NdelA: Para los que habéis leído alguna de mis historias de LOTR, olvidad lo que leísteis, porque espero incluir todo lo que escribí revisado más muchas cositas nuevas aquí mismo. Para los que no... Leed ;)
Como comprobaréis, CE comienza en la Segunda Edad del mundo, edad que pertenece al Silmarillion y no al Señor de los Anillos, pero como a excepción de los cuatro primeros capítulos todo se sucederá en la Tercera Edad y -en principio- acabará en el Retorno del Rey, decidí subir la historia por completo en la última categoría, sobre todo para no partir la historia....
Al final de cada capítulo encontraréis el significado de las palabras élficas y/o algunas aclaraciones respecto a sitios/personajes, pero sentíos libres de preguntadme lo que sea.
Hale! Espero que os guste... ;)
Concerning Elves
Año 1700, Segunda Edad
Por fin, y después de mucho tiempo, había paz en los alrededores de Imladris. Ciertamente el valle bullía de actividad pues no había casi nadie que estuviera ocioso, pero no se oían ya cuernos de guerra ni resonaba en las montañas el entrechocar de las espadas.
La paz había llegado a Eriador después del largo asedio de Sauron.
A pesar de todo Elrond aún vestía de armadura cuando subió a la torre de vigilancia que habían construido en el punto más alto del campamento-ciudad. Anor estaba alzándose en el cielo y sus primeros rayos tocaban vergonzosamente el cabello del Lord Celeborn de Doriath.
Apoyado en la barandilla de la torre con forma de aguja, el elfo de pelo como cascadas de plata miraba en lontananza tan lejos como sólo los elfos podían ver, pasado Imladris y más allá. No encontraba orcos en los alrededores, cosa nada extraña teniendo en cuenta que hacía días que partidas de soldados patrullaban lejos del valle para salvaguardar su seguridad, pero el medio elfo sabía que había estado subiendo cada mañana desde que llegó inesperadamente la paz.
Anor destelló suavemente en el pectoral trasero de la armadura de Celeborn cuando Elrond se colocó a su lado, mirando donde lo hacía él.
- Hace ya días que te veo mirar a lo lejos... – Dejó caer sin más, sabiendo que el elfo no apreciaba los rodeos y esperando no ser tomado por un entrometido.
- El invierno se acerca – No se volvió a mirarle, y una brisa fresca les revolvió los cabellos como para afirmar sus palabras.
- Será un invierno duro sin duda, pero aún tenemos tiempo de buscar frutos en el bosque, cosa que no pudimos hacer los años anteriores. Dispondremos de mejores refugios, además... – comentó, y por su tono quedaba patente que era algo que no sólo había estado meditando largo tiempo, sino que había sido hablado con otros elfos del valle- Pero no es eso lo que buscas en el horizonte. Sin duda sabes que estamos ocupándonos de ello...
Celeborn le miró con los ojos oscuros fríos y distantes y por un momento Elrond pensó que el Lord elfo le iba a recriminar su intromisión. No fue así, en cambio, pues al volver el rostro hacia los saltos del Bruinen su expresión se suavizó.
- Los árboles me hablan, y yo mismo siento un peso en el corazón cada día que el Concilio se acerca...
- La Dama Galadriel estará aquí pronto...- Dijo como si ese mero hecho fuera a terminar con todos los problemas. La mirada en los ojos de Celeborn se hizo más oscura al fruncir el ceño sobre sus ojos, su rostro mostrando su preocupación, y el medio elfo se apoyó silencioso en la barandilla junto a él.
Hacía años que Celeborn y Galadriel no se veían. Cuántos no sabía exactamente, pues él vivía en Lindon con Gil Galad cuando los Mírdain de Celebrimbor tomaron el control de Eregion.
No habían sabido demasiado del incidente pues todo había sucedido con mucha tranquilidad; la Dama y el Caballero renunciaron a su cargo tras la 'petición' popular y Galadriel partió a Lórinand atravesando Khazad-dûm y dejando allí a su esposo.
Por qué fue esto, Elrond nunca se lo preguntó al elfo que había sido su compañero de armas durante todos aquellos años, pero en secreto pensaba que Celeborn no habría accedido a atravesar el reino de aquellos que fueron la ruina del rey Thingol de Doriath.
- ¿Sabes, Elrond, de qué se hablará en el Concilio? – Le preguntó de pronto.
- Ciertamente no. El mensajero sólo dijo lo que escuchaste; que Gil Galad y otros representantes de los pueblos están de camino hacia aquí.
- ¿Qué sabes de los Anillos de Poder?
La mirada del elfo de pelo plateado era grave, y Elrond comprendió por fin que eran la causa de su preocupación.
- Los forjó Celebrimbor y Sauron se hizo con ellos cuando tomó la ciudad. Seguramente ya estén en manos de sus nuevos dueños...
- Muy pocos saben que Celebrimbor hizo tres Anillos más destinados a los elfos. Tres Anillos que Sauron no tocó y por lo tanto no corrompió, pero que están ligados a su Único de la misma manera que el resto.
El medio elfo le miró con los ojos grises muy abiertos, asimilando esa nueva información que le acababa de ser revelada. Celeborn parecía ver a través de él, la mirada profunda como los reinos de Ulmo. Había preocupación en sus ojos gris oscuro, y también pesar y dolor.
- ¿Cómo sabes eso? ¿Te lo dijo Celebrimbor cuando vivías en Eregion?
- Me lo dijo Galadriel. No sé cómo lo supo ella, pero los árboles hablan de un viaje del descendiente de Fëanor al Bosque...
- ¿Y no sabe la Dama qué ha sido de esos Anillos? Sauron seguramente los esté buscando....
- No lo sé. No ha vuelto a hablar conmigo desde entonces... – hubo un momento de silencio en que el Lord elfo aferró fuerte la barandilla bajo sus manos. Hacía casi cuatro años de aquello, los mismos que llevaban viviendo en Imladris. Ni una sola palabra desde entonces, ni un acercamiento de su fëa - Pero me temo que pronto vamos a descubrirlo. Sin duda tanto ella como Gil Galad nos pondrán al corriente cuando lleguen....
Cuando Elrond bajó de la torre poco después y comenzó sus tareas para con los guerreros y los artesanos que estaban construyendo un lugar propio para albergar a tamaños personajes, miró a lo alto y Anor destelló en la armadura dorada de Celeborn y en sus cabellos de plata como brillaría una joya solitaria engarzada en un anillo.
Varios días después, el cielo estaba claro y Anor avanzado cuando una pareja de scouts regresaron montados a caballo de los límites del valle. Aprovechando que desde el principio Elrond se hacía cargo de que el campamento funcionara – y con muy buenos resultados-, Celeborn solía dedicar el tiempo que no instruía a guerreros a ayudar en las construcciones como había hecho en Eregion.
Así, a no tardar en las balaustradas y los arcos se empezaron a ver motivos de Doriath, la naturaleza en todas sus formas; animales y plantas cobraban vida en sus manos mientras los tallaba.
Podía no ser mejor escultor que la mayoría de los Noldor que habían rescatado de Eregion, pero sus diseños eran bienvenidos y alabados. En un principio, Elrond temió que las cosas entre Celeborn y aquellos que les habían requerido el mando se pusieran peliagudas, pero los Noldor respetaban al Sindar por lo que había hecho por ellos; después de todo, no sólo no les había abandonado a su suerte sino que además había luchado y sangrado por ellos, llevándoles a donde actualmente residían.
Había demostrado además ser un perfecto capitán en la batalla y su sabiduría les había evitado muchas muertes innecesarias. Sin duda, le respetaban y apreciaban y él, que era generoso de corazón, parecía haber olvidado cualquier afrenta.
- Lord Celeborn – le llamó uno de los scouts, pues el otro había corrido a buscar a Elrond – Como pidió, vengo a decirle que la Dama Galadriel y su escolta están en los límites de Imladris.
El elfo dejó a medio terminar la escultura de un cisne con las alas abiertas y se incorporó. No llevaba armadura, pues le estorbaba cuando trabajaba, sino una sencilla túnica de las que habían traído –junto con lo que pudieron rescatar- de Eregion.
