El refulgor verde no hizo otra cosa que chisporrotear como si se tratase de agua corriente, que salpicaba hasta desaparecer, conectaba con su mano haciendo que Trevelyan diera pequeños respingos, sin ser del todo dueña de su mano imantada por un poder que no quería alcanzar a conocer. Haciéndose con el control enarcó su cuerpo hacía delante y con una mueca de dolor dio el ultimo corte en el aire para cerrar la grieta. Se sintió un poco mareada, luego con gesto aturdido ladeó la cabeza hasta el cielo, sin que quedara resquicio de aquel resplandor verde y etéreo. Solas se acercó y añadió con semblante gentil
-Cerrada, igual que antes- La elfa asintió-Estás aprendiendo rápido.- Una figurilla apareció entre la ceniza, y sonrió satisfecha.
-Esperemos que funcione en la grande...- Varric se colocó a Bianca en la espalda con sumo cuidado y alzó también la vista.
-¡Lady Casandra!-Una voz lejana puso en alerta a la guerrera que inmediatamente se puso en pie.-¿Se las arregló para cerrar la grieta?- Lavellan se mitigó a sí misma y dejó de mirar al cielo. Descubrió una voz cansada entre los escombros.-Bien hecho. Casandra se acercó y con un largo suspiro miró a Lavellan y soltó con un tono un tanto presuntuoso:
-No me felicites a mí, comandante. La prisionera lo hizo.- Ella no recordaba ese punto del acuerdo, claro, aun seguía siendo una mera prisionera con un corte mágico en la mano, genial. Los dos se la quedaron mirando, y ella mantuvo la mirada profunda y oscura del comandante, cambió de pie el peso de su cuerpo, preparada para cualquier ataque.
-¿Es así?- se dirigía a ella-Espero que tengan razón sobre ti.- notó un tono de reproche- Hemos perdido a mucha gente para conseguir que tú estuvieras aquí.
-Vos no sois el único que tiene esperanzas...-Un buen contraataque.
-Nos veremos pronto, ¿cierto?- No notó su palidez en contraste con la nieve que caía, era extraño, parecía contenerse con una fuerza extraordinaria en un paisaje desolador, y aun así viendo su fuerza, notaba su cansancio emocional, el peso de la muerte sobre sus hombros.-El camino hacia el templo está limpio- Dijo dirigiéndose a Casandra- Leliana intentará encontraros allí.
-Entonces será mejor moverse rápido- Sentenció -Darnos tiempo comandante.
-Os guardaremos las espaldas- dio unos cuantos pasos en la dirección en la que iban los demás soldados- por el bien de todos...- Su última mirada fue para la prisionera, y esta le siguió con la mirada cuando se dio media vuelta en dirección al arco, y con sumo cuidado y dedicación ayudó a uno de los soldados heridos en batalla. A ella le descolocó ese gesto, ¿Había oído comandante, no es así?.
Saltó hacía la grieta, por el camino rocoso. Un camino infestado de cadáveres en llamas, a pesar de la nieve, sepultados en las rocas, con gestos doloridos y delirantes, y aun así no dejó escapar el recuerdo del comandante agachándose para ayudar a un simple soldado.
-¿Te duele?- Casandra sacó de sus pensamientos a ella, que caminaba callada y con semblante serio detrás de Casandra.
-No...- Se miró la mano de nuevo- sólo deseo saber qué es, o cómo la tengo...
-Encontrarás respuestas- Casandra intentaba animarme, su expresión dura se tornaba casi dulce.-Es importante que tu marca sea estable, al igual que la brecha. Tú nos has dado tiempo, y Solas cree que con un segundo intento se podría conseguir...si la marca tiene más poder. El mismo poder que se usó para abrir la brecha en primer lugar. No es fácil de conseguir...
-¿Qué daño podría ocasionar el encender algo que ni siquiera entendemos?-sonrió irónicamente.
-Aférrate a ese sentido del humor.-Sonrió y abrió la puerta, una sala no demasiado grande con una mesa en medio.-Ya conoces al comandante Cullen, lider de las fuerzas de la inquisición...
-Fue un momento en el campo de batalla, pero estoy contento de que sobrevivierais.- Tenía una actitud distinta a la de ese entonces.
-...Esta es Lady Josefine Montelyet, nuestra embajadora y jefa diplomática.- Una mujer hermosa y delicada, solo con su pose ya se podría descifrar que no era una cualquiera, miembro de una familia importante.
-He oído mucho sobre vos, es un placer conocerte al fin.- Hizo una leve reverencia con la cabeza. Su voz era melodiosa, las palabras trinaban con su acento burgués y se encajaban perfectamente unas con las otras.
