimancia y Oclumancia a niveles un tanto fuera de lo normal, también pueden manejar ilusiones y son capaces de controlar las mentes de los demás… hay algunas otras cosas que podemos hacer pero no vienen al caso ahora ―se encogió de hombros.

―Y-Ya veo… ―Harry se movió un poco nervioso en su lugar―. ¿En serio crees poder ser capaz de ayudarme? ―murmuró.

―Eso creo, pero el que en realidad va a ayudarte eres tú mismo ―el rubio movió su mano hasta su oreja y retiró el pendiente dorado que antes había llamado la atención del otro, después acarició la gema azul y murmuró ―. La verdad en las sombras, la mentira a la luz. Es por eso que los sabios buscan la sombra y huyen de la luz. El libro que contiene mil encantamientos prohibidos: Wisdom.

Harry observó, asombrado, que la joya desprendió un fulgor dorado y cuando éste finalmente desapareció, un libro verde con adornos dorados flotaba grácilmente sobre ella.

―¿Qué es…?

―Me temo que no puedo contestar a tu pregunta. Al menos no sin antes revelar los secretos de los míos ―le interrumpió el rubio mientras alzaba una ceja―. Si quieres que esto suceda, debes confiar en mí, ¿de acuerdo? Sé que no es fácil, pero tampoco es como si tuvieras muchas otras alternativas.

―Eres… ―Harry suspiró ―. No sé si eres arrogante o sólo increíblemente irritante ―el moreno alzó una ceja al ver que el otro sonreía ―. Esa es una de las razones por las que no me agradabas, ¿cierto?

―Quizás ―la sonrisa del rubio se acentuó todavía más―. Dime cuando estés listo.

Harry cerró los ojos y respiró profundamente.

―Ya lo estoy.

―Quédate quieto. Respira profundo. Voy a comenzar ―dijo el muchacho con voz suave, después abrió el libro y las páginas se movieron rápidamente por su propia cuenta hasta que finalmente se detuvieron casi a la mitad del tomo. Entonces comenzó a leer ―. Por siempre perdidas… aquellas palabras que fueron concedidas por nadie, esas que se pudren lejos, en lo más profundo de las personas.

Harry intentó abrir los ojos, pero un fuerte cansancio comenzó a invadirlo con rapidez, mismo que le impidió moverse. La voz del extraño siguió narrando, leyendo extrañas líneas que apenas y podía escuchar, después de unos instantes sintió la presencia del otro muy cerca de él y sólo hasta que las manos de éste finalmente se posaron sobre su rostro fue que Harry pudo abrir los ojos una vez más, aunque se encontraba totalmente sumergido en un estado letárgico.

Las estrellas secretamente dicen, con letras conocidas por nadie, sobre un mundo infinito en el que duermen incontables historias y anhelos ―el rubio lo miró fijamente con sus ojos grises y añadió―. ¿Puedes escucharme, Señor de todas las cosas? La Luna lo dice también, con voz inaudible para todos que se repite eternamente por los cielos, sobre aquel lugar en el que los Sueños viven para siempre.

―¿Quién eres? ―preguntó Harry sin aliento.

El muchacho sonrió.

―Mi nombre es Draco.

Entonces el extraño unió sus labios en un suave beso y todo a su alrededor fue cubierto por oscuridad.

o.o.o.o.o.o.o.o.o

Harry se encontraba en su pequeña cama, con las manos sobre su cabeza mientras apretaba fuertemente los ojos. Los Dursley lo habían dejado solo, encerrado dentro de la alacena debajo de las escaleras, mientras disfrutaban de una lujosa cena en casa de uno de los jefes de su tío Vernon.

Esa noche estaba lloviendo. Harry odiaba cuando eso sucedía, pues a veces la lluvia era acompañada por fuertes truenos y relámpagos que lo asustaban mucho, para diversión de su primo Duddley, quien no dudaba en reírse de él. Curiosamente, los truenos y relámpagos no iban solos esta vez. Voces extrañas habían comenzado a acosarlo casi desde el mismo instante en que sus tíos habían dejado la casa.

Voces que podía reconocer perfectamente, pues eran las mismas que escuchaba todos los días.

"―¡¿Pero qué estás haciendo, chiquillo? ¡Haz quemado por completo el pan tostado! ¡¿Qué se supone que va a desayunar Duddley antes de irse a la escuela?

¡Lo ha hecho a propósito, papi! ¡Yo me di cuenta!"