- Gracias. Puedes retirarte – Le dijo, quizás más serio de lo que le hubiera gustado. Jugueteó con el cincel en sus manos, perdido en sus pensamientos. Estaba seguro de que Elrond saldría a buscarles, y sabía que él también debería hacerlo, pero no lo haría.
Les esperaría en Imladris con el resto. De hecho, les esperaría trabajando en su cisne, pensó cambiando el cincel de mano, sabiendo perfectamente que la inquietud actual de su espíritu no le permitiría tallar...
Con los dos scouts además de Glorfindel, el alto elfo de cabellos dorados, Elrond montó a caballo y salieron en busca de la comitiva con paso ligero y los ojos vigilantes
Eran inconfundibles incluso entre el follaje. Tal y como el medio elfo la recordaba, la Dama resplandecía con luz propia y se derramaba por sus cabellos dorados. Vestía de blanco, un color que siempre le había gustado y montaba un caballo igualmente blanco.
Todo hombre o elfo contenía la respiración en su presencia, sintiéndose pequeño y desabrido ante su hermosura, desarmado ante sus sonrisas.
Pero no fue la sonrisa de la Dama Galadriel la que cautivó al medio elfo en el bosque de los alrededores de Imladris.
Junto a ella, montando un caballo gris perlado de largas crines montaba una dama elfa de radiante belleza y cabellos plateados como la luz de Ithil.
Entre la hermosura de las dos damas palidecían los que supuso serían el rey de Lórinand y su hijo, con sus cabellos rubios con hebras de plata tejidos en una hermosa trenza y una tiara de mithril en la frente.
- Saludos, Elrond peredhel, hacía mucho tiempo que no nos veíamos... – Galadriel le sonri y él se obligó a apartar la mirada de la elfa para corresponder a su saludo.
- Saludos, Dama de la Luz, como justamente os llaman – se inclinó reverente y se volvió al elfo que montaba junto a ella - Bienvenido, rey Amdír y príncipe Amroth de Lórinand. Soy Elrond Eärendilion. Espero que hayáis tenido un buen viaje y que encontréis todo de vuestro agrado en Imladris – Sonó tan formal que Galadriel no pudo sino reír con su risa musical y adorable.
- Nada que hayas emprendido alguna vez me ha desagradado, Elrond, y no dudo que tus habilidades y recursos han mejorado desde que eras pequeño. Desde ahora te digo que todo lo que vea en tu reino será un placer a mi vista.
- Las palabras de la Dama Galadriel sin duda resumen mis pensamientos. Así pues, no añadiré más – La voz de Amdír era clara, sus ojos marrón-dorado refulgían amables, muy diferentes a los glaucos de su hijo.
Amroth tenía el semblante más serio que su padre, pero su mirada era soñadora y a veces parecía sumirse en otros mundos. Mucho se cantaba del hermoso príncipe de Lórinand en su país, pues a pesar de su carácter melancólico era muy amigo de los Silvan que gobernaba su padre y le querían mucho.
Elrond sonrió avergonzado por tan altas palabras y se aclaró la garganta antes de presentarles a Glorfindel como su compañero, pues sólo ellos dos les llevarían a Imladris ya que los scouts tenían que continuar su trabajo
Glorfindel de Gondolin, te conozco. Las leyendas te cantan, y tus hazañas te preceden. Estuviste muerto y te devolvieron a la vida, Balrog Slayer....
El elfo de los cabellos dorados la miró sorprendido, los ojos clavados en ella, que sonreía cándidamente.
No temas, no descubriré tu secreto. Ojalá sirvas a tu señor durante largos y venturosos años como serviste al rey Turgon...
Glorfindel se inclinó profundamente ante ella, haciendo una reverencia, y la Dama de la Luz se volvió de nuevo a Elrond.
- Ésta es Celebrían, mi hija – Elrond apenas pudo contener su sorpresa, pues no tenía la menor idea de que Celeborn tuviera descendientes. Allí estaba ella mirándole con curiosidad con los ojos de su padre, los cabellos ondulados recogidos en finas trenzas de plata que caían sobre el vestido azul y la cautivadora sonrisa de su madre.
Si alguien le hubiera preguntado en ese instante quién era la elfa más hermosa de Arda, le hubiera contestado Celebrían sin pensarlo siquiera.
- Es un placer conocer a la hija de la Dama Galadriel y el Caballero Celeborn, que es indudablemente más pura y hermosa que el rocío temprano que destella aún con la luz de Ithil – Le dijo haciendo una reverencia en el momento más apropiado, pues se le sonrojaron las mejillas ante las palabras que ni él comprendía cómo había sido capaz de decir.
Para sus adentros Glorfindel reía, y Celebrían sonrió adulada por sus palabras.
- Es un honor para mí conocer al hijo de Eärendil, heraldo del rey Gil Galad de los Noldor y señor de Imladris - Dijo haciendo una graciosa inclinación de cabeza.
Ambas damas y los elfos de Lórinand se sorprendieron al ver la belleza latente de aquél refugio escondido, con los pocos edificios que había levantados fundiéndose con los árboles y el río en armonía. Galadriel miraba las construcciones con una sonrisa en los labios pues reconocía la artesanía de su pueblo en ellas así como en los diversos puentes que se alzaban sobre los brazos del Bruinen.
Elrond no podía sino sentirse orgulloso de lo que habían conseguido pues, si bien habían sido cuatro años de guerra sin cuartel, duros y crueles, los refugiados que no sabían combatir habían trabajado mucho por hacerles la vida más amena a todos los que luchaban por ellos. Eso se había traducido en edificaciones confortables y hermosas, comidas calientes aunque escasas, y cantos junto al fuego y ropas limpias cuando se las podían permitir.
Glorfindel llevó a los guardias que habían traído a las dos damas y al rey con él a refrescarse y a dejar los caballos en el establo mientras dejaba que su amigo se ocupase de esos temas que a él nunca le habían llegado a importar en demasía.
- Ya te dije que no podía defraudarme tu obra… - Galadriel parecía más que complacida, e irradiaba un aura de tranquilidad y contento que la hacía cautivadora. Muchos elfos que la veían paraban en sus quehaceres y la miraban ensimismados. Otros al menos conseguían saludarla.
- Aunque diferente al reino del bosque, cuando esté terminado será Imladris un lugar realmente hermoso… - Comentó Amroth mirando las cascadas que caían bajo los balcones con brillante espuma blanca.
- No ha sido sólo obra mía. Todos hemos trabajado concienzudamente en Imladris para hacerlo habitable, y he de reconocer que la ayuda de Glorfindel, Lólindir, Erestor y el Caballero Celeborn ha sido inestimable…
La hija de Finarfin no hizo ningún comentario al respecto, pero Celebrían no pudo sino preguntar por su padre.
- No debe estar lejos. Creo que antes de partir a buscaros le vi ayudando con unos tallados, mi dama. A vuestro padre le gusta mucho la artesanía…
- ¿Está bien? – La voz de Galadriel no fue más alta de un susurro y Elrond la miró sorprendido y algo preocupado. El medio elfo recordó las palabras que le dijera Celeborn y se encontró pensando en por qué no se había puesto en contacto con él en todo aquél tiempo. Cuando les conoció cuando aún era un niño, era indudable que eran un matrimonio bien avenido como así mostraba la presencia de la dama Celebrían… ¿Qué habría llevado a la dulce Galadriel a alejarse de Celeborn?
- Lo está, o al menos que yo sepa – Contestó sin hacer honor a toda la verdad. Los ojos brillantes de la Noldor le miraron como si le traspasaran, y Elrond se sintió incómodo de pronto. Por suerte, Amdír le preguntó sobre la gente que estaba trabajando como artesanos y el silencio se disolvió en segundos.
Cuando los ojos de Celebrían encontraron a su padre agachado en una balaustrada, la dama corrió hacia él sin importarle el protocolo. Celeborn realmente no estaba haciendo nada con el cincel que tenía en una mano, tan sólo estaba contemplando las formas que tallara unos días atrás en aquél lugar.
- ¡Ada! – Exclamó, y él apenas tuvo tiempo de alzarse y tomarla en sus brazos.
- Celebrían... – Susurró, y de pronto una punzada en el pecho le hizo ver cuánto la había extrañado. Besó sus cabellos mientras la abrazaba y ella reía feliz.
