Pequeño drabble de Kobato. El título no me convence, pero es lo que hay dada mi limitadísima imaginación.
Contiene... ¿shonen-ai? No estoy segura, es todo muy... insinuado. No me atrevo a hacer nada sin que Clamp de su pasito XD. Spoilers del tomo 4.
Kobato pertenece a Clamp.
Ginsei bufó, envolviendo la tarta de nata y fresas lo más cuidadosamente que podía. Sus garras temblaban al colocar la tapa de la adorable cajita, con algo de torpeza.
Suspiró al revisarla, comprobando que no se había arrugado y aplastado en el arduo proceso, a diferencia de las ocasiones anteriores en las que había acabado maltratado por un implacable rodillo de cocina.
Su único ojo plateado parpadeó, buscando con insistencia el último "ingrediente" para culminar su obra.
El lacito rosa parecía observarle burlón, como desafiándole en su eterno silencio. El ser inclasificable lo recogió, comenzando a adornar la linda cajita con él, con un mimo que en otro momento le habría parecido cursi, estúpido y degradante.
Pero nada de eso importaba ya. Estaba justificado de sobra.
- Bien, parece que hay algo que definitivamente sabes hacer mejor que Iorogi... – escuchó a su lado la voz de aquel oso pedante.
- Sé hacer muchas cosas mejor que Iorogi – repuso Ginsei completamente ofendido. Sí, el recién convertido peluche era su punto débil, era mencionárselo y el desconfiado ser de un único ojo sano bajaba completamente la guardia, hasta convertirse en alguien inusualmente manipulable.
No podía evitar odiarle, de alguna forma. A él y a la chiquilla que le acompañaba, esa tal Kobato. ¿Qué interés podía tener el de arriba en ayudar a esa chica? Ginsei no era estúpido, sabía de sobra que había cosas sobre ese asunto que Iorogi no les había contado. Sobre el deseo de Kobato y lo que implicaba.
Aquella niña le disgustaba, aunque si lo pensaba fríamente, no encontraba ningún motivo razonable para ello.
Tal vez porque no quería encontrarlo, tal vez porque el único motivo que se le ocurría era de todo menos razonable.
Porque Iorogi lo había recogido, le había dado un precioso nombre (por mucho que le costase aceptar lo muchísimo que le gustaba) y le había criado lo mejor que había podido. Él le había enseñado a luchar, a desenvolverse por el mundo. Había sido un buen maestro, tal vez incluso un amigo, por muy extraña que resultase la palabra tratándose de alguien como Iorogi.
Pero su maestro se había encaprichado ciegamente, llegando incluso a desafiar al Cielo para conseguir lo que deseaba, sin pensar en las consecuencias.
Y Ginsei, molesto pero fiel a su líder, le había apoyado.
Por eso se encontraba en aquella situación, amasando y envolviendo pasteles mientras Iorogi ayudaba a aquella muchacha en busca de quién sabe qué cosa.
"Ya no es más Iorogi, mi señor y mi maestro. Ahora es solo Ioryogi, el peluche de felpa de esa niña torpe" pensó con resignación y... ¿tristeza?. Definitivamente, el mundo humano le estaba contaminando con aquel aura azucarada.
- Muy buen trabajo, Ginsei. A Kohaku le encantará ese pastel que has hecho para Shuichiro. Creo que la otra vez le caíste bien... – de nuevo habló el dueño de la pastelería.
Lo que Kohaku el ángel había hecho por Shuichiro. Lo que Iorogi había estado a punto de hacer.
Terminó de hacer la lazada, con una recién adquirida habilidad que le sorprendió.
Siendo sincero, sería mejor esperar a ver el curso de los acontecimientos, pero él no iba a tener tanta paciencia dadas las circunstancias. Si la mocosa ponía en peligro el objetivo de su maestro, él mismo la eliminaría.
Por muy egoísta que fuera.
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