N/A: Pues no salió como esperaba pero da igual, aquí esta. Me tomé demasiadas libertades con respecto al proceso de una boda y probablemente sea algo OOC, pero bah. Mi sentido del humor anda muerto, así que no esperen mucho. Por cierto, lo subí sin editarlo mucho, pero gracias Frany por acordarme xD

Semana OkiKagu Día 2: Boda [Grupo de Facebook: Amamos el OkiKagu/We love OkiKagu]


Todos los "invitados" están en sus posiciones y el maestro de ceremonia junto a Sougo esperan pacientemente en el altar; apenas se da la señal, la ceremonia da inicio.

Música inunda el lugar y las damas hacen su entrada junto a sus respectivos acompañantes. Como ninguno conocía niños—gracias al cielo—Kyuubei ofreció su mono para llevar los pétalos de flores y, considerando que no arroja ningún puñado como proyectil durante el trayecto, Sougo lo toma como una victoria. Finalmente, el cambio a la marcha nupcial anuncia el turno de la novia y todos se levantan, esperando su entrada, mientras él repasa el plan en su mente una vez más.

Cuando aparece al pie del pasillo, Sougo solo es capaz de verla a ella.

Kagura trata por todos los medios de mantener la calma, simplemente tiene que caminar por unos metros y listo. No hay razón para estar tan nerviosa. ¿Qué es el sádico quien la está esperando? Pff, detalles. Este es un trabajo. Nada más ni nada menos.

Recorre con la mirada el lugar y nota que dicho sádico la observa fijamente. Bueno, era de esperarse, tienen que pretender. Pero es que el imbécil sigue con su rostro inexpresivo y carajo, al menos podía tratar de fingir felicidad.

Aparta la mirada pero aún siente la de él sobre ella y la manera en que la ve si bien no demuestra emoción alguna, es intensa, muuuy intensa. Y eso le revuelve el estómago.

Siente como Gin aprieta su mano y se muerde la lengua para no brincar de la sorpresa. Que se le ha olvidado que lo tiene al lado.

Cuando por fin detuvieron su andar, Gintoki le lanza una mirada asesina que está seguro no es fingida y tomando la mano de Kagura, la deposita sobre la suya.

Ya, que no es la primera vez que se toman de las manos, pero la situación sí que es nueva para él y con una delicadeza de la que ni sabía era capaz, guía a Kagura hasta tenerla a su lado. Encaran al maestro de ceremonia y escuchan como los invitados toman asiento a sus espaldas.

Oficialmente inicia la misión.

El idiota aun no le suelta la mano y Kagura no sabe si apartar la suya o no. ¿Es así como se supone debe ser? Es su primera boda—maldita ironía, a la que atiende, no en la que participa (aunque eso también)—, no tiene ni idea de cómo se hacen las cosas.

Se recuerda por milésima vez que es una farsa y, como el resto de las veces, no le funciona para nada.

–Estamos aquí para unir en matrimonio a Okita Sougo y Kagura del clan Yato—

Carajo, ¿cómo es que terminaron en esto?

Ah, cierto. Maldito Gin, que cuando le prometieron pagarle la vendió así sin más.

En retrospectiva, tal vez haya sido su culpa. Pero él qué iba a estar sabiendo que el culpable de los ataques recientes a las bodas malinterpretaría su relación con la China y los amenazaría. Y claro, cómo no, con la excusa de que era una oportunidad única para atraparlo—que sí lo era—Kondo y Hijikata prácticamente lo obligaron a participar en esta farsa y se las arreglaron para convencer a la Yorozuya de tomar parte también. Aunque, para ser sinceros, lo que más le molesta es que la China haya accedido.

A ver, que ellos pasaban discutiendo y peleando y mientras él es capaz de actuar como si no fuera así, esa salvaje no.

O eso se suponía.

Sougo la mira de reojo y la ve revolverse ligeramente en su lugar y sabe que está haciendo un esfuerzo sobrehumano—ella ni es humana—para seguir adelante con el plan. Nota, también, con disgusto—hacia sí mismo—que el vestido, el cabello trenzado y el poco maquillaje que anda la hacen ver hermo—; que no le quedan tan mal. Sí, eso.

Ella le lanza una mirada rápida y hace una mueca, seguramente conteniendo las ganas de partirle la cara.