- Adar, ¿Cómo estás? ¿Tuviste muchos problemas con la guerra? ¿Te hirieron? ¿Nos extrañaste? - El elfo sonrió de corazón a su hija, a la que casi la faltaba tiempo para respirar entre pregunta y pregunta. Casi parecía que de nuevo fuera una niña. Casi.
La besó en la frente y la separó de sí para poder contemplarla.
- Sigues estando tan preciosa como siempre – Le dijo, y ella sonrió, la felicidad irradiándole por los ojos tan claros como el cielo.
- Te he echado mucho de menos. A veces parecía que no iba a llegar nunca el día de volver a verte...
- Pero ya estamos juntos de nuevo, muin sell nîn– Celeborn se esforzó por mantener la sonrisa en su rostro a pesar de saber quién estaba tras él, y con algo de desgana se giró para encarar a su esposa.
- Sulilad, hervess – La saludó haciendo una pequeña inclinación de cabeza. Galadriel le miró con los ojos profundos que Elrond siempre la había conocido y una ligera sonrisa tocó sus labios.
- Sulilad
Antes de dejar que un silencio incómodo se abriera entre ellos el medio elfo se acercó a Celebrían y la ofreció el brazo.
- ¿Le agradaría acompañarnos por Imladris, dama Celebrían?
- Sólo si no me tratas con tanta oficialidad, señor Elrond – Rió ella, y fue lo último que escuchó la pareja antes de quedarse solos en la balconada en construcción.
Durante unos minutos estuvieron mirándose sin decirse nada, Galadriel vestida del blanco más puro y Celeborn de gris plateado.
- Dime – Le dijo con su voz suave, las manos entrelazadas al frente.
- Doscientos son muchos años, Galadriel... – 'Galadriel', que no 'Nerwen'. La elfa suspiró quedamente, mirándole con la cabeza ladeada.
- Puede que eso sea lo que estás pensando, pero no lo que realmente me quieres decir – Le dijo, pues ciertamente habían estado lejos físicamente aquellos doscientos años, mas no en espíritu. Las palabras de la Dama Blanca le hicieron alzar la frente orgulloso, un fuego brillando en sus ojos.
- Y si lo sabes, ¿por qué quieres que lo diga?
- ¿Qué te han dicho los árboles estos años, herven? ¿Qué les has preguntado sobre mí? ¿Qué te han respondido?
- Esta conversación no tiene sentido – Celeborn se dio la vuelta y comenzó a alejarse, pero sintió la mente de Galadriel uniéndose a la suya. Se esforzó por no ceder, pero la voluntad de la Dama era demasiado poderosa y se sintió privado por una luz blanca que invadió todo.
Galadriel apareció entre toda la blancura, radiante como una estrella y con el cabello dorado flotando a su alrededor.
- Yo, Galadriel, hija de Finarfin, soy la depositaria de Nenya, el Anillo del Agua – De haber podido, Celeborn habría cerrado los ojos para no ver confirmados sus peores temores. En el fondo de su corazón lo había sabido hacía cuatro años, pero no había querido creerlo.
Cuando el Sindar recuperó el control de sus sentidos vio que Galadriel le había tomado por un brazo y le miraba con ojos tristes.
- Me dejaste solo. Durante cuatro años intenté hablarte y sólo recibí el eco de mis pensamientos. Me abandonaste... – El elfo de Doriath apartó la vista de su figura, que parecía muy frágil apoyada en él.
- No podías saberlo estando Sauron tan cerca. Nadie podía, o todos estaríamos condenados.
- ¡Podrías haberme dicho algo! ¡Nerwen...! – se apartó de ella bruscamente y se apoyó en la barandilla, el pelo cayéndole a los lados como una cascada de plata líquida - Ese Anillo te destruirá...
- Será así si ese es mi destino... Pero ni este Anillo ni los otros dos pueden ser destruidos porque no han de desaparecer en este mundo – susurró - Solo yo podía cogerlo...
- Lo dices como si no lo quisieras, pero yo sé que no es así. Estoy seguro de que lo ambicionaste desde el momento en que te dijeron de su existencia. Un Anillo Noldor para una dama Noldor, ¿cómo podría ser si no? ¿Qué nuevas desgracias traeréis sobre Arda?
Después de tantas cosas como había visto y vivido, las palabras encendidas de su marido hurgando en la llaga sin cerrar de su linaje era algo que no había esperado. La ira de Celeborn era totalmente razonable, y ella lo sabía, pero no por eso dolía menos.
- Tomaré este Anillo y todos los que sean necesarios para expiar los crímenes de los míos – le dijo altiva, enmascarando el dolor con orgullo – Y si es preciso afrontaré mi destino sola, hasta el final de Arda.
- Ya lo hiciste. Lo mismo que yo – La voz del elfo de Doriath era un susurro y estaba cargada del dolor y el vacío que había apartado en cuatro años de combates constantes.
- De saber algo de mi Anillo habrían ido por ti, y les habrías conducido a mí y yo indudablemente a los otros dos... De hacerse Sauron con todos los Anillos no habría poder en este mundo capaz de afrontarle, ni siquiera Númenor con todos sus barcos y sus altos guerreros. Hice lo que había que hacerse, por nuestra seguridad y la de Arda, como habrá que volver a hacer sin duda en el futuro.
¿No habrías hecho tú lo mismo? ¿Habrías condenado a todas las criaturas de Arda por una sola?
Celeborn no respondió, pero no hizo falta. Galadriel acarició su mente con la suya, liberándole del peso de la respuesta que no se decidía entre un sí y un no.
Lo siento por haberte herido. De haber habido otro medio nunca lo hubiera hecho... pero lo haría de nuevo por salvar esta tierra que ha visto tanta de nuestra sangre. Por honor a todos los que cayeron defendiéndola, no podemos dejarla en manos de Sauron...
- ... Y no la dejamos. Luchamos hasta la extenuación, hasta que yo no pude levantar un arco y Elrond cayó rendido en mis brazos de proteger y curar a los heridos...
- Pero a pesar de vuestros esfuerzos Eregion cayó ante su fuerza, y casi todo Eriador.... Luchasteis con valentía y arrojo, herven, pero cuando eso no es suficiente hay que tomar decisiones. La que tomó Celebrimbor le llevó a su muerte. La que tomé yo, a destruir mi familia...
Celeborn se volvió de pronto y vio sus ojos húmedos mirando los cisnes que él había labrado cuidadosamente en la madera. Ocupado en sus lamentos y en su propio dolor, no había reparado en sus sentimientos...
El elfo se acercó a ella y la tomó en sus brazos lentamente, apoyando el mentón sobre sus cabellos dorados. Cerrando los ojos, dejó que sus espíritus se unieran en uno solo capaz de remendar lo que por separado no eran capaces...
Sólo un par de semanas más tarde, Imladris bullía de gente. Todos los miembros del Consejo habían llegado por fin, y con ellos sus escoltas y sus caballos. Algunos, como Gil Galad y Círdan, habían sido previsores y habían traído viandas a sabiendas que allí escaseaban, y Elrond se lo había agradecido infinitamente.
La mitad de los edificios estaban aún en construcción, pero se pudieron arreglar las cosas para que todo el mundo pudiera instalarse con comodidad. Algunos soldados incluso se ofrecieron a dormir en los bosques de las proximidades de Imladris por ayudar, y hubo que construir a gran velocidad una ampliación para el establo porque no podían dejar a los caballos sueltos por el valle.
Pero aún y con todo, a pesar del lío y el bullicio, del ir y venir, de la cantidad de gente y la escasez de recursos, Elrond no podía estar más contento y orgulloso de lo que habían conseguido.
- Los soldados han formado un excelente perímetro de seguridad, y parece que varios de las escoltas de 'nuestros distinguidos huéspedes' prefieren pasar el tiempo con ellos. Supongo que se sienten incómodos entre tanta 'realeza' – Glorfindel estaba serio dándole el informe al medio elfo, pero había una chispa de humor en sus ojos.
- ¿Quieres tú también ir con ellos a las lindes, mellon? – Le dijo bromeando – No te veo muy a gusto con los miembros del Concilio…
Glorfindel se encogió de hombros, una sonrisa peculiar cruzando su rostro. En Gondolin había sido un Lord elfo y había servido al rey Turgon personalmente. No le preocupaba en absoluto estar entre los grandes de su raza… aunque todo aquello no podía decírselo a Elrond, pues su vida pasada era un secreto.
