James yendo de arrogante por la vida pero, en realidad, ser una persona llena de miedos e inseguridades es lo más bonito que hay. Dejadme con mis headcanons.


Promesas

-James, tenemos que hablar.

Oh, oh, mal rollo. James sabía de sobra que ese día llegaría, temía el momento en el que ella le dijera lo que él llama "las tres palabras de la muerte". Tenemos que hablar. Porque, obviamente, las tres palabras de la muerte no auguran nada bueno. Está más que claro que se va a desencadenar algo catastrófico. Y como James sigue teniendo ese deje infantil, esa personalidad que aún no ha abandonado la niñez, se hace el loco. Hace como que no ha escuchado, pensando que si evita la situación, nunca llegará a producirse.

-James, ¿me estás escuchando? Tenemos que hablar, es importante.

Se acabó. Sabe que la ruptura es inminente. Suspira y cierra los ojos, masajeándose las sienes con las yemas de los dedos. Pensando. Le viene a la cabeza la imagen del día de su boda. Ella estaba tan hermosa, con el vestido blanco de cola, el pelo rojo como la sangre recogido en un elegante moño. Y sus ojos. Esos ojos verdes tan profundos, que irradiaban un brillo y una alegría especial, una alegría que le dedicaba a él y sólo a él.

Se levanta de la butaca en la que está sentado, hundido, y se dirige hacia ella. Lo tiene asumido, en realidad nunca ha llegado a comprender por qué una mujer tan perfecta como Lily pudo llegar a casarse con alguien como él. Piensa que tal vez ha sido por hastío. James le dio tanto la pelmada durante los años de colegio, que Lily se casó con él para que la dejara en paz. Sí, ha tenido que ser eso. Y ahora que ya le ha dado todo lo que le podía dar, se prepara para dejarle. Todo cuadra en la mente del moreno, pero no quiere resignarse, no se atreve. El sólo hecho de pensar que Lily le va a dejar le hace sentirse enfermo, mareado y débil. Le hace sentirse otro. Porque James no es capaz de imaginarse a sí mismo si no es con Lily a su lado.

-James... Sé que tú no querías esto, o que no lo querías aún...

Lily le coge de las manos. ¿Aún? Él nunca querrá que ella se vaya. Ve cómo la pelirroja abre la boca para seguir hablando y él se prepara para recibir el golpe de gracia, la estocada final, la sentencia que sigue a las tres palabras de la muerte.

-Estoy embarazada.

James se queda mirándola, traspasándola con la mirada, incapaz de creer lo que le ha dicho. Es algo tan inesperado, tan... tan... No encuentra palabras para describir cómo se siente.

-Dijiste que querías esperar, pero estas cosas pasan y ahora tendremos que...

-¡Lily, es maravilloso!

La abraza por la cintura, alzándola del suelo y dando un par de vueltas sobre sí mismo. Siente que el corazón le late a toda velocidad, transmitiendo la más inmensa alegría a cada rincón de su cuerpo. Alegría, cariño y amor hacia aquella mujer que tiene frente a sí y también hacia la criatura que está creciendo dentro de ella.

-Entonces... ¿Te hace ilusión?

-Lily, cualquier cosa que vaya a compartir contigo me hace ilusión.

La besa. La besa suspirando de alivio al saber que ese beso no será el último, dejándose el aliento en transmitirle todo lo que significa para él.

-Te quiero, pelirroja.

-Siempre lo has hecho, eso no es nada nuevo.
Lily esboza una sonrisa burlona.

-Prométeme que nunca vas a apartarte de mi lado.

-¿A qué viene eso, James?

-Prométemelo, por favor.

Él le dedica una mirada tan llena de súplica que ella no puede más que sentir ternura.

-Nunca me apartaré de tu lado. Prometido.

Y las promesas de Lily Potter son tan fuertes, que ni siquiera la muerte sería capaz de romperlas.