A pesar del comportamiento infantil e irritante de Inuyasha, la joven sacerdotisa Kagome jamás quiso otra cosa que no fuese cuidar a su canino amigo. Por esto la chica se adentró sin pensarlo en la oscuridad del bosque buscándolo. Incluso si unas horas antes habían estado peleando animosamente debido a los celos de este, quien luego de lanzar comentarios mordaces a Kagome había desaparecido como si la noche lo hubiese consumido.
Lo que llevó a este momento, el preciso instante en que la sacerdotisa mirando al negro cielo que se alcanzaba a distinguir entre las copas de los arboles pensaba en lo oscuro de aquella noche. De hecho sin equivocarse la chica podía establecer esa noche, como la noche más oscura que había pasado en aquel mundo fuera de su tiempo.
La chica contemplaba el cielo cuando súbitamente se sintió acompañada, y aunque el miedo entro en una parte de su cabeza decidió ignorar a aquel espectador, ya que este se encontraba lejos y no presentaba un aura amenazante como la que tenían los seres de esa época. Por tanto solo decidió bajar su mirada y seguir caminando a la par de que buscaba a Inuyasha. Ella podía sentirlo en la lejanía, directo frente a ella. Solo tenía que seguir caminando en línea recta hasta encontrarlo.
-probablemente está sentado en algún árbol mientras pelea consigo mismo- se dijo a sí misma la chica mientras pasaba al lado de un arbusto seco.
El otoño había comenzado a imponerse en aquellas tierras, lo notaba al caminar, podía sentir las hojas en el piso molerse al continuar su camino. Incluso se sentía como los animales pequeños se movían entre los arboles por el piso. Mas en un momento, la calma del ambiente se vió alterada.
Una de las serpientes de Kikyo apareció entre los arboles a la derecha de Kagome, y aunque estaba lejos, ella sabía lo que significaba. Su contraparte de una vida pasada estaba cerca, y al ver la dirección en la que se dirigía supo que ese animal se dirigía al mismo lugar al que ella iba. Por lo que, y sin vacilar, decidió seguir lo que le quedaba de tramo en silencio y con sigilo.
Fue horrible la imagen que vio cuando llegó a si destino. El muchacho de pelo blanco se encontraba feliz en los brazos de la sacerdotisa muerta, quien se desnudaba para que el hombre besara su cuerpo. La ira fue lo primero que sacudió a la chica, seguido de asco y pena, una pena amarga y devoradora, de esas que solo se sienten cuando se pierde al primer amor. Pero incluso aquellos sentimientos amargos no eran nada en comparación con lo que sintió la chica al ver como Kikyo la miraba triunfante, La mujer muerta sabía que ella estaba allí. De hecho, estaba exhibiendo a propósito como se comportaba Inuyasha con ella.
La chica del futuro quiso huir, pero no lo lograba, era como si estuviera atrapada. En efecto, lo estaba, La mujer frente a ella quería que viera todo. Desde como el propio chico perro se desnudaba a como apoyándola contra un árbol procedía a levantarla de las caderas, para que esta enredara sus piernas en las caderas de él. Solo fue cuando el hombre había logrado penetrar a la mujer, que esta pronuncio las palabras –ahora, lárgate- en silencio, y solo moviendo los labios, de forma que la jovencita fuese la única viendo lo que ella decía.
Y eso fue lo que hizo, Kagome se dio media vuelta y salió corriendo de ahí, Su paso era aquel que lleva una persona que busca sobrevivir a un depredador al asecho. Mas lo hacía en silencio, el único sonido que emitía era el que hacían sus pies. Ya que, se había propuesto no llorar hasta estar lejos de todo aquello que había visto. Y fueron necesarios 43 minutos de correr sin parar para que la chica finalmente callera al piso.
Sin fuerzas y con sentimientos terribles que la carcomían ella comenzó a llorar como la niña que era, el hipo, los quejidos, todo lo que conlleva la pena y la rabia se juntaron en una explosión de sentimientos. La chica incluso llego al punto de darse la vuelta para quedar boca arriba y llorar en silencio, sin moverse, sin emitir más llanto, y solo producir gruesas lágrimas que corrían por su cara.
-¿no te da pena llorar de esa forma?-, fue lo único que logró sacar a la adolecente de su ensimismamiento, quien con un rápido salto se arrimó contra un árbol buscando proteger su cabeza.
-¡¿qué quieres?!-
Gritó entonces ella en respuesta, sabía quién era. La voz de quien había sido su enemigo tanto tiempo le resultaba inconfundible. Aunque su voz se escuchara desgarrada y cansada no iba a doblegarse frente a aquel ser despreciable.
-Solo charlar- le respondió la figura que la miraba desde lejos, -¿acaso mi presencia te molesta tanto?-.
Esto llenó de ira renovada a la muchacha, acaso era que todo el mundo quería joderla hoy. –Naraku, sabes perfectamente que lo único que siento en tu presencia es asco- le escupió la chica mientras se sujetaba con fuerza de aquel árbol que usaba de base.