Harry apretó fuertemente los dientes al escuchar un relámpago y sollozó:

―Lo siento… lo siento, no fue mi intención…

"―¡Te dije que debías limpiar la cristalería con cuidado! ¡¿Es que aparte de todo eres sordo?"

―Lo siento, seré más cuidadoso tía Petunia.

"―¿Qué es esto? ¿De dónde sacaste esta figura? ―gritó Duddley con furia, arrebatándole el juguete al instante ―. ¡Seguramente lo has robado! ¡Se lo diré a papá en cuánto llegue! ―chilló el niño con alegría, relamiéndose ante la idea de que su primo pronto sería castigado."

―No… No es así, fue un regalo de un chico de mi clase ―dijo el niño con voz quebrada. Un nuevo relámpago cayó entonces, llevándose las luces consigo al instante―. Lo lamento… seré bueno… por favor, no me peguen… ―sollozó Harry una vez más, abrazándose a sí mismo con fuerza, sintiendo punzadas de dolor en los lugares en que sus tíos solían golpearlo con frecuencia, siempre siendo cuidadosos de que las marcas fueran cubiertas por la ropa.

Harry permaneció así por varios minutos, llorando en la oscuridad, murmurando disculpas y suplicas, hasta que finalmente escuchó como el seguro de su alacena era removido. El pequeño no se movió y momentos después sus brillantes ojos verdes se abrieron con horror, pues un nuevo relámpago resonó entonces, iluminando parcialmente el lugar, permitiéndole ver la mano esquelética y putrefacta que estaba abriendo su puerta con lentitud. El niño gritó, aterrado, y se abalanzó rápidamente contra la puerta, intentando evitar que lo que fuera que estaba ahí afuera pudiera llegar hacía él.

Harry luchó con todas sus fuerzas, pero para su desgracia eso no fue suficiente. Su delgado y frágil cuerpo no soportó las arremetidas brutales del otro lado y pronto se encontró sentado en el suelo, mirando con los ojos muy abiertos a una criatura cubierta con una vieja capucha negra, misma que le impedía ver su rostro, pero la cual no lograba esconder su monstruosa naturaleza.

―No… no, por favor… ―suplicó el niño entre lágrimas, temblando de forma incontrolable mientras sus pantalones comenzaban a humedecerse por el terror.

La criatura permaneció quieta por varios instantes, después se inclinó hacía él y murmuró:

―¿Tienes un deseo, niño?

Harry cerró los ojos ante la pregunta y negó rápidamente con la cabeza.

―Puedo darte lo que quieras. Poder, fama, riquezas, todo eso puedo poner a tu disposición ―el ser se acercó un poco más al rostro del pequeño y siseó―. Incluso puedo ayudar a vengarte de todas aquellas personas que te han hecho daño. ¿No te gustaría verlo? ¿Ver a tu desagradable primo pagar por todo lo que te ha hecho? ¿Devolver todos y cada uno de los golpes que injustamente has recibido?

Los ojos de Harry se abrieron ante esas palabras y miró una vez más a la criatura.

―Sabes que lo deseas. Yo puedo ayudarte a conseguirlo ―el ser extendió una de sus monstruosas manos hacia él y continuó―. Sólo toma mi mano. Tómala y todo lo que siempre has querido, lo que siempre has soñado, estará a tu alcance.

El niño mordió su labio inferior con fuerza. En ese lugar nadie lo amaba, sólo era considerado un estorbo. Ahora tenía su alcance la oportunidad de lograr algo mejor, de quizás encontrar un lugar al cuál pertenecer. ¿Qué tenía que perder?

Harry alzó su pequeña mano con lentitud y, con sus ojos verdes derramando pequeños ríos de lágrimas, asintió. La criatura soltó una carcajada, pero justo cuando sus manos estaban por tocarse, una voz se alzó detrás de ella.

―¡No permitas que tu voluntad sea doblegada! ―dijo un joven detrás de ellos, su cabello rubio apenas brillando en la oscuridad.

―¡¿Quién eres? ―siseó la criatura de forma peligrosa, girando para poder ver a la persona que ahora se encontraba con ellos.

―Eso es lo de menos. Tu tiempo se termina aquí y ahora ―declaró el otro con convicción.

Harry no pudo suprimir el temblor que recorrió su cuerpo al escuchar la risa retorcida del ser encapuchado.

―¿En serio? ¿Tienes idea de la cantidad de veces que hemos ganado? Sea lo que sea, Harry Potter está acabado. Fue su decisión. ¿De verdad crees poder hacer algo al respecto? ―siseó la criatura una vez más, esta vez con clara diversión.