- Si es lo que me ordenas iré, pero preferiría quedarme. Este ambiente no me disgusta, y así puedo escuchar los cantos. Y además, quizá te sea útil un jefe de seguridad por estos lares….
- ¿Jefe de seguridad? ¿Quién te ascendió? – Se rió el medio elfo palmeándole amistosamente la espalda.
- Yo mismo – Cuando estallaron las carcajadas, Ereinion Gil Galad, el alto Rey de los Noldor, asomó la cabeza por una puerta.
- Pero qué par de escandalosos…. – les increpó, y se acercó a ellos con una amplia sonrisa en el rostro – Te parecerá bien, siendo quien eres, armar semejante barullo…
Elrond se cuadró inmediatamente, y tosió para recuperar la compostura.
- Perdón.
Ereinion se le acercó y le apretó el hombro amistosamente.
- Era una broma… - le dijo, pero al verle aún serio fingió ofenderse – ¿Aceptas bromas de Glorfindel y mías no?
- Será que yo no soy Rey – Glorfindel le miró divertido, y Gil Galad pretendió horrorizarse.
- ¡No! ¿Es eso cierto…? No lo puedo creer, Elrond, voy a tener que ofenderme en serio… - al verle sonreírse por fin, el Rey Supremo de los Noldor le apretó contra sí con cariño antes de soltarle - ¿Estás preparado para el Concilio?
- Ni más ni menos que otras veces… - Se encogió de hombros, y Ereinion se rió.
- El resto de mis consejeros se sentirían muy halagados de ver que les comparas con la Realeza.
- Realmente no creo que vaya a ser muy distinto. Quizá algún tema sea diferente, pero al final terminaremos todos discutiendo. Como siempre.
- Como siempre – le coreó Glorfindel agitando la cabeza pensando en sus cosas, y cuando ambos morenos le miraron él agitó la cabeza - ¿Sí? Decidme alguna reunión de este calibre en la que no se haya discutido… Incluso aquí en Imladris no se ponen de acuerdo y no son un Consejo.
Ereinion rió de nuevo y le miró con aprobación; Cuando Elrond trajo a Glorfindel a su audiencia, nunca pensó que fuera a apreciarle tanto y tan deprisa. El misterioso rubio tenía una capacidad innata de hacer reír a la gente a su alrededor, y lo que era mejor, de hacerles sentir bien…
- Si me disculpáis iré afuera y os dejaré hablar de vuestro Concilio secreto – Les dijo el elfo de Gondolin arqueando las cejas.
No había mucha tranquilidad fuera del edificio principal, el único que estaba totalmente terminado. El rubio miró a su alrededor y vio cantidad de compañeros armados con instrumentos de talla distribuidos aquí y allí, sus cabellos flotando con el aire del otoño, mientras otros se afanaban en la construcción de un puente-balconada por la que cruzar del edificio principal al que estaba a medio hacer. Día y noche alguien vigilaba los alrededores de los puentes y las zonas no seguras, pues no querían correr riesgos con los pocos niños que habían conseguido rescatar de Eregion.
Sentada en la hierba que aún se conservaba verde y jugando con dichos niños elfos estaba Celebrían, vestida con un vestido de color rojo con largas mangas que adoraban escurrir entre sus pequeños dedos.
Glorfindel sonrió al verla, pues le llenaba el corazón el ver que alguien tan hermoso y radiante como ella dispusiera su tiempo en hacer felices a los más jóvenes. Recordó entonces lo que le dijera Elrond el día que se encontraron en el bosque, y se encontró sonriendo traviesamente.
Viéndola allí sentada, el cabello de plata recogido graciosamente riendo con los niños no le extrañaba nada que le hubiera parecido adorable y hermosa.
- ¿Glorfindel? – El rubio se giró, usando una de sus manos como visera contra Anor que en ese momento le daba de frente. Entre el resplandor vio una cabellera morena y pronto sonrió al reconocer al elfo.
- Sulilad, Erestor, ¿en qué puedo ayudarte?
- ¿Estás ocupado?
- No, dime – Erestor, que no llegaría a tener la mitad de años que él, le tomó del brazo para girarle hacia un edificio.
- Los artesanos que trabajan allí me han pedido opinión sobre el tejado. El señor Elrond y el caballero Celeborn supongo que ya han de estar en el Concilio, y yo también debería….
El rubio le sonrió con humor, halagado.
- ¿Y pensaste en mí para ayudarte? Sólo me ocupo de nuestros soldados, Erestor, no tengo voz ni voto en cuanto a construcciones…ni en nada que no tenga que ver con ellos.
- Y yo no sé de construcción… - el elfo arqueó las cejas – En Ost-in-Edhil simplemente me encargaba el aprovisionamiento de la ciudad… que de hecho es lo que debería estar haciendo ahora, y no asistiendo a Concilios – Terminó con un suspiro.
- Ahora comprendo que te ocuparas tan bien de todo desde el principio… aunque he de decir que no te defendías nada mal cuando te encontramos – le dijo, y Erestor bajó la cabeza ligeramente como agradecimiento a su elogio- De acuerdo, veré a ver en qué puedo ayudarles para que tú asistas a tan divertido evento en el que seguro ya te esperan.
Erestor le sonrió agitando la cabeza. El carácter del elfo al que había seguido sin dudar en la batalla a veces le desconcertaba. Era sin dudar el tercero al mando de la ciudad-campamento y su palabra valía más que la de casi cualquiera; todo elfo con el que hubiera hablado así lo pensaba, pero el propio Glorfindel no parecía darse cuenta de ello. O quizá, pensó, es que no quería ese poder y por ello no se daba importancia.
El de Gondolin se despidió y marchó hacia el edificio que le había señalado, contemplando en el recorrido la estructura, los pilares tallados como si los recorrieran enredaderas.
Subió por el puente en construcción; unos elfos estaban sujetando piedras y estabilizando suelo y pilares para que la construcción se sostuviese y no se podría cruzar hasta que terminaran. Viéndole mirando al brazo del río para ver por dónde podía pasar, uno de ellos le prometió dejarle paso en un momento, si esperaba a que terminara la fila que estaba asegurando.
Glorfindel asintió, y se dedicó a seguir contemplando la edificación, apoyándose en una balconada mientras esperaba.
Entonces, sus agudos oídos captaron algo…
- ¿Celeborn? – La voz musical de Galadriel no se alzó muy por encima de un susurro cuando le llamó, una mano enredada en su pelo dorado mientras la otra sujetaba un peine de nácar.
La pareja estaba sola en la habitación que él había ocupado desde que se construyera el edificio, habitación recién dispuesta para que Celebrían durmiera allí con ellos debido a la escasez de espacio para todos.
El elfo apartó la mirada del lugar donde su hija jugaba con los niños en el jardín y se volvió a ella, el rostro serio y la mirada profunda.
- Si no conociera mejor a mi esposa, pensaría que lo hace a propósito.
- Es un regalo… – Los ojos azules de Galadriel eran hermosamente claros con la luz del día y se posaron en los suyos en busca de compresión.
Celeborn se acercó a ella y con suavidad tomó de su cuello una hermosa joya de mithril y diamantes que pendía de una cadena del mismo metal. La miró de cerca, contemplando la exquisita manufactura de la flor que destellaba en su mano como si latiera en ella vida propia y pudiera mover las hojas de mithril que la acunaban.
- Te lo dio con el Anillo… pero no por el mismo motivo.
- Celebrimbor era el mejor orfebre de Eregion. Me dijo que quería que yo tuviese el más preciado de sus trabajos… - una mano blanca y fina se cerró suavemente sobre la de él y la joya - Fue su regalo de despedida - El tono de su voz entristeció más sus palabras; Tras su muerte, Ereinion Gil Galad era el único de su familia que quedaba en la Tierra Media.
Pero había algo más que eso, y el elfo de Doriath siempre lo había sabido. El nieto de Fëanor la había amado antes e incluso después de casada. Y ella… Pese a ser quien era Galadriel siempre le había apreciado.