Malditos pobretones, ¿es que harían lo que fuera por dinero?

Una furia irrazonable lo invade y trata de concentrarse en la misión, que andar pensando en pendejadas no va a ayudar en nada.

Kagura se pregunta por qué demonios la sigue mirando.

Cuando la recorre con la mirada ya no lo soporta y lo mira por el rabillo del ojo, confundida. Él aparta la mirada de una buena vez y ella siente sus hombros relajarse. Aprovecha entonces para examinarlo. Digo, si él lo hizo, ¿por qué ella no?

Su cabello está arreglado hacia un costado, dejando al descubierto su rostro, y usa un traje de tres piezas color negro y ella quiere matarse porque, joder, ¿tiene que verse tan bien? No había necesidad de empeñarse tanto en lucir bien.

Decide, entonces, que cuando aparezca el idiota que arruina bodas le va a romper la nariz y unos cuantos dientes por hacerla sufrir tal martirio.

Hablando de eso, ¿no se estaba tardando? A ella le dijeron que el tipejo comenzaba a actuar en cuanto los novios estaban en el altar y de eso ya hace un rato.

Algo va mal, piensa Sougo, no ha sucedido nada. Tampoco es que sea tan raro, tomando en cuenta que él y unos cuantos otros forman parte de la policía; a alguno ha de haber reconocido.

Esta vez voltea hacia el otro lado y atrapa la mirada de Hijikata y Kondo, quienes parecen estar pensando lo mismo. Levanta una ceja en forma de pregunta y su comandante niega ligeramente con la cabeza, lo que él sabe significa que continúen.

–Okita Sougo, ¿acepta por esposa a Kagura del clan Yato?

Mierda, ¿ya van por esa parte?

–Kagura del clan Yato, ¿acepta por esposo a Okita Sougo?

Hijos de la muy grandísima puta, le habían dicho que se acabaría antes de siquiera llegar a esa parte.

¿De verdad tiene que responder? El maestro de ceremonia lo mira expectante y le ofrece una sonrisa y él se pregunta qué tan mal estaría borrársela a punta de espada. Pero Kondo dijo que siguieran con la misión y seguirla es lo que va a hacer.

–Sí, acepto.

Oook, aunque siente como si fuera a vomitar, pronunciaría esas palabras. Es que a ella también le hacía ilusión la paga que le prometieron.

–Sí, acepto.

El maestro de ceremonia acomoda una hoja de papel frente a ambos y ve al sádico firmarla para ofrecerle el lapicero al terminar, ella lo toma y asombrándose de que hasta consiguieron un acta de matrimonio falsa, lo firma. Proceden a pedirle a los testigos que hagan lo mismo y de su lado lo hace Soyo—cuando se enteró quiso participar también—y del lado del sádico lo hace el gorila. El hombre que ha dirigido todo el evento se ve muy satisfecho consigo mismo y anuncia que sigue el intercambio de anillos.

Mierda.

No sabe cómo carajos lo permitieron, pero el perro enorme de la China camina entre el pasillo llevando los anillos.

No, alto. ¿De dónde sacaron anillos?

Le basta con ver la sonrisa de la princesa para saber quién fue la responsable.

Sadaharu milagrosamente no lo mordió cuando tomó la almohadilla y ella no sabe si estar orgullosa de su perro o no.

¿Qué la ceremonia no se estaba acabando? ¿Y el criminal?

El sádico la mira a los ojos, toma su mano y la ubica entre ambos y ella siente el estómago dar vueltas nuevamente por lo que mira a Gin en pánico. La pierna le está saltando por los nervios y Kagura siente la necesidad de gritarle que todo esto fue su culpa.

–Yo, Okita Sougo –mierda, de verdad lo está haciendo– te tomo a ti—

Mierda, que tiene que decir su nombre. Se le había olvidado.

Hay un silencio sepulcral y hasta él se está comenzando a sentir nervioso pero continúa con fluidez.

–…Kagura –su nombre se siente extraño en sus labios–, como esposa y prometo –mierda, que lo que sigue es una cursilería–, serte fiel y cuidar de ti en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.

El silencio es ensordecedor. ¿O es que realmente no puede escuchar nada? Joder. Joder.

La sensación del anillo introduciéndose en su dedo no la desconcierta tanto como la persona que lo está haciendo.