Pero lejos del esperado ataque, el demonio de ojos rojos solo soltó una risa irónica y se dio la media vuelta. –entonces me voy querida Kagome, sigue llorando por aquella pareja de amantes tan patética-
Al escuchar esto la adolecente sintió una chispa en su cerebro, -¿tú también los viste?- le pregunto ella. Y sintiendo que esta era su oportunidad de botar algo del resentimiento que sentía continuo diciendo, – ¿no te da pena seguir enamorado de un cadáver 80 años después de que ella te mandara a la mierda?-.
Entonces Naraku al escuchar esto, solo se dio la vuelta y de forma rápida tomó a la jovencita del pelo para levantarla por el suelo. –Tú, mocosa desagradable no vas a hablarme de esta forma, ¿escuchaste?- amenazó el demonio de cabello negro.
Mas, lejos de intimidar a Kagome, esta lo miró a los ojos y con mordaces palabras le dijo.
-tranquilo, me iré a mi casa. No me escucharás por un buen tiempo-, pero cuando vuelva te aseguro que te destruiré, junto a toda esta locura de la perla de shikon.
A su vez, Naraku la soltó y esbozando una sonrisa maliciosa le pregunto: -¿acaso vas a usar ese poso al que te lanzas para salir de aquí?- y tomándola de la cintura la llevó corriendo hasta este.
Y aunque no fue fácil, ya que la chica se retorcía en busca de su libertad, no pudo hacer nada contra las deformadas manos del monstruo que la llevaba, quien las había transmutado hasta que estas actuaran como patas de un gigantesco insecto negro.
También los pies del demonio habían cambiado, ya no parecían humanos. Desde la cintura la fisionomía del demonio de ojos rojos era más parecida a un ciempiés cuyas patas eran manos humanas, algo realmente escalofriante. Incluso Kagome tuvo que tapar sus ojos para no mirar esas manos moviéndose a toda velocidad.
De pronto, un frenar seco hizo que la chica emitiera un grito asustado, estaban a las afueras del claro en donde se encontraba el pozo.
-¿podré cruzar junto a ti?- pregunto quietamente Naraku, quien ahora se veía ruborizado, como si el ejercicio no le hubiese sentado bien. Kagome por dentro estaba entretenida con esto, tal parecía que el demonio no tenía tanta aptitud física.
-claro, pero te advierto que morirías derretido por el pozo- le respondió mordazmente la chica, que había comenzado nuevamente a retorcerse en busca de la libertad, para luego encontrarla al ser arrojada al piso.
-Eso no sería tan malo, al menos dejaría de ser un ser cuyo sentido en la vida es solo destruir- respondió el rápidamente mientras miraba el portal que separaba a los mundos.
-y sería mejor, si no me voy solo, si me llevara a la única que puede verdaderamente detenerme- continuo a la vez que se dé su cara nacía una sonrisa diabólica. Kagome por su parte, supo de inmediato las intenciones de quien estaba frente a ella y levantándose rápidamente trato de salir corriendo. Más la mano del demonio de ojos rojos agarró su brazo y comenzó a jalar de ella hasta aquel pozo. Kagome gritaba y pataleaba para que la dejara escapar, sabía que este sería el final de todo si es que acaso él la lograba matar.
Jamás podría ver a Inuyasha, sus amigos, o su familia. Nunca podría besar al hombre que amaba, nunca podría ser feliz. Sabía que moriría en este momento, llena de ira, pena y vergüenza. Y que su alma sería consumida por aquel pozo.
Cuando ambos llegaron a este, y Naraku la levanto quedando ambos parados en las cornisas de la estructura de madera las piernas de Kagome flaquearon y casi cayó en este, pero la fuerte mano de Naraku la sostuvo delante de él.
-vas a morir, y luego veremos si este poso es tan bueno como dicen, quiero ver que pasa si nuestros cuerpos sin vida caen aquí- y luego de tomar la cara de Kagome con su mano continuo –me pregunto quién de los dos se desintegrará de nuevo, o si acaso los fragmentos de la perla que hay en mi cuerpo me protegerán-.
Al terminar esa oración, la adolecente sintió como la mano del demonio bajaba de su cuello hasta su garganta y comenzaba a apretar, y en un acto de arrebato y ganas de morir la chica gritó.
-¡Inuyasha, sálvame por favor. No quiero morir!-
Mas el chico perro no llegó, es más. Lo único que sintió fue como algo atravesó su pecho. Algo como una fleca o una lanza. Y al mirar abajo pudo ver como esta misma también había penetrado en Naraku, dejándolos a ambos conectados por esta.
Enseguida vio como el demonio de ojos rojos con dolor gritaba el nombre de Kikyo y escuchó como la voz de esta comenzaba a cantar en un idioma extraño.
Por último, y cuando la conciencia de la chica se iba apagando, vio como un brillo iridiscente comenzaba a brotar desde lo profundo del pozo y como tentáculos los trababan a este. Pudiendo la chica solo mirar en dirección a arriba, viendo la noche por última vez, y como la oscuridad que ella creía era lo más negro que podía ser era consumida por una oscuridad aún más absoluta y terrible.