A veces, el pensar que el orfebre pudiera comprender a su esposa mejor de lo que él nunca podría hacer amenazaba con sobrepasarle, y era en esos días cuando, allá donde estuviera, se le veía pasear entre los árboles solo durante incontables horas.
Galadriel tenía la capacidad de leer en otros, pero en relación a su esposo podía hacerlo del mismo modo que Elrond podía devorar los libros de las bibliotecas de cada ciudad que visitaba.
Rodeó su cuello con sus brazos y apoyó la cabeza en la suya, entremezclando lisas hebras de plata con olas de oro. Pronto sintió sus manos de guerrero y tallador en su cintura, tocando las puntas de su pelo.
¿Qué puedo hacer...?
La caricia de su espíritu fue dulce y tierna, llena de cariño y preocupación. El elfo cerró los ojos y se dejó mecer por el fëa brillante de Galadriel, por el espíritu blanco y aún más poderoso de lo que ya era por obra de Nenya.
La elfa bajó entonces una mano hasta su pecho y la dejó sobre su corazón. Cuando un suspiro sacudió su cuerpo, Galadriel se mordió suavemente el labio y frotó su mejilla contra la suya.
¿Cómo hacer que no te duela más...?
Cuando la pareja llegó al Concilio, el resto de los invitados ya habían tomado sus asientos y los que hablaban entre ellos se silenciaron.
Celeborn se sentó del lado de Elrond y Galadriel entre su marido y el príncipe Thranduil, que junto a su padre Oropher y el Rey Amdír y el príncipe Amroth eran los representantes de los asentamientos élficos más orientales.
Gil Galad estaba sentado al medio de la mesa, con Círdan a su izquierda y Elrond a su derecha. Junto al Constructor de Barcos y en representación de los refugiados de Eregion se hallaba Erestor, a quien todos veían que no estaba cómodo con su situación.
- Bien, ya estamos todos – comenzó Ereinion- Presumo que todos hemos coincidido con anterioridad en algún evento y los que no ya hemos sido presentados informalmente, de modo que podemos pasar directamente a los asuntos que nos conciernen en este día.
Como sabéis, gracias al Rey Tar-Minastir de Númenor Sauron ha sido derrotado y ha regresado a Mordor. Pero como también sabéis, no estará allí por muchos años… menos aún ahora que tiene un arma que antes no tenía; los Anillos que forjó Celebrimbor y el que forjó Sauron para sí mismo; el Único.
Sé que algunos no conocéis la historia, de modo que la relataré en este Concilio de forma resumida; Vestido como uno de nosotros y bajo el nombre de Annatar, Sauron atravesó las Montañas Nubladas en busca de corazones que corromper y en Eregion encontró alguien que le escuchara en sus designios. Los Mírdain le acogieron entre los suyos y aprendieron de sus artes cómo forjar anillos mágicos y así forjaron nueve para los Hombres y siete para los Enanos. Pero en el gran volcán que hay en Mordor Sauron forjó un Anillo para él, un Anillo para dominarlos a todos.
Cuando Celebrimbor se dio cuenta de que había sido utilizado se puso en contacto con la Dama Galadriel y conmigo, pero fue demasiado tarde; Sauron lo supo y se lanzó a conquistarnos con sus nuevas fuerzas, y de seguro lo hubiera conseguido de no ser por la ayuda de Númenor.
El rey de los Noldor quedó en silencio al terminar su historia con las manos entrelazadas sobre la mesa mientras cada uno rumiaba en silencio los acontecimientos. El rostro de Celeborn era grave cuando Elrond le miró de soslayo algo confundido.
¿Acaso Gil Galad no iba a decir nada de los tres Anillos que Celebrimbor forjó para los Elfos?
- Dijiste 'dominarlos'. ¿En qué sentido? – Preguntó Oropher mirando fijamente al Rey con sus ojos glaucos.
- Un Anillo para cada uno de los gobernantes de los reinos libres. Con su voluntad sometida a Él a través de sus Anillos, Sauron gobernará la Tierra Media a su antojo.
- Y si Hombres y Enanos tienen Anillos, ¿cómo es que nosotros no?
Antes de que Ereinion pudiera responderle lo hizo Galadriel, si bien no con su voz dulce y melódica de siempre, sino con una más encendida que le hacía brillar los ojos.
- Sin duda, el Enemigo sabía que le costaría más someter nuestra voluntad y por ello tuvo a los Mírdain mejorando sus logros hasta conseguir unos Anillos suficientemente poderosos. Pero Celebrimbor supo de la traición de Sauron antes de forjarlos y se negó a ello.
Celeborn se mantuvo impasible mirando al frente, y aunque una parte de sí trataba de comprender a dónde querían ir a parar Galadriel y Gil Galad escondiendo la verdad al Concilio otra parte se sentía incómoda por la defensa que Galadriel había alzado a favor del orfebre.
Si ella lo notó no dio signos de ello, su mirada orgullosa desafiando a cualquiera del Concilio a decir nada.
- De modo que si Sauron les ha entregado esos Anillos a los dirigentes de Hombres y Enanos les nublará el juicio y se convertirán en nuestros enemigos en algún momento...
- Efectivamente. He ahí el por qué de esta convocatoria tan rauda.
- Veo que soy el único que tiene dudas aquí. Supongo que el resto estaríais bien informados…- Oropher arqueó las cejas con sarcasmo, y se ganó sendas miradas de reproche de Círdan y Elrond.
Estaba claro que había una división tangible entre su hijo, él, y el resto del Concilio, pues todos se conocían y se trataban con mucha frecuencia y los del Bosque Verde apenas eran extraños para ellos.
Incluso los de Lórinand parecían sentirse menos excluidos que ellos.
- Propongo que la historia se amplíe – dijo Amdír- Contadnos por favor qué pasó, vosotros que estuvisteis allí, de modo que tengamos una visión menos global y sepamos cómo se fundó este lugar, pues si no entendí mal el mensaje que llegó, es uno de los temas a tratar en el Concilio
Elrond miró a Ereinion extrañado, pero el Rey no le dijo nada, si bien la mirada en sus ojos era de tranquilidad.
- Annatar nos engañó a todos – la voz de Erestor era amarga mientras mantenía los ojos clavados en la mesa – En nombre de todos los habitantes de Eregion os pido perdón por haber traído semejante mal al mundo. Fuimos unos necios por no escuchar al Rey Gil Galad.
- Fue ciertamente desafortunada vuestra elección de escucharle, mas no hemos de olvidar que estamos hablando de Sauron, el rey de las mentiras… - Habló Elrond mirando amistosamente al que tanto había hecho por el campamento-ciudad, al que consideraba un amigo.
- Cualquier castigo o empresa que se nos mande será acatada sin queja alguna si de ese modo podemos enmendar el daño causado – Las palabras del Noldor le salían del corazón y casi todo el Concilio le miró con piedad.
- Creo que el castigo de Sauron fue más que suficiente, y los que crearon los Anillos y su líder llevaron la peor parte - Celeborn se cruzó de brazos mirando al frente, el rostro serio.
- Si habéis elegido a Erestor como miembro de este Concilio he de suponer que ninguno de ellos sobrevivió – Comentó Amroth mirando a Erestor con las cejas algo arqueadas sobre los ojos claros.
- Annatar entró en la forja del señor Celebrimbor y desató allí su poder. No estuve cerca realmente, pero pude ver el edificio saltando en pedazos, las llamas consumiendo los hornos avivados por un fuego sobrenatural. Creo que todos en Ost-in-Edhil lo vimos. Si el señor Celeborn no hubiera estado allí para guiarnos, seguramente habría acabado con todos nosotros – Los ojos grises se le habían llenado de lágrimas al recordar la ciudad en llamas, sus amigos y familiares muertos a causa primero de Sauron, luego de sus orcos.
Las miradas de todos se posaron en el elfo de pelo plateado, que miraba con rostro casi impasible a Círdan alargándole un pañuelo a Erestor.
- Los orcos llegaron de Mordor por el paso sur de las Montañas Nubladas. Imagino que estuvieron esperando al estallido de su señor para comenzar el asedio, si es que puede llamarse así. No estábamos preparados para lo que sucedió, y para cuando pudimos ofrecer algo de resistencia a los orcos ya era demasiado tarde.
