Hetalia no me pertenece, ojalá, pero no.
Año 15xx Europa
Fue la primera vez que Rusia veía un girasol.
Por aquella época el pequeño eslavo no era aún un país muy fuerte por lo que solía tener cuidado al salir de su territorio, lo cuál raras veces ocurría. Pero esa vez la curiosidad pudo con él y se aventuró en busca de aquella flor de la que tanto hablaban sus vecinos.
Cuando Rusia encontró el campo de girasoles estuvo completa y absolutamente seguro de que nunca había visto nada igual. Tan embelesado estaba que no se dio cuenta del hombre que se acababa de sentar a su lado.
-¿Te gustan mis girasoles, pequeño?- le sonrió el hombre. El muchacho se giró sobresaltado a contemplar a su acompañante. Era un hombre joven, de piel morena y ojos verdes que le miraba con una gran sonrisa.
-¿Girrasol?- al pequeño eslavo le costaba bastante entender la manera de hablar del otro hombre. El desconocido soltó una carcajada.
-Girasol -le explicó-, los llamamos así porque siempre crecen en busca del sol.
-Donde yo vivo no hay flores tan bonitas -le respondió el chico apenado-, de hecho, apenas hay flores.
-¿Quieres unas cuantas semillas para tu casa?- ante la pregunta del hombre, el joven Rusia solo atinó a asentir con una sonrisa mientras le tendía la mano; riendo el hombre dejó caer unas cuantas semillas dentro de un pequeño saquito que depositó con suavidad en las manos del niño junto con un girasol que había cortado-, cuídalos con cariño, ¿de acuerdo?
Rusia se levantó y empezó a correr emocionado hacia su casa, pensando en que quizás con todas esas flores pudiese conseguir darle un aspecto más alegre. Estaba realmente emocionado y todo gracias a ese hombre, que por cierto, ¿quién era? Se detuvo en secó y se giró lentamente. A lo lejos el hombre seguía sentado en el mismo lugar en el que estaba antes, le estaba observando con una sonrisa mientras le decía adiós con la mano.
-¡Perdone!- el hombre se puso la mano en la oreja dándole a entender que le estaba escuchando-, me llamo Iván, ¿y usted?
-¡Antonio! ¡Y no me trates de usted!- le respondió el otro riendo.
-¡Muchas gracias señor Antonio!-el hombre soltó un bufido- ¡Le devolveré el favor en el futuro! ¡Lo prometo!
Y el pequeño Rusia volvió feliz a su casa, donde con la ayuda de sus hermanas plantó un gran campo de girasoles.
Bueno, para el que no lo sepa, los girasoles fueron importados en Europa desde América por los españoles. Así que sabiendo esto di por hecho que estos dos se tenían que haber conocido por aquella época si o si, bueno y pensando eso, esto es lo que salió.
En fin, si les ha gustado no duden en comentar~