-Y como por supuesto ya sabes esta es la hermana Leliana- No tenía la piel tostada y extranjera de Josefine, pero aunque escondiera su rostro, era bonita y cuidada a su manera.
-Mis asuntos conciernen a temas relacionados con...
-Es nuestra espía- dijo Casandra sin más preámbulos. Una mujer directa y afilada.
-Sí, como siempre con sumo tacto, Casandra- Lavellan reprimió una risilla.
-Es un placer para mí también- Dijo sin complicaciones.
-He mencionado el hecho de que tu marca necesita un mayor poder para cerrar bien la brecha- Apuntó Casandra.
-Lo que significa que debemos acercarnos a los magos rebeldes a por ayuda...- Añadió Lelliana
-Y yo estoy completamente en desacuerdo. Los templarios nos pueden servir igual de bien- Cullen recogía sus dos manos en la empuñadura de su espada, y ella escudriñó con sumo cuidado su ropa y sus movimientos, como si no entendiera demasiado a que se refería.
Necesitamos poder comandante-dijo exasperada Casandra- Suficiente magia en la marca.
-Nos podría destruir, los templarios podrían suprimir la brecha, ¡debilitarla!- No le gustaban los magos demasiado, que raro.
-Una bonita especulación- Leliana cruzó sus brazos detrás de su espalda.
-Yo fui un templario, se de que son capaces.
-Desafortunadamente, ningún grupo quiere hablar con nosotros- Josefine anotó unas cuantas frases en su libreta.-La capilla ha denunciado a la inquisición, y a ti especialmente- La apuntó con la pluma a ella, y no se sorprendió.
-Piensan que soy culpable de todo esto...
-Y eso no es todo algunos te llaman, "la maga", "El heraldo de Andraste". Eso está asustando a la capilla. Muchos clérigos lo han declarado blasfemia, y a nosotros herejes por acogerte.
-El Cancilier Rodrik lo hizo, no hay duda.- Soltó de sopetón Casandra.
-Nuestras opciones son limitadas. El pedir ayuda a magos o a templarios, esa es la cuestión.
-Pero...¿El heraldo de Andraste?...-Tenía ganas de vomitar, se sentía como un gato enjaulado que quiere escapar pero le han cogido del rabo y es imposible.
-Dicen que fue ella, la que te ayudó a salir de aquella situación, y que te envió con tu don para cerrar la brecha...- Casandra se apoyó sobre la mesa dubitatiba.
-Pero el punto es que todos hablan de ti-Añadió Leliana.-Y eso puede ser un punto a favor.
-¿Qué te parece el título?- Dijo cullen.
-Es...inquietante...-Suspiró.Cullen soltó una leve carcajada.
-Estoy seguro de que la capilla estará de acuerdo con eso.- Ambos se sostuvieron la mirada por unos segundos.
-La gente necesita un signo de esperanza. Tú eres ese signo- La elocuencia de Leliana la pareció demasiado abrumadora.
-Y para otros todo signo de peligro- Eso terminó de rematar su ansiedad.
-¿Y si yo no estuviera con la inquisición?- No encontró una salida más cobarde.
-¿Puedo ser sincero?- Cullen se apoyó en la pared.- Nos habrían censurado sin importar qué.-Eso la tranquilizó un poco.
-Y que tú no estés aquí no es una opción...- Casandra la miró furtivamente como una llave que abre una puerta.
-Hay algo que puedes hacer- Leliana dio unos pasos cortos por la habitación.-Alguien me ha dicho que la madre Giselle habla sobre ti, y ella no está lejos... y conoce a los implicados mucho mejor que yo. Ella ayuda a los enfermos. Puede que ella pueda convencer a las demás hemanas si la ayudamos...
-Es una buena oportunidad para que la inquisición expanda su influencia- Dijo Cullen.
-Así se hará- Cuando salió de la habitación la faltaba el aire, era una sensación extraña, solo quería huir despavorida y esconderse en cualquier bosque con sus hermanos, que cualquier otro cargara con la responsabilidad de cerrar la brecha y salvar al maldito y desgraciado mundo. Pero solo ella tenía la marca para hacerlo, no podía guardarla en un tarro para escribir una nota que dijera " romper el cristal para usar", y reirse de ello después. Incluso su humor vivaz se estaba empezando a resquebrajar con tanta responsabilidad obligatoria. Estaba cansada, hubiera estado bien una cerveza, un buen amigo y una siesta larga, pero "El heraldo de Andraste" no podía permitirse el lujo de descansar y menos de huir.
-Maldita mi suerte- dijo entre dientes.