Al sentir su mente rozar la suya, Celeborn se volvió a Galadriel, que le miraba con verdadero horror en sus ojos claros. Al momento, el elfo le cerró el paso de sus memorias, de lo vivido aquel día entre fuego y muerte y sobre todo de la imagen del orfebre ensartado en la lanza del Señor Oscuro, y le tomó la mano para intentar calmarla.
No está hecha la miel para la boca del asno, ni los sufrimientos y maldades de la guerra para damas como tú, hervess...
Nadie debería ver semejantes horrores...
En los ojos de ella había piedad y tristeza, y ya no por los que murieron, sino por los que les sobrevivieron para ver tanta destrucción. La expresión del rostro de Celeborn se suavizó, y apretó su mano antes de continuar.
- Las tropas enemigas cargaron contra nosotros; Sauron iba a la cabeza de todos ellos llevando a Celebrimbor como estandarte de su victoria. Es gracias al Rey Gil Galad y a Elrond que estamos hoy aquí.
El medio elfo hizo como si no hubiera escuchado aquello último y decidió que debía terminar el relato que sus compañeros habían comenzado.
- Es cierto que derrotamos el primer asalto de orcos, pero gracias a que Sauron volvió a la tierra de Mordor. Volvimos a Ost-in-Edhil en busca de supervivientes y aún encontramos a alguno, pero casi todo estaba destruido y en llamas. Lo que peor estaba sin duda era lo que me dijeron había sido la herrería, pues sólo eran piedras requemadas. Como bien se ha dicho, no sobrevivió ninguno de los Mírdain que trabajaron junto a Celebrimbor.
Los orcos siguieron atacando y nos obligaron a retirarnos. El ejército que traje de Lindon no fue suficiente para contenerlos, y parte de los elfos que habíamos rescatado lucharon a nuestro lado capitaneados por el caballero Celeborn. En varias ocasiones estuvimos cerca de caer bajo las espadas orcas y sólo nos salvó la voluntad de Eru…
Suerte que encontramos la entrada a este valle y aquí pudimos hacernos fuertes. Levantamos un campamento y resistimos aquí durante más de tres años el asedio de Eregion hasta que llegó el rey de Númenor.
- Creo que después de este relato todos nos podemos hacer a la idea de la maldad de Sauron, y de que si bien su amo Morgoth fue desterrado de Arda, él tiene total intención de seguir sus maléficos pasos – dijo Gil Galad muy serio-
Así pues y dada que la amenaza de los Anillos es sumamente real, deberemos imponer algún plan contra Sauron, impedirle que vuelva a campar a sus anchas por nuestras tierras.
- Eso es muy fácil de decir… ¡pero Sauron es un Maia! ¿Cómo propones que le derrotemos? – Thranduil desafió al Rey Noldor con su mirada helada, y él le contestó sin pestañear.
- Con la ayuda de Númenor, igual que esta vez.
- ¡Son hombres…! ¡No podemos estar dependiendo de ellos para que luego se les ocurra traicionarnos en mitad de la batalla! – Oropher estuvo a punto de dar un golpe en la mesa, pero se contuvo. En sus ojos brillaba la ira de los recuerdos, el escozor del recuerdo de la Nirnaeth Arnoediad, la Batalla de las Lágrimas Innumerables donde parte de los Edain les traicionaron dejándoles a merced de Morgoth.
- ¡No será el linaje de mi hermano quien nos traicione! – Elrond se puso en pie de golpe, y todo el Concilio vio cómo miraba al Rey del Bosque Verde con un fuego que sin duda sólo Celeborn había visto, y en la batalla.
- Los hombres de Númenor fueron bendecidos por los Valar, no lo olvides, Oropher – Le dijo Círdan, que hasta entonces había permanecido silencioso.
Ereinion tomó al medio elfo del brazo y le conminó a sentarse, cosa que hizo con algo de reticencia.
- Solos nunca podremos hacer frente a Sauron. Cuando llegue el momento será necesario que nos unamos con todo el poder de Númenor – Habló Galadriel, los ojos claros oscurecidos por un pensamiento que no quiso compartir.
- Cuando llegue el momento…. – Repitió Elrond casi en un susurro, los ojos fijos al frente.
Celeborn se volvió a él, mirándole extrañado, y cuando Gil Galad le tocó el brazo el medio elfo dio un respingo. Durante un momento había visto el mar furioso y una terrible tempestad desatada junto a Númenor...
- ¿Va todo bien? – Le preguntó el Rey en un susurro, y él asintió rápidamente volviendo su atención al Concilio.
- Supongamos que vamos a la guerra con Númenor… ¿Conseguiremos acabar con Sauron?
- No creo que nos quede alternativa excepto intentarlo y confiar en los Valar… - Suspiró Erestor.
- En cualquier caso, Sauron está ahora mismo derrotado y estará refugiado en su tierra durante años a semejanza de lo que hacía su señor – comentó Amroth suavemente, los ojos claros puestos en el Rey – Aún faltarán años hasta que entremos en guerra…
- Pero no por ello debemos estar menos preparados… De momento no podemos hacer otra cosa que no sea advertir a los que puedan tener los Anillos en su poder e intentar convencerlos de que no los usen. En esto es en lo único que podemos poner nuestra confianza, en derrotar la treta de Sauron antes de que se lleve a cabo. Propongo que este tema se debata de nuevo en otra ocasión, cuando el rey Tar-Minastir pueda estar presente - La voz de Celeborn puso punto y final a ese tema del que, como todos sabían, se seguiría hablando durante incontables ocasiones, pero el elfo de cabellos plateados tenía la impresión de que el asunto de los Anillos aún habría de ser discutido por parte del Concilio en privado.
- Me parece una idea excelente, Celeborn – concedió Ereinion con un pequeño asentimiento- Pasemos entonces a la siguiente parte del Concilio. Se ha de decidir qué sucederá con este campamento ahora que la guerra ha terminado.
Si mi vista no me engaña, todo el mundo parece estar contento en Imladris, como ya se lo conoce, pero le pregunto a Erestor la opinión de los refugiados
- Hablo por mí, rey Gil Galad, pero creo que mi opinión puede hacerse extensible a todos los que están incluso ahora en las construcciones. Es cierto que este no es nuestro hogar, y que hemos pasado multitud de penurias… Pero también hemos trabajado muy duro aquí para crear lo que habéis visto…
Si el señor Elrond dispusiera, estoy convencido de que muchos de nosotros podríamos comenzar una nueva vida aquí.
- Yo no tengo que… Erestor… - Elrond le miró azorado, perdiendo la locuacidad que solía caracterizarle.
- ¿Alguno de los presentes se opone a que Imladris sea considerado un asentamiento con todos aquellos que perdieron sus hogares en Eregion, y es más, con todos aquellos que quieran vivir a partir de ahora en el valle del Bruinen?
Nadie puso réplica a la pregunta de Ereinion, y el Rey sonrió, dándole una palmada en el hombro al medio elfo.
- Bien. Entonces propongo que sea Elrond el señor de Imladris, pues si no me equivoco fue él quien mandó levantar aquí el campamento.
- Pero…
- El señor Elrond ha demostrado estos años ser perfectamente capaz de gobernar Imladris, y me atrevo a decir que estaremos encantados de vivir bajo las cascadas del Bruinen con sus consejos. Y si se me permite la osadía, sería un honor contar con el Caballero Celeborn y la Dama Galadriel. Y la hermosa dama Celebrían, por supuesto – De la expresión de Erestor se había borrado la tristeza para ser remplazada con una sonrisa de deleite por las buenas noticias.
- No sé qué decir…
- No digas nada aún, porque no he terminado. La tercera y última razón de este Concilio es haceros partícipes de una decisión que he tomado. Debido a sus actos como mi heraldo y aprovechando el hecho de que Imladris es una ciudad reconocida desde este mismo momento, nombro a Elrond vicerregente de Eriador, con todo lo que ello conlleva.
Elrond miró a su Rey como si se hubiera convertido en humo delante de sus ojos, sin dar crédito a una sola palabra.
- ¿Y en el momento en que tengas descendencia?
- Si eso sucede se volverá a hablar de este asunto. En caso de que yo muriera sin tenerla….
- No puedes hablar en serio. Ereinion… - Le dijo azorado, sobrepasado por todo lo que implicaban sus palabras. El medio elfo había olvidado todo el protocolo que aprendiera al hacerse mayor, al comprender lo que significaba que la persona que le había cuidado a él y a su hermano fuera el Rey. De nuevo él era el niño que todo lo quería aprender y que adoraba mirar las estrellas, y Gil Galad el padre que nunca llegó a conocer.
- Tan en enserio como me es posible. Entre las muchas herencias de tu sangre está la del Rey Turgon, mi tío, no lo he olvidado…
- Pero… - Miró a su alrededor; Galadriel le sonreía amistosamente y Celeborn lo hacía no sin cierto orgullo en la mirada. Círdan, con quien había vivido junto con Ereinion, parecía mirarle con incluso más orgullo paternal que el propio Rey.
Por supuesto, Erestor apoyaba fervientemente la moción, e incluso los elfos que vivían al otro lado de las Montañas Nublabas le miraban con respeto y prudencia.
- Está hecho – Gil Galad sonrió y palmeó afectuosamente la espalda del que para él había sido el hijo que nunca había tenido – Bien, creo que el nuevo señor de Imladris debería hacer una fiesta en la que todos pudiéramos celebrar tan altos acontecimientos y olvidar, aunque sea por un momento, las penurias que hemos sobrellevado.
- Claro… Sólo que, eh…
- No se preocupe, señor Elrond. Lo dispondré todo para esta noche – Erestor se levantó de la mesa y, disculpándose con todos, salió de la habitación. Momentos más tarde, Oropher, Thranduil, Amdír y Amroth la abandonaban también.
Una vez estuvieron solos los viejos conocidos, Celeborn se acercó a Elrond, tendiéndole un brazo como saludo que el otro tomó con un asomo de duda. Galadriel, a su lado, sonreía cándida.
- Enhorabuena – Le dijo con una suave sonrisa
- Gracias… Gracias, Ereinion. Haré todo lo que esté en mis manos para estar a la altura del honor que me has concedido – Le dijo haciendo una honda reverencia.
- Estoy seguro de ello – Le contestó antes de estrecharle entre sus brazos, feliz cuando el medio elfo le devolvió el abrazo.
De pronto, una piedrita rebotó por la estancia, y al girarse hacia la ventana vieron a Glorfindel encaramado a ella
- ¿Ya ha terminado el Concilio, verdad? Eso quiere decir que ya podéis empezar a contármelo todo…- Dijo con una risa que los demás corearon….
A pesar de la escasez y de que no había salón suficiente donde albergar a todos, aquella misma noche se celebró la fiesta que Erestor había prometido.
Elrond estaba impresionado de lo que había conseguido en tan pocas horas, y decidió que sin dudarlo le daría el puesto de administrador aunque en realidad, desde que se fundara Imladris siempre lo había tenido. En cualquier caso, lo haría oficial, igual que el puesto de Glorfindel.
Vio danzar al rubio con unas cuantas elfas una de las bellas canciones que estaba entonando Lindir, estando al arpa la hermosa Celebrían, más bella aún que las notas que arrancaba a su instrumento.
En ese momento se dio cuenta de que echaría de menos a mucha gente si decidía no quedarse a vivir en Imladris, gente que había conocido en circunstancias penosas pero a la que se había acostumbrado. Elfos que eran sus amigos, sus compañeros, sus soldados… Elfos que después de cuatro años ya los consideraba casi como una gran familia.
Sabía que Ereinion era imposible que se quedara, pero siempre tendría las puertas abiertas a largas visitas, todas las que quisiera… ¿Pero querría Glorfindel quedarse? ¿Y Celeborn? Y si él se quedaba, ¿se quedarían también Galadriel y Celebrían?
Miró a la arpista, que tocaba con una amplia sonrisa en el rostro, y el pensar que fuera a dejar de poder contemplarla hizo que le diera un vuelco el corazón.
- ¿Elrond? Sólo tú podrías tener esa cara en una fiesta… - se rió Ereinion pasándole un brazo por los hombros. El medio elfo sonrió ligeramente y apartó la mirada- ¿Qué te ocurre?
- Nada importante… Estaba pensando en estos años, en la gente que he conocido…. En que echaré de menos a los que no quieran quedarse a vivir aquí.
- ¿Como por ejemplo…?
- Glorfindel, o Celeborn… y muchos de los Noldor de Eregion…
- Glorfindel no se irá de tu lado, Elrond – le dijo casi mirándole sin creer lo que oía – ¡Prácticamente hay que separarle de ti con una espada para que te deje solo…!
Elrond se rió ante su ocurrencia.
- Es igual, es igual… Podría no querer vivir aquí. Quizás le guste más Lindon, o prefiera servir al Rey… - Una piedrecita rebotó en un árbol cerca de ellos, y al girarse vieron al elfo de Gondolin mirarle con el ceño fruncido y actitud amenazante.
- Si vas a decir lo que piensas de mí, al menos procura que yo no te oiga – Le dijo lanzando una piedrecilla al aire y recogiéndola después. Elrond y Gil Galad se rieron de buena gana.
- ¿Ves? Ya te lo dije…
- Sí…- Sonrió, pues realmente le había quitado un gran peso la decisión de su amigo. Vieron a Celeborn y a Galadriel unirse a los elfos que bailaban, y Ereinion arqueó las cejas.
- Galadriel no lleva la joya…
- ¿Qué joya?
- La que llevaba en el Concilio… La que hizo Celebrimbor… - Elrond le miró arqueando una ceja, y el Rey supo que había dicho demasiado. Conocía a Celeborn y a la Dama de la Luz de mucho antes de que él y cuando aún vivía en Lindon, el elfo de Doriath a veces le había hablado del orfebre y de su esposa.
Ciertamente habían pasado mucho tiempo sin verse, pero el Rey estaba seguro de que a su amigo no le había hecho demasiada gracia que su mujer exhibiera en el Concilio tan precioso fruto de su arte, menos sabiendo que Celebrimbor la había amado en silencio.
Quizá fuera la joya un motivo por el que le hubiera visto tan serio aquellos días, aunque después de hablar con Elrond tenía la sensación de que llevaba de ese humor bastante más tiempo. Esta reflexión le llevó a ponderar con buen juicio la posibilidad de que estuviera enterado y disconforme con la decisión de Galadriel de tomar el Anillo en custodia.
¿Pudiera ser por esto por lo que les hubiera notado más distantes?
Estaba deliberando estas cuestiones en silencio cuando volvió la cabeza a Celebrían. En su cuello brillaba la flor con alas de mithril que había lucido Galadriel.
- Fíjate –le dijo a Elrond- la lleva Celebrían ahora… Ahh… - El rey de los Noldor, al conectar a la pareja bailando felizmente con el hecho de que la joya descansaba ahora en el cuello de la hermosa Celebrían empezó a carcajearse sin razón aparente, al menos para el medio elfo.
Lo siento, hervess... Perdóname si no me he comportado debidamente estos días, me pudo la amargura... Celeborn bajó los ojos, que eran como una noche en la que Ithil brillara Si la guerra no hubiera mantenido mi mente ocupada estos cuatro años me habría vuelto loco... No sólo te creí perdida, sino irrecuperable... Ella acarició su mejilla y besó sus labios con cariño, enhebrando finamente sus fëas en una comunión que nunca los cuerpos igualarían.
Desafortunados fueron los días en que nuestros corazones no pudieron estar juntos. Pero en la separación, y más aún por su causa y por el sufrimiento en que sabía te estaba poniendo, te quise solo a ti... Y eso no lo cambiará ni el final de Arda, ni las joyas más hermosas que se puedan forjar en este mundo... Te pido perdón por haberte causado pesar, y ruego a Eru que sea el último que te traiga.... Galadriel apartó los ojos de su marido unos momentos para contemplar a su hija rasgando el arpa, una sonrisa acariciando su rostro Celebrían está muy hermosa con su nueva joya sacando brillos a su cabello...
Es cierto... pero aún sin ella es lo más hermoso de Arda, lo mismo que tú... Hannon le, Nerwen... Pensó atrapando su cintura con los brazos y escondiendo el rostro en las olas de oro de su pelo El que se la regalaras significa mucho para mí... Melon le...
Yo también te quiero, herven... La Dama de la Luz recostó su pálida mejilla contra la suya y cerró los ojos, dejándose mecer en su abrazo.
- No me había fijado que la llevaba ella ahora… - murmuró Elrond sintiéndose avergonzado, pues a pesar de haber estado mirando a la elfa no había reparado en una joya que brillaba como una estrella - ¿De qué te ríes tanto?
- De nada, es que no puedo evitar estar feliz cuando veo que mis amigos son felices también… - sonrió mirando a la pareja. Elrond siguió su mirada hasta ellos y vio que bailaban muy juntos y que ambos sonreían y no pudo evitar que sus labios se curvaran igualmente – Elrond… aprovechando que todo el mundo, incluso Glorfindel, está en la fiesta, quisiera hablar contigo en privado….
- ¿En…? Claro…. – El par se fue intentando no llamar la atención en exceso, y cuando alcanzaron una alcoba libre y lejos de cualquier oído se detuvieron. Entonces Elrond vio el grave semblante del Rey Gil Galad, y se preocupó.
- ¿Hay algún problema, Ereinion?
- Extiende la mano.
Elrond lo hizo de inmediato, y arqueó las cejas con sorpresa al ver el Anillo que Ereinion había puesto en su palma. Era dorado, con una gema azul y solitaria en el centro que destellaba amablemente.
- Es uno de los Tres… - Murmuró sin dejar de mirarlo.
- ¿Lo sabes?
- Celeborn me lo contó antes de que llegarais. Estaba preocupado…
- Y con razón. Éste es Vilya, el Anillo del Aire, el más poderoso de los Tres. Tú serás su custodio.
- ¿Yo?
- En el Concilio te nombré vicerregente de Eriador, y no lo hice sólo porque crea en tu juicio y en tu buen hacer, sino porque te confiaría incluso mi vida – Gil Galad le miraba solemne, con un destello de orgullo en los ojos. El medio elfo se mordió el labio mirando de nuevo el aro dorado en su mano.
- En verdad tiene que haber alguien más preparado que yo para esta tarea… Suponiendo que tú tienes uno y que encontraste a otro custodio, seguro que puedes--
- No, yo no guardo ninguno – ante su mirada interrogante, continuó – No puedo ser el custodio de ninguno porque precisamente Sauron sabe que Celebrimbor vino a mí con Ellos. Irá a por mí, Elrond, y de encontrar uno encontraría los otros dos, y esto es algo que no nos podemos permitir…
Así que tengo dos custodios además de ti….
- Uno es Galadriel, y esa es la razón por la que Celeborn estaba tan preocupado… - Conjeturó, y Gil Galad asintió.
- Galadriel es la depositaria de Nenya, el Anillo de Agua y Círdan el de Narya, el Anillo de Fuego. Podría sin duda haberle dado uno a Celeborn, pero sería muy peligroso tener dos Anillos tan cerca, además de que estoy convencido de que no lo habría aceptado de ningún modo. En cambio, tú …
- Yo te prometí hacer cualquier cosa para ganar la confianza que has depositado en mí – respiró profundamente – Y no faltaré a mi palabra. Seré el custodio de Vilya.
Elrond cogió aire y bajo la mirada atenta de su Rey tomó el Anillo y lo introdujo en el índice de su mano derecha. Hubo un suave resplandor azul, el oro se acopló perfectamente a su dedo y elfo y Anillo fueron uno solo desde ese momento.
El medio elfo dio un respingo cuando un extraño poder intentó imponerse sobre su voluntad y, mientras se concentraba en no dejarse vencer, sintió una presencia ardiente y maligna que hizo que se sacara el Anillo instantáneamente.
- ¿Estás bien? - Ereinion tenía las manos en sus hombros y con preocupación le miraba respirar agitadamente. Elrond dejó una mano unos segundos sobre los ojos cerrados, llevándosela luego a la sien.
- Espero que no sea así siempre…
- Como le dije a los otros custodios, lo más sensato será que no os los pongáis. El poder de Sauron llega hasta los Anillos a través del Único, lo acabas de comprobar. Mientras lo tenga en su poder todo lo que se realice con ellos se torcerá y será para su beneficio.
- Lo llevaré al cuello entonces… - Murmuró Elrond mirando el Anillo relucir tenuemente azul en la palma de su mano. Una parte de él estaba aún horrorizado por la intrusión en su mente, pero otra quería ponérselo de nuevo y comprobar el poder que tan brevemente había sentido.
Con su mano, Ereinion cerró la de él sobre Vilya, y el peredhel le miró con sus ojos tan hermosos oscurecidos por la reciente experiencia.
- Como supones, no fue comentado nada de esto en el Concilio por ser un secreto, pero te he revelado el nombre de los otros custodios porque llegada la necesidad encontraréis apoyo unos en otros – hizo una pequeña pausa antes de continuar- Hemos de destruir el Anillo de Sauron aunque eso signifique declararle la guerra o nos destruirá con él -suspiró - Espero que no me odies por la carga que te he impuesto, Elrond… - Dijo, poniéndole una mano en el hombro, en su gesto una clara petición de perdón que no hacía falta decir con palabras.
- Ni aún cuando llegaran tiempos aciagos te odiaría, Ereinion…
Se abrazaron fraternalmente unos segundos y juntos volvieron a la fiesta donde, para disfrute de muchos, se estaba realizando una exhibición de cantos.
En el camino les acompañó el rasgar de un arpa y una voz dulce y hermosa que reconocieron incluso antes de ver a su dueño.
Amroth de Lórinand había tomado el lugar en que dejaran a Celebrían y tocaba una canción muy triste y melancólica, aunque no por ello menos deliciosa a los oídos.
Suddenly, oh, it seemed so clear
All the blindness was taken away
She closed her eyes and she called out my name
She was never ever never ever seen again...
- Con su carácter, espero que nunca le aflija una pena profunda… -Murmuró Gil Galad mientras observaba al príncipe de Lórinand.
-Yo también lo espero… -Comentó Elrond a su vez escuchando la letra de su canción, que hablaba de amores perdidos, tristeza y soledad sin esperanza.
She is gone and I fall from grace
No healing charm covers my wounds
Fooled's the dawn and so I am
Fooled by life and a bitter doom
To bring you the end of the day...
Sus ojos se posaron en Galadriel, que sentada sobre las piernas de su marido miraba a Amroth fijamente, una extraña expresión que mezclaba algún conocimiento oculto con una profunda compasión. De pronto se dio la vuelta como por un presentimiento y clavó en él la mirada.
El medio elfo se obligó a sonreírla a pesar de la oscura sensación que le ganaba cada segundo que Galadriel le miraba, los ojos azules penetrantes y profundos oscurecidos como océanos. Cuando ella le devolvió cándida la sonrisa, la sensación se desvaneció como si nunca hubiera existido.
- ¿Elrond?
- ¿Sí? – Respondió un poco despistado girándose de nuevo al Rey. Dio un respingo al ver a Celebrían tan cerca, y ella se rió dulcemente.
- ¿Podrías cantar algo cuando termine el príncipe Amroth?
- Cualquier cosa, por la dama más hermosa de Imladris…
Fëa= Espíritu
Lórinand = El nombre antiguo de LothLorien. Amdír era el Rey de Lórinand en esta época, antes que su hijo Amroth y evidentemente antes de la regencia de Celeborn y Galadriel
Nerwen= Es uno de los nombres de Galadriel
Ada = Pap
Adar= Padre
muin-sell nîn = mi querida niña/hija
Sulilad= Saludos
Herven= Esposo/marido
Hervess= Esposa/mujer
Mellon= Amigo
Eärendilion= Hijo de Eärendil
Hannon le = Gracias
Melon le= Te quiero
Nirnaeth Arnoediad = La batalla de las Lágrimas Innumerables, que fue librada por todos los pueblos de Arda contra Morgoth y que acabó con la muerte del Rey Fingon y de muchos más, debido en parte a que ciertos hombres traicionaron a los elfos cambiando de bando en mitad de la batalla
Peredhel= Medio elfo
Ost-in-Edhil = La ciudad de los elfos en Eregion, que fue fundada por Celeborn y Galadriel
La canción es Harvest of Sorrow, de Blind Guardian