―Si hay una cosa que pude llegar a comprender durante todos esos años, fue que Harry Potter no es un enemigo fácil de vencer ―el joven alzó una mano y una pequeña esfera de luz apareció flotando encima de ella, la cual permitió que su rostro fuera completamente visible esta vez―. Subestimarlo a él es un error. Subestimarme a mí es estúpido.

―¡¿En verdad? ¡Demuéstralo entonces! ―exclamó la criatura, para después abalanzarse sobre él. Por supuesto, no esperaba estrellarse de lleno contra la pared, pues el muchacho desapareció justo antes de que sus cuerpos hicieran contacto para después colocarse a un lado de Harry.

―¿Quién…? ―el niño no pudo terminar la pregunta, pues el desconocido lo interrumpió con una suave caricia sobre su cabeza.

―Todo va a estar bien, no te preocupes ―dijo el rubio con una sonrisa.

―No sé lo que está pasando. Tengo mucho miedo ―sollozó el niño, después alzó el rostro y se dio cuenta de que ya no se encontraba dentro de la alacena, sino en un lugar completamente en ruinas, mismas que reconoció al instante como la casa de los Dursley.

―Todo va a estar bien. Sólo confía en mí, ¿de acuerdo? ―dijo el joven una vez más, poniéndose de pie para encarar a la criatura que se encontraba recuperándose a tan solo unos metros de distancia.

―¡El chico es mío! ―siseó el monstruo, desplegando las enormes garras de sus manos mientras se abalanzaba una vez más sobre ellos.

―Confía, Harry Potter. Eres mucho más fuerte de lo que crees ―el joven dibujó un círculo frente a él con su dedo índice y exclamó―: ¡Levántense, Perlas Doradas! ¡Golpea a los viles demonios con olas de oro purificadoras y lleva su maldad a lo más profundo del abismo!

Pequeñas e innumerables esferas de luz aparecieron alrededor del muchacho, mismas que se dirigieron rápidamente hacia la criatura, traspasándola al instante mientras ésta solo podía limitarse a gritar de forma agonizante. No pasó mucho tiempo cuando el ser finalmente cayó al suelo, derrotado y completamente inmóvil.

―¿D-De dónde has sacado ese encantamiento? ―preguntó el monstruo, adolorido. Al no recibir respuesta comenzó a reír por lo bajo mientras su cuerpo comenzaba a desmoronarse poco a poco―. No importa… Harry Potter es nuestro. Hagas lo que hagas, no podrás hacer nada por ayudarlo.

―Yo no estaría tan seguro ―murmuró el rubio.

Un suave viento sopló entonces, llevándose los restos de la criatura con él. El joven giró sobre sus talones y miró a Harry una vez más, después comenzó a alejarse lentamente del lugar con pasos firmes y decididos.

―¿A dónde vas? ―preguntó el niño con nerviosismo, siguiendo al desconocido sin pensarlo.

―Eso es algo que sabrás dentro de poco ―contestó el muchacho mientras se detenía, después se inclinó hasta quedar a la misma altura que la de Harry y sonrió ―. Sé que has pasado por cosas muy duras, pero créeme cuando te digo que todo cambiará para ti dentro de poco ―al ver la expresión triste y desolada en el rostro del pequeño, añadió―. Ten fe, Harry Potter.

―No quiero estar solo ―murmuró el niño con tono desesperado.

―Confía en ti mismo y encontrarás el camino ―le alentó el joven, después cerró los ojos y besó su frente con suavidad, ruborizando al chico instantáneamente con el gesto―. No te rindas. No permitas que otros dobleguen tu espíritu. Los espectros viven de tu vulnerabilidad y no dudarán en utilizarla para destruirte. No les des esa oportunidad. Eres muy fuerte, sé que puedes reponerte de todo esto.

―Por favor, no te vayas… ―suplicó Harry con un jadeo, aferrándose con fuerza a las ropas blancas que el muchacho estaba vistiendo.

El rubio cerró los ojos y envolvió al niño en un abrazo gentil.

―No te preocupes. Estaré aquí siempre. Hasta que dejes de necesitarme.

TBC


Y hasta ahí llega la parte uno de tres x3

Les aviso que el fic está terminado y que estaré colocando la segunda parte en el transcurso de la próxima semana ^^

Recuerden que los comentarios son amor ;w;

Sui