Esto no fue lo que le prometieron, no se vale.

Siente como aprietan su mano y sube su mirada—¿pero cuándo la bajó hasta sus manos?—, Sougo le hace un gesto de exasperación y repentinamente recuerda que es su turno.

Maldita sea.

–Yo, Kagura, te tomo a ti –obviamente ella también hace una pausa aquí, pero no es hasta que él le aprieta su mano nuevamente que retoma sus palabras– Okita… Sougo…, como esposo y prometo serte fiel y cuidar de ti en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.

Mierda, mierda, mierda, re-contra-mierda.

Lo que sigue lo hizo sudar frío.

Tan concentrada estaba en no olvidar las líneas que ni pensó en lo que implicaba decirlas.

Con voz alegre y poderosa, el maestro de ceremonias los declara marido y mujer. Y como golpe final suelta:

–Pueden besarse.

Puta.

Nadie habla, nadie se mueve y solo una persona tiene una sonrisa en la cara.

Decidido, sí se la borraría.

Ella solo lo observa y él hace lo mismo. No saben cuánto tiempo ha pasado ya pero ninguno parece que vaya a reaccionar próximamente. Saben que los miembros del Shinsengumi mezclados como invitados más la Yorozuya y sus asociados tampoco lo harán.

El maestro de ceremonia hace un chiste inapropiado sobre la timidez de ambos y algo dentro de ellos se enciende.

Sus conocidos ven venir el desastre.

Lo pueden ver en los ojos del otro, es la guerra. El que se acobarde, pierde. Así es como son ellos.

Sougo posa su mano en la nuca femenina y Kagura atrapa entre las suyas la camisa masculina. Comparten una última mirada y ambos se lanzan a por los labios del otro.

Empieza como un choque de voluntades —metafórica y literalmente—. Es violento, sin ni una pizca de romántico. Ambos se desafían con la mirada y Sougo comienza a mover sus labios. Kagura se sonroja levemente y sabe que lleva las de perder, porque sea como sea es la que cuenta con menos experiencia. Pero como ella es una mala perdedora, rodea el cuello del adversario con su mano y comienza a jugar con el cabello de Sougo, halando no tan suavemente de vez en cuando.

Esto le provoca a Sougo perder la concentración por un momento, situación que ella aprovecha e introduce su lengua. Su jadeo se pierde entre los de los "invitados" pero él sabe que ella sí lo escuchó al sentir la sonrisa formarse en sus labios y al verla en sus ojos. Él hace todo lo posible, de verdad que sí, pero no puedo evitar ruborizarse

Hija de perra. Eso sí que no se lo perdona.

Con su mano libre la atrapa por la cintura y la acerca lo más que pueda hacia él, poniendo su lengua a trabajar. Pronto la batalla de voluntades tiene lugar en la boca de ambos y se define a puro músculo. Con cúal, todos sabemos…

Shinpachi hace rato que está desmayado, pero los que siguen viendo como el par de chiquillos se comen la boca entre sí—era más que eso, pero nadie se atrevía a ponerlo en palabras—han tenido suficiente y deciden ponerle fin a tan estúpida e indecorosa pelea.

Gintoki está que echa humo por las orejas, tanto de vergüenza como de rabia, y da un paso al frente simultáneamente que Hijikata camina y estira su brazo para tomar a Sougo por la chaqueta; pero ninguno de los dos lo logra porque Soyo se posiciona con la pareja de espaldas a ella y estira ambos brazos, cortándoles el paso.

Antes de que se pronuncie palabra alguna, se lleva el dedo a la boca, indicándoles que guarden silencio. Renuentemente, ellos obedecen. Satisfecha, Soyo gira una vez más y observa el momento justo en el que los ojos de Kagura y Sougo se cierran finalmente y el beso se vuelve menos apasionado, pero con la misma intensidad.

Se separan uno del otro después de lo que parece una eternidad y saben con una certeza abrumadora que algo en su relación cambió; algo que no están listos para nombrar ni mucho menos aceptar. Evaden verse a los ojos y es así como se dan cuenta de la audiencia que presenció el espectáculo que acaban de dar.

Bueno, mierda otra vez.

No sabe cuántas veces han dejado sin palabras al resto de personas pero esta es sin duda la más incómoda.

No fue su intención besarla así, pero es que con ella siempre se trata de quien es mejor y carajo, que le dio muy buena pelea. Obvio, pasó lo que tenía que pasar—lo que pasó—.

Alguien en el fondo se aclara la garganta y la acción tiene un efecto desparalizante, porque el lugar pasa de ser un cementerio a un mercado en plena hora pico.

Lo que capta su atención es el par de ojos de pez muertos que lo decapitan con la mirada.

Kagura ve con aburrimiento—fingido, eso sí—como Gin zarandea a Sou—, al sádico de un lado a otro mientras le grita que perros no tienen derecho de tocar a humanos y que si le pega las pulgas se las va a pagar, para luego retractarse y decir que mejor se lo pague de una vez y ella no sabe si está hablando de molerlo a golpes o realmente de dinero.

Rueda los ojos y atrapa a Soyo mirándola con una enorme sonrisa en su elegante rostro que la hace recordar porque son hermanas sádicas.

Abre la boca para defenderse pero los gritos de Hijikata la interrumpen.

Como era costumbre, Hijikata y Gintoki terminan discutiendo, defendiendo cada uno al integrante de su grupo y Sougo se aleja del par de idiotas, tropezando con unos lentes.

–Ups.

–¡Shiiinpachiiii!

–Bastardo, mira lo que hiciste. Mataste a Shinpachi.

–Nadie lo tiene durmiendo en el suelo.

–Esa no es excusa, chihuahua.

–Aquí la perra eres tú, China.

–Hey, que no estoy muerto.

–¡Gin-chan! El sádico asesinó a Shinpachi y su fantasma apareció, sí.

–¡Oye!

Soyo observa la escena típica a su alrededor y con una palmada anuncia:

–Bien está lo que bien acaba.

Shinpachi, que se perdió la última parte de la ceremonia, pregunta sorprendido:

–¿Atraparon al culpable? –Se oye un "Ah" colectivo y luego reina el silencio, otra vez. Ajeno al problema, Shinpachi continúa–. ¿Quién era?

–Yo.

Todos giran hacia la voz y encuentran al maestro de ceremonia con la mano al aire y la sonrisa aun plasmada en el rosto.

¿Qué?

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.

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–Realmente es él quien ha estado saboteando las bodas en el último mes. Aparentemente, si no consideraba que los novios hacían buena pareja, los convertía en sus objetivos. Por eso, cuando vio a esos dos pelear en el parque pensó que eran una pareja que no se merecían el uno al otro. Es algún loco del amor o algo…

–Oi, Hijikata-kun, ¿y cuál se suponía que era el plan para arruinarlo esta vez?

–Generalmente eran bromas pesadas, pero el nivel de estos dos lo molestó tanto que decidió hacerlos pensar que realmente se habían casado cuando en realidad se desharía del acta matrimonial y luego los convencería de que el otro le pagó por hacerlo, esperando que se separaran por voluntad propia.

–O sea que es un idiota.

–Básicamente, sí.

–Pero, Hijikata-san, ¿por qué, a pesar de su opinión de Kagura-chan y Okita-kun, se entregó al final?

El hombre en cuestión sonríe de medio lado mientras Kondo se lleva las manos a las mejillas, cual niña avergonzada.

–Dijo, y cito: "Cuando los vi besarse, supe que había cometido una equivocación. Sus peleas son la manera en que se expresan amor. Claramente son el uno para el otro".

Shinpachi se sonroja nuevamente y Gintoki no sabe si reír o llorar.

Fuera de la habitación en la que están, Kagura y Sougo simplemente siguen con su rutina de insultos y golpes, ignorantes de la nueva perspectiva con la que los verán.

Tal vez haya otra boda entre esos dos en algún momento del futuro, solo que verdadera esa vez.

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.

–Por cierto, buen trabajo en conseguir esa acta falsa.

–¿Eh? ¿Qué no la consiguieron ustedes?

–…

–…

–¿Dónde está ahora? ¡Hay que destruirla!

–Calma, debería estar entre las cosas del culpable. Esta no es, esta tampoco, est- esta menos...

–¡Oi, Kagura es muy joven para estar casada!

–¡Gin-san, si esos dos lo descubren nos matarán!

Desde su celda, un hombre sonríe. Menos mal que pudo enviar el acta matrimonial al registro antes de entregarse.

Ahh, el amor…