Hola, estoy aquí con un nuevo FanFic Elsana. La temática es completamente diferente a mi otro Fic (I Almost Do). Las personalidades de las protagonistas cambian un poco, Elsa se vuelve una chica mala del rock and roll, mientras que Anna se vuelve una hija de familia.

Aclararé que no son hermanas, como ya dije es universo alterno, fijado en la actualidad. De momento no tengo más que decir. I Almost Do esta por terminar, y quería publicar el primer capítulo de este, antes de cerrar IDO, así que... Bueno aquí esta.

¡Espero les guste!

FROZEN HEART

— Y para terminar… Estos son los estados de resultados del negocio con One International, como te darás cuenta padre, las utilidades se incrementaron 30% del balance previsto… Así que, en conclusión. Nos ha ido más que bien. — Dijo una joven de ojos grandes, celestes por cierto, cabellos naranjas, igual al cielo antes de ocultarse el sol, un rostro infantil, rasgo que le debía en parte a ese recorrido de pequeñas que punteaban sus pómulos y se acentuaban sobre el tabique de su nariz.

— Estoy sorprendido, Anna… — Respondió un hombre de cabellos rubios cobrizo, un modesto bigote y vagos rastros de canas a la altura de sus sienes. — Realmente lo estoy. — Repitió el hombre quien sostenía en ambas manos las hojas dadas por quien resultaba ser su hija menor. — Esta es sin duda una de las mejores épocas del año para Blaze Company. — Sonrió complacido, alzando la mirada hacía la joven.

Adgar Blaze, un hombre de aspecto completamente pulcro, recto, formal y sin duda muy estricto. Un hombre que a base de esfuerzo y trabajo duro, había sido capaz de fundar una de las empresas comerciales más influyentes de toda Europa, hacía negocios a lo ancho y largo del viejo continente. Blaze Company resultaba ser la encargada de intermediar tratos entre compañías, manejar asuntos financieros, contables, de logística, producción y administrativos.

— Estoy complacido. — Terminó por decir el hombre, dejando las hojas sobre el escritorio, y dedicando una sonrisa sincera a la pelirroja. — Ahora estoy convencido de que la compañía estará en buenas manos cuando yo falte.

— Por favor padre, no diga eso, aún nos falta mucho por aprender y no podríamos hacerlo sin su ayuda— Respondió la chica, quien vestía con la misma dedicación y pulcritud que su padre, usando un tono demasiado formal, no parecía que se dirigiera a su padre, sino más bien a su jefe.

Anna Blaze, una joven de apenas 22 años, recién graduada de la Universidad de Oslo, la más importante y prestigiosa del país, graduada con honores por cierto, siendo el mejor promedio de toda su generación. Chica de excelentes modales, principios y por supuesto educación.

— Anna tiene razón padre, aún tenemos mucho que aprenderle y estamos dispuestos a hacerlo. — Corroboró un joven pelirrojo, de cabellos y ojos ligeramente más oscuros que Anna. Peinado meticuloso, patillas largas y anchas, cuidadosamente afeitadas, y el mismo aire de formalismo y rectitud que Adgar y Anna.

Hans Blaze, el hijo mayor de Adgar Blaze y vicepresidente de Blaze Company, la mano derecha del hombre, mayor a su hermana por 4 años. Un joven sin dudar agraciado y bien parecido, de semblante sereno, aura tranquila y valores perfectamente definidos.

Adgar sólo sonrió con sinceridad al ver a sus dos hijos frente suyo, se sentía orgulloso de haber criado a un par de jóvenes de perfecta reputación, inteligentes, destacados y responsables.

— Bien, muchachos, creo que por hoy es suficiente. — El hombre mayor se puso de pie, ajustando su corbata. — ¿Les parece si cenamos juntos?

— Es una estupenda idea, padre. — Asintió Hans, mientras guardaba en su portafolio los papeles que había dejado sobre el escritorio de su progenitor, y aunque Anna imitó los movimientos de su hermano mayor, su respuesta no fue la misma.

— Oh, lo siento…Yo… Quedé con Rapunzel esta noche. — Se disculpó la pelirroja con las cejas fruncidas hacía abajo, justo después de oír a su padre suspirar con los ojos cerrados. No le agradaba tanto su amiga como a Anna le gustaría.

— La señorita Corona de nuevo. — Dijo Adgar acariciándose las sienes. — Es viernes, dudo mucho que vayan a cenar ¿Verdad?

— Por favor, padre… — Hans dejó salir una inofensiva risa, posándose tras el hombre y dejar una delicada palmada sobre el hombro de su progenitor. — Hablas como si fueran a cometer un crimen.

— No lo dudaría. — Murmuró el hombre mayor.

— Hm… — Anna encogió los hombros sintiéndose culpable, si bien Rapunzel era su mejor amiga, Adgar no le tenía mucha fe.

— Rapunzel es una buena chica y viene de buena familia, además… Mira la cara de nuestra pobre Anna. — Indicó Hans, señalando con la mirada a su hermana. — La estás haciendo sentir mal. — Apuntó Hans.

— Tienes razón, lo siento cariño… — Respondió el hombre hacía la joven. — Ve y no la hagas esperar, sólo prométeme que no habrá bomberos esta vez. — Dijo Adgar en son de broma.

— Ni paramédicos. — Agregó el pelirrojo, uniéndose a la broma de su padre, añadiendo además un guiño cómplice a su hermana menor.

Anna sonrió a su hermano, él siempre intervenía cuando era necesario. Se despidió de ambos con un beso en la mejilla, tomó su portafolio y salió apresurada de la oficina de su padre.

Se despidió del resto de personal que se encontraba entre pasillos, de forma recatada y profesional. Más al llegar a la planta baja y encontrarse con el conserje del edificio, se despidió del mismo con un sonado choque de manos y un par de infantiles risas provenientes de ambos.

El sol se había ocultado ya, terminando así otro día de trabajo para ella. Abajo, la esperaba ya un auto de la compañía, le dio las buenas noches al chofer y le indicó amablemente su destino. Dejando la mirada perdida en la ciudad, con una vaga sonrisa en el rostro. Hacía solo unos meses había empezado a trabajar en la empresa junto con su padre y hermano, se había esforzado mucho por llegar a la talla, siendo mujer… En un negocio liderado por hombres, le había costado en principio, por su juventud y género. Tanto que dudaba estar haciendo lo correcto, pero ahora se sentía casi completamente convencida. Había cerrado un par de tratos importantes, en las reuniones, celebraciones y eventos de la compañía o de otros socios, podía oír cómo se referían de ella. "El rubí de Blaze Company", la hija de Adgar Blaze, una verdadera prodigio, hábil para convencer a socios extranjeros y nacionales, inteligente, educada, una chica excepcional, que seguro lograría grandes cosas en futuro. Pero Anna Blaze no sólo estaba en las conversaciones de empresarios y altos ejecutivos, no… Además la prensa la había tenido bien vigilada, desde que la revista Time Noruega decidió poner a los Blaze en portada, bajo el título "El poder tiene apellido". Y es que después de todo Blaze Company estaba relacionada en casi cualquier proceso mercantil de talla alta en el país. Para su edad, Anna cargaba un importante peso sobre sus hombros.

— Y entonces le dije que no podía darle más de tres columnas, me miró mal y me dijo que ya sabría convencerme. — Dijo con una emocionada sonrisa una joven de cabellos rubios, muy largos por cierto y un par de esmeraldas por ojos, Rapunzel.

— ¿Y luego…? — Preguntó Anna, apoyando los codos sobre la barra, inclinándose con interés frente a su amiga.

— Y luego… — La rubia sol, se giró un poco, rebuscando algo en su bolso. Mientras que Anna seguía sus movimientos con una atenta curiosidad. — ¡Ta-Dan! — Cantó Rapunzel sacando de pronto un par de trozos de papel con forma rectangular, varias letrillas pequeñas, pero en medio unas un poco más grandes y gruesas, donde se podía leer sin problemas "Frozen Heart".

— ¿Y esto…? ¿Qué es…? — Preguntó Anna sin entender a la primera, haciendo que la entusiasmada sonrisa de su amiga cambiara de poco en poco por un semblante sombrío e indigno. — ¡Ah! ¡Tu banda favorita! — Completó de pronto Anna, recordando de hecho que su amiga estaba loca por el vocalista de Frozen Heart.

— Uf… — Rapunzel se llevó los boletos sobre el pecho y suspiró con alivio. — Por un momento creí que realmente no eras mi amiga. — Estaba tan sorprendida, ¿Sabes que se agotaron los tickets a las 2 horas de haber salido a la venta? Pensé que jamás conseguiría, estaba convencida de que no podría hacer nada pues mañana se presentan, pero jo, jo.

— No exageres, es sólo que nunca he oído mucho de ellos… — Se disculpó Anna, encogiendo los hombros un poco, tomando su vaso con ambas manos y sorber de la pajilla.

— Eso es porque a pesar de tener veintidós años, sigues escuchando la música que tu padre te sugiere… De hecho, haces todo lo que a él le gusta, eres como su versión de Barbie negocios. — Respondió divertida Rapunzel, dando un sorbo también a su trago. — No conozco a una sola chica de nuestra edad que no ame la música de Frozen Heart, claro… Excepto tú.

— Hey, eso no es cierto. — Anna frunció las cejas y abultó los labios de forma infantil contra la pajilla. — Yo sigo mis propios gustos, no los de mi padre. — Trató de defenderse Anna, colocando un puño contra la barra.

— Anna… — Rapunzel dejó caer sus hombros mirando a su amiga. — Te amo, pero es tiempo de que lo sepas… Es decir… — La rubia se giró hacía la pelirroja y la señaló con ambas palmas abiertas. — Mírate… Esas trencitas de niña buena, ese saquillo aburrido, la camisa abotonada hasta el cuello, la corbata… ¿De verdad estas usando corbata?, mira ese saco de rombos… Tan… Nerd y o sea… Tu falda, ¿Cómo es que siempre está perfectamente lisa? Y… Anna… Has pedido jugo de manzana… Pediste jugo de manzana Estamos en un bar, la gente viene por alcohol y tu… Y tu… Jugo de manzana

— ¿Q-Qué tiene de malo? — Preguntó Anna, tratando de cubrirse así misma con las manos, sintiendo un vago ardor de calor posarse sobre su rostro.

— ¿Y lo preguntas? — Rapunzel resopló y negó, dando otro trago a su bebida.

Anna se sintió incomoda, miró alrededor, aunque nadie parecía mirarlas a ella realmente, era la única vestida tan… "así". Y es que, había algunas otras mesas con chicas y chicos de estilo oficinista, pero ella lucía más recta que el resto. La mayoría ya habían aflojado sus corbatas, desabotonado un poco sus camisas, arrugado sus sacos. Anna permanecía intacta.

La pelirroja empezó a burbujear su jugo, soplando contra el popote, se sentía incomoda. La rubia sol se dio cuenta, y sintió un golpecillo de culpa sobre su pecho. Sonrió de lado con arrepentimiento, apoyando una mano contra el hombro de su amiga.

— Ah… Sólo estaba jugando, no te lo tomes en serio… — Anna volteó a verla con una expresión tristemente ingenua. — Además, la solución está aquí… — Entonces la rubia alzó de nueva cuenta los boletos hacía el rostro de Anna. — Iremos, son boletos vip, no podemos desperdiciarlos.

— ¿Ah? — Anna arrugó el entrecejo en confusión. — Pero… ¿No es una banda de rock? Yo no… — La pelirroja parecía tener una excusa lista, como cada vez que Rapunzel le proponía algo que no tuviera que ver con su mundo de perfecta postura.

— No, no, no… — La rubia se adelantó y colocó el dedo índice sobre los labios de la pelirroja. — No quiero que digas nada, irás y punto… Necesitas desenvolverte en otros ambientes… Te la pasas encerrada en la empresa de tu padre, necesitas salir más, a veces siento que… — Rapunzel apagó un poco su semblante. — Que ya no eres la Anna de antes, cada vez estas más ocupada y más alejada… Pensé… Que… Ir contigo sería como en los viejos tiempos… — Confesó sincera.

Ambas se conocían desde la escuela, y Rapunzel había podido notar como su mejor amiga había cambiado un poco al pase de los años. Cuando ambas eran adolescentes, no había quien las separara, Anna solía ceder fácilmente ante las ocurrencias de Rapunzel, se metían en problemas, y conseguían escabullirse fácilmente por casi cualquier sitio, aquella época estaba llena de aventuras, que la rubia recordaba como grandes hazañas, mientras que Anna ahora las veía como juegos de niñas inmaduras. Pero ciertamente la confesión de su amiga le había hecho sentir mal, el trabajo en la compañía las había distanciado algo.

— Bien, creo… Un concierto no me matara ¿Cierto? — Anna sonrió alzando un poco los hombros, dándole una respuesta afirmativa a su amiga. Quien emocionadamente grito y saltó sobre su asiento para abrazar con extremo agradecimiento a la pelirroja.

Rapunzel Corona, resultaba tener justo la misma edad que Anna, mayor tan sólo por un par de meses. Al igual que la pelirroja, provenía de una familia adinerada. Su padre era el jefe de una gran editorial y había dejado a cargo a su hija como editora en jefe de una de las revistas más influyentes de música de todo el país. El trabajo de Rapunzel no era realmente difícil, después de todo le encantaba, así podía sacar provecho siempre, como en esta ocasión, consiguiendo boletos para el concierto que la banda Frozen Heart daría en la capital de país. Y tal y como había dicho la rubia, todo el público joven estaba más que fascinado con la onda rockera que ofrecía la banda, sin duda, era la agrupación del momento. Que si bien, no era una banda de rock pesado, tenían facha. Anna había conseguido ver alguna vez publicidad de ellos, pero era sincero decir que jamás les había prestado atención, sin importar cuantas veces Rapunzel le hubiese mostrado fotografías del vocalista y algunas veces de los demás miembros.

De cualquier modo Anna había aceptado ya, sólo necesitaba inventarle algo a su padre para mañana, pues si él se enterara que iría a un concierto de música como esa, jamás lo aceptaría.

La noche transcurrió con normalidad, Anna llegó a su departamento, estaba tan casada que cayó como un tronco contra la cama. Rapunzel durmió entre ropa, afiches y los CDs de su banda favorita, muerta de emoción por que mañana iría en compañía de Anna a su concierto.

Cuando el sol estaba por salir, entre sábanas blancas se removió un cuerpo, despertando apenas, con un peculiar dolor de cabeza. Se sentó en el borde de la cama, dejando que sus desnudos y pálidos pies tocaran el frío y oscuro suelo.

La figura que resultaba ser femenina, se pasó una mano por el rostro, como tratando de revivir de ese modo todos sus recuerdos de la noche anterior. Se veía así misma, entre música, humo, risas, luces de neón, tragos de todos colores, botellas.

Aquella chica se puso de pie, tomó del mueble juntó a la cama su chaqueta, sacando de ella una cajetilla con cigarrillos, acomodar uno en sus labios y luego sacar el mechero, miró hacía la cama de reojo. En ella descansaba otro cuerpo, una chica también, de cabellos castaños y excelentes proporciones, pero no le dio importancia, ahora con una camisa sin abotonar, salió a la terraza de la suite.

Se sentó en uno de los sofás del exterior, quedando con el torso inclinado hacia el frente y los codos sobre las rodillas. El sol aún no salía, el cielo dibujaba un matiz de azul oscuro, purpura, rosado y muy muy por debajo un amarillo tentado a dominar por completo el firmamento.

La rubia con el cigarrillo encendido entre los labios dio una profunda calada, mientras miraba con los ojos entrecerrados hacía el horizonte. Todo parecía tan silencioso y tan calmado, cerró los ojos por un momento y más imágenes de la noche anterior volvían a su mente. Aquella castaña en su cama, el juego de pasiones que empezó con coquetas miradas, sonrisas, tragos, besos, atrevidas caricias y un par de palabras que habían sido suficiente para dejarlas en aquella habitación de hotel.

Aunque en realidad, no tenía que esforzarse mucho por recordarlo, pues… Noches como la anterior, habían empezado a ser casi una rutina suya, desde no sabía exactamente cuánto tiempo atrás. Había sido lo mismo, la noche, de anoche, de anoche… De anoche.

Salir con sus amigos, poner la vista en el blanco, una chica linda que casi siempre iniciaba el juego de miradas, acercarse, escucharlas, fingir interés en lo que tenían que decir, avanzar, aceptar, proponer si era necesario y en un dos por tres tenerlas frente a ella, quitándose la ropa, dispuestas a complacer el más íntimo de sus deseos.

Conocía a la perfección ese ciclo, de chicas y errores. Era sencillo, amarlas por una noche y odiarlas para cuando la mañana aterrizara sobre el cielo.

El cigarrillo acumuló demasiada ceniza, la rubia beige lo presionó contra el cenicero, apagándolo sin haberlo disfrutado por completo. El sol saldría pronto, debía irse antes de que su acompañante despertara. Ducharse con agua fría, vestirse, recoger sus pertenencias, mirar el ingenuo rostro durmiente de su 'victima' y sin ninguna expresión en particular abandonar la habitación. Añadir a su vestimenta una bufanda oscura, que cubría todo su cuello y la mitad de su rostro, un par de gafas de sol cuadradas, grandes, tanto como para apenas dejar ver su pálida nariz y como la cereza del pastel, una boina negra también, que podía recoger gran parte de sus rubios cabellos.

Ver salir a personas de un hotel por la mañana temprano, puede ser bastante sugestivo, se presta a interpretaciones que no siempre son erradas, sobre todo tratándose de una chica tan joven y bella. Pero ¿Somos humanos no? ¿Por qué tomarse tantas molestias para no ser reconocida al salir de semejante sitio? Bueno, las cosas cambiaban tal vez si esa joven se tratara de una figura pública, alguien cuyo nombre sea el blanco de revistas, periódicos, noticieros, programas de televisión… Alguien quizá, miembro de una importante banda, la banda de rock del momento. Alguien como la guitarrista de Frozen Heart.

— ¿Todo bien? — Se escuchó una delicada voz al otro lado de la línea.

— Si, ¿Flynn te llevó a casa? — Preguntó la rubia contra el teléfono, mientras seguía su desapercibido camino por la acera.

— No, él se ofreció, pero preferí volver sola. Flynn y Kristoff se fueron con un par de chicas, y sabes que esas cosas no me van. ¿Qué tal te fue a ti? — Preguntó la voz contraria.

— Bien, lo de siempre. — Respondió con indiferencia.

— Elsa… Sé que no te gusta que te diga estas cosas, p… — La chica de la otra línea fue interrumpida.

— Entonces no las digas, Giselle. — Cortó la rubia y prosiguió. — Llámame cuanto todos estén listos para el ensayo.

— ¿Estarás ocupada? ¿Qué tal si en lugar de desayunar sola, me acompañas? — Se ofreció la chica de dulce voz.

—. . . — La rubia se detuvo en medio de la acera por un momento, guardó silencio por unos segundos y luego respondió por fin. — Pasaré por ti en 20 minutos, espérame lista. — Ni si quiera se molestó en esperar respuesta, dicho eso, terminó la llamada y devolvió el móvil a su chaqueta y así seguir su camino, hasta detener al primer taxi que se atravesó.

Esa era Elsa Wind, con 24 años de edad tan sólo, joven, hermosa y muy talentosa. Usualmente las bandas suelen tener como dios y principal atracción a sus vocalistas. Pero Elsa a pesar de ser la guitarrista y vocalista ocasional, o apoyo de voz, sin duda se llevaba la gloria que no le llegaba al vocalista principal Flynn Rider. Era esa apariencia seria, misteriosa, hasta cierto punto ruda, fría, vanidosa, egocéntrica y en algunas ocasiones grosera que hacían a Elsa una perfecta rockstar. No sólo su actitud, un rasgo que volvía locas y locos a sus seguidores era el estilo para vestir que tenía la rubia. Los colores oscuros siempre le iban, chaquetas de cuero, con estoperoles, cruces de metal, pantalones rasgados y sumamente entallados, botas con broches rudos y a veces difíciles de atar. Las muñecas cubiertas por pulseras gruesas. El cabello originalmente arreglado hacía atrás, no había otra chica en la industria que hubiese atinado a un look como ese, añadiendo una elegante trenza en medio de tanta 'oscuridad', colgando contra uno de sus hombros. Sin duda, el estilo de Elsa era icónica para la banda.

— Ah, qué bueno que llegas… — Sonrió un joven castaño al ver a Elsa entrar al comedor en que se vería con Giselle.

— ¿No es muy temprano para que estés aquí? — Preguntó Elsa, quitándose la bufanda, gafas y boina, dejándolas a un lado.

— Bueno, no quería lidiar con las chicas, así que se las deje a Kristoff, los dejé dormidos como bebés. — Río divertido el castaño subiendo una taza con café hasta sus labios.

— Creí haberte pedido que trajeras a Giselle de vuelta. — Dijo Elsa, casi con regaño en su voz, mientras pasaba por el lado de su amigo, quitándole la taza de las manos y así sentarse a un lado, dejando un sorbo sobre la bebida caliente.

— No lo regañes. — Apareció Giselle tras ellos, la pelirroja llevaba un camisón blanco, con encajes a las faldas y tirantes delgados cubriendo sus hombros. Usualmente, el punto de encuentro después de una noche de fiesta, resultaba ser el apartamento de la pelirroja. — Te dije que yo había decidido volver sola, Flynn no tiene la culpa. — Sonrió amablemente la chica, dejando una bandeja con wafles en el medio de la mesa.

— Egh, no te ofendas Gi… — Dijo el castaño a la pelirroja y luego se giró para mirar a Elsa. — Pero dime, ¿Por qué siempre me dejas la tarea de llevarla a casa? ¿Qué el tonto de Kristoff no es hombre también? — Se quejó el muchacho, cruzándose de brazos.

— Kristoff se embriaga fácilmente. — Replicó Elsa, realmente sin prestar atención a la discusión, mirando con más interés el diario de aquel dia, sorbiendo de nuevo la taza sin mirar a su amigo y compañero.

— Vamos, vamos… — Giselle volvió a sonreír con premura, sirvió una nueva taza con café al castaño. — No peleen, comamos antes de que se enfríe. — Se sentó junto con ellos, preparando para cada uno una orden de waffles, adornados por un poco de fruta y encima de ellos, miel para Eugene, jalea para ella y por supuesto chocolate para Elsa. — ¿Creen que Kristoff tarde mucho en llegar? — Preguntó la pelirroja preocupada con un dedo apoyado contra su mejilla.

— Feguro, ef un tontfo…— Dijo Eugene con la boca llena, espero un momento y tragó el bocado. — Tendrá que invitarles el desayuno a las chicas. Todo por no despertarse primero.

— Ah, deben parar esta mala costumbre suya… No pueden ir por aquí y por allá durmiendo con cualquiera. — Dijo a modo de sermón Giselle mientras cortaba un trozo de su waffle.

— Hey, conseguir chicas lindas para diversión era sólo mi pasatiempo… — Se defendió el castaño. — Pero luego mis pequeños rubios me siguieron el juego, y si me permites decírtelo Gi, deberías intentarlo. Es muy, muy, muy placentero. — El muchacho alzó las cejas de arriba hacia abajo, tratando de convencer a la pelirroja, logrando que esta sólo lo mirara con incomodidad. — Además, eres la única de los cuatro que aún no se aprovecha de su fama para conseguir noches divertidas.

— No estoy interesada, lo sabes. Pero agradezco la invitación. — Respondió con la misma sonrisa de antes, quizá con algo de vergüenza encima.

— Eso es genial. Ya tenemos suficiente con las chicas que Elsa nos quita. — Apareció un rubio y fornido muchacho de pronto tras ellos, con la camisa algo desalineada, con manchas de labial rojo por todo el cuello.

— ¡Pudiste llegar! — Giselle se puso de pie contenta, tomando en seguida un plato y así preparar el desayuno para su amigo, waffle, fruta y crema por encima. Conocía perfectamente los gustos de sus compañeros. — Ven, siéntate, temíamos que no consiguieras venir a tiempo, incluso Flynn estaba seguro de que desayunarías con tus… Ehm… ¿Amigas?

— Si, fue duro escapar… — Kristoff se sentó junto a Elsa, miró mal al castaño, quien silbaba mientras se miraba las uñas. — Porque cierto "amigo" me dejo sólo en la guerra. — El rubio suspiró y se dejó caer en el respaldo de la silla. — Me sentí como en una película de Indiana Jones, versión mayores de edad… Apenas y pude salir.

Giselle rió por la analogía de su amigo, Flynn no pudo evitar hacer otro comentario que encendiera más la leña de la broma y Elsa sólo negó sonriendo, a pesar de ser diferentes, los cuatro se llevaban bien, eran realmente buenos amigos.

Flynn Rider, cuyo nombre real resultaba ser Eugene, pero que según él había decidido cambiar por motivos "artísticos". Era el vocalista y principal "rompe corazones" de la banda, su apariencia podría ser fácilmente descrita con una palabra: metrosexualidad. Su actitud era la de un completo casanova, sin mencionar esa chispa que tenía para hacer reír a la gente, sarcástico, burlón y bastante juguetón. Siempre salía ventajoso en las situaciones. Vivió en orfanatos toda su vida, pero a pesar de no tener una familia como tal había conseguido llegar lejos, encontrando a su verdadera familia en la banda, todos eran como sus hermanos pequeños, él era el mayor… Y en palabras de Kristoff, el peor hermano mayor ficticio que pudiera haber tenido.

Kristoff Bjorgman, el baterista, tenía esa apariencia que haría a cualquier voltear la mirada, alto, rubio, de complexión bastante atlética. A diferencia de Eugene, el disfrutaba la ropa más masculina, hasta cierto punto más simple y tosca. No era famoso por su buen gusto para vestir, sino por su talento con las baquetas y tambores; y claro, por sus fornidos pectorales, bíceps y todo lo que quedara a la vista mientras el sudor en el escenario hiciera posible que la ropa se ajustara a más no poder contra sus músculos. Era torpe con las palabras y fácil de engañar, siempre era el conejillo de indias de Flynn.

Giselle Andalasia, la tecladista y compositora junto a Elsa. Giselle provenía de una familia conservadora y de principios arraigados. Sus padres nunca estuvieron de acuerdo a que se dedicara a la música, sin embargo a ella le fascinaba. Terminó huyendo de casa, y dedicarse de lleno a su pasión. Era como la madre del grupo, se preocupaba por que todos se mantuvieran unidos, saludables y en armonía. Si alguno se enfermaba, era la primera en preocuparse, si hacía frío o lluvia los mandaba a colocarse una chaqueta antes de salir. Flynn solía decir que él y Giselle eran los padres de Elsa y Kristoff por ser los menores.

— Estuvo delicioso, gracias Giselle. — Dijo Elsa palpando su boca de forma delicada con ayuda de la servilleta.

— Hey, hey, no seas irrespetuosa con tu madre. — Se burló Flynn jugando. — Sólo yo puedo llamarla por su nombre. Kristoff, enséñale a tu hermana como se dice. — Codeó al rubio, quien apenas terminaba su último bocado y así hablar con la boca aún ocupada, siguiendo el juego de Eugene.

— Eftuvo delifiosfo, grafias mamá. — Dijo Kirstoff, para luego limpiarse la boca con la manga de la camisa.

— De tal palo, tal astilla. — Murmuró por lo bajo Elsa, aceptando al final el juego del par de tontos que eran sus amigos. — Que tal si dejamos de jugar a la casita… Y pensamos en lo importante. — Dijo la rubia poniéndose de pie.

— Cierto. — Se levantó entusiasmada Giselle. — Esta noche… ¡Hay que dar lo mejor! — Propuso la pelirroja dejando la mano en el centro de la mesa.

— Siempre lo hacemos… — Dijo Kristoff, colocando su mano derecha encima de la de Giselle.

— Porque somos los mejores. — Añadió Elsa colocando la mano encima de la del rubio. Así los tres miraron a Eugene quien aún estaba sentado, mirándolos incrédulo.

— Ah, ¿De verdad tenemos que hacer esto? Ya estamos grandecitos. — Dijo sin ponerse de pie el castaño. Pero bastó con que Elsa carraspeara casi con molestia para que el chico se pusiera de pie. — Ok, ok… Me siento como miembro de los Power Rangers cuando hacemos esto… — Murmuró muy bajo y apoyó la mano encima del dorso de Elsa, para terminar diciendo. — Porque somos…

— ¡Frozen Heart! — Los cuatro alzaron las manos al unísono, con sonrisas victoriosas, seguras y determinadas. Era una vieja costumbre suya hacer ese pequeño gesto, la mañana antes de cualquier presentación.

CONTINUARA